Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 51: Sola y Abandonada, La Llegada a Isla Cruces*

                             Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

ÚLTIMA PARTE: LA TRAVESÍA FINAL DEL PERLA NEGRA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 51: Sola y Abandonada, La Llegada a Isla Cruces*


Sin imaginar siquiera que su enemigo había comenzado la misma travesía
que ellos, los hermanos Sparrow sabían que el tiempo se les estaba
acabando, sobre todo a Jacky, a quien Jack había ofrecido como parte del
pago de su deuda con Davy Jones.

Sabiendo ahora sobre la traición de su hermano, Jacky había comenzado a
idear la mejor manera de ganarle aquella partida, pero también había
comenzado a desconfiar de todo el mundo, viendo traiciones en su contra
en cada rincón de la embarcación. Sintiendo que nuevamente volvía a
estar sola y que no podía confiar en nadie… como aquella vez en que
quiso rescatar a James de la horca y nadie la apoyó.

Jacky había permanecido encerrada en su camarote desde que había
empujado a Elizabeth al agua, y suponiendo que ya estaban cerca de su
destino, se arriesgó a salir a cubierta para buscar a James y pedirle
que la ayudara. ¿Pero él estaría dispuesto a hacerlo después de lo que
había pasado entre ellos dos? No estaba muy segura de eso, puesto que,
hasta ahora, no tenía ni idea de lo que él pensaba de ella, porque cada
vez que intentaba iniciar una conversación con él, éste siempre la
cortaba en seco con frías palabras, volviéndole la espalda y partiéndole
el corazón.

A pesar de que ella seguía determinante en su decisión de no casarse con
él, se preguntaba si no había cometido un error al enamorarse de él… Sí,
ella estaba enamorada de él pero le costaba mucho demostrárselo. ¿Cómo
demostrarle a un hombre lo mucho que lo quería si ella misma todavía se
sentía un hombre? Era algo ciertamente perturbador… para cualquiera que
se viera en su misma situación.

—Pero no he conocido a nadie en mi misma situación… —murmuró mientras
oteaba sigilosamente hacia afuera, sacando la cabeza de la escotilla e
imaginando conspiradores a la vuelta de la esquina—. ¡Ojalá todo
volviera a ser tan simple como antes! ¡Cuando piratear libremente por el
Caribe era lo único que me interesaba!

En ese momento vio a Jack Sparrow pasear muy contento por la cubierta de
estribor, escena que la motivó a pensar en otra posibilidad para su
salvación.

—Bien, si no puedo volver a ser un hombre, siempre me quedará la
posibilidad de tomar para mí misma el corazón de Jones y ordenarle al
Kraken que se devore a mi hermanito, así yo seré la única e inigualable
capitana Sparrow… —murmuró con una maliciosa media sonrisa.

Entonces, sin que ella se diera cuenta, Ana María y Marty pasaron al
lado suyo, saludándola y sorprendiéndose al verla brincar sobresaltada y
profiriendo un pequeño grito.

Sus subordinados se miraron muy extrañados, preguntándose qué le estaría
pasando ahora a su siempre complicada capitana.

—¿Se siente mal, mi señora? Está muy pálida… —inquirió el enano.

—¡No! ¡Me siento muy bien! ¡Excelente! —exclamó vehementemente la
aludida, con una extraña mezcla de desconfianza y temor, mirándolos de
reojo y apretujándose contra la pared del castillo de popa, como si
quisiera evitarlos a toda costa—. Nunca me he sentido mejor en mi vida.
¿Por qué lo preguntan? ¿Es que quieren que enferme gravemente y que Jack
sea el único capitán del /Perla Negra/? ¡Traidores! ¡Sí! ¡Más que
traidores! ¡Están confabulando contra mí! —los acusó con el dedo,
respirando agitadamente.

Ana María frunció la boca.

—Vámonos, Marty, ésta está borracha, solamente dice tonterías.

