Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 50: El Verdadero Deseo de Elizabeth*

                            Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

ÚLTIMA PARTE: LA TRAVESÍA FINAL DEL PERLA NEGRA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 50: El Verdadero Deseo de Elizabeth*


—¿Cuándo ibas a decirme lo del libro? —le preguntó Jack Sparrow a su
hermana, quien se encontraba parada frente a él, con cara de
culpabilidad, estrujando su sombrero entre las nerviosas manos.

Ambos se hallaban en el camarote principal, pues Jack le había pedido
una audiencia a solas con Jacky para poder aclarar las cosas.

Viendo que ella no parecía tener intenciones de contestarle, el capitán
Sparrow soltó un suspiro, fastidiado, así que se levantó de su asiento y
se dirigió meneándose hasta su hermana, llevando en una de sus manos una
botella de ron.

—¿O pretendías, quizás, permanecer separada de mí para revolcarte
cómodamente en la cama con Norrington? —le susurró al oído.

—¿Y tú qué pretendes con esto? —le rebatió ella en el acto, dirigiéndole
una dura mirada—. ¿Realmente quieres volver a unirte a mí?

Jack frunció el entrecejo y se apartó un poco de ella, extendiéndole la
botella de ron que él llevaba. ¡Ahora que había hecho un trato con Davy
Jones resultaba una estupidez volver a unirse con su otra mitad!

—¿Quieres? —le ofreció—. Creo que te vendría muy bien regalarte con un
traguito de ron, hermanita; veo que estás un poco alterada por lo del
asunto de Norrington.

Luego de dirigirle una mirada asesina, Jacky le arrebató la botella para
darle un largo trago que la dejó bastante satisfecha.

—¡Ah! ¡Lo necesitaba! —exclamó, bajando la botella y limpiándose la boca
con la manga de su camisa.

—¿Lo ves? ¡No hay mejor remedio que el ron! —Profirió sonriente el
capitán Sparrow—. Tu hermanito siempre sabe lo que necesitas para calmar
tus ánimos. ¿Qué te parece si nos sentamos a la mesa y degustamos otro
traguito más de ron? Una buena charla con tu querido hermano te dejará
como nueva.

—¡Excelente idea, hermanito! —festejó la capitana, aceptando la
invitación y sentándose alegremente en una de las sillas que precedía la
mesa.

Luego de que ambos hubieran tomado en silencio el contenido de varias
botellas de ron, la capitana Jacky Sparrow bajó de golpe una de ellas
sobre la mesa, golpeándola y provocando que su hermano la mirara un
tanto sorprendido.

—¡Bah! —exclamó muy malhumorada—. ¡Que se vaya al averno ese condenado
inglés! ¡No lo necesito para nada! ¡Hic!... Al fin y al cabo ya obtuve
lo que tanto quería…

—Bien dicho, hermanita —la apoyó Jack, tomando otro sorbo de ron—. ¿Para
qué quieres estar con ése sujeto si me tienes a mí para divertirte?

Ella se le quedó mirando por un largo rato.

—Tienes toda la razón, hermanito —dijo—. He sido un estúpido o una
estúpida buscando en Norrington lo que tú siempre me ofrecías… ¡Hic!

—Y te lo sigo ofreciendo, hermanita… —se inclinó sobre la mesa,
hablándole con tono muy sugestivo.

Jacky volvió a mirarlo detenidamente y, aunque su lado pervertido
deseaba caer en los lascivos brazos de su otra mitad, su amor por James
seguía latiendo con enorme fuerza en su corazón.

—¿Crees que lo habrá dicho en serio? —preguntó de repente, tomando por
sorpresa a su hermano.

—¿Quién?

—Norry. ¿Crees que habrá sido en serio que rompió conmigo?

—¡Oh! Bueno, pues… Yo creo que lo dijo muy en serio —comenzó a decir, ya
que esta era tal vez su única oportunidad de seducir a su "hermanita"
antes de entregarla a Davy Jones—. Ya sabes, un tipo como ese, un
"verdadero caballero", nunca anda con rodeos, sobre todo cuando se es un
aburrido y apestoso inglés.

Jacky Sparrow resopló muy molesta, recostándose sobre el respaldar de la
silla.

—Bien, yo también hablo en serio, hermanito. He terminado
definitivamente con él; ya no me interesa más su paquete. ¡Hic!

