Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 5. LOS DEFENSORES DE LOS MUERTOS -Capítulo 12-

                                           



Los habitantes de Melida/Dan están anclados en el pasado y dos facciones de la población luchan en una interminable guerra civil. Todos parecen haberse olvidado de los Jóvenes. Obi-Wan Kenobi y su maestro no deben tomar partido allí, pero pronto Obi-Wan se encuentra luchando codo a codo con los Jóvenes en contra de los deseos de su maestro.


Capítulo 12

Qui-Gon colocó a Tahl en un nido hecho con edredones y mantas, los mejores que los Jóvenes pudieron ofrecerles. Se quedó un momento de pie, a su lado. Tahl se había cansado con la pequeña batalla y se había quedado dormida inmediatamente. Podía sentir un destello de su Fuerza, pero sólo un pequeño destello. Tahl había olvidado cómo había sido herida. Recordaba haber sido capturada en medio de una batalla, pero no haber sido herida ni cegada.

Qui-Gon se sentó contra la pared para pensar. Su misión había terminado. Sólo tenían que esperar a que acabasen los combates. Cerasi le había asegurado que podría sacar a los Jedi fuera de la ciudad sin poner en peligro a Tahl. La llevaría de vuelta a Coruscant, donde confiaba en que los conocimientos de los médicos de allí le hicieran recuperar esa energía vibrante que él recordaba tan bien.

Qui-Gon sabía que dejaría a sus espaldas un mundo sumido en el caos, con niños luchando para salvarlo y con los mayores atrapados en el conflicto, dispuestos a sacrificar toda la población por su causa.

Sin embargo, debía partir. Su principal deber era llevar de vuelta a Tahl. Después podía pedir permiso a Yoda para volver. Lo más probable es que el Maestro Jedi no accediera. Los Jedi no van a los mundos a interceder a menos que sean requeridos para ello. Sólo podían intervenir en circunstancias extraordinarias, o si un mundo amenazaba la paz y seguridad de otro. Los habitantes de Melida/Daan estaban sumidos en su propio conflicto, pero no hacían daño a otro mundo que no fuese el suyo.

Obi-Wan había pedido permiso para ir a las calles con Cerasi, y Qui-Gon se lo había dado. Sabía que cuando dijese a su padawan que tenían que irse, no iba a querer. Sin embargo, le obedecería. Era su primer deber como padawan, y Obi- Wan era un Jedi hasta la médula.

Su misión estaba a punto de terminar con éxito. Sin embargo, un presagio que le pesaba como una losa se alojaba en su pecho. Su instinto le advertía, pero no podía concretar de qué le advertía o cómo le iba a afectar esa advertencia.

Oyó pasos que se acercaban corriendo. Nield irrumpió en la habitación acompañado de Obi-Wan y Cerasi. Qui-Gon estaba asombrado por cómo se coordinaban. Sus movimientos encajaban perfectamente, pese a que Obi-Wan tenía las piernas más largas y Cerasi era más delgada.

¡Reunión para todos! —gritó Nield—. ¡Tenemos noticias!

Nield se subió en la tumba más grande. Los chicos y las chicas se reunieron en torno a él, procedentes de las estaciones estratégicas situadas alrededor de la habitación y de los túneles adyacentes. Volvieron sus caras expectantes hacia él.

—Nuestra batalla ha terminado —dijo Nield—. ¡Hemos conseguido una victoria total!

Los Jóvenes gritaron de alegría. Nield levantó una mano.

—Nuestra incursión en el almacén de armas Daan fue un éxito. Hemos robado

 

las armas de los Daan para que no las malgasten atacando a los Melida o a adversarios imaginarios. Las hemos puesto en el Túnel Norte. Los Melida —Nield hizo una pausa, sonriente— ¡volaron sus propios arsenales para que no cayeran en manos de los Daan!

Los Jóvenes rompieron a reír con grandes carcajadas. Gritaban de alegría.

—Hemos mandado mensajes a ambos bandos, haciéndoles saber que los Jóvenes estábamos detrás de todas las batallas, y que les hemos ganado y robado sus armas. Sin las armas, los Mayores no pueden luchar entre ellos. ¡Hoy se ha dado un paso de gigante hacia la paz!

La emoción se podía palpar en la habitación. Qui-Gon vio cómo se agachaba Nield para coger la mano de Cerasi. La subió y la colocó a su lado. Después alcanzó a Obi-Wan. Sonriendo, Obi-Wan saltó para subirse a la tumba y situarse entre los dos líderes.

Los Jóvenes se acercaban para tocar su túnica. Obi-Wan se agachó para tocar sus cabezas y aceptar las felicitaciones. Levantó los brazos junto a Nield y Cerasi. Ni siquiera miró una sola vez a Qui-Gon. Era como si el Maestro Jedi no estuviese en la habitación. Era como si Obi-Wan no fuera un Jedi.

Qui-Gon pensó que su padawan realmente formaba parte de ellos. Como si se hubiese convertido en uno de los Jóvenes.







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