Y luego de que los tres se dirigieran miradas sospechosas, cada cual
tomó un rumbo diferente, pero Jacky no se atrevió a darles la espalda y
caminó hacia atrás hasta chocar repentinamente contra alguien.
Profiriendo un grito de terror, se volvió inmediatamente y se dio de
lleno con James Norrington.

—¡Norricito! ¡Norry! —exclamó loca de alegría, abrazándolo
desesperadamente con todas sus fuerzas—. ¡No sabes lo feliz que me
siento al verte!

James la miraba como si ésta hubiera perdido la razón y, quitándola de
encima, le preguntó:

—¿Pero qué demonios te sucede? ¡Se suponía que estabas enojada conmigo!

—¡Traidores! ¡No veo más que traidores en todo mi barco! —exclamó,
tomándolo frenéticamente del cuello de la camisa, comenzando a sacudirlo.

—Navío —corrigió él, estoicamente.

—¡Lo que sea! ¡Pero lo importante es que todos están contra mí! —replicó
desesperada, dirigiéndole una mirada terriblemente acusadora a un pobre
tripulante que pasaba cerca de allí, asustándolo.

—¿En serio? Pues eso es algo que no me sorprende, capitana Sparrow —se
mofó James—… Hasta yo mismo me declararía en tu contra.

Jacky, sorprendida con aquellas irónicas palabras, lo soltó y murmuró
cabizbaja:

—Entonces todo está perdido… Estoy sola o solo o lo que sea que sea yo…

Él la miró detenidamente por algunos segundos, en completo silencio, aun
muy extrañado por su conducta.

—¿Me podrías decir por qué necesitas encontrar el cofre de Davy Jones?
He estado buscándote para preguntártelo —le pidió de improviso,
sobresaltándola, pues ella no esperaba semejante pregunta en ese preciso
instante.

Sorprendida, sus ojos miraron primero a Norrington y luego a Billy
–quien se encontraba a su lado y a quien ella no había reparado hasta en
ese momento- y después miró a la cabrita blanca, que acompañaba
fielmente a su nuevo amiguito, balando muy contenta.

—¿No es esa la cena de mañana? —inquirió Jacky, levantando una ceja y
olvidando sus propios problemas.

Leyendo aquella horrible sentencia en los labios de su capitana, el
afligido chico abrazó fuertemente al inocente animal, negando
vehementemente con la cabeza aquel macabro destino.

—No lo molestes, Jacky. Billy se ha encariñado con esa cabra y dudo
mucho que quiera que se la coman.

—¿Ah no? —miró detenidamente al niño y su mascota—. Pues qué lástima,
grumetillo, las cabras son deliciosas; sobre todo cuando no se tiene
otra cosa qué comer — hizo como que mordía una rica pata de cabra
imaginaria.

Viendo que Billy estaba dispuesto a defender al animalito a capa y
espada, la capitana sonrió y se colocó de cuclillas frente a ellos.

—Está bien, grumetillo, puedes quedarte con ella. Pero más te vale que
limpies sus "recaditos" de la cubierta si no quieres que los lance a
patadas a ambos por la borda, ¿eh? —le refregó el cabello con gran
energía, despeinándolo.

Billy, lleno de alborozo, se le lanzó encima, abrazándola efusivamente,
por lo que Jacky, sintiéndose un tanto abochornada, se lo sacó de encima
y se puso de pie, volviendo finalmente su atención hacia James Norrington.

—Los dos hacen una buena pareja, ¿no te parece? Aunque personalmente no
me gustan peludos… —lo miró significativamente y, no pudiendo soportarlo
por más tiempo, se le lanzó encima, colgándose de su cuello—. Es por eso
que te elegí a ti, /¿savvy?/ Tú no eres peludo, ya lo comprobé…

—¡Oh! Ya basta, Jacky —se la quitó de encima—. ¿Por qué no respondes de
una vez a mi pregunta?

—Y qué me darás tú si te la respondo, ¿eh? —volvió a acercarse a él,
abrazándolo cariñosamente por la cintura—. ¿Protección? La necesito
desesperadamente, ¿sabes?