Pero, cuando apenas terminó de decir esto, se arrojó sobre la mesa y
comenzó a llorar exagerada y desconsoladamente, por lo que Jack se
acercó a ella y comenzó a darle suaves golpecitos en la espalda para
consolarla.

—Vamos, vamos, hermanita —empezó a decirle con delicadeza—, no te pongas
así por un tipo que no te valora por lo que eres y que te exige cambiar
para que estés con él… ¿Por qué mejor no te quedas conmigo? ¡Nos
divertiremos tanto! —Se inclinó sobre ella y le susurró al oído—: Ya
sabes, hermanita; tú y yo, yo y tú somos prácticamente iguales… Queremos
las mismas cosas, las deseamos, las anhelamos, las pretendemos, las
codiciamos, las ambicionamos, las aspiramos, las perseguimos, las
apetecemos…, etc, etc, etc…

Ella levantó la cabeza y lo miró como si buscara alguna especie de consuelo.

—¿Te refieres a cosas pecaminosas, lujuriosas, indecibles, deshonestas,
obscenas, inmorales, indecentes, escandalosas, libidinosas, lascivas,
etc, etc, etc? ¡Hic!

—Por supuesto, hermanita… ¿A qué otra cosa crees que me refiero? —Acercó
su rostro al de ella, con sus labios a punto de tocarse—… ¿Por qué no lo
intentamos? Ambos somos unos narcisistas; sufrimos de la misma
enfermedad del /alter ego/, ¿por qué entonces no podríamos aprovecharlo
y disfrutarlo? … Vamos, hermanita, juntos podríamos navegar en el /Perla
Negra/, compartiendo nuestras vidas como dos lujuriosos amantes…

Entonces, convencida por las seductoras palabras de quien se hacía
llamar "hermanito", Jacky, por su propia voluntad y con una gran
necesidad de desahogar su dolor, procedió a besarlo. Pero, para el
enorme desconsuelo de Jack Sparrow, ésta cayó completamente dormida
sobre la mesa, comenzando a roncar estrepitosamente gracias a la
borrachera que tenía.

Jack se quedó cómicamente estático, con los labios estirados, listos
para besar con un beso frustrado.

—Casi lo logro por un pelito de rana calva… —declaró tristemente
mientras se incorporaba.

Se dirigió hacia la puerta con la intención de ir a buscar a Elizabeth y
mantener una charla con ella, pero antes de salir, le dirigió una penosa
mirada a su durmiente hermanita y murmuró:

—Lástima que lo nuestro no se dio antes de entregarte a Davy Jones,
hermanita, pero ya no puedo esperarte más sin que mi vida corra más
peligro de lo que ya corre… ¡Que disfrutes el averno a mi salud!

Y se marchó, cerrando la puerta tras de sí sin percatarse de que la
capitana Jacky Sparrow había escuchado todo lo que él le había dicho,
pues ésta había fingido deliberadamente su sueño para no tener que
besarlo y, sin querer, había descubierto su traición.

Con los ojos bien abiertos pero con la cabeza aún apoyada sobre la mesa,
Jacky cerró el puño con fuerza, sintiendo que una incontenible furia
contra su hermano había comenzado a dominar su corazón.

Tal vez porque últimamente había recibido tantos golpes y reveces, James
Norrington ya no podía sentir ningún sufrimiento, dolor, frustración,
ira o desesperación; únicamente en su corazón anidaba la frialdad y el
rencor. En su mente solamente anidaba la idea de volver a ser alguien y
recuperar su honor, dejando atrás todo lo que había vivido últimamente,
costara lo que le costara. Ya no se castigaba pensando, simplemente se
dedicaba a sus labores como grumete para evitar cualquier tipo de
pensamiento que atormentara su mente. Él ya no quería pensar en Jacky,
ya no quería pensar en nada más que en él mismo y su propio futuro,
tratando de que su mente prevaleciera por sobre su corazón, que tanto
daño le había hecho ya.

Mientras él, Billy y otros tripulantes del más bajo rango del /Perla
Negra/ se encontraban en el pesado trabajo de asear la cubierta
principal, el capitán Jack Sparrow se había reunido con Elizabeth muy
cerca de allí para que ésta le explicara todo lo que había pasado en
Port Royal desde el día en que él y su hermana habían abandonado sus
costas. James, creyendo que podría sacar provecho de aquella
conversación, se dispuso a escucharlos muy atentamente mientras fregaba
los tablones.

