Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 54: La Última Batalla Entre el Kraken y el Perla Negra*

                                Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

ÚLTIMA PARTE: LA TRAVESÍA FINAL DEL PERLA NEGRA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 54: La Última Batalla Entre el Kraken y el Perla Negra*



Para cuando William Turner volvió en sí, recostado sobre el enrejado, ya
todos se encontraban navegando a bordo del /Perla Negra/ rumbo mar adentro.

Lo primero que vio cuando abrió los ojos, fue el hermoso rostro de
Elizabeth, que lo miraba con una mezcla de angustia y ternura. Aquello
le hizo recordar la primera vez que se habían visto, cuando él había
sido rescatado de un naufragio cuando tan sólo era un niño.

—¿En dónde está el cofre? —fueron sus primeras palabras después de
saludarla con una bella sonrisa.

—Norrington se lo llevó para que los hombres de Jones lo persiguieran y
nos dejaran en paz —le respondió con cierta tristeza, ya que, a pesar de
todo, ella conocía al ex oficial desde que era una niña y él un joven
teniente de la armada.

Will, sorprendido por el inesperado accionar de Norrington y preocupado
por el destino del corazón de Davy Jones y el de su padre, comenzó a
incorporarse lentamente mientras miraba a su alrededor y escuchaba todo
el ajetreo que había a bordo, con hombres yendo y viniendo realizando
las tareas para iniciar una rápida navegación.

—¡Estás tirando demasiado fuerte! —oyó protestar a Pintel, que con su
inseparable compañero se encontraban asegurando con un cable el bote en
el que habían venido de la isla.

—¡Y tú no estás ayudando en nada! —replicó Ragetty.

Desviando su atención de ellos, Will recordó que había otra cosa más
importante en qué pensar.

—¿Y el /Holandés Errante/? —volvió a preguntarle Elizabeth, colocando
ambas manos sobre sus hombros, preocupado.

—No corremos peligro. El horizonte está despejado en todas las
direcciones —le respondió, observándolo seriamente al verlo tan turbado,
como si él temiera que algo muy malo caería sobre ellos en cualquier
momento.

Aquella respuesta no tranquilizó a Will, receloso, comenzó a mirar a su
alrededor, vigilando cada legua del ancho mar que se expandía en torno suyo.

Mientras tanto, los capitanes Sparrow caminaban rumbo al castillo de
popa junto a Gibbs. Llamaba la atención del contramaestre y de todo
aquel que se cruzara con ellos, el extraño peinado y la cara de
resignada tristeza que llevaba la capitana. Algo muy malo debía de haber
pasado, pues el contramaestre no veía a Norrington por ningún lado.

—¿Y el comodoro? —preguntó.

—No llegó; se ha quedado atrás —respondió Jack de lo más tranquilo,
dejando a Gibbs estupefacto.

—Voy a suplicar por su alma recordándolo en mis plegarias… —murmuró éste
con aparente tristeza, pero enseguida recobró el buen ánimo y siguió a
los capitanes hasta el castillo de popa—. ¡Bueno, hay que seguir con la
vida! ¡De nada sirve lamentarse!

—Idiota —murmuró Jacky, asesinándolo con la mirada para luego marcharse
de allí rumbo a la bodega.

Nunca en su vida Gibbs había sentido tanto miedo como en aquel momento,
la fría mirada de la capitana lo había hecho estremecer hasta la médula.

—¿Qué le pasa? ¿Es por el peinado de bruja?—preguntó refregándose los
brazos.

Entonces, Jack se detuvo y lo miró de reojo, de una manera que le hizo
comprender la obvia verdad.

—¡Oh, sí! Claro… El comodoro… —comenzó a decir el contramaestre un tanto
avergonzado—. Ella lo quería… Me había olvidado de eso.

—Pero nosotros no lo queríamos. Además, era /ex comodoro/ —replicó Ana
María, que estaba a cargo del timón—. Que no espere la capitana Sparrow
alguna muestra de cariño por nuestra parte.

—¡Amén! —asintió Jack.

—Bueno, lo importante es que volvieron y pudieron escapar airosos del
/Holandés/, ¿verdad? —agregó Gibbs.