—No te daré nada y arréglatelas tú sola en el lío en el que ahora te has
metido y que no me interesa saber —fue la dura respuesta, tomando con
brusquedad las manos de Jacky, apartándolas fuertemente y con muy poca
delicadeza.

Refregándose las adoloridas muñecas, ella le dirigió una mirada muy poco
afectuosa, sintiendo por primera vez la verdadera fuerza masculina de
Norrington sobre ella; aquella fuerza que él nunca había utilizado en su
contra, hasta ese momento. Jacky supo, entonces, que finalmente las
cosas habían cambiado completamente entre ellos.

—Gracias por nada. ¿Y para qué quieres saberlo? —inquirió a la defensiva.

—Debo saber por qué debo ayudarte a encontrarlo.

—¿Acaso desconfías de mis verdaderos propósitos?

—¿Es que alguna vez me has dado motivos para pensar lo contrario?

Jacky lo miró detenidamente, muy desilusionada al ver la fría y dura
actitud del hombre a quien ella aún amaba.

—Tú no sabes perdonar, ¿verdad?

—Perdonar es para los débiles —fue la dura respuesta—. Además, si yo
llegara a perdonar a alguien, dudo mucho que fuera a ti.

—Eso es mentira —replicó la capitana, luchando contra sí misma para no
romper a llorar o romperle la nariz a él, puesto que aquella gélida
actitud por parte de él la destrozaba—. Esas son palabras de tu padre;
tú no eres así. ¿Te atreves a acusarme de ser deshonesta cuando tú lo
eres contigo mismo?

James se quedó callado por algunos segundos, sabiendo que ella tenía
razón, pero como se sentía herido y traicionado por el rechazo de Jacky
a su propuesta de matrimonio, decidió seguir haciéndola sufrir como ella
lo había hecho sufrir a él.

—Basta ya con esas tonterías y dime de una vez lo que quiero saber.

Jacky suspiró amargamente y, dándole la espalda para que él no notara su
dolor, decidió contárselo todo.

—Ya sabes que alguna vez trabajé para… ¡Agh! Beckett, fue entonces
cuando comencé a comandar este hermoso navío hasta que liberé a un grupo
esclavos africanos, momento en que mi lindo navío fue hundido
inescrupulosamente por la gente de… ¡Agh! Beckett… ¿Sabes? Siempre
asocié al /Perla Negra/ con la libertad —se volvió hacia Norrington, con
sus ojos llenos de ilusión—, es por eso que tuve que hacer un trato con
Davy Jones para que lo sacara de las profundidades del mar y poder ser
otra vez su capitán durante 13 años… —sus ojos se ensombrecieron—…. A
cambio de eso y ya pasados los 13 años, debo servirlo durante 100 años o
enfrentarme al Kraken…

—¡Ay, Jacky! ¡Por favor! ¡El Kraken y Davy Jones no existen! —exclamó
James, incrédulo.

—¿Ah no? ¿Y cómo crees que obtuve otra vez al /Perla Negra/, eh?
¿Pescándolo con un anzuelo? —replicó ofendida, poniendo los brazos en jarra.

—Está bien, tal vez Davy Jones sí exista, pero no creo que el Kraken
exista en verdad, esos son puros cuentos de marineros borrachos.

La pirata negó con la cabeza, apenada por la falta de imaginación de su
querido Norry.

—Davy Jones sí existe tanto como existe el Kraken y ya han pasado los 13
años… —lo miró como si buscara en él una especie de consuelo—. Pronto
vendrá a reclamar el pago de su deuda... y tengo mucho miedo de lo que
pueda pasarme, /¿savvy?/ —sonrió nerviosamente.

Norrington se dio cuenta de que ella le estaba diciendo la verdad, se
sentía muy preocupado por su bienestar y no deseaba por nada del mundo
que ella terminara en manos de aquel monstruo. Quería ayudarla, quería
abrazarla y susurrarle suavemente que todo saldría bien y que él siempre
estaría allí para protegerla; pero su orgullo herido le decía que eso
sería una debilidad de su parte y que Jacky se merecía sufrir lo que
estaba sufriendo. Y así, sus oscuros deseos de venganza prevalecieron
sobre los buenos sentimientos de su corazón.