—¿Beckett? —repitió Jack bastante sorprendido al leer el nombre del
causante de las desgracias de Elizabeth escrito en las Patentes de Corso
que ella le había arrebatado la noche en que había escapado de prisión y
su padre había caído en manos enemigas.

—Si, están firmadas por Lord Cutler Beckett de la East India Trading
Company —reafirmó la preocupada muchacha, con lujo de detalles.

—¡Agh! —exclamó el capitán del /Perla/, asqueado al escuchar los nombres
del hombre y la compañía que tanto odiaba, sacando la lengua en un claro
gesto de desagrado.

—Will trabajaba para Beckett. Estaba a su servicio y jamás nos dijo nada
—arguyó Gibbs, quien también se encontraba con ellos.

Elizabeth se sintió muy ofendida al escuchar aquellas acusaciones en
contra de su amado prometido.

—¡Agh! —volvió a quejarse Jack, interrumpiendo una protesta que iba a
salir de la boca de la joven.

—Beckett quiere la brújula… —el avispado Gibbs siguió revelando sus
conclusiones—. Hizo todo esto por algo y sólo hay una razón para eso…

—¡Claro! ¡Lo que realmente quiere es el cofre! —concluyó su preocupado
capitán.

—Sí. Creo que lo oí hablar sobre eso —aseveró Elizabeth.

—Si la compañía controla el cofre, controlará el océano —le explicó
Gibbs a la joven, también muy preocupado por el color que iba tomando
todo aquel oscuro asunto.

—Una escalofriante idea, cielo —concluyó Jack, mirando a la muchacha.

—¡Y mala! ¡Mala para toda persona que se llame un pirata! —exclamó el
aún más y más afligido contramaestre—. Creo que aún puedo aumentar un
poco la velocidad a estas velas, señor.

Y se marchó de allí para comenzar a dar las órdenes necesarias a sus
hombres para apresurarse a encontrar la Isla Cruces antes de que Beckett
tuviera la suerte de hacerlo antes que ellos:

—¡Balsear las vergas del trinquete! —ordenaba mientras Jack y Elizabeth
seguían conversando, pues aún quedaban muchas cosas qué aclarar.

—¿Puedo cuestionarte cómo las conseguiste? —quiso saber el pirata,
refiriéndose a las Patentes de Corso que aún tenía en sus manos.

—Persuasión —respondió la chica, un tanto a la defensiva.

—¿Amistosa?

—Claro que no —rebatió ofendida.

—Will hizo un trato por ella, si cumple con honor; pero eres tú la que
trajo el premio —replicó sonriendo—. El perdón: una comisión como
corsario de Inglaterra y de la East India Trading Company… Ni crean que
van a comprarme a ese precio —terminó de decir, girando sobre sus pies
para marcharse de allí mientras guardaba los valiosos papeles en su
casaca, sin percatarse de que James había escuchado todo y que ahora
sabía que las valiosas patentes estaban a bordo. Aquellas mismas
patentes de las que Isabel le había hablado.

Como siempre, ella nunca le había mentido.

—¡Jack, quiero las patentes! —exigió la muchacha, corriendo por detrás
de él.

—No. Persuádeme —le propuso el indecente pirata, deteniéndose sin
volverse a mirarla.

—¿Te dije que Will me enseñó a usar la espada? —le advirtió Elizabeth en
voz baja, cerca de su oído.

El capitán Sparrow suspiró quedamente y se volvió hacia ella, decidido,
atrevido, sugestivo, magnético… Dispuesto a conseguir lo que quería:
Elizabeth.

—Ya te lo dije: persuádeme.

Ofendida y fastidiada, Elizabeth no pudo hacer otra cosa que marcharse
de allí, dejando muy desilusionado a su pretendiente pirata, quien
también optó por retirarse para cumplir con sus deberes de capitán.

Después, apoyada sobre la balaustrada de estribor, la joven Elizabeth
Swann no pudo evitar sonreír al recordar los inútiles intentos de Jack
Sparrow por conquistarla. No cabía duda de que él aún seguía prendado de
ella, como antes, cuando se conocieron y aquello le agradaba de
sobremanera. Se sentía muy alagada, hasta envanecida por ello, sintiendo
que podía ser mucho más atractiva a los hombres que la misma Jacky.