Pero cuando apenas terminó de decir esto, una estrepitosa explosión de
agua llamó la atención de todos, quienes vieron aterrados al temible
navío fantasma emerger increíblemente de las profundidades del mar,
justo al lado del /Perla Negra/, par a par, empequeñeciéndolo con su
horrenda majestuosidad.

—¿Qué? ¿Ésa cosa es el /Holandés Errante/? —inquirió Elizabeth, estupefacta.

—Que el Cielo nos proteja… —murmuró Gibbs.

La espeluznante y enardecida tripulación deforme del barco maldito no
paraba de gritar desde cubierta, demostrando toda su bestialidad y su
sed de sangre, vestidos con harapos, portando diversas armas que
blandían en su contra y, entre medio de todos ellos, Davy Jones, su
capitán, hizo su solemne aparición, aproximándose a la barandilla de
estribor pata contemplar mejor a sus próximas víctimas que lo miraban
aterrorizados.

—¡Imbécil! ¡Ahora moriremos por tu culpa! —protestó Ana María, dándole
un manotazo en la nuca al sorprendido Jack Sparrow.

—¡Calma, calma! —pidió él mientras de refregaba adolorido—. Yo me
ocuparé de esto, chicos. Sólo observen.

Y caminó muy seguro de sí mismo hasta la baranda de babor, levantando el
jarrón sobre su cabeza con una gran sonrisa de triunfo.

—¡Oye, cara de pulpo! ¡Eh! ¡Aquí! —gritó, burlándose con temeridad,
llamando la atención del estupefacto Davy Jones, caminando a través de
la cubierta del castillo de popa sin quitarle la vista de encima—. ¿Has
perdido algo? ¿Eh, calamar? ¡Adivina qué ten…!!! ¡¡¡Waaaaahhh!!! —y Jack
cayó rodando por las escaleras del castillo de popa dándose un buen
porrazo en el piso de la cubierta principal por no haberse fijado por
dónde caminaba, provocando una exclamación de dolor ajeno en su propia
tripulación y un a explosión de risotadas en la de Jones.

—¡Lo tengo! —declaró Jack sin ponerse de pie, levantando el frasco sano
y salvo por encima la balaustrada para recién ponerse de pie con una
sonrisa de oreja a oreja como si nada estúpido le hubiera pasado.

—¿Has venido a negociar, verdad? ¡Molusco asqueroso, necio y viscoso!
¡Mira lo que tengo! ¡Un tarro con tierra! —siguió insultándolo para el
asombro de todos, paseándose de aquí para allá, comenzando a cantar—:
¡Aquí tengo un jarróoon…! ¡Aquí tengo un jarróoon…! ¿Qué crees que hay
adentrooo? ¡Adivina!

—¿Cuál es tu plan, Jack? —quiso saber su preocupado maestre, parándose a
su lado.

—¡Shhh! Tengo el corazón aquí dentro… —le confesó en un susurro,
manteniendo el frasco sobre su cabeza y sonriendo triunfalmente sin
quitarle la vista de encima a su enemigo.

Pero el pobre de Jack ignoraba que Jones aún no sabía que su corazón ya
no estaba en el cofre porque aún no lo había abierto, pero pronto tuvo
que pensar en ello, puesto que su enemigo, furioso, decidió acabar con
él de una vez por todas.

—¡Se acabó! —exclamó Davy Jones volviéndose hacia su tripulación—.
¡Preparen los cañones! ¡Quiero que los eliminen ahora!

Y, para la consternación y la sorpresa de Jack Sparrow, las horrorosas
troneras con aspecto de fantasmagóricos rostros del /Holandés Errante
/se abrieron frente a él, emergiendo de ellos los picos de los
herrumbrados cañones, rezumando agua, preparados para ser detonados,
logrando asustar a toda la tripulación del /Perla/.

—… ¿Todo a estribor? —apenas pudo ordenar el atónito capitán Sparrow,
manteniendo aún el jarrón sobre su cabeza.

—¡Todo a estribor! —repitió Elizabeth a viva voz, espabilando a la
aterrorizada tripulación para que actuara de inmediato.