—Bien —comenzó a decir con una voz terriblemente fría—, eso deberías
haberlo pensado mejor antes de hacer un trato que, al final de cuentas,
te mandaría tarde o temprano al infierno que te mereces.

Jacky lo miró atónita, jamás había imaginado que él la trataría de esa
manera, permaneciendo insensible ante su delicado problema. ¡Se suponía
que la amaba y era capaz de hacer cualquier cosa por ella!

—¿Para qué entonces quieres el cofre? —insistió James, sacándola de su
estupor y volviéndola a la dura realidad de un golpe.

—Yo… bueno… —por primera vez en su vida, el dolor no la dejaba encontrar
las palabras adecuadas para contestarle—… sé que en ese cofre Davy Jones
guardó su corazón…

—Y el que obtenga su corazón lo controlará a él y por consiguiente al
"Kraken", ¿verdad? —James completó la oración.

—Sí…

—¿Y si tú lo obtienes ya no te verás obligada a cumplir con tu parte del
trato, verdad?

—Sí…

Ambos se quedaron en silencio por espacio de algunos minutos. El pequeño
Billy se sentía muy afligido al darse cuenta de que las cosas no iban
nada bien entre ellos.

—Bien, yo te pedí a cambio la brújula y tú me dijiste que me la
entregarías si te ayudaba a buscar ese cofre o si me entregaba a ti… —le
dijo James con un tono de voz muy hiriente—. Anoche hice finalmente lo
que querías y espero que cumplas con el trato, Jacky. ¿O piensas buscar
una manera de no cumplirlo, eh?

Con el corazón encogido por la pena, la capitana pudo percibir el enorme
desprecio que había en cada una de sus palabras; como si él, en vez de
amor, le hubiera entregado un vulgar paquete sin importancia.

Viendo que ella nada decía, James se despidió esbozando una cruel
sonrisa, satisfecho de haber logrado lastimarla.

—Te deseo la mejor de las suertes, capitana Jacky Sparrow. La necesitarás…

Al ver que él le daba la espalda, como si estuviera abandonándola
definitivamente, Jacky no pudo con su dolor. Aquel dolor que ella nunca
había sentido antes. ¿Cómo podía él tratarla de esa manera? ¿Tan
perverso podía llegar a ser él? ¿Tan hiriente y vengativo? ¿Qué había
pasado con aquel caballero galante, serio y enamorado de antes? Pero, a
pesar de todo eso, ello lo amaba; lo amaba como se lo permitía su propia
personalidad. ¡Estaba demasiado aficionada a él como para dejarlo ir! ¿A
quién más fastidiaría? ¡Tonto idiota! ¿Es que no se daba cuenta de que
así era su forma de amar? ¿Qué todo lo que ella le había entregado era
todo lo que era capaz dar? ¡Nada más se le podía pedir a un Sparrow cuya
libertad era mucho más importante que su propia vida!

—¡¡Norry!!

Él se detuvo al escucharla y lentamente volvió su rostro hacia ella,
seriamente intrigado.

—¿Qué quieres?

—¿Cómo puedes tratarme de esta manera tan cruel? —comenzó a decirle,
logrando ser realmente sincera tanto con él como con ella misma—. ¿Es
que no te das cuenta que lo único que necesito es a ti? ¡Mi cama se
siente tan fría y solitaria sin tu presencia en ella!

Dando un bufido de fastidio, él comenzó a caminar de aquí para allá,
revolviéndose nerviosamente los cabellos.

—¡Maldición, Jacky! ¿Es que no puedes pensar en otra cosa que en eso?
¿Es que no puedes dejar de hablar de esa forma tan, tan, tan… vulgar?
¡No sé qué demonios te vi!

Jacky lo seguía con la mirada, pasmada con aquellas palabras, pues era
la primera vez que lo escuchaba quejarse en verdad de ella.