—Qué curioso es —la irónica voz de Norrington la sacó inesperadamente de
aquellos pensamientos, pues él se había apoyado de espaldas contra la
balaustrada, al lado de ella—, alguna vez yo habría dado todo lo que
fuera para verte sonrojarte así mientras pensabas en mí.

—No sé de qué hablas —rebatió Lizzy, sintiéndose tanto molesta y
abochornada a la vez, volviéndose y apoyándose ella también sobre la
baranda, sin mirarlo.

—Creo que lo entiendes.

—¡Ay! ¡No seas absurdo! —Lo miró ofendida, tratando de defenderse al ser
descubierta tan fácilmente—. Sólo confío en Jack y nada más.

James se rió con un tono bastante sarcástico al escuchar aquella
estupidez, mirándola como a una pobre idiota, por lo que la joven se
sintió desconcertada y ofendida.

—No tienes ningún derecho a desquitarte conmigo sólo porque te peleaste
con Jacky.

—Mi querida Elizabeth —comenzó a decirle con una sonrisa entre
condescendiente y acusadora—, a pesar de que Jacky no es una verdadera
dama, sé que jamás me engañaría con otro porque ella sabe muy bien lo
que quiere; pero tú, no creo que lo sepas, porque sé que con un poco más
de tiempo al lado de ese pirata, terminarás engañando a tu prometido,
¿no te parece?

Mientras él se marchaba, dejando a la pobre chica completamente atónita,
se dio media vuelta y le dijo:

—¿Así que aún no te has preguntado por qué tu actual novio terminó
navegando en el /Holandés Errante/?

Elizabeth se le quedó mirando, sorprendida, dándose cuenta de que él
tenía toda la razón y que quizás ella misma había evitado llegar a esa
conclusión… ¿pero por qué?

Luego de que Norrington se hubiera ido, la muchacha sacó la brújula de
entre sus ropas y la abrió, esperando no darse con la tan temida
respuesta que ella misma podía responderse si la aceptaba como
verdadera. Y entonces, para su angustia, vio que la aguja terminó
apuntando hacia el noroeste, hacia el castillo de popa, justo en donde
se encontraba el mismísimo capitán Jack Sparrow, mirando a través de su
catalejo, de pie al lado del timón que era maniobrado por Cotton.

Era a Jack Sparrow a quien ella deseaba.

Preocupada al descubrir su verdadero deseo y de que las duras palabras
de James la habían descubierto como a una posible traidora, Elizabeth
cerró la tapa de la brújula y no pudo evitar sentirse culpable al
traicionar el tierno amor que aún sentía por Will, y estaba muy asustada
con ella misma.

Pero la afligida jovencita no tuvo más tiempo para seguir reflexionando
con su nuevo y desconcertante descubrimiento, pues la capitana Jacky
Sparrow apareció de repente frente a ella, asustándola.

—Hola, Lizzy —la saludó con una furiosa y fingida sonrisa. Había un
extraño brillos en sus ojos oscuros.

—Ho-hola…

—Adiós, Lizzy.

—¿Eh?

Y sin más diálogo, la capitana del /Perla Negra/ la empujó súbitamente
hacia atrás, provocando que la pobre muchacha cayera directo al mar.

—¡¡ZORRA AL AGUAAA!! —gritó nuestra celosa protagonista, por lo que toda
la sorprendida tripulación comenzó a moverse rápidamente para salvar a
la desafortunada compañera que luchaba por mantenerse a flote sobre las
aguas, maldiciéndola por haberla empujado sin razón alguna.

—¿Por qué le hiciste eso? —le reclamó Norrington cuando se acercó a ver
lo que le había pasado a Elizabeth.

—Para que aprenda a no coquetearte —declaró muy molesta la aludida,
poniendo los brazos en jarra.

—¡Pero no me estaba coqueteando!

—No ahora, pero se lo hice para que no te coqueteara en el futuro
—explicó, marchándose muerta de celos hacia su camarote, dejando a James
bastante confundido.

—Nunca lograré entenderla del todo… —murmuró antes de ir a ayudar a sus
poco apreciados compañeros para subir a Elizabeth a bordo.

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Mientras tanto, a bordo del navío mercante, el /Edinburgh Trader/, que
se encontraba navegando no muy lejos del /Perla Negra/, un muchacho que
había sido rescatado en medio del mar había sido llevado al camarote del
capitán para que fuera atendido debidamente y que compareciera ante él.

