Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 5. LOS DEFENSORES DE LOS MUERTOS -Capítulo 18-

                                             



Los habitantes de Melida/Dan están anclados en el pasado y dos facciones de la población luchan en una interminable guerra civil. Todos parecen haberse olvidado de los Jóvenes. Obi-Wan Kenobi y su maestro no deben tomar partido allí, pero pronto Obi-Wan se encuentra luchando codo a codo con los Jóvenes en contra de los deseos de su maestro.


Capítulo 18

El caos reinaba en los túneles. Los pasajes rebosaban de chicos que corrían desesperados para intentar escapar de la batalla que se desarrollaba sobre sus cabezas. Algunos estaban heridos, otros corrían para rearmarse y contraatacar. Cientos de Jóvenes habían quedado atrapados en los parques y en las plazas. Necesitaban refuerzos.

—Necesitamos médicos y una línea de abastecimiento de armas —dijo Cerasi.

Obi-Wan se apresuró a unirse a Cerasi y a Nield. Qui-Gon vio la angustia que se reflejaba en sus tres caras. Era verdad que su padawan ayudaría en todo cuanto pudiese, pero ellos tenían que marcharse del planeta inmediatamente para llevarse a Tahl. Ahora era absolutamente necesario.

Qui-Gon corrió al lado de Tahl. Estaba sentada, intentando oír y entender qué pasaba a su alrededor. Se arrodilló a su lado.

—Yo quería ir a la ciudad a conseguir una nave y algo de ayuda médica, pero me temo que eso es imposible ahora. La guerra ha comenzado de nuevo, y nosotros tenemos que irnos inmediatamente.

Ella asintió.

—De acuerdo. Puedo caminar, Qui-Gon. Tus medicinas me han ayudado mucho. Puedo hacerlo, si me guías.

Qui-Gon se dobló para recoger sus cosas. Habían perdido sus equipos de supervivencia, pero habían estado recopilando reservas. Las metió en la mochila que les había dado Cerasi.

Cuando se volvió para buscar a Obi-Wan, el chico había desaparecido.

Cerasi y Nield tampoco estaban. Qui-Gon soltó la mochila y comenzó a buscar en los túneles adyacentes. Fue lo más lejos que pudo, pero era una pérdida de tiempo. Probablemente, Obi-Wan se habría ido a la superficie con Nield y Cerasi.

Quizás el chico pensaba que Qui-Gon estaría cogiendo más reservas, como el propio Maestro Jedi le había contado. El padawan se reuniría con él en el caza de combate. Obi-Wan le había vuelto a desobedecer, pero Qui-Gon estaba seguro de que aparecería por la nave a la hora de partir.

En cualquier caso, no podía desperdiciar más tiempo. Recogió todas sus cosas, ayudó a Tahl a ponerse de pie y empezó a andar por los túneles, de camino a las afueras de Zehava.

***

Cuando Obi-Wan, Cerasi y Nield salieron al exterior pudieron oír los gritos de los chicos y oler el humo que llenaba las calles. Se pusieron a cubierto, detrás de un muro. Había cazas de combate sobrevolando los parques donde se habían reunido los Jóvenes. Los chicos corrían para ponerse a salvo o trataban de derribar las naves con lanzatorpedos que colocaban sobre sus hombros. Pero las naves esquivaban los disparos fácilmente.

 

¡Están desperdiciando munición! —gritó Nield.

—Deben de haber traído los cazas desde otra base —dijo Cerasi—. O puede que los tuviesen escondidos en algún lugar que nosotros desconocíamos. ¡Pero no podemos luchar contra ellos desde el suelo!

Obi-Wan se subió al muro. Un caza de combate se acercaba. Vio cómo empezaba a disparar rápidas ráfagas que caían sobre la hierba. Una chica corrió a cubrirse, pero otro chico no tuvo tanta suerte. El disparo le alcanzó en una pierna y le hizo caer al suelo. Antes de que Obi-Wan se pudiera mover, otros chicos ya habían acudido en su ayuda. La angustia le desbordaba. ¡Los Jóvenes estaban desprotegidos!

Cerasi mantuvo sus ojos cerrados, como si no pudiese soportar seguir viendo todo aquello.

—Tenemos que parar esto —dijo con un tono neutro.

—Son sólo tres cazas de combate —dijo Obi-Wan, mirando al cielo.

—Es suficiente —dijo Nield con dolor—. Tenemos que organizarnos. ¡Van a acabar con la mitad de nosotros si no hacemos algo!

Nield se volvió hacia Obi-Wan.

—Necesitamos tu nave otra vez, amigo. Tenemos que luchar contra ellos desde el aire. Con tus habilidades como piloto podremos derribarles como hicimos con las torres deflectoras.

Confundido, Obi-Wan miró a sus amigos.

—Me prometiste que no me pediríais nada más que fuese contra las órdenes de Qui-Gon.

—Pero todo ha cambiado, Obi-Wan —suplicó Cerasi—. Mira a tu alrededor.

Están matando niños. Perderemos todo si no podemos luchar desde el aire.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Cerasi.

—Por favor.

Los gritos de los niños taladraban los oídos de Obi-Wan. Aunque él estaba a salvo, detrás del muro, se sentía como atravesado por miles de disparos láser. Su ser se había dividido en dos. Todo lo que conocía, lo que pensaba que era importante, había desaparecido. Las enseñanzas Jedi no tenían ningún sentido para él. No significaban nada comparado con lo que tenía a su alrededor.

Se agachó al oír cerca de ellos la explosión de un torpedo de protones. La tierra saltó a su alrededor y les cayó polvo encima de la cabeza.

¡Obi-Wan! —gritó Nield—. ¡Tienes que elegir!

Gruesas lágrimas caían por la cara de Cerasi, abriendo surcos en la suciedad.

No hablaba; temblaba como una chiquilla aterrorizada.

Obi-Wan se dio cuenta de que ya había elegido. No podía dar la espalda al sufrimiento. No podía dar la espalda a sus amigos. Incluso si lo arriesgaba todo

 

con esta decisión. Lo daría todo y más.

—Volveré —prometió Obi-Wan, y se marchó.






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