—¡Vamos! ¡Todo a estribor! —repitió Will, comenzando a correr junto a
ella para ayudar a sus compañeros y hacer virar el navío lo más rápido
posible antes de que éstos detonaran los cañones.

—¡Hacia el oleaje! ¡Las velas directamente al viento! ¡Vamos! —ordenó
Gibbs a sus hombres mientras Ana María se encargaba de hacer virar al
barco haciendo girar el timón con todas sus fuerzas hacia estribor par
evitar las balas de cañón del enemigo.

—¡Todo a estribor! —ordenó Davy Jones a su timonel al darse cuenta de
las intenciones estratégicas de sus enemigos—. ¡Quiero que devuelvan a
su amada /Perla/ de regreso al abismo!

—¡¡Fuego!! —gritó el contramaestre, y al instante los cañones del
/Holandés Errante/ fueron detonados, cuyas pesadas balas alcanzaron
certeramente su objetivo provocando grandes destrozos en el castillo de
popa, principalmente el casco y el camarote del capitán Sparrow, cuyos
ventanales volaron en mil pedazos.

Aterrorizados, Pintel y Ragetty se asomaron a la destrozada puerta del
camarote para observar su interior, viendo entonces a través de la
enorme abertura del casco al temible navío fantasma virar hacia ellos,
alistándose para atacarlo nuevamente.

—¡Se nos acerca! ¡Se nos vienen encima! ¡Auxilio! —advirtió Pintel
mientras corría despavorido junto a su amigo hacia el castillo de proa
para ponerse a salvo mientras los demás tripulantes se ocupaban de
resguardarse del ataque del enemigo o acatar nerviosamente las órdenes
de sus superiores.

Pero el ataque anterior no había sido más que una suave brisa, pues
pronto Jones utilizaría un arma extraordinariamente temible sobre ellos.
Un arma nunca vista ni utilizada por ninguna armada ni barco alguno en
el mundo.

—Usemos nuestros cañones triples con ellos, quiero que prueben su poder
—ordenó el capitán del /Holandés/ a su artillero en jefe.

—Sí, capitán; a la orden —asintió obediente, volviéndose hacia sus
hombres—¡Preparen los cañones de proa!

En el acto, dos troneras ubicadas sobre el bauprés fueron abiertas,
emergiendo de ellas unos extraños cañones de tres tubos dispuestos
triangularmente, que giraban cada vez que efectuaban un disparo,
haciéndolos más rápidos que los cañones habituales.

A pesar de que el /Perla/ había ganado una buena distancia sobre sus
enemigos, los proyectiles les dieron alcance a pesar de todo, provocando
varios estragos sobre el barco pirata, por lo que Jack tomó el mando del
timón y comenzó a virar hacia estribor para comenzar una maniobra
evasiva y poder evitar el mayor daño posible sobre ellos.

Mientras tanto, toda la tripulación del /Perla Negra/ trabajaba
frenéticamente para sujetar firmemente las velas negras para que
resistieran el fuerte embate del viento.

—¡Asegúrala! ¡Rápido! —le ordenó Will a su prometida, dejándola a cargo
de los cables de unos de los aparejos de las velas del mástil mientras
él se marchaba para seguir ayudando en otro lado.

Pintel, corriendo hacia la balaustrada de babor, comenzó a animar a la
nave, dándole cariñosas palmaditas al casco, como si ésta pudiera
sentirlo o escucharlo.

—¡Tú puedes, linda! ¡Enséñales lo que vales! ¡Muéstrales, niña! ¡¡Vamos,
preciosa!! ¡¡Eso es!! ¡¡Vuela!! —le decía.

Y así, como si realmente el barco hubiera escuchado las súplicas de su
gente, comenzó a tomar más y más velocidad a pesar de estar herido en
sus entrañas, haciéndole honor a su reputación de ser el navío más veloz
de los siete mares.

—¡Los dejamos atrás! —exclamó Elizabeth, asombrada pero feliz,
afirmándose a la barandilla de babor para mirar hacia el enemigo que
cada vez se alejaba más de ellos.

—¡Sí, el /Perla /es veloz! ¡Los hemos vencido! —afirmó Gibbs con enorme
alegría, ubicado al lado de la chica.