—Es extraño que haya llegado tan lejos navegando en un bote en mar
abierto —comentó el capitán, flanqueado por dos de nuestros ya conocidos
tripulantes, quienes también miraban muy interesados al joven recién
llegado.

—Tenemos que escapar de estas aguas… —pidió el aterido aludido, quien no
era otro que Will Turner, abrigado con una frazada y reconfortado con un
jarro de agua ardiente— ¡Aléjense de aquí tantas leguas como puedan y a
la mayor velocidad posible!

—¿Ah sí? ¿Y se puede saber de qué huimos? —inquirió el sorprendido capitán.

Pero antes de que le contestara, Will dirigió su vista hacia un rincón,
en donde un hermoso vestido de novia se encontraba descansando sobre una
silla, el mismo vestido de novia que había usado su prometida Elizabeth.

No había duda en ello, pues en aquellos tiempos no existían las tiendas
de ropa y los vestidos de la aristocracia eran mandados a hacer al gusto
y costo de la compradora, lo cual era muy difícil que hubiera otro igual

—Este vestido… ¿De dónde lo han sacado? —les preguntó, aproximándose
rápidamente hacia aquella prenda para examinarla mejor.

—Mis hombres lo hallaron a bordo de la nave —le explicó el capitán del
/Edinburgh Trader/—. La tripulación pensó que era un espíritu que
presagiaba augurios de mala suerte.

—¡Qué tontería! —replicó nuestro joven protagonista, reconociendo el
perfume de Elizabeth en el vestido, convencido ya de que ella había
escapado de las inescrupulosas manos de Beckett y abordado aquel barco
mercante, otorgándole algo de alivio. Por fin sabía algo de ella.

—Sí, es sumamente tonto —comentó uno de los dos marineros, el calvo.

—¡Nos presagió buena fortuna! —replicó inmediatamente el otro marinero,
el de aspecto más tranquilo—. El espíritu nos aconsejó que fondeáramos
en Tortuga… Y el viaje sí que fue provechoso… Allí obtuvimos unas
cuantas ganancias… —le comentó muy amistosamente a su comandante.

—Extraoficialmente, claro —aclaró el sonriente capitán.

—Me imagino… que allí algún tripulante abandonó la embarcación —insinuó
Will, volviéndose hacia ellos, intuyendo que ella seguramente estaría en
esa lugar.

—¿Por qué lo pregunta? —inquirió el sorprendido capitán, pues eso era
justamente lo que había ocurrido. Pero la inesperada interrupción de
otro de sus hombres volvió su atención a algo mucho más serio.

—¡Capitán! ¡Hemos divisado un navío! —le avisó el recién llegado,
deteniéndose sobre las escaleras.

—¿Bandera?

—No lleva bandera —replicó muy preocupado.

—¡Piratas! —exclamó el capitán, asustado.

—¡O peor! ¡No es sólo eso! —rebatió nuestro protagonista, igualmente
preocupado.

Los temores de Will no eran ni errados ni exagerados, pues como él había
supuesto, el /Holandés Errante/ se encontraba muy cerca del /Edinburgh
Trade/, disponiéndose a caer cruelmente sobre su inocente tripulación.

Arrugando el lienzo de la llave dibujada entre sus tentáculos, Davy
Jones dirigió su vengativa mirada hacia el indefenso navío mercante que
se distinguía en la lejanía. Furioso, se volvió rápidamente hacia el
padre de Will Turner, quien se encontraba aprisionado por dos de los
hombres de Jones tras haber sido descubierta su traición al ayudar al
muchacho a escapar del navío fantasma.

—¡Quiero que observes bien esto! —le dijo, tomándolo fuertemente del
cuello con su pinza.

Soltándolo, comenzó a recitar a viva voz temibles sentencias mientras
que varios hombres de su desafortunada tripulación comenzaban a hacer
girar una rueda con empuñadoras bajo los rudos latigazos de los
capataces, alzando una especie de pivote que emergía del medio de la
rueda que se asemejaba a una corona de barbotín.

—¡Que no se oiga voz alguna de júbilo! ¡Que nadie alce la vista al cielo
buscando esperanza! ¡Que este día se maldiga por aquellos que están
dispuestos a despertar…: al ¡¡Kraken!!

