Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 5. LOS DEFENSORES DE LOS MUERTOS -Capítulo 15-

                                            



Los habitantes de Melida/Dan están anclados en el pasado y dos facciones de la población luchan en una interminable guerra civil. Todos parecen haberse olvidado de los Jóvenes. Obi-Wan Kenobi y su maestro no deben tomar partido allí, pero pronto Obi-Wan se encuentra luchando codo a codo con los Jóvenes en contra de los deseos de su maestro.


Capítulo 15

Escaparon antes del amanecer. Cerasi les condujo a través de los túneles hasta el Círculo Exterior. Después dejaron atrás Zehava por el mismo camino por el que habían llegado Qui-Gon y Obi-Wan, a través de la Sala de la Evidencia y saltando el muro. Esta vez, Nield había traído una cuerda fina de carbono que lanzó hacia arriba. Gracias a su campo magnético, la cuerda se adhirió a la superficie metálica, y así pudieron escalarla fácilmente.

Llegaron veloces hasta el transporte, en la grisácea luz de la mañana. Los tres llevaban granadas de protones en sus mochilas. Pesaban mucho, pero apenas notaban el peso. Estaban ansiosos por llegar a la nave y comenzar su misión.

Cuando llegaron al caza de combate, Nield y Cerasi ayudaron a Obi-Wan a retirar las ramas y los arbustos que escondían la nave. Nield sonrió cuando vio el aparato. Después se dio cuenta del rasguño que lucía en un lateral. Se volvió hacia Obi-Wan.

—Hay algo que debería haberte preguntado. ¿Eres un buen piloto?

Obi-Wan le miró inexpresivo durante un momento. Cerasi rompió a reír. Nield y Obi-Wan se rieron también, con el sonido de los cañones al fondo.

—Creo que lo vamos a comprobar ahora mismo —dijo Cerasi alegremente.

Subieron a la nave. Obi-Wan se deslizó hacia el asiento del piloto. Durante un momento dudó, mirando los controles. La última vez que había estado allí fue cuando aterrizó en Melida/Daan, con Qui-Gon sentado en el asiento del copiloto. Qui-Gon había bromeado sobre el golpe del lateral, y Obi-Wan sintió una punzada de remordimiento. ¿Estaba actuando correctamente? ¿Merecía aquella causa traicionar a Qui-Gon?

Cerasi tocó su muñeca con cariño.

—Sabemos que es difícil para ti, Obi-Wan. Eso hace que tu sacrificio valga aún más para nosotros.

—Y te damos las gracias desde el fondo de nuestros corazones —añadió Nield.

Obi-Wan se volvió y los miró a los ojos. Se sintió perturbado, era como si se estuviese mirando a sí mismo. En las decididas miradas de sus amigos encontró lo mismo que había en su corazón: la misma dedicación, la misma fiereza, la misma osadía. Sintió cómo aumentaba su confianza. Estaba haciendo lo que era correcto. Quizá Qui-Gon llegaría a entenderle.

Encendió los motores iónicos.

—Vamos allá.

—Primero tenemos que alcanzar las torres que están en el perímetro, y después las del centro —dijo Cerasi—. Tendremos que hacerlo a ojo, no tenemos coordenadas en el ordenador de navegación.

—Eso no será un problema —dijo Obi-Wan.

 

Mantuvo la velocidad baja mientras se elevaban para salir del cañón donde habían escondido la nave. Después puso los motores a tope para coger velocidad. Nadie le dijo que la redujese.

—Tendré que dar algunas vueltas para cubrirme, así que es mejor que vosotros os ocupéis de apuntar —dijo Obi-Wan—. El control de los cañones láser está casi enfrente de ti, Cerasi.

Nield se colocó frente al suyo.

—Activaré las aberturas de emergencia de las armas cuando nos acerquemos

—les informó Obi-Wan—. Permaneced atentos a los flotantes. Tendremos que descender bastante para poder disparar a las torres.

Las dos torres deflectoras que flanqueaban la entrada principal aparecieron en unos segundos ante sus ojos.

—Allá vamos —dijo Obi-Wan, apretando los dientes.

—Se nos aproxima un flotante por la derecha —advirtió Cerasi—. Nos deben de haber localizado en su escáner.

Obi-Wan giró rápidamente hacia la izquierda, y después viró otra vez hacia la derecha. Sorprendido de ver una nave justo frente de él, el piloto atacante descendió y comenzó a disparar. Obi-Wan hizo un suave movimiento y logró que el torpedo pasara sin rozarles por su izquierda. El arma fue a estrellarse contra las murallas de la ciudad, causando una gran explosión.

—No suelen utilizar esas armas —observó Cerasi —. Podrían derribar un edificio cuando sobrevolemos la ciudad.

—Probablemente usen armas de menor intensidad —comentó Nield.

—Tenemos que cumplir esta misión sin dispararles en el aire —comentó preocupada Cerasi—. Tenemos que demostrarles que nuestra intención final es lograr la paz.

—Ésa será mi tarea —dijo Obi-Wan—. La torre está en el punto de mira.

Disparad.

Otra nave se acercó por la izquierda, y el aprendiz de Jedi comprobó que otras empezaban a emerger, como insectos, probablemente procedentes de los cuarteles militares Daan. Obi-Wan calculó lo que tardarían los flotantes en acercarse, debido a su menor velocidad. Tenía que permanecer a una altura determinada para que Nield y Cerasi pudiesen apuntar. Tenían el tiempo justo...

Abrió un panel de disparo para Nield. Pegándose al casco del caza de combate, Nield apuntó con su cañón láser. Cerasi esperó con las manos agarradas a sus propios controles.

¡Ahora! —gritó Obi-Wan, pasando muy cerca de la torre y causando un gran zumbido.

Cerasi y Nield dispararon. En cuanto cayeron los proyectiles, Obi-Wan puso los motores al máximo de potencia y elevó el caza, alejándose de la nave que se

 

acercaba por su izquierda. Iban escoltados por los disparos de las naves. Uno de ellos les rozó un ala, pero el impacto no fue importante.

Cerasi y Nield habían acertado de pleno a la torre. Obi-Wan sintió la vibración de la onda expansiva en el casco del caza de combate. El flotante que les perseguía también vibró, y su piloto tuvo que realizar varias maniobras para hacerse de nuevo con el control. El campo de partículas era casi visible y podía verse descompuesto en una cascada de pequeños átomos de energía azul.

Obi-Wan, Cerasi y Nield se alegraron al verlo, y el joven aprendiz de Jedi giró para encararse con la siguiente torre. Al hacerlo, comprobaron que las naves militares estaban muy cerca de ellos.

—Siete naves —contó Cerasi. Su cara reflejaba preocupación. — ¿Podemos lograrlo, Obi-Wan?

—Si vamos rápido, sí. ¿Puedes apuntar allí abajo? —preguntó Obi-Wan, moviéndose entre el fuego del enemigo.

Cerasi sonrió.

—Sin ningún problema. Nield colocó su cañón.

—Hazlo.

Obi-Wan puso los motores a tope. El caza de combate surcó el cielo a máxima velocidad. Sabía que técnicamente iba demasiado deprisa para esa altitud, pero también sabía que podía controlar el aparato. Y no llevaba a nadie en el asiento del copiloto que le recordase las normas de aviación o le advirtiese del peligro de pilotar así. Se sintió emocionado. Por primera vez en su vida no tenía que responder ante nadie. No había normas Jedi, ni una sabiduría superior a bordo de ese vuelo.

Bajó zigzagueando, moviendo la nave tanto como podía. Los flotantes le perseguían, disparando pero sin acercarse por temor a colisionar con la nave. Usando la Fuerza como guía, Obi-Wan fue capaz de esquivar los disparos más peligrosos.