—¿Les ganamos? ¿Somos más rápidos? —inquirió Will con gravedad, apoyado
a la balaustrada del lado izquierdo de su novia—. ¿El /Perla Negra/
puede dejar atrás al /Holandés/?

—Ése es un barco sobrenatural —respondió Gibbs—. Puede navegar
directamente contra el viento y no perder velocidad; así atrapa a sus
presas… Pero con el viento a nuestro favor…

—… Jones pierde su ventaja —completó sonriente el muchacho.

—Sí es —afirmó el contramaestre, sonriendo también.

Y así, el /Perla Negra/ había demostrado ante todo el mundo su
maravillosa e increíble velocidad a pesar de haber sufrido graves daños
en el casco de popa, dejando atrás a su enemigo que difícilmente
lograría alcanzarlos con el viendo a favor del primero.

—¡Están fuera de alcance! —gritó furioso uno de los hombres mutantes del
/Holandés/.

—¡No los persigan!! ¡Suspendan la persecución! —fue la inesperada orden
de su capitán—. ¡Suelten las cuerdas! ¡Bajen los cabos! ¡Arríen el
velamen! ¡Pierdan la velocidad!

—Señor, ¿se va ha rendir? —inquirió sorprendido su primero de a bordo,
acercándose a él.

Pero una significativa mirada de su capitán le hizo entender que ya era
el momento de utilizar su mejor y más terrorífica arma: el Kraken.

Pronto, siempre bajo el doloroso azote del látigo, los miembros más
desafortunados de la tripulación del /Holandés Errante/, comenzaron a
hacer girar la rueda para activar el pivote y llamar así al monstruo de
las profundidades, que muy pronto emergería para destruir sin piedad
alguna a sus víctimas.

—¡Se detuvieron! ¡Abandonan! —avisó Mary trepado a la escalerilla de uno
de los mástiles para vigilar mejor a su adversario, por lo que toda la
tripulación del /Perla/ comenzó a festejar la victoria sobre su enemigo
y de su escape milagroso.

El capitán Jack Sparrow, muy satisfecho por el rendimiento de su amado
navío, se acercó a la baranda del castillo de popa para observar
plenamente el festejo de sus hombres, llevando en sus manos el frasco en
donde mantenía oculto el corazón de su enemigo.

Pero William Turner no estaba dispuesto a que todo terminara así, y se
lo hizo saber sin demora.

—Mi padre está en esa nave —le dijo, entre ansioso y preocupado—.
Podemos dar la vuelta, alcanzarla y atacarla. ¡Hay que luchar!

—¿Por qué pelear si puedes negociar? —fue la intrigante respuesta del
sonriente capitán, mirando significativamente el frasco para luego
colocarlo sobre la barandilla—. Sólo necesitas un buen incentivo apropiado…

De pronto, un repentino golpe sacudió el barco, provocando que el frasco
resbalara de la seguridad de la barandilla y escapara del tenue toque de
los dedos de su dueño, cayendo directamente sobre la cubierta principal,
haciéndose mil pedazos, esparciendo todo su contenido ante los ojos
aterrorizados de nuestro protagonista pirata.

—¡Ah! —exclamó angustiado al ver semejante desastre, por lo que bajó lo
más rápido que pudo por las escaleras del castillo de popa y enseguida
se encontró al lado del jarrón destruido, lanzándose al suelo para
comenzar a revolver la tierra como un terrier en busca del corazón de
Davy Jones, dándose con la mala sorpresa de que éste no aparecía por
ningún lado.

—¿Dónde está? ¡Juro que aquí estaba! ¿Y el sumidero? —decía, mirando
histérico hacia todos lados y volviendo a escarbar entre el polvoriento
contenido—. ¡No está! ¡No está! ¡El corazón de Jones no está!

—¡Hemos chocado contra un arrecife! —avisó uno de los tripulantes que se
había acercado a la baranda como tantos de sus otros compañeros para
averiguar lo que había ocurrido.