—¿Q-qué quieres decir con eso, Norry? —por primera vez, tuvo miedo de lo
que él le diría.

Norrington se detuvo por fin y la miró. Y aquella gélida mirada heló la
sangre de nuestra protagonista, pues no había visto amor en sus fríos
ojos verdes, solamente odio y rencor.

—Quiero decir que ya no siento nada por ti, Jacky —aquellas duras
palabras se clavaron como espinas en el corazón de la pirata, quien
apenas pudo replicarle.

—… Pero yo sí te amo… de verdad… —Temerosa de perderlo para siempre,
había encontrado el valor para declararle sus verdaderos sentimientos,
como se lo había prometido la noche pasada, cuando ambos se encontraban
juntos en su lecho de amor.

Pero Norrington no reaccionó como ella hubiera querido, pues éste no
hizo otra cosa que reírse con una carcajada llena de desdén.

—¡Ja, ja, ja! ¿Qué me amas de verdad, dices? ¿Y crees que eso a mí me
importa?

—Yo sé que siempre esperaste a que te lo confesara… —le dijo,
retorciéndose las manos de lo nerviosa que estaba. Esta vez no había
teatro, no había disfraz, no había exageraciones ni payasadas. Ahora era
ella misma, o él mismo, sincerándose como una persona enamorada.

—Sí, lo esperé. ¡Y sólo Dios sabe cuánto tiempo lo esperé! ¿Pero alguna
vez se te ha ocurrido pensar que yo finalmente me cansaría de esperarte?

—¿¡Por qué cuando empiezo a decir la verdad tú no me crees!? —insistió
desesperada.

—Bueno, aprende del cuento de Juanito y el lobo —se burló.

Jacky estaba furiosa, ¿por qué demonios James se afanaba en ser tan
estúpido?

—Eres un mald… Eres un… Un…

—Dilo, lo estoy esperando. A estas alturas nada me sorprende —la
desafió—. Ibas a insultarme, ¿no?

La aludida, derrotada, se dejó caer, sentándose pesadamente sobre la
cubierta.

—¿Qué importa ya…? —dijo apesadumbrada.

James, intrigado, la miraba de reojo. Ella siguió hablando:

—Nunca en mi vida me importó nada; sólo el /Perla/ y el Océano… Y ahora
todo en mi vida está de cabeza…

—Bienvenida a mi mundo —rebatió él con dureza.

Jacky lo miró desde el suelo, casi suplicante, y le dijo:

—Cuando te conocí, supe desde el primer momento que tratarías de poner
una soga alrededor de mi cuello… Pero esto que me haces, es mucho más
doloroso y un castigo mil veces más cruel…

—Bueno, así sabrás lo que siento cada segundo de esta asquerosa vida que
llevo.

Jacky, luchando orgullosa para que las lágrimas no salieran de sus ojos,
se dejó derrotar por la frialdad sus palabras, atormentándola de una
forma que nunca antes había experimentado. Esa crueldad la devoraba,
mortificándola hasta límites nunca antes conocidos por ella. Lo amaba,
sí, lo amaba; ¿pero por qué debía sufrir tanto por eso?

Desesperada, se levantó del suelo.

—¡Ya no quiero tener esta… soga ahogándome cada momento! —exclamó,
llevando sus manos al cuello—. ¡¡Si de verdad quieres hacerlo, mátame de
una vez, ya no quiero seguir soportando este sufrimiento!! ¡¡Ya no me
importa el Kraken!! ¡¡Ya no me importa nada si lo que pretendes es
matarme en vida!!

—¡Ja! ¿Tú sufres? ¿Es posible que tengas corazón? ¿Y qué me dices de mí?
¡No he tenido un solo momento de paz desde que te conocí! ¡Casi un año
he sufrido día a día por el amor que jamás me dabas! ¡Te divertías
mortificándome a cada instante! ¡Ja! ¿Y dices que sufres? ¡Pues olvídate
de mí y ya!

