Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 55: El Final de los Hermanos Sparrow*

                                 Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

ÚLTIMA PARTE: LA TRAVESÍA FINAL DEL PERLA NEGRA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 55: El Final de los Hermanos Sparrow*


Todos permanecieron expectantes, hasta que de pronto, los ocho
tentáculos del calamar gigante emergieron repentinamente del agua,
incrustándose contra las troneras y haciendo pedazos los cañones,
arrastrando con todo a su paso y apresando a todo aquel con el que se
topara en su camino, arrebatándolos del interior de la nave para acabar
con sus vidas ahogándolos en el mar o comprimiéndolos hasta la muerte.

—¡¡Alcen la red!! ¡¡Subanlaaa!! —ordenó Will desde la bodega de carga,
aferrado fuertemente al gran bulto que había hecho con la red, los
barriles de pólvora y las cajas de ron.

—¡Hacia arriba! —repitió Gibbs tras de haber escuchado aquella orden—.
¡Tiren como si se les hubiera pagado por ello!

Y así, ocho piratas, entre ellos Cotton (y su loro), comenzaron a hacer
girar la rueda, enrollando en el mástil la soga que sujetaba la red para
subir el fardo.

—¡Arriba! ¡Arriba! ¡Tiren con todas sus fuerzas! —apremiaba Will
mientras era izado con el bulto.

Pronto los tentáculos del Kraken se introdujeron en todas las cubiertas
interiores de la nave, destrozándolo todo a su paso y acabando con la
vida de muchos, faltando poco para que también acabara con nuestro
valiente y joven protagonista, que pudo esquivar el golpe por muy poco.
Pero un desafortunado pirata fue atrapado por uno de los brazos del
monstruo y fue sacado por la fuerza a través de las pequeñas troneras,
quebrándolo en dos para el espanto de Pintel y Ragetty, quienes se
encontraban pegados de espaldas al casco de la nave, presenciándolo
todo, sobrecogidos de terror.

A todo eso, el capitán Jack Sparrow, consternado, había dejado de remar
al ver cómo su amada /Perla/ era poco a poco destruida insensiblemente
por el Kraken y defendida encarnizadamente por toda su valiente
tripulación, quienes se habían quedado a bordo para enfrentar bravamente
a la bestia.

—¡Hey! ¿Qué te pasa? ¿Por qué no sigues remando, hermanito? ¡No falta
mucho! —se quejó Jacky, chasqueando los dedos frente al rostro de su
otro yo, tratando de volverlo al presente.

Jack no le respondió, simplemente atinó a darse vuelta para mirar la
isla y luego volverse hacia donde se encontraba su barco, indeciso.

Jacky lo imitó, mirando hacia atrás para poder ver lo que ocurría con su
preciosa /Perla Negra/, de donde se escuchaban los gritos y las
detonaciones de las armas de toda su valerosa tripulación. Lentamente
ella volvió su rostro hacia su hermano, mirándolo detenidamente a los ojos.

Aquella iba a ser una decisión muy difícil, si llegaban a Isla Cruces
muy probablemente recuperarían el corazón y las patentes (si es que Davy
Jones no las tenía ya) y se vengarían de Norrington (si es que los
hombres de Jones no lo hubieran matado ya), permaneciendo a salvo en
tierra y olvidándose de su navío y su tripulación. Pero si regresaban a
bordo del /Perla/, sus vidas correrían grave peligro, pero sus
conciencias estarían tranquilas al pelear junto a sus hombres, junto a
Will y a la querida Elizabeth, defendiendo lo que más amaban sobre todas
las cosas: la /Perla Negra/.

Su querido navío los necesitaba; sus hombres los necesitaban; su amada
Elizabeth los necesitaba…

¿Qué harían?

Entonces, tratando de encontrar una rápida solución a su indecisión,
ambos capitanes desabrocharon sus brújulas y miraron en ellas, esperando
que éstas les rebelara lo que más deseaban hacer sus corazones.

Mientras Jack y Jacky decidían qué camino tomar, la tripulación del
barco pirata trataba de sobrevivir como podía al brutal ataque de la
bestia, quien lo destruía todo y asesinaba a quien atrapaba entre sus
poderosos tentáculos. Nada pudo hacer Gibbs por uno de sus hombres que
le fue arrebatado de sus manos y arrastrado por uno de aquellos
formidables brazos

Elizabeth observó impotente toda aquella escena, afligiéndose por la
vida de todos y, en especial, por la de su prometido, asustándose al
darse cuenta de que éste continuaba trepado en el bulto de los barriles,
así que corrió a través de la alborotada cubierta mientras Gibbs, Ana
María y tantos otros más descargaban sus armas sobre los amenazantes
tentáculos del Kraken.

—¡Will, salta! —le pidió una vez que se detuvo frente a él—. ¡Haz algo o
todos moriremos!

Pero el joven estaba dispuesto a llevar a cabo su plan, ignorando los
ruegos de su prometida, pedía a los otros que lo subieran más arriba,
per el gigantesco monstruo como si hubiera adivinado cuáles eran sus
intenciones, destruyó la rueda con uno de sus tentáculos, aplastándola y
provocando que los que la estaban haciendo girar huyeran despavoridos.

La red casi se soltó de la verga del palo mayor en donde se encontraba
enganchada, provocando una repentina sacudida al bulto explosivo y a su
asustado pero decidido pasajero.