Elizabeth, curiosa como los demás, también se había acercado a estribor,
observando entonces que un misterioso remolino de burbujas comenzaba a
formarse a orillas del casco. Pero, Will ya había escuchado y sentido
exactamente lo mismo a bordo del mercante /Edinburgh Trade/, y aquello
no podía ser un inocente arrecife, sino algo muchísimo peor que eso…

—No… ¡No es un arrecife! ¡Aléjate de la baranda! —gritó, corriendo hacia
su novia y apartándola bruscamente de la orilla del casco para
protegerla entre sus brazos, provocando que Pintel y Ragetty, que se
encontraban allí cerca, también se asustaran.

—¿Qué sucede? ¿Qué es? —quiso saber la joven, impresionada al ver la
expresión de terror de su novio.

—¡El Kraken! —fue la terrible respuesta.

Aquella simple palabra impactó fuertemente en el capitán Jack Sparrow,
helándole la sangre al darse cuenta que aquel monstruo horroroso ya
venía por él para acabar finalmente con su vida… El tiempo ya se le
había terminado y era necesario tomar medidas desesperadas en un momento
tan desesperado como ése.

Mientras tanto, William Turner, nuestro joven y valiente protagonista,
decidió tomar el toro por las astas y actuar él mismo en contra de la
terrible amenaza que se les echaba encima. Estaba decidido a enfrentarse
a él pasara lo que pasara para proteger a todos los del barco y, en
especial, a su prometida.

—¡¡A las armas!! —gritó, soltando a Elizabeth para luego dirigirse
inmediatamente hacia la cubierta principal.

—¡Carguen las armas! ¡Defiendan los mástiles!—ordenó Gibbs, siguiendo
los mandatos del avezado muchacho—¡¡A los cañones!!

—¡Ataca por estribor, ya lo vi hacerlo antes! ¡Alisten los cañones y
esperen a mi señal! —ordenó Will, tomando un sable mientras que todo el
mundo comenzaba a correr de aquí para allá, tratando de seguir las
órdenes con celeridad de los más experimentados, sabiendo que sus vidas
dependían de ello.

Tan inmersos estaban todos en sus propios trabajos, que nadie se percató
que el mismísimo capitán del /Perla Negra/ se estaba tomando las de
Villadiego.

—¡Vamos! ¡Vamos! —apremiaba Ragetty a su amigo mientras bajaban
presurosos hacia la cabina de la artillería en donde debían preparar los
cañones junto a otros de sus compañeros para atacar al /Kraken/.

Mientras se apresuraban a alistar las mechas, la pólvora y las balas de
los cañones, los gigantescos tentáculos del calamar gigante, terror de
los siete mares, comenzaron a recorrer impunemente el casco de la
embarcación, hasta que, para el horror de todos, Ragetty vio las enormes
ventosas de los tentáculos a través de las troneras y avisó
silenciosamente a su amigo, quien dio un respingo de sorpresa el verlas.

Todos contuvieron la respiración, sus cuerpos se tensaron y el terror
les hacía sudar frío y temblar como nunca antes lo habían hecho. El
silencio era pavoroso, pero lo era aún más el sonido crujiente del casco
sometido bajo la presión de aquellos inmensos brazos que se arrastraban
sobre él produciendo un sonido horroroso.

—¡Todos calmados, muchachos! —les aconsejó Will bajando por las
escaleras de la cabina de los cañones para tranquilizarlos y evitar así
que cometan alguna imprudencia.

Temerosos, los hombres trataron de seguir su consejo.

A todo eso, en la bodega de cargamento, justo en el sitio en donde se
guardaba el ron bajo llave, la capitana Jacky Sparrow se encontraba
bebiendo profusamente para poder olvidar sus penas, para olvidarlo a él,
ignorando que su barco estaba a punto de ser atacado por el mismísimo.
Perder a James Norrington justo cuando ella se había dado cuenta de que
lo amaba mucho más de lo que había imaginado, había sido un duro golpe.

—¡A tu salud, Norricito! ¡Hic! —dijo ésta, alzando la botella hacia el
cielo, con los ojos inundados en lágrimas—. ¡Prometo que no habrá otro
como tú en mi vida, hic! ¡Así que me uniré nuevamente a mi hermano y
volveré a ser el de antes! —sonrió tristemente, dándole golpecitos al
lomo del Libro del Destino que tenía sobre su regazo —… Lástima que
hicimos el amor una sola vez… —comenzó a murmurar lastimeramente,
tomando otro sorbo de ron y bajando lentamente la cabeza—… Una pena, una
lamentable pena… Tonto idiota, caprichoso y arrogante… ¡Hic!