—¡Por favor, Norry! ¡Te lo suplico! ¡No me hagas esto ahora! ¡No cuando
me he dado cuenta de que te amo de verdad! —juntó las manos, suplicando
desesperada por su perdón, pero él no quería perdonarla, quería que ella
sufriera terriblemente por haberlo desairado.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué te perdone por haber destruido toda mi
vida? No lo creo… ¿Cómo quieres que crea que me amas si no quieres
casarte conmigo? ¡Hasta debí renunciar a mi promesa de tener mi noche de
bodas contigo para poder darte gusto! ¿¡Y aún así te negaste a casarte
conmigo cuando te lo pedí!? ¡Dejé que me pusieras las manos encima como
se te antojara! ¿¡Y no quieres casarte conmigo!? ¿Es que te he pedido
acaso un imposible? ¡Maldita seas, Jacky Sparrow! ¡Solamente te pedí que
te casaras conmigo! ¡Nada más!

—¡También querías que yo renunciara a mi vida de piratería, y eso sí es
algo de lo que no estoy dispuesto a renunciar…! ¡Ni siquiera por ti!
—replicó con gravedad.

—¡Ja! ¿Lo ves? Tú no quieres renunciar a nada… ¡Yo soy el único que tuvo
que renunciar aquí!

—Pero admite que lo disfrutaste, y mucho —rebatió con su antiguo brillo
picaresco en sus ojos negros.

—Sí, lo disfruté, pero tú te encargaste de lanzarlo todo por la borda
negándote a contraer matrimonio conmigo.

—No voy a renunciar a mi libertad —replicó terca como una mula,
comenzando a enojarse ella también—. Yo no soy como tú, atado a una vida
de obediencia y sumisión; sin poder tomar tus propias decisiones… Eres
tan patético que hasta yo también me pregunto qué demonios vi en ti.

—¡Ah! ¿Así que ahora soy patético? Bien, perfecto… —rabioso, Norrington
le dio la espalda, dispuesto a marcharse de una vez de allí, dejando a
Jacky con la boca abierta, pues ella había creído que ambos iban a
iniciar una cómica batalla de insultos inocentes, como lo hacían antes,
pero al darse cuenta de que eso ya no volvería a suceder nunca más, un
terrible sentimiento de infinita tristeza, abandono y soledad comenzó a
gobernarla completamente.

Nunca antes había sentido semejante soledad, nadie en el /Perla Negra/
se había puesto de su lado, nadie le había demostrado siquiera algo de
verdadera simpatía, haciéndola sentir como una intrusa, una extraña.
Alguien que no tenía derecho a vivir entre ellos. Como mujer, supo que
sus derechos habían disminuido considerablemente ante los demás. Ella
era un accidente, en cambio, su otra mitad era el legítimo capitán Jack
Sparrow: un hombre con todo el derecho de ser admirado y seguido por los
demás.

Jacky sabía que sus días estaban contados y que nadie estaría dispuesto
a ayudarla, por lo que se vio obligada a tragarse su orgullo y actuar de
inmediato para que, por lo menos, lograr que Norrington estuviera de su
lado.

—¡Jack va a entregarme a Davy Jones para pagar su deuda y no tengo a
nadie que me ayude porque no existo para nadie…! ¿Podrías tú ser ese
"nadie" que se pusiera de mi lado? —le pidió.

James se quedó muy quieto, y, sin volverse a mirarla, le respondió:

—Tú ya no me importas; y espero, con sinceridad, que el Kraken acabe
contigo de una vez por todas para que me dejes en paz.

Nuestra capitana se quedó con la boca abierta, impresionada con aquellas
palabras pronunciadas con tanto odio y desprecio por parte del hombre
que alguna vez le había prometido amarla hasta el final de los días.
Aquello no era lo que había esperado de él. Furiosa, no quiso que James
se quedara con la última palabra, así que su réplica fue igual de dura.

—¿A sí? ¡Pues yo espero, con igual sinceridad, que mueras muy pronto!
¡Como el maldito miserable traidor que eres!