A medida que se acercaban, los deslizadores eran más peligrosos. Uno de ellos se acercó peligrosamente, disparando.

¡Preparado! —gritó Obi-Wan.

En el último momento, maniobró para deshacerse de sus enemigos y, subiendo y bajando, consiguió ponerse justo frente a la torre.

Nield y Cerasi abrieron fuego. La torre saltó por los aires, despedazándose en trozos metálicos. Obi-Wan esquivó los flotantes que se le acercaban por la derecha y se elevó a gran velocidad. Las naves se movieron para no chocar unas contra otras.

¿Estáis bien? —preguntó Obi-Wan.

—Mareada, pero bien —dijo Cerasi, limpiándose el sudor de la frente—. Vaya vuelo más increíble.

 

—Estoy bien. Sigue alrededor del muro —ordenó Nield—, y vayamos destruyendo las torres del perímetro una a una.

Las naves militares les perseguían, pero no podían volar ni tan alto ni tan rápido como el caza de combate. Se les unieron más. Para disparar a cada torre, Obi- Wan tenía que hacer las mismas maniobras peligrosas y rápidas con el fin de evitar chocar con sus perseguidores o con los vehículos terrestres. Su ventaja era la velocidad, la maniobrabilidad de su aparato y la increíble puntería de Nield y Cerasi.

Fueron destruyeron cada torre, una a una. Los flotantes intentaban retenerlos, pero Obi-Wan era más rápido que ellos.

Cuando vieron la última torre que les quedaba, los tres lanzaron un grito de alegría. Cerasi fue hacia Obi-Wan y le abrazó. Nield le dio una palmada en la espalda.

—Sabíamos que podíamos contar contigo, amigo —dijo alegremente. Comprobó su cañón láser.

—Nos queda bastante munición. ¿Qué os parece si hacemos saltar por los aires todas las Salas de la Evidencia?

Cerasi frunció el ceño.

¿Ahora? Pero, Nield, tenemos que regresar. Tenemos que obligar a los Melida y a los Daan a que se unan a las conversaciones de paz ahora que están debilitados.

—Además, podría haber gente dentro—señaló Obi-Wan. Cerasi miró a Nield.

—Dijimos que haríamos esto sin matar a nadie.

Nield se mordió el labio a la vez que miraba a través de la carlinga, hacia la ciudad de Zehava.

—Cuanto antes desaparezcan esas salas del odio, antes podrá respirar tranquila la población de este planeta —murmuró—. Desprecio la causa por la que fueron construidas.

—Lo sé —dijo Cerasi —. Yo también, pero vayamos paso a paso.

—De acuerdo —accedió Nield de mala gana—, pero vayamos a nuestro último objetivo. Antes de que aterricemos, podíamos hacer una pasada rápida sobre los campos. Deila está esperando para transmitir el mensaje de que los campos magnéticos han sido destruidos. Los Jóvenes de los Basureros deberían empezar a movilizarse.

Obi-Wan voló en grandes círculos sobre el campo. Por todas partes se venían chicos y chicas que salían de los pueblos y de los bosques. Se dirigían al camino que llevaba a Zehava. Algunos iban montados sobre deslizadores o sobre turbocarros. Los que iban a pie marchaban en columnas, al estilo militar. Cuando vieron el caza de combate sobre sus cabezas, saludaron con la mano, exhalando gritos que no podían oír. Obi-Wan movía las alas como señal de saludo.

 

Las lágrimas se agolpaban en los ojos de Cerasi.

—Nunca olvidaré este día —dijo —. Y nunca olvidaré lo que has hecho por nosotros, Obi-Wan.

Obi-Wan dirigió la nave hacia un área donde poder aterrizar. No le importaba lo enfadado que pudiera estar Qui-Gon, o si le mandaba de vuelta al Templo. Había merecido la pena.






También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.