—¡Ah! ¡Ahí estás, tramposa! ¿Creíste que no iba a darme cuenta de tu
treta, verdad? ¡Dámelo ahora mismo! —exclamó su hermano apareciendo de
pronto, sobresaltándola, dirigiéndose rápidamente hacia ella para tomar
el frasco con tierra que se encontraba a su lado y lanzándolo contra el
piso, rompiéndolo en mil pedazos.

—¡¿Pero qué demonios estás haciendo, idiota?! —quiso saber su hermana,
levantándose del cajón en donde estaba sentada al ver toda la tierra
desparramada bajo sus pies, y a Jack, arrodillado sobre el piso,
rebuscando como un loco entre la tierra.

Inmensamente preocupado porque no había encontrado lo que buscaba en el
contenido de ese jarrón, el pirata se levantó y tomó a Jacky por los
hombros, comenzando a sacudirla bruscamente, excitado.

—¡Dime en dónde lo escondiste, hermanita! ¡Dime dónde escondiste el
corazón! ¡Entrégamelo antes de que el /Kraken /nos devore y nos mande el
averno a los dos!

—¿Qué dices? ¿De qué demonios estás hablando, hermanito? —quiso saber
ella, sin lograr entender nada de lo que él le decía—. Tú tenías esa
estúpida achura en mi jarrón, ¿recuerdas? ¡Este era tú jarrón y no tenía
nada más que tierra!

—¡¡Pero no está!! ¡¡Alguien se lo robó!! —replicó presa del histerismo,
se podría decir que casi estaba a punto de llorar de ansiedad.

—… ¿No está…? —repitió Jacky extrañada, mirando hacia el frasco roto y
viniendo a su mente una idea de lo que podría haber ocurrido realmente;
el atisbo de una idea que ni siquiera se atrevía a desarrollar.

Jack siguió su mirada y también nació en él la misma especulación.

—De modo que también se llevó el corazón… —dijo pensativo.

—¿Qué?

Él volvió lentamente su rostro hacia ella, mirándola grave y detenidamente.

—No tengo las Patentes de Corso —le reveló—. Registré mi casaca antes de
bajar aquí y nos las encontré… Nadie de arriba las tiene ni tampoco
tienen el corazón.

Jacky se le quedó mirando en completo silencio con la boca entreabierta,
como si el nombre del culpable estaría en la punta de su lengua pero que
le era imposible pronunciar.

—… Tú crees que él… —se detuvo, expectante.

—Sí —asintió Jack con firmeza—. Norrington fue el que nos robó las
Patentes de Corso y el corazón de Davy Jones. Nos utilizó, hermanita; y
lo que es peor, traicionó nuestra confianza, y en especial la tuya. Nos
hizo creer que su sacrificio era para salvarnos pero en realidad lo que
hacía era condenarnos a muerte…

Jacky nada dijo, simplemente bajó la vista y apretó los puños con
fuerza, haciendo chirriar los dientes mientras un par de lágrimas se
deslizaron desde sus ojos hasta su mentón. Otra vez había decidido
confiar en alguien, y otra vez la habían traicionado… Era injusto,
realmente injusto; ¿por qué Norry siempre la había acusado de ser
mentirosa y deshonesta cuando él mismo lo había sido con ella en todo
aquel tiempo? ¡Cómo se habría reído cuando ella le suplicaba por su amor
y que la dejara marcharse con él! ¡Hasta había llorado por él! ¡Qué
humillación! ¡Qué vergüenza! ¡Qué estupidez! ¡Qué patética había sido en
confiar en un hombre como él! ¡Qué ingenua había sido en enamorarse de
su propio enemigo!

Y así, como aquella vez en que había sido traicionado por Barbossa y su
propia tripulación para dejarlo abandonado en aquella condenada isla
solitaria, Jacky Sparrow tomó la misma determinación de aquella vez. Sin
decir una sola palabra, tomó el sable que había dejado apoyado sobre
otra caja de ron y se dispuso a subir a la cubierta principal.