Volviendo su rostro hacia ella, con una fingida sonrisa, él le dijo:

—Alégrate; tal vez se cumplan nuestros deseos...

Billy, apesadumbrado, se marchó con Norrington, acompañado por su
inseparable blanca cabrita.

Jacky estaba irascible, si antes había deseado con todo su corazón que
James volviera a amarla, ahora deseaba fervientemente que desapareciera
de su vida para siempre.

"¡No te necesito!, /¿savvy?/ —pensó—. ¡No eres más que un inglés pesado
y arrogante! ¡Espero que te pudras en el averno como te mereces! ¡Yo te
maldigo, James Norrington!".

Mientras tanto, sentada sobre la escalera del castillo de popa, la joven
Elizabeth no podía evitar sentirse terriblemente angustiada por sus
sentimientos, sus confundidos sentimientos hacia su querido Will y hacia
Jack Sparrow, quien había comenzado a ponerla muy nerviosa cada vez que
se acercaba a ella. ¿Por qué? ¿Por qué debía ella sentirse tan
confundida acerca de lo que sentía por él? ¡No era justo! ¡No ahora que
estaba comprometida con Will! ¡No ahora que bien podía tentarse en
olvidarlo en manos de Davy Jones y quedarse definitivamente con Jack!

"Debo hacer algo o temo que terminaré cometiendo un terrible error…"
—pensó muy angustiada, temiendo por lo que ella podría llegar a hacer si
se dejaba tentar por los malos pensamientos que la atormentaban desde el
momento en que había contemplado la idea de vivir un romance con Jack
Sparrow, consumida por la tristeza de haber perdido, aparentemente, a su
amado William Turner.

—Mi formidable percepción intuitiva del ser femenino me dice que estás
preocupada —le dijo el mismísimo capitán Jack Sparrow, sentándose a su
lado con una botella de ron en la mano.

Ella lo miró con el ceño fruncido para luego desviar la mirada hacia el
otro lado. ¿Por qué debía ocurrirle todo a ella? Era la persona menos
indicada para que esté a su lado en ese momento.

—A estas alturas ya debería estar casada… Estaba preparada para mi noche
de bodas… —declaró con tristeza.

Jack se le quedó mirando bastante pensativo, notándola vulnerablemente
sentimental, así que supuso que aquella era una muy buena oportunidad de
convencer a la muchacha para que fijara de una vez sus ojos en él.

Ofreciéndole la botella de ron para que ahogara sus penas, comenzó a
hablarle sutilmente mientras la chica aceptaba su ofrecimiento de muy
mala gana tras haber dudado unos segundos en aceptar la bebida que ella
tantas veces había condenado como degradante de la caballerosidad.

—¿Sabes, Lizzy? —comenzó a decirle mientras Elizabeth fruncía el rostro
al tenerlo tan cerca suyo, puesto que el olor que despedía aquel sucio y
alcohólico pirata no era muy agradable; ni su presencia le era realmente
requerida—. Yo soy capitán de un barco; y en mi condición de capitán de
barco podría oficiar… una boda. Aquí, en esta cubierta, si quisieras… ahora…

—¡Oh! ¿Qué? No, gracias —se negó, sintiéndose molesta y ofendida con
aquella descarada propuesta, devolviéndole bruscamente la botella
mientras se levantaba y se dirigía hacia la balaustrada.

—¿Por qué no? Somos muy parecidos. Tú y yo, yo y tú. Nosotros… —insistió
Jack, siguiéndola, tratando de persuadirla.

—¡Oh! Salvo por el sentido del honor, la decencia, la moralidad… —lo
miró desaprobadoramente, disgustada— y la higiene personal.

Como si aquello fuera nuevo para él, levantó su brazo y olió su axila,
asegurándose de la veracidad de aquellas acusaciones.

—Nimiedades —exclamó, encogiéndose de hombros y acercándose aún más a
ella—Tú vas a terminar como yo. Acabarás cambiando de opinión, eso lo sé.

Ella volvió su rostro hacia él. Jack estaba muy cerca de ella, casi encima.