—¡Yo me largo de aquí! —exclamó Pintel, entregándole el hacha que tenía
a su inseparable compañero para a huir a través de la cubierta principal
mientras que muchos de los demás tripulantes eran atrapados por los
mortales tentáculos del Kraken… y Will no estaba dispuesto a seguir
permitiéndoselo.

—¡Qué esperas! ¡Atrápame! ¡Ven acá! ¡Vamos! ¡Estoy aquí! ¡¡Ven!! —lo
desafiaba con desesperación al ver tanto desastre provocado por aquel
horrible monstruo, blandiendo su espada con valentía ante cada tentáculo
que osaba en atraparlo.

De repente, uno de los brazos golpeó el bulto y lanzó a Will de cabeza
hacia abajo, pero afortunada (o desafortunadamente) su pie quedó
enganchado entre los cables de la red, frenando su caída. Pero apremiaba
hacer explotar ya la carga, por lo que el muchacho intentaba
desesperadamente liberarse de su propia trampa, intentando cortar la
gruesa soga que sujetaba su pie con el cuchillo que su padre le había
obsequiado.

Mientras Pintel y Ragetty se ponían a salvo en el camarote del capitán,
Elizabeth retrocedió hasta el castillo de popa, disponiéndose a disparar
con la carabina mientras varios de sus compañeros eran apresados por el
Kraken a su alrededor, pero dudaba en hacerlo al ver a su amado
prometido atrapado entre las cuerdas de la red.

—¡Dispara, Elizabeth! ¡Hazlo ahora! ¡Dispara! —le gritó Will mientras
intentaba liberarse el pie, no importaba si arriesgaba su vida con tal
de salvarla a ella y a los que quedaban con vida.

La pobre muchacha intentó obedecerle, se lo había prometido, debía
confiar en él, pero las manos le temblaban mientras que su dedo
comenzaba a presionar el gatillo, pero, entonces, sin que ella se
percatara de ello, varios tentáculos entraron por el casco destrozado
del castillo de popa, a través de la cabina del capitán hasta llegar a
la cubierta, atrapándola repentinamente por el pie derecho y
arrastrándola hacia el interior de la habitación con la intención de
acabar con su vida en cuanto la sacara del barco.

Elizabeth gritó desesperada, soltando la carabina mientras caía al suelo
y era arrastrada hacia el interior del camarote. La joven hubiera
terminado su vida en los poderosos y crueles brazos del calamar gigante,
pero el destino quiso que, afortunadamente, Ragetty apareciera por
detrás de la puerta del camarote y le asestara un buen golpe de hacha al
tentáculo, cortándolo y liberando a la aterrorizada joven de una muerte
segura.

Al ver que los tentáculos se retiraban por los grandes ventanales
destruidos del camarote, Elizabeth regresó a la cubierta para recoger el
arma, pero uno de los piratas la recogió antes que ella y pretendió
dispararle al bulto, pero uno de los brazos del Kraken lo atrapó antes
de que efectuara el disparo y se lo llevó, obligándole a soltar la
carabina que cayó sobre la cubierta del castillo de popa, en el puente
de mando.

Recuperándose del susto llevado, la joven subió la escalerilla que la
llevaba hacia el timón para recoger el arma, pero los continuos
sacudones le hicieron perder pie, obligándola a subir los escalones a
gatas. Pero en el momento en que tomó la carabina que se encontraba en
la sima de la escalerilla, dos botas le impidieron alzarla, pisando el arma.

Desesperada, la chica intentó sacarlos de encima, pero al mirar hacia
los culpables de aquella inoportuna complicación, grande fue su sorpresa
cuando vio a los hermanos Sparrow parados regiamente uno al lado del
otro, bañados por los luminosos rayos del sol como si fueran majestuosos
dioses.

—¿Nos necesitabas, primor? —le preguntó sonriente la capitana Jacky.

Elizabeth le sonrió aliviada por toda respuesta, ahora sí que podía
tener esperanzas de salvación.

Ni lerdo ni perezoso, el capitán Jack Sparrow tomó la carabina y apuntó
con ella hacia el explosivo mientras Elizabeth se aferraba a las piernas
de la capitana y dirigía su mirada hacia Will, rezando para que lograra
liberarse antes de que fuera demasiado tarde para todos.

Y lo logró, logró cortar a tiempo las ligaduras que lo aprisionaban,
cayendo pesadamente al suelo mientras los tentáculos del Kraken
comenzaban a abrazar el bulto que comenzaba a abrirse y derramar su
contenido.

—¡¡Dispara ya, hermanito!! —gritó Jacky, instante en que Jack apretó el
gatillo y la bala salió disparada hacia el fardo deshecho, impactando de
lleno contra uno de los barriles, provocando una explosión en masa que
destrozó y quemó los tentáculos de la bestia, que se sumergió nuevamente
en el agua, gimiendo de dolor.

Instantes después, tan asustados como atónitos, los pocos sobrevivientes
al ataque del Kraken comenzaron a salir de los escombros de la nave:
Gibbs, Ana maría, Marty, Cotton (y su loro), Pintel y Ragetty.

—¡Ya era hora de que aparecieran, par de inútiles cobardes! —Ana María
increpó rudamente a los dos hermanos mientras se acercaba
amenazadoramente hacia ellos, sin subir al puente de mando—. ¿En dónde
diablos se habían metido?