—¡Espera! ¿Qué es lo que planeas hacer, hermanita? —inquirió Jack,
tomándola del hombro para detenerla—. ¡El Kraken está a punto de atacarnos!

Ella lo miró, y aquella fría mirada dejó al capitán Sparrow sin habla,
casi atemorizado.

—Regresaré a Isla Cruces, recuperaré el corazón de Jones y las Patentes…
—le respondió, oscureciéndosele el rostro—… y eliminaré a ese maldito
ingles mentiroso y traidor si es que aún los hombres de Davy Jones no
acabaron con él.

—¡Ah! … Solamente preguntaba… —se alzó de hombros, disimulando su impresión.

Mientras tanto, arriba en la cubierta, Elizabeth y parte de la
tripulación contenían la respiración, esperando el inminente ataque del
Kraken por el lado de estribor, con los músculos tensos y portando
espadas y lanzas, aterrorizándose al ver que los gigantescos tentáculos
de la bestia comenzaban a emerger peligrosamente del agua.

—¡Will! —exclamó la chica, retrocediendo al igual que sus compañeros.

—¡Tranquilos…! quietos… quietos… —seguía pidiendo el joven armero, de
pie sobre la escalera que llevaba de la cubierta principal a la cabina
de los cañones, tratando de tranquilizarlos a todos y esperar el momento
exacto para atacar al monstruo.

Pero el crujido del casco de la nave bajo el peso de los brazos del
Kraken, el arrastre de éstos, el horrible sonido que emanaba de la
bestia y los tentáculos alzándose amenazadoramente sobre el barco, ponía
a todos muy nerviosos, sobrecogiéndolos de terror.

—¡Will! —volvió a llamar Elizabeth, tan nerviosa y asustada como los demás.

—Alto… Esperen… —pidió el muchacho en voz baja, tratando de
tranquilizarlos, pero los nervios ya no aguantaban y Pintel se lo hizo
saber de inmediato:

—A mí me parece que ya hemos esperado mucho, ¿no?

—¡¡Will!! —gritó la chica desde el tope de las escaleras.

Aquel era el momento para iniciar el ataque.

—¡¡Fuegooo!! —ordenó el valiente muchacho, e inmediatamente los cañones
fueron detonados, haciendo pedazos la mayoría de los brazos del Kraken,
partiéndolos en dos y haciéndolo chillar de dolor.

Pero para la mala fortuna de todos, uno de los tentáculos sanos había
bajado con tal fuerza sobre la cabina principal, que destrozó los botes
salvavidas y por poco aplastó a Elizabeth. Pero la bestia se fue y todos
se acercaron a estribor sobre la cubierta principal para verla marcharse
y vitorear su derrota mientras alzaban sus armas al cielo.

—Va a volver. Hay que abandonar el barco —le dijo Will a Elizabeth,
reuniéndose con ella en la balaustrada de estribor.

—No hay botes —fue la terrible revelación de la muchacha, dirigiendo su
vista con la de su novio hacia el sitio en donde se encontraban las
lanchas completamente destrozadas.

Parecía que todo estaba acabado y que deberían esperar a una muerte
terrible e inminente, pero Will, al ver rodar un pequeño barril de
pólvora sobre la cubierta, comenzó a gestársele una idea brillante e
inspiradora que quizás los salvaría del Kraken.

—¡Abran el enrejado! ¡Junten la pólvora en la red donde está la bodega
de carga! —comenzó a ordenar a la tripulación, caminando a través de la
cubierta seguido por Elizabeth.

Todos comenzaron de inmediato a seguir las órdenes que les daba un
simple muchachito de pueblo que había demostrado todo su temple y
capacidad para enfrentar aquella clase de problemas que no cualquiera lo
haría.

Tomando una de las carabinas que llevaba uno de los piratas, Will se lo
entregó a Elizabeth con una triste sonrisa.

—Pase lo que pase, no vayas a fallar… Debes prender fuego a los barriles
—le pidió esperanzado.

—Siempre que estés a salvo… —le respondió ella, tomando el arma y
mirándolo con gravedad—. Tómate tu tiempo.

Y ambos amantes se separaron, esperando que todo les saliera bien y que
nada malo les ocurriera para volver a reunirse de nuevo.