—¡¡Nooo!! —gritó aterrorizado "Bootstrap Bill" Turner, temiendo por la
vida de su hijo, pero el enorme pivote cayó pesadamente hacia el
interior de la rueda, cuyo impacto provocó una especie de sonido sordo
dentro del casco de la nave, acompañado por unas fuertes ondas submarinas.

Aquel era el llamado de la bestia.

Corriendo sobre el puente principal del /Edinburgh Trade/, Will subió
por la escala del mástil de popa mientras que el capitán y los otros
miembros de la tripulación se acercaron a la barandilla de babor para
poder ver con sus propios ojos al misterioso barco.

Extendiendo su catalejo, el capitán divisó a través de él a un navío muy
extraño, casi fantasmagórico.

—He traído a la maldición… Estamos condenados… —murmuró nuestro joven y
angustiado protagonista.

—¡Es el /Holandés Errante/! —les advirtió, pero ya era muy tarde, pues
un golpe muy fuerte sacudió toda la estructura del barco mercante,
provocando que todo el mundo cayera al piso. Will perdió el equilibrio
de la verga en donde se encontraba parado y cayó hacia abajo. Se hubiera
estrellado contra la cubierta si no se hubiera aferrado de una de las
tantas sogas que sujetaban las velas.

—¡Por todos los cielos! ¿Qué ha pasado? ¿Con qué cosa chocamos?
—inquirió asustado nuestro delgado y conocido marinero mercante,
poniéndose dificultosamente de pie junto a su compañero calvo.

—Habrá sido un arrecife —respondió éste último, igualmente confundido y
alarmado.

Acercándose hacia la baranda mientras Will Turner lograba regresar a la
verga del trinquete, el preocupado capitán miró hacia abajo, hacia las
revueltas aguas del mar, temiendo lo peor.

—¡Nivelar el timón! ¡Todo a babor y luego todo a estribor! —ordenó de
inmediato a su tripulación.

Pero justo cuando dos de sus hombres que se encontraban a su lado
comenzaban a repetir sus órdenes a viva voz, un enorme tentáculo emergió
de las profundidades del mar capturando al infortunado capitán,
arrebatándolo de la cubierta y llevándoselo sin que los otros de dieran
por enterado. Pero cuando éstos notaron que uno de sus compañeros
señalaba lleno de terror hacia ellos, éstos se volvieron y vieron, con
horror, a un enorme tentáculo emergido del mar en cuya punta llevaba a
su capitán, zarandeándolo de un lado a otro hasta estrellarlo contra el
agua.

—¡¡El Krakeeen!! —gritó despavorido uno de ellos, provocando que el
pánico cundiera sobre toda la tripulación.

Bajo el sonido de alarma de una campana, todos comenzaron a armarse con
arpones, hachas, espadas y mosquetes para hacerle frente a la monstruosa
bestia, que ya comenzaba a invadir el casco del barco con sus
formidables tentáculos.

—¡Aquí está! ¡Es tuyo! ¡Tómalo! —gritaba el supersticioso compañero del
marinero calvo, ofreciéndole el vestido de novia, creyéndolo causante de
aquel terrible ataque del monstruo.

Pero lejos de apaciguar al Kraken, uno de sus tentáculos barrió con
todos en la cubierta y tomó al desafortunado hombre y se lo llevó.

Por más que toda la tripulación del /Edinburgh Trade/ se esforzara por
derrotar a la bestia, muy pronto sus intentos resultaron completamente
inútiles cuando uno por uno fue capturado por los tentáculos de la
bestia que emergían de las profundidades del mar, destruyendo todo a su
paso, incluyendo el mástil de popa en el que Will aún permanecía
aferrado a las cuerdas del palo de la mesana, que se quebró y cayó sobre
el mástil mayor, por lo que Will se vio obligado a saltar sobre la vela
de aquel mástil, clavando sobre ella el cuchillo que su padre le había
entregado, desgarrando la gruesa lona a medida que bajaba rápidamente
hasta aferrarse a una de las sogas de la verga y subirse a ella.

Mientras que uno de los mortales tentáculos subía por el mástil mayor
para capturarlo, los demás miembros de la bestia seguían barriendo con
todos sobre la cubierta del barco, acabando con sus vidas. Will logró
repeler el gigantesco tentáculo con su habilidad con la espada y su
valentía.