—Te ves muy seguro —replicó Elizabeth, desafiándolo.

—Una palabra, cielo: curiosidad —replicó el seductor pirata, por lo que
ella se vio obligada a volver su mirada hacia otro lado mientras él
seguía hablándole segura y suavemente—: Deseas libertad. Deseas hacer lo
que quieres hacer porque te encanta ser egoísta con tus impulsos. Deseas
saber qué se siente. Un día no vas a poder resistirte… —se apartó un
poco de ella, sonriéndole triunfalmente.

Pero Elizabeth estaba preparada para bajarlo del pedestal en el que él
mismo se había subido.

—¿Por qué no sirve tu brújula? —le preguntó a secas, volviéndose hacia él.

Incomodado, Jack se vio obligado a responderle con muy pocas ganas,
sabiendo que la joven se refería a que, en sus manos, la brújula no
funcionaba porque él sí sentía algo por ella; algo verdadero que lo
confundía en sus verdaderos propósitos.

—Mi brújula no tiene nada, funciona muy bien… —replicó, desviando su
mirada hacia el mar para evitar mirar a la astuta muchacha.

Pero ella estaba dispuesta a acorralarlo con la verdad; a probarlo.

—Sí, tú y yo somos iguales —insistió Elizabeth, con su propia versión de
la verdad—, porque hay algo en común entre los dos y llegará un momento
en que vas a demostrarlo, haciendo lo correcto.

—¡Adoro esos momentos! Les envío saludos con la mano cuando pasan por
aquí —se burló él, dirigiéndose hacia la balaustrada y apoyándose en
ella, seguido luego por la insistente muchacha, que se colocó
cómodamente a su lado.

—Vas a tener la oportunidad de demostrar tu valentía, Jack. Y cuando lo
hagas descubrirás… que eres un buen hombre —le reveló esperanzada,
mirándolo y confiando plenamente en sus palabras y en el mismo Jack Sparrow.

Él la miró sorprendido y luego volvió a dirigir su mirada hacia el mar.

—Hay evidencia de lo contrario… —confesó con una disimulada sonrisa.

—No, tengo fe en ti —le sonrió encantadoramente, volviendo su espalda
hacia la balaustrada, apoyándose en ella para poder observar mejor a
aquel enigmático pero atrayente pirata—. ¿Te digo por qué?

—Cuenta, linda.

Y así, sabiendo ella sobre el poder seductor que ejercía sobre él,
comenzó a probarlo, coqueteándole, hablándole insinuantemente, acercando
su hermoso rostro al de él.

—Curiosidad. Sé lo que quieres, Jack; la oportunidad de ser admirado y
de recibir la recompensa. No vas a poder resistirlo... Tú querrás saber
qué se siente… —lo tentó acercando cada vez más sus sensuales labios a
los de él, casi seduciéndolo, hechizándolo.

—Sí, quiero saber qué siente… —confesó el capitán Sparrow, dejándose
llevar por las sugestivas palabras de la joven, disponiéndose a ir más
allá de lo que nunca habían llegado, volviéndose hacia ella para
prepararse a besarla.

—Pero, siendo un buen hombre, sé que jamás me pondrías en una posición
que comprometiera mi honor… —Elizabeth siguió susurrándole mientras Jack
acariciaba su mejilla y se disponía a besar aquellos sensuales labios
que clamaban por un beso suyo. Pero, cuando justo iba a realizar su
cometido, vio horrorizado que la mancha negra había regresado a la palma
de su mano con la que acariciaba a la muchacha.

Jack cerró su puño y no besó a la joven, mirando con gran desconcierto
tanto a ella como a su mano.

Elizabeth sonrió satisfecha, ignorando las verdaderas razones por la que
él no la había besado.

—Sabía que entenderías. Me siento orgullosa de ti —le dijo, pero en ese
preciso momento, el vigía divisó lo que todos habían estado buscando:
Isla Cruces.

—¡¡Tierra a la vista!!

Sorprendidos, Jack y Elizabeth voltearon al mