Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 9-

                                     



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 9

El comunicador de Obi-Wan se había activado cuando se levantó al día siguiente. Por fin, Qui-Gon había contactado con él. Temeroso de usarlo en su habitación, porque todavía estaba bajo vigilancia, se fue a una esquina de los jardines que estaba plantada con especies tropicales salvajes. Cubierto por las gruesas hojas de los árboles, abrió la línea de comunicación.
—Hola, Obi-Wan.
La voz de Qui-Gon sonaba forzada. Obi-Wan presintió que pasaba algo.
—Estás herido, Maestro —contestó preocupado.
—Ya me estoy curando. Me topé con unos bandidos —explicó Qui-Gon—. Pero también encontré a la gente de las montañas.
¿Y Elan?
—La encontré —dijo Qui-Gon—. Mi salvador enmascarado resultó ser la persona que buscaba. Pero no he tenido mucho éxito. Ella piensa que la Reina miente para ocultar un plan en su beneficio.
—Podría ser verdad —dijo Obi-Wan.
¿Y tú? —preguntó Qui-Gon—. ¿Has descubierto algo?
—Creo que la Reina está siendo envenenada —contestó Obi-Wan.
Rápidamente le explicó sus sospechas y la visita al laboratorio de análisis de sustancias.
La cara de Qui-Gon reflejó la preocupación.
—Son muy malas noticias —dijo.
¿Quién podría ser el envenenador? —preguntó Obi-Wan.
—Pregúntate a ti mismo quién se podría beneficiar de su muerte —dijo Qui-Gon
—. Si ella muere, su sucesor podría parar el proceso electoral.
¡Beju! —gritó Obi-Wan—. ¿Sería capaz de envenenar a su madre?
—Puede ser —dijo Qui-Gon—. Sin embargo, creo que no. Creo que debajo de su enfado hay amor filial.
—No estoy tan seguro —murmuró Obi-Wan. No tenía una buena opinión del Príncipe.
—O podría ser alguien que quisiera que la línea de sucesión continuara — siguió diciendo Qui-Gon—. Como Giba. O podría ser alguien cuyos motivos no son tan obvios. Debes tener cuidado, padawan. Tienes la prueba. Puede que cuando el analizador de sustancias te dé el nombre del veneno tú seas capaz de descubrir al culpable. ¿No me has dicho que Jono es el encargado cada noche de servirle el té?
—No puede ser él —dijo Obi-Wan—. Solamente lo recoge en la cocina y lo sirve.
 
—Pareces muy seguro de tu nuevo amigo —replicó con voz neutral Qui-Gon—.
Pero a veces lo obvio es la respuesta.
—Estoy seguro de él —dijo Obi-Wan.
Se enfadó ante la sugerencia de Qui-Gon. Su Maestro había decidido dejarle a cargo de lo que ocurriera en palacio. ¿Por qué no se fiaba ahora de sus conclu- siones?
—Mientras tanto, debes advertir a la Reina —comentó Qui-Gon—. No veo otra solución. Debe sólo comer aquello que le traigan personas de su confianza. O mejor aún, lo que se prepare ella misma.
¿Volverás pronto?
Obi-Wan esperaba que la respuesta fuera un sí.
—En unos días. Mis heridas me impiden viajar.
¡Pero me habías dicho que ya te estabas curando! —protestó Obi-Wan.
—Sí, pero ellos no lo saben. A Elan no le gustará saber que sus remedios tardan en hacer efecto. Está muy orgullosa de sus habilidades de curandera.
¿Elan es curandera? —preguntó Obi-Wan. Le vino a la cabeza un pensamiento—. Pero eso significa que podría saber muchas cosas de venenos.
El tono de voz de Qui-Gon se volvió severo.
—Eso es hacer un salto en un razonamiento lógico, padawan. ¿Estás sugiriendo que Elan podría tener algo que ver con la enfermedad de la Reina? Ella nunca va a Galu.
—Eso no lo sabemos —discutió Obi-Wan—. Me has dicho que se enfadó al encontrarte. ¿Y si ella ya sabía lo de su derecho de herencia? Me has preguntado quién se beneficiaría de la muerte de la Reina. ¿No es Elan la más beneficiada?
—Ella no conocía sus orígenes —contestó Qui-Gon.
—Pudo fingir —dijo con obcecación Obi-Wan.
Si Qui-Gon podía acusar a Jono, ¿por qué no podía ampliar el círculo de sospechosos con Elan?
—Concéntrate en lo que pasa en palacio —dijo Qui-Gon. Obi-Wan notó la desaprobación en su tono de voz—. Yo me ocuparé de Elan.
La comunicación se cortó. Obi-Wan guardó el aparato de comunicación en su bolsillo, decepcionado con su funcionamiento. A veces sentía como si Qui-Gon y él nunca iban a conseguir tener la perfecta comunicación mental que es la señal principal de la buena relación entre Maestro y aprendiz.
Obviamente, Qui-Gon no había convencido a Elan de que ella era la heredera de la corona. Entonces, ¿por qué estaba malgastando su tiempo con la gente de las montañas?
Obi-Wan echó a andar por un camino en dirección a los jardines de la cocina.
 
Cuando dobló una esquina, casi choca con Jono.
¡Obi-Wan! Aquí estás —dijo Jono—. Te he dejado una bandeja con fresas frescas juna para el desayuno. Muy dulces.
Obi-Wan asintió y se encaminó hacia palacio. Se había encontrado a Jono demasiado cerca de él. ¿Habría oído su conversación con Qui-Gon? ¿Era Jono un espía de Giba y Beju después de todo?






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