Fue entonces cuando vio horrorizado que dos enormes tentáculos se
alzaron sobre el barco mercante, cayendo pesadamente sobre él,
partiéndolo en dos para luego envolver los cascos con sus otros brazos,
comenzando a sumergirlo bajo las arremolinadas aguas del mar, enviando a
muchos de los tripulantes a sus gigantescas fauces de agudos dientes que
emergían al nivel del mar.

Will miraba aterrorizado todo aquello, sujeto aún del endeble mástil
hasta que éste fue quebrado en dos por uno de los tentáculos, mandando
al muchacho de pique al agua, sumergiéndose entre los restos del navío.
Cuando por fin pudo emerger un tanto alejado de aquel desastre, logró
ver cómo el temible Kraken, con sus enormes tentáculos envolviendo lo
poco que quedaba de la embarcación, terminaba su trabajo apretujándolo
fuertemente hasta destruirlo completamente.

En cuanto logró sujetarse a unos maderos que flotaban, notó que el
/Holandés Errante/ se aproximaba hacia los restos del /Edinburgh Trade/,
pasando muy cerca de él, a sus espaldas, por lo que optó volver a
abordarlo, encomendando a su buena estrella que lo protegiera y evitara
que lo descubriera el enemigo, pues su vida correría gran peligro si
aquello ocurría.

Flotando entre los restos del barco y los cuerpos de los pobres
infelices que habían perecido en aquel sorpresivo ataque, el traje de
novia de Elizabeth Swann le ofrecía un dramático espectáculo al capitán
Davy Jones, quien se encontraba observándolo desde la balaustrada de
estribor.

Un miembro de su tripulación se acercó a él, sacándolo de su
ensimismamiento.

—El chico no está, debió caer al mar y éste habrá cobrado su cuerpo,
señor —le informó su primero al mando, el que tenía una cabeza parecida
a la de un pez martillo.

—¡Yo soy el mar! —exclamó molesto su capitán, dirigiéndose luego hacia
el conmocionado y entristecido "Bootstrap Bill", afligido por la muerte
de su hijo.

—Necesitarás estar un tiempo a solas con tus pensamientos, ¿no crees?…
—le dijo—. ¡Enciérrenlo!

—¿Y los sobrevivientes? —quiso saber otro de sus hombres, pues éstos
habían capturado a los pocos y asustados tripulantes del barco mercante
que aún quedaban con vida, quienes se encontraban arrodillados y en
fila, esperando temerosos la sentencia de aquel temible capitán venido
del infierno.

Luego de mirarlos detenidamente por algunos segundos, Davy Jones dio su
fatal veredicto antes de irse:

—Hoy no hay sobrevivientes.

Y así, ante los horrorizados ojos de Will Turner, quien se encontraba
oculto detrás de la balaustrada de proa, todos los sobrevivientes fueron
ejecutados inmediatamente con las hachas de sus ejecutores; pero
inmediatamente después tuvo que ocultarse al darse cuenta de que Jones
había percibido su presencia, acercándose hasta su escondite.

Pero, más allá de las sospechas de éste malvado almirante, una nueva
preocupación vino a atormentarlo.

—¡El cofre ya no está a salvo! ¡Tengo que asegurarlo! —le dijo a uno de
sus tripulantes, volviéndose ansioso hacia él— ¡Dirige el rumbo a Isla
Cruces! ¡Si no llego primero la vas a pagar! ¡Tengo que llegar antes o
acabarán conmigo!

—¿Antes? —repitió su confundido tripulante.

Furioso, Davy Jones se acercó a él.

—¿Quién envió a ese ladrón charlatán a mi barco? ¿Quién le habló de mi
llave…? —Se volvió nuevamente hacia la proa y reveló lleno de rencor el
nombre del culpable—: ¡Jack Sparrow!

Y así, mientras el fantasmagórico navío tomaba un nuevo rumbo hacia Isla
Cruces, William Turner encontraba un buen escondrijo en el monstruoso
mascarón de proa, bajo el bauprés, que se asemejaba a la dentada boca de
un animal marino.

Hundiéndose entre las oscuras aguas el mar, el hermoso y dorado vestido
de novia desaparecía entre las tinieblas marinas, llevándose con él el
último retazo de la pasada y tranquila vida que habían conocido alguna
vez Will y Elizabeth.


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