Pronto los enrejados fueron abiertos y los barriles de pólvora fueron
transportados rápida pero cuidadosamente hasta la bodega de carga, en
donde fueron apilados sobre una gran red que estaba siendo preparada
para ser izada hacia arriba luego de que retiraran las planchuelas que
cubrían la oscura bodega.

—¡Ya casi no tenemos pólvora! ¡Tenemos sólo seis barriles! —fue el
alarmante aviso de uno de los piratas que estaban a cargo de envolver
los barriles con la red.

Gibbs frunció el entrecejo, aquella era una muy mala noticia, por lo que
dio la media vuelta y se dirigió hacia arriba para ver si tenía suerte
en encontrar algo más, cruzándose con Will en la escalera.

—¡Sólo hay media docena de barriles de pólvora! —le dijo, deteniéndolo.

—¡Entonces carguen el ron también! —fue la fatal propuesta del muchacho.

Completamente impactado con aquella terrible sentencia, el maestre Gibbs
se le había quedado mirando mientras Will se alejaba rápidamente de
allí, dejándolos a todos tan pasmados como que si le hubieran dicho que
cometieran suicidio en masa. A Gibbs le tocaba en el alma el ver todas
aquellas miradas suplicantes y lastimosas que le dirigían su silenciosa
tripulación, reticentes a sacrificar su amado ron.

—¡Adelante, también el ron! —les ordenó, tratando de endurecer su
corazón en contra de su amada bebida, pero los hombres apenas lograron
moverse imperceptiblemente, aún shockeados por aquella horrible
propuesta, por lo que Ana María, quien también se encontraba allí y
podía dominar su adicción al ron, se vio obligada a azuzarlos antes de
que fuera demasiado tarde.

—¿Qué están esperando partida de borrachos? ¡Muévanse de una vez o
moriremos!

Aquello fue suficiente, pues de inmediato todos reaccionaron y
comenzaron también a atisbar los cajones de ron, disponiéndolos juntos a
los barriles de pólvora.

Sin que nadie aún se hubiera percatado de la misteriosa desaparición de
sus capitanes y de que el Kraken se dirigía nuevamente hacia ellos para
recomenzar su ataque, un pequeño bote comenzaba a alejarse del /Perla
Negra/ rumbo a Isla Cruces, cuya desdibujada silueta aún podía verse en
la lejanía del horizonte. A bordo de la única lancha que no había hecho
añicos el Kraken, iban los dos hermanos Sparrow; dispuesto a salvarse el
pellejo uno porque tía Dalma le había dicho que en tierra estaría a
salvo, y dispuesta a vengarse la otra porque James Norrington le había
roto el corazón.

Jack, quien iba sentado en el asiento de proa, remando mientras miraba
temeroso hacia todos lados, como si imaginara que la bestia aparecería
de un momento a otro, Jacky permanecía de espaldas al /Perla/, sentada
en popa y con la vista fijada en la isla, deseosa de encontrar al
traidor y ajustar cuentas con él.

Mientras tanto, a bordo del /Perla Negra/, toda su gente se encontraba
tan ansiosa como en un principio, esperando el inminente contraataque
del Kraken y recopilando todo lo que le sirviera como explosivo,
corriendo de aquí para allá sobre la cubierta, encontrándose nuestra
joven protagonista entre ellos.

—¡También esto! ¡De prisa! —le dijo Elizabeth a Cotton, entregándole un
mosquete, pero, cuando sus ojos miraron hacia la isla, descubrió a los
capitanes en fuga.

—¡Son unos cobardes! —murmuró rabiosa, sintiéndose decepcionada de
ellos, especialmente de Jack Sparrow, a quien siempre había admirado y
creído una buena persona.

Pero la pobre muchacha no tuvo tiempo de seguir pensando en ellos,
puesto que un fuerte golpe sacudió el barco haciéndolo estremecer con
todos a bordo, obligándolos a sujetarse de algo para no caer al piso.

—¡Esto no me gusta! —exclamó Marty, el enano, quien se encontraba al
lado de Cotton y su loro en la barandilla del castillo de proa—. ¡El
Kraken regresó!


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