—Sólo digamos que nos encontrábamos ordenando nuestras prioridades,
querida —le respondió Jacky con una gran sonrisa.

Apoyados en la barandilla de babor, Gibbs y Marty observaban preocupados
las revueltas aguas del mar al costado del barco.

—¿Se murió? ¿Está muerto? —le preguntó el enano a su contramaestre.

—No. Sólo lo enfurecimos… Esto aún no se ha acabado —le dijo,
volviéndose rápida y angustiadamente a sus capitanes.

—¡Capitán, capitana; ordenen! —les pidió.

—Abandonen la nave. Todos al bote —le ordenó Jack mientras bajaba del
castillo de popa junto a Jacky y Elizabeth, entregándole la carabina.

—Tenemos un poco de tiempo, así que dense prisa —apremió Jacky.

Atónito ante aquellas inesperadas órdenes, pues jamás había imaginado
que llegara el día en que tendría que escuchar aquellas palabras de su
capitán, Gibbs giró sobre sus pies y se acercó a ellos con paso rápido.

—¡Pero, capitanes…, el /Perla/! —exclamó.

Ellos se detuvieron, tratando de parecer menos tristes de lo que ya
estaban por verse obligados a tomar semejante decisión de abandonar el
barco que tanto significaba para ellos.

—Sólo es un barco, amigo… —respondió Jack sin atreverse a mirar a su
maestre.

Jacky, en cambio, no dijo nada, era ya una pérdida muy dolorosa unida ya
a su otra pena de haber perdido a Norry y descubierto su traición.

—Sí, tenemos que ir a tierra —afirmó Elizabeth con firmeza.

—Estamos en mar abierto… —rebatió Pintel, preocupado con aquella idea
que rozaba la locura. Abandonar el barco o navegar las aguas del mar con
una chalupa significaba lo mismo que el suicidio.

—Rodeados de agua… Demasiado… —replicó Ragetty muy angustiado.

—Tenemos qué intentarlo —insistió Will—. Podemos huir mientras el Kraken
hunde al /Perla/.

—¿Qué posibilidades tenemos en un bote? —preguntó Ana María con seriedad.

—Muy pocas, pero podemos ir hacia la isla —respondió Jacky, pensando
también en ajustar cuentas con Norrington.

—Abandonar la nave… —comenzó a decir Gibbs—. ¡Abandonar al /Perla/ o la
esperanza! ¡Andando!

Y mientras todos los sobrevivientes comenzaban a armarse con sables y
carabinas, dirigiéndose hacia el único bote salvavidas sano que había,
Elizabeth se quedó mirando hacia los hermanos Sparrow, pensando en una
idea que nunca se le hubiera ocurrido si no estuviera tan presionada por
querer salvar tanto la vida de su novio como la de ella y las de los demás.

—Ven, hermanita; debemos despedirnos de nuestra amada /Perla Negra /y
tomar todas las botellas de ron que podamos para el viaje —Jack le
propuso con marcada gravedad a Jacky, tomándola fuerte y firmemente del
brazo, llevándola rápidamente hacia la bodega de las provisiones,
llamando la atención de Elizabeth.

La capitana nada dijo, puesto que aún sentía el corazón estrujado por el
dolor y la frustración a causa de todo lo que estaba pasándole, pero la
perspectiva de ahogar sus penas en ron la animó un poco y decidió no
oponerse a la idea de su hermano.

Una vez que estuvieron allí, Jacky tomó una bolsa y procedió a meter
todas las botellas que encontrara en los estantes, pero se sorprendió al
encontrarlos completamente vacíos.

—¿Qué pasó aquí? ¿Qué pasó con el ron? —preguntó muy angustiada,
volviendo su rostro hacia Jack. Pero, con tan solo ver la expresión de
firme dureza en el rostro de éste, Jacky inmediatamente se dio cuenta de
que había caído en una trampa.

—¿Qué…?

—Lo siento, hermanita —le dijo él—, pero le dije a Jones que te
entregaría a cambio de mi alma y tú eres mi única posibilidad de salir
vivo de ésta.

Y antes de que ella lograra desenvainar su sable para defenderse, él la
tomó fuertemente por las muñecas y le encadenó las manos a una viga,
dejándola totalmente indefensa.

—¡Jack! ¡Maldito perro asqueroso! ¡Libérame ya, especie de traidor! ¡Soy
tu hermana! ¡Tengo que vengarme de Norrington! —gritó tratando de
desembarazarse sin éxito de las cadenas.

Jack sonrió casi apenado, la tomó suavemente de la barbilla y la besó,
dejándola completamente pasmada.

—Adiós, hermanita. Nos veremos en el averno —se despidió sonriéndole
tristemente mientras ella se le quedaba mirando como una tonta, en
completo silencio.

Y así, con el corazón acongojado por la pena pero decidido a seguir con
su desesperado plan, Jack se apartó de ella inmediatamente, dirigiéndose
hacia las escaleras que llevaban hacia arriba.

—¡Jack! ¡No tienes derecho a hacerme esto! —protestó la pirata en cuanto
recuperó el dominio de sí misma—. ¡Tú eres yo y yo soy tú! ¡Somos uno!
¡Tengo tanto derecho a vivir como tú! ¡¡Yo también soy el verdadero
capitán Jack Sparrow!!

