Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 5. LOS DEFENSORES DE LOS MUERTOS -Capítulo 2-

                                         



Los habitantes de Melida/Dan están anclados en el pasado y dos facciones de la población luchan en una interminable guerra civil. Todos parecen haberse olvidado de los Jóvenes. Obi-Wan Kenobi y su maestro no deben tomar partido allí, pero pronto Obi-Wan se encuentra luchando codo a codo con los Jóvenes en contra de los deseos de su maestro.


Capítulo 2

Obi-Wan caía a través de una especie de tubo metálico. Trató de detener su descenso con los pies, pero sólo logró rozarse contra la superficie metálica. Su velocidad de caída iba en aumento, y le empujó hacia delante, haciendo que su cabeza golpeara con el borde del tubo. Terminó cayendo a un suelo sucio.
Permaneció echado un momento, debido a la conmoción del golpe. Qui-Gon se puso de pie inmediatamente, con su sable láser en la mano. Permaneció de pie, al lado de Obi-Wan, para protegerle.
—Estoy bien —dijo Obi-Wan cuando se recuperó. Se agachó para recoger su sable láser.
— ¿Dónde estamos?
—En una especie de celda —respondió Qui-Gon.
Les rodeaban finas paredes de acero. No había ninguna entrada.
—Estamos atrapados —dijo.
Su voz resonó en las paredes, haciendo que sonara extraña.
—No, padawan —dijo Qui-Gon tranquilamente—. Hay más de una entrada a esta celda.
— ¿Cómo lo sabes?
—Porque no somos los primeros que hemos caído aquí.
Qui-Gon exploró el pequeño espacio, usando su sable láser para iluminarse.
—El tubo por el que hemos caído tenía golpes, y en la suciedad del suelo se pueden apreciar huellas. Los que hayan estado aquí han sido sacados por algún sitio, y es imposible hacerlo a través del tubo. Esta trampa está diseñada para atrapar rehenes, no para matarlos. Tiene que haber otra puerta. Además —añadió
—, no hay huesos o restos. Eso significa que el que ha puesto la trampa, se lleva luego lo que ha caído en ella.
—Pues sí —murmuró Obi-Wan.
Tenía el estómago vacío, ojalá hubiese tenido tiempo de comer algo antes de salir de la nave.
—He perdido mi equipo de supervivencia —dijo a Qui-Gon—. Se ha quedado en la superficie.
—El mío también. Tendremos que usar nuestros sables láser —replicó Qui- Gon.
Obi-Wan pensaba más en la comida que en hacer luz, pero hizo igual que Qui- Gon y conectó su sable láser. Lo acercó a las paredes que los rodeaban para poder examinarlas. Mientras trabajaba, sintió que la Fuerza comenzaba a moverse entre ellos, llenando el espacio.
Podía ver claramente cada irregularidad en las aparentemente lisas paredes.
 
Buscaba una juntura escondida, convencido ahora de que encontrarían una. Sólo tenía que confiar en la Fuerza.
Cuando era estudiante del Templo se quedó desconcertado con la Fuerza. Sabía que era sensible a ella, y por eso le habían admitido de pequeño como estudiante, pero, a lo largo de su entrenamiento, a veces había percibido que la Fuerza era evasiva y poco fiable. Podía sumergirse en ella, pero no siempre que él quería. Y cuando lo hacía, era incapaz controlarla.
Junto a Qui-Gon había aprendido que no era cuestión de controlarla, sino de unirse a ella. Ahora podía fiarse de que le guiaría, de que le daría fortaleza y visión. Estaba comenzando a comprender lo fuerte que era, lo real que era su presencia. Como Jedi tenía acceso permanente a ella. Era el mejor regalo imaginable.
—Aquí —dijo Qui-Gon, inalterable.
Al principio, Obi-Wan no vio nada, pero luego se dio cuenta de la fina abertura que surcaba la superficie de la pared.
Qui-Gon pasó la mano por encima de la irregularidad.
—El dispositivo de cierre debe de estar al otro lado —musitó—. Supongo que estará hecho a prueba de láser, pero también creo que es la primera vez que han atrapado aquí a un Jedi.
Obi-Wan y Qui-Gon movieron juntos el filo de sus sables de luz alrededor del contorno de la puerta. Los sables cortaron el metal, que se curvó hacia atrás como la hoja verde de un árbol. Consiguieron hacer una pequeña abertura.
Qui-Gon pasó a través de ella, seguido de Obi-Wan. Se encontraron en un corto y estrecho túnel que parecía llevarles hacia una estancia mucho más grande. Era muy negro, tan oscuro que no había sombras en él. Incluso el resplandor de sus sables láser parecía quedar absorbido por la intensa oscuridad.
Pararon, escuchando cualquier sonido, pero no se oía absolutamente nada. Obi-Wan podía oír su propia respiración, incluso la de Qui-Gon. A los Jedi se les enseña a ralentizar el ritmo de su respiración para no hacer ruido, incluso en situa- ciones de tensión.
—Creo que estamos solos —dijo Qui-Gon tranquilamente.
Su voz resonó, confirmada la sospecha de Obi-Wan de que se hallaban en un espacio ancho y abierto.
Avanzaban con cuidado, con los sables láser en posición de defensa. Obi-Wan sintió un escalofrío que le bajaba por la espalda desde el cuello. Algo iba mal; podía sentirlo.
—La Fuerza está oscura —murmuró Qui-Gon—. Enfadada. Y, sin embargo, todavía no noto aquí una Fuerza viviente.
Obi-Wan asintió. Él no había sido capaz de precisar lo que sentía, pero Qui-Gon sí. Había una presencia maligna a su alrededor, aunque aún no sintieran seres vivos cerca de ellos.
 
Obi-Wan tropezó con algo que no había sido capaz de ver. Se colocó junto a una columna de piedra para protegerse. En esa fracción de segundo de pérdida de concentración, el destello de un movimiento se acercó por su derecha.
Se giró, sosteniendo en alto su sable láser, y un guerrero apareció moviéndose con rapidez hacia él desde las sombras, con su arma apuntando directamente al corazón de Obi-Wan.





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