Él se detuvo al escuchar aquellas últimas palabras y, volviendo su
rostro hacia ella, le dijo:

—Yo soy el verdadero capitán Jack Sparrow, hermanita; soy un hombre y el
capitán Jack Sparrow nació siendo hombre, creció siendo un hombre y
seguirá siendo un hombre… Y tú no lo eres ni lo serás jamás. Desde el
momento en que te convertiste en una mujer, dejaste de ser para siempre
el capitán Jack Sparrow.

Y se marchó corriendo escaleras arriba, perseguido por la culpa y la
adolorida mirada de Jacky, quien se quedó con la vista fija hacia la
escalerilla, impactada por las palabras de su hermano y con los ojos
llenos de lágrimas.

—No… —murmuró—, yo también soy el capitán Jack Sparrow… yo también soy
el capitán Jack Sparrow… Yo también… —y bajó la cabeza, comenzando a
llorar amargamente su destino. El perder su identidad, el perder su
amada /Perla/, el ser entregada a Davy Jones por su propio otro yo, el
ser privada de su libertad y el ser traicionada por el hombre que amaba
era más de lo que podía soportar…

Mientras tanto, con el corazón compungido por el dolor y un tanto
confundido por haber tenido que traicionarse a sí mismo, a su otro yo, a
su hermana, Jack salió hacia la cubierta principal dispuesto a
despedirse de su amado navío y abordar el bote salvavidas junto a sus
compañeros y con la mujer que amaba, pero no se sentía muy dispuesto a
abandonar al /Perla/… ni a su hermana.

—Gracias, Jack —las palabras de Elizabeth lo sorprendieron, dejándolo
algo desubicado.

—¿Qué haces aquí todavía? Ya deberías estar a bordo de la lancha. Aún no
estamos a salvo —le dijo un tanto deprimido—. No escapamos aún…

—¿En dónde está Jacky? —le preguntó ésta, evadiendo la pregunta de Jack
con otra pregunta.

El pirata, nervioso, carraspeó un poco antes de contestar.

—¡Ejém! Está en la bodega… Yo… Yo tuve que… que aprisionarla allí para
darnos más tiempo para escarpar… Tú sabes, se la prometí a Davy Jones en
cuenta mía…

Elizabeth sonrió a pesar de estar muy nerviosa por lo que iba a hacer.
El que la capitana Jacky Sparrow estuviera en la bodega le facilitaba
aún más las cosas.

—No se fueron. Volvieron. Tú volviste… —comenzó a decirle con aquella
voz tan suave que tenía, acercándose lentamente hacia él y mirándolo a
la cara con ojos temblorosos—. Yo te dije que eras bueno… Siempre supe
que eras un buen hombre…

Jack nada dijo, pero se le quedó mirando como ella a él, presintiendo
que por fin iba a recibir la recompensa que tanto había anhelado durante
todo aquel tiempo por hacer lo correcto, por ser un hombre bueno. Él
siempre había amado en secreto a Elizabeth y siempre lo había disfrazado
con tontas insinuaciones de seducción. Ahora parecía que por fin ella se
había dado cuenta de lo que escondía su corazón.

Poco a poco Elizabeth fue acercando su rostro al de él y, a pesar de las
dudas, lo besó finalmente en la boca. Un dulce y profundo beso que Jack
ni siquiera se atrevió a rechazar.

Al mismo tiempo que esto ocurría, Will se encontraba trepado en la
escalinata de babor del casco, pasando las armas que Gibbs le entregaba
desde cubierta a sus compañeros del bote, y, por un fugaz instante, el
destino quiso que viera por encima de la barandilla a su novia besando y
abrazando a Jack Sparrow, dejándolo atónito.

—¡Listos para soltar amarras! ¡Prepárense a soltar el bote de inmediato!
¡Vamos! ¡Camina Will, apresúrate que no tenemos tiempo qué perder!
—exclamó Gibbs, tapándole la visión y obligándolo a que bajara al bote,
al que abordó completamente desconcertado.

Mientras tanto, Elizabeth y Jack seguían inmersos en un beso largo y
apasionado, que para éste último era lo mejor que le había pasado hasta
ese momento y que recompensaba con creces la pérdida de su amado navío.
Pero, cuando más concentrado estaba en aquel hermoso y dulce beso, ella
lo condujo suavemente contra el mástil mayor sin despegar sus labios de
los de él y, bajando lentamente las manos por sus brazos, hasta que, a
los pocos segundos, Jack escuchó un /clic/, un sonido que ya había oído
antes y que no era un buen augurio.

Separó sus labios de los de ella y le sonrió, adivinando tristemente lo
que ella le había hecho.

—Los quiere a ustedes, no a la nave… ni a nosotros… —ella comenzó a
explicarle, su voz denotaba todo el dolor que aquello le provocaba—. Es
la única salida, ¿lo entiendes? Debo hacerlo… y no lo lamento…

Pareció querer besarlo de nuevo, pero se detuvo, esperando ansiosa
algunas palabras de Jack; ya sean de duro reproche, bondadoso
entendimiento o triste súplica. Cualquier cosa.

—¡Pirata! —exclamó él, una simple palabra salida de aquel risueño rostro
moreno lleno de desencanto y rencor. Una simple palabra que resumía lo
peor de una persona… Lo que ella era en realidad.

Elizabeth, impactada, huyó de allí; huyó de lo más bajo que había hecho;
huyó del pirata que había confiado ciegamente en ella hasta el final… Y
huyó del hombre a quien ella también amaba…

—¿Y en dónde está Jack? —le preguntó Will una vez que Elizabeth bajó a
bordo de del bote, permaneciendo en completo silencio, sentada en el
asiento de popa.

Ella volvió su rostro hacia él y pudo notar la dura y seria expresión
que había en su prometido.

—Nos dará tiempo de alejarnos…—le respondió con firmeza, tratando de
contener sus destrozadas emociones.

—¿Y la capitana? —quiso saber Ana María, tan preocupada como los demás.

—… Ella también se quedará atrás para darnos una oportunidad —respondió
Elizabeth con celeridad, sintiéndose culpable por abandonar también a Jacky.

Todos los piratas miraron desconcertados hacia arriba, hacia cubierta,
incrédulos por lo que sus egoístas capitanes habían hecho por ellos,
pero también muy tristes porque los apreciaban de verdad. En cambio,
Will no le quitaba la vista de encima a su novia, mirándola
acusadoramente, inquisitivamente, tratando de escudriñar su interior.
Ella le sostuvo la mirada, pero no por mucho tiempo, pues decidió que
debía seguir firmemente en su decisión por más mal que se sintiera.

—¡Vamos! ¡Suelta ya la cuerda! —le ordenó a Marty, que obedeció sin
chistar mientras los demás la miraban sorprendidos.

Poco a poco el bote fue alejándose del /Perla Negra/, transportando en
ella a unos acongojados tripulantes, pero Elizabeth era la más miserable
de todos, había hecho algo tan bajo que se sentía terriblemente mal.

Mientras tanto, el capitán Jack Sparrow, testarudo y fuertemente
aferrado a la vida como era, estaba intentando desembarazarse de las
esposas con las que había sido aprisionado a las cadenas del mástil
mayor. Pero por más que tironeara de ella, se impulsara con la ayuda de
su pierna o hablara entre dientes, nada podía hacer para liberarse,
poniéndose bastante histérico hasta que el gruñido del Kraken lo hizo
detenerse.

Aquella horrorosa bestia ya venía por él.

Jack notó muy preocupado que el barco comenzaba a ladearse hacia
estribor, logrando observar cómo una bala de cañón recorría la cubierta
principal, pasando al lado de una lámpara de aceite que se encontraba
tirada entre algunos destrozados y ardientes restos de la nave y
tentáculos, y se le ocurrió una brillante idea que podría ser su única
salvación.

Y mientras esto ocurría, en la bodega de ron, Jacky Sparrow se
encontraba apoyada sobre la viga en donde su propio hermano la había
aprisionado para salvarse. Miraba sin mirar hacia el oscuro vacío que se
encontraba frente a ella, pensando en todo lo que le había ocurrido a
partir del momento en que se había separado de su verdadero cuerpo
convirtiéndose en una mujer. Todo había sido muy difícil para ella desde
entonces, teniendo que luchar continuamente contra todo y todos para
volver a hacerse un lugar en el mundo, un lugar que había desaparecido
en cuanto dejó de ser un hombre.

Lentamente se llevó la mano al abdomen, allí era en donde tenía
escondido el Libro del Destino, aquel que era capaz de regresarla a su
natural estado de masculinidad.

—Si tan sólo tuviera una oportunidad de volver a ser un hombre… Ser
mujer me ha traído más que desgracias… —murmuró tristemente, apoyando la
cabeza sobre la viga y exhalando un suspiro mientras miraba hacia
arriba, quedándose entonces instantáneamente petrificada.

—¡Idiota! —exclamó esbozando una gran sonrisa de triunfo al descubrir
que la viga de madera había sido quebrada de cuajo en el extremo de
arriba. ¡Por allí podía zafar las cadenas!

Rápidamente puso manos a la obra y comenzó a trepar con todas sus
fuerzas hacia arriba, y luego de varios intentos fallidos resbalándose y
golpeándose el trasero, logró hacer pasar las cadenas por la parte de
arriba, cayendo estrepitosamente de espaldas al suelo pero libre al fin.

Ya de pie y con un brillo especial en los ojos, Jacky sonrió satisfecha.

—Bien, mi querido hermanito, esto que me hiciste lo vas a pagar muy
caro, te lo aseguro… ¡Volveremos a ser dos en uno!

Y corrió hacia la escalerilla mientras se liberaba de las cadenas,
dispuesta a realizar su venganza.

Mientras tanto, Jack, empecinado a seguir con vida, desenvainó su espada
e intentó introducir su punta en la manija metálica de la lámpara,
estirándose todo lo que podía hasta que logró engancharla y romperla
contra el palo del mástil para que el aceite cayera sobre la esposa que
aprisionaba su muñeca izquierda procurando engrasarla lo suficiente como
para lograr zafarse de ella.

—¡Vamooos! ¡Vamooos! ¡Ya casi! ¡Sólo un poco! —se decía, dándose ánimos
mientras hacía resbalar el grillete sobre su lubricada mano, ignorando
que, detrás de él, el Kraken había comenzado a emerger de las aguas,
revelando toda su monstruosidad.

—¡Ya está! —festejó el pirata, logrando liberarse de su atadura.

Pero pronto su sonrisa triunfadora comenzó a borrarse poco a poco al
sentir un aliento caliente y pútrido sobre su espalda, vislumbrando así
una presencia terriblemente amenazadora detrás de él.

Se dio vuelta lentamente, dándose de lleno con la gigantesca y horrorosa
boca del mítico Kraken, quien la abrió para gruñirle feroz y
estruendosamente en pleno rostro, mostrando filas y filas de puntiagudos
y mortales dientes dentro de su boca circular, lanzándole encima litros
y litros de saliva maloliente, amarillenta y viscosa, bañándolo por
completo.

Jack se quedó muy quieto, frunciendo el rostro ante semejante y
repulsiva presentación, sacudiéndose como un perro mojado y sacándose un
poco de aquella asquerosa sustancia de su atractivo bigote.

—No es para tanto… —le dijo.

Y, para su sorpresa, el sombrero que había perdido en el momento en que
ordenaba a sus hombres a tomar cualquier rumbo tras haber recibido la
mancha negra, se hallaba a sus pies tras haber sido expulsado de la boca
del calamar gigante.

—¡Ah! Mi sombrero… Esto mejora —exclamó sonriente, recogiéndolo y
sacudiéndolo para quitarle un poco la baba y colocárselo finalmente
sobre la cabeza mientras el Kraken se preparaba para dar el golpe final
sobre él.

—Hola, bestia —Jack lo saludó, desenvainando su espada para enfrentarlo,
justo cuando Jacky aparecía en escena y se daba de lleno con aquel
ineludible destino.

—¡Jack! ¡Me las pagarás! ¡Ya vas a…!!!!???? ¡Ups! —se detuvo
inmediatamente al ver al Kraken—. Creo que vine en mal momento… —excusó,
dándose media vuelta para marcharse de allí, pero Jack la tomó del brazo
y le dijo con una sonrisa:

—¡Hola, hermanita! ¡Te estaba esperando! ¿Has venido a hacer los honores?

Jacky se le quedó mirando por algunos segundos hasta que se alzó de
brazos y le dijo:

—Y bueno. Ya que estamos… —y se colocó al lado de su hermano,
desenvainando ella también su espada, dispuesta a enfrentarse
valientemente contra aquella terrible bestia.

—Hola, bichejo; ya llegué —lo saludó alegremente.

Jack y Jacky se miraron y sonrieron, sabiendo que pronto sería su final
y lo enfrentarían con valentía, juntos.

—Perdóname, hermanita —le dijo él.

Ella se alzó de hombros.

—¿Y qué hay que perdonar, hermanito? Yo te hubiera hecho lo mismo, /¿savvy?/

Jack sonrió aún más.

—Por algo eres mi hermanita, hermanita —se despidió.

—Y siempre lo seré, hermanito —se despidió ella también.

Y volvieron sus rostros hacia el monstruo que comenzaba a abrir su
bocaza dispuesto a devorarlos sin piedad.

—¿Vamos? —le preguntó él.

—Vamos —respondió ella.

E inmediatamente se lanzaron corriendo valerosamente en contra del
gigantesco Kraken, blandiendo valientemente sus espadas mientras éste
abría sus hambrientas fauces para devorarlos y saldar así la deuda que
ambos tenían con Davy Jones.

Desde la seguridad de la lancha, Will, Elizabeth y los demás veían
consternados la destrucción del /Perla Negra/ por los poderosos
tentáculos del Kraken, envolviéndola por completo, jalándola rápidamente
hacia las oscuras profundidades del abismo, pereciendo en ella los
piratas más carismáticos y peculiares que había conocido el mundo.

Davy Jones también miraba aquel ajuste de cuentas a través de su
catalejo, a bordo del /Holandés Errante/, del otro lado del mar.

—Jack Sparrow, has pagado nuestra deuda… —declaró gustoso, replegando
con fuerza el catalejo.

—El capitán se hunde con su barco —comentó el jefe de artilleros.

—Ni siquiera el gran Jack Sparrow puede vencer al demonio —opinó su
contramaestre.

Pero Jones no estaba satisfecho completamente con el resultado, aún le
llamaba la atención la extraña actitud del capitán Jack Sparrow cuando
le enseñó con sincera seguridad aquel frasco lleno de tierra. ¿Qué era
lo que realmente había contenido ese frasco? Debía saberlo de inmediato.

—Abran el cofre —le ordenó a sus hombres, volviéndose hacia ellos. Pero
al ver que éstos no reaccionaban y que solamente se miraban muy
confundidos entre ellos, se enfureció—. ¡Ábranlo ahora! ¡Necesito ver el
corazón!

—¡Vamos, vamos! ¡Ábranlo ya! —apremió el contramaestre, por lo que el
cofre pronto fue traído y quitado el seguro con la llave.

Muerto de ansiedad, Davy Jones hizo a un lado a sus hombres y abrió el
cofre, dándose con la mala nueva de que éste estaba vacío. Su corazón
había desaparecido.

—¡¡Aaargh!! ¡¡Te maldigo, Jack Sparrooow!! —gritó terriblemente
encolerizado, mirando al cielo mientras que toda su tripulación se
alborotaba ante aquel desastre al igual que los tentáculos en la cabeza
de su capitán.

Pero aquella no iba a ser la única sorpresa para Jones, puesto que uno
de sus hombres se le aproximó temerosamente hacia él, visiblemente
sorprendido.

—Capitán…

—¿Qué diablos pasa ahora? ¡Habla ya si no quieres que acabe contigo!
—replicó de muy mal talante.

—E-encontramos a una sobreviviente, señor…

—¡No me interesa! ¡Elimínenla! ¡Tengo cosas más importantes en qué
pensar! —replicó haciendo un ademán de fastidio con la pinza.

—Pe-pero tiene que verla, capitán… —insistió a riego de ser triturado
por aquella pinza—. ¡El parecido es impresionante!

—¿Cómo? —aquello llamó finalmente la atención de Jones, ordenando
entonces que trajeran la trajeran ante él.

Una vez que la llevaron a su presencia entre forcejeos, el capitán Davy
Jones no podo dar crédito a lo que sus ojos veían.

—¡Vaya, vaya, vaya! ¿Pero a quién tenemos aquí? —comenzó a decir, riendo
de pura satisfacción mientras acercaba su pinza hacia la mejilla de la
flamante y empapada prisionera—. ¡Si no es nada más ni nada menos que la
hermana del capitán Jack Sparrow: la capitana Jacky Sparrow! ¡¡Ja, ja,
ja, ja!! ¡Bienvenida al /Holandés Errante/, querida! ¡Mucho gusto en
conocerte! ¡¡Ja, ja, ja!!

—Ya nos conocíamos, pulpo descerebrado; yo también soy Jack Sparrow…
—replicó de mala gana la pirata, asesinándolo con la mirada.

Davy dio un fuerte resoplido, furioso.

—¡Llévensela de aquí y encadénenla en la bodega! ¡Pronto verá lo que
significa estar bajo el dominio de Davy Jones! —La tomó del mentón con
la pinza y acercó su pálido rostro al de ella—. Eres muy atractiva,
preciosura, tan salvaje como el mar… y eso me gusta.

Y así, forcejeando entre los brazos de sus monstruosos captores, Jacky
fue arrastrada hacia la húmeda y lúgubre bodega tras haber salvado
milagrosamente su vida cuando fue empujada hacia el mar por el mismísimo
Jack antes de que el Kraken lo devorara. Pero ahora había caído bajo el
poder de su peor enemigo, el capitán Davy Jones, y no sabía si hubiera
sido mejor ser tragada por el calamar gigante junto a su hermano.

—¿Tienen algo para la humedad? No quisiera que me salieran hongos —les
preguntó con una nerviosa sonrisa mientras desaparecían entre las
profundas oscuridades del interior del barco maldito.

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Varios días después de que ocurrieran aquellos nefastos acontecimientos,
Lord Cutler Beckett se encontraba de muy mal humor, sentado ante su
elegante escritorio en su espaciosa oficina en Port Royal. No tenía
ninguna noticia acerca del cofre ni de la brújula ni de Jack Sparrow.
Ésa era una de las desventajas de ser una persona que no anhelaba las
aventuras pero sí las riquezas, tenía que esperar a que otros hicieran
su trabajo sucio, claro, después de obligarlos él mismo a hacerlo.

—El último de nuestros barcos ha regresado —le informó el recién llegado
Mercer, su mano derecha, quien había concurrido al puerto para hacer sus
averiguaciones acerca del resultado de las pesquisas en el mar.

—¿Hay noticias del cofre? —inquirió Beckett, siempre impasible.

—No, ninguna. Pero, sin embargo, uno de los barcos salvó a un hombre en
alta mar… Y portaba esto… —le respondió con tono misterioso pero
igualmente impasible, dejando sobre el escritorio un paquete de cuero
que Beckett conocía muy bien.

Tomando el bulto, el Lord deshizo la tirilla de cuero para abrirlo y
cerciorarse de sus conjeturas, pero lo detuvo una flemática voz inglesa,
una voz que él ya había escuchado antes y que conocía perfectamente
quien era su dueño.

—Me tomé la libertad de rellenarlas con mi nombre —le dijo James
Norrington, el dueño de aquella voz, quien se encontraba en una esquina
de la habitación, detenido por uno de los oficiales de casaca azul.

Beckett no había reparado en su insignificante presencia y abandonado
despectivamente el paquete sobre la mesa, sonrió imperceptiblemente
mientras le hacía una leve señal con la mano para que se acercara.

Humillado por aquel trato tan bajo habiendo sido él un alto oficial de
la Armada Inglesa, James se desembarazó bruscamente de su captor y se
aproximó hacia aquel hombre que aún aborrecía con toda su alma pero que
era la llave para abrir la puerta que lo conduciría hacia el éxito.

—Si pretendes reclamarlas, debes darme algo a cambio si esperas que
acepte las Patentes —le advirtió Lord Beckett mientras Mercer se alejaba
de allí para apoyarse en uno de los ventanales para observar mejor todo
aquello—. ¿Tienes la brújula?

—Mejor —le respondió Norrington con una sonrisa fría pero triunfal,
dejando caer sobre el escritorio una pequeña bolsa sucia

Beckett la miró bastante sorprendido e intrigado, aunque no se le notara
demasiado en aquel pálido rostro desprovisto de sentimientos.

—Lord Beckett, le presento el corazón de Davy Jones —le reveló James,
cuya expresión no demostraba ahora ningún orgullo, ninguna satisfacción.
Había cometido muchas bajezas como para sentirse satisfecho.

Lord Cutler Beckett sonrió complacido, por fin sus planes de expansión,
conquista, riqueza y poder iban a concretarse rápidamente. Tener al
capitán Devy Jones bajo su mando también significaba tener al mismísimo
Kraken bajo su poder. Iba a convertirse en un hombre prácticamente
invencible.

Alzando la vista hacia aquel hombre sucio, harapiento y maloliente, le
sonrió y declaró majestuosamente:

—El mundo ha cambiado gracias a usted…, Almirante Norrington.

James sonrió, era lo que siempre había esperado escuchar durante toda su
vida. Ahora volvería a ser alguien y a ser respetado por ello. Volvería
a pisar tierra firme y ya nunca más temería por un futuro incierto… Y su
padre por fin lo valoraría por ello.

Minutos después, cuando ya todo estuvo arreglado con Lord Beckett, James
salió del edificio escoltado por Murtogg y Mullroy, que lo conducirían
hacia sus nuevos aposentos, aposentos dignos de su estatus social. Pero
grande fue su sorpresa cuando se cruzó en su camino el mismísimo
Almirante George Jacobson, su amiga Isabel Jacobson.

—¡George! —exclamó sorprendido—. ¿Qué haces aquí? Pensé que a estas
alturas estarías ya cerca de Inglaterra.

Isabel se le quedó mirando bastante sorprendida también.

—¿James? ¿Tú aquí? ¿Es que conseguiste finalmente la brújula que te
encargué?

—Mucho más que eso, diría yo —le sonrió misteriosamente mientras le daba
la mano para saludarla, pero ella no le respondió el saludo, haciendo
una ligera mueca de disgusto.

—Creo que deberías darte un buen baño antes de darte aires de fino
caballero —le dijo despectivamente—. ¿Qué fue lo que conseguiste?

James frunció el entrecejo y les hizo un ademán a los soldados para que
los dejaran a solas, pues necesitaba decirle algo muy importante. Una
vez que ellos se hubiesen alejado a una distancia prudencial, éste por
fin respondió a la pregunta de su amiga:

—Lord Beckett podrá responder a tu pregunta, amigo. ¿Y madame Foubert y
las otras dos niñas? ¿En dónde están? ¿Están aquí contigo? ¿Están bien?

—Así es. En unos días partiremos hacia Inglaterra —Lo miró casi
amenazadoramente—. Jamás permitiré que se separen de mí sabiendo mi
verdadera identidad.

—De modo que ahora son tus prisioneras, ¿no es así? —replicó con gravedad.

—Si quieres llamarlo así… —rebatió sin demasiado interés, adelantando un
pie hacia el edificio, pero Norrington la detuvo tomándola
repentinamente del brazo.

—Espera —le pidió—. Tengo algo muy importante qué decirte.

Ella, asqueada, retiró su brazo con brusquedad.

—¿Qué es lo que quieres?

—Quiero casarme contigo. Acepto tu propuesta de matrimonio —Fue la
sorprendente respuesta, dejando a Isabel completamente atónita, pero
enseguida se rehízo y volvió a ser dueña de sí misma.

—Muy bien —replicó con fingida frialdad—. Ya era tiempo de que
recapacitaras, James.

—Quiero que nos casemos aquí, en una semana —le dijo, sorprendiéndola
otra vez.

—¿Una semana? ¿Aquí? ¿Y por qué tan pronto? —quiso saber, bastante
alagada pero desconfiada a la vez.

—Porque no quiero cometer más errores de los que ya he cometido —fue la
determinada pero dolorosa réplica de su amigo.

Isabel se le quedó mirando en completo silencio antes de sonreírle con
aire triunfal. Por fin James sería completamente suyo. Ella le había
ganado rotundamente a Jacky Sparrow.

—Bien, acepto tu propuesta: en una semana nos casaremos en secreto a la
media noche en la iglesia de esta ciudad. —Le ordenó más que le dijo—.
Nos veremos más tarde para hablar sobre los arreglos de este asunto y,
por amor de Dios, James, ve a darte un buen baño porque lo necesitas
tremendamente.

Y se marchó hacia el interior del edifico con la intención de
entrevistarse con Lord Beckett mientras su corazón latía de emoción al
comprender que por fin sus sueños se harían realidad.

"Solamente me falta aniquilar al maldito de Morgan y a la estúpida de
Jacky Sparrow —pensó con satisfacción, pero enseguida su rostro se
volvió cruel, sumergiéndose en la oscuridad—. Pero si James sigue
amándola aún cuando se case conmigo, juro que le haré vivir un infierno
hasta que decida amarme como corresponde".

En tanto, mientras James Norrington caminaba hacia sus nuevos aposentos
acompañado por los silenciosos Murtogg y Mullroy, sus pensamientos
estaban dedicados a decirle adiós a aquellos maravillosos recuerdos de
amistad entre él y su amiga que había atesorado durante tanto tiempo en
su corazón. Sabía que muy pronto, en una semana, todo cambiaría para
siempre entre ellos dos, muchísimo más de lo que habían cambiado
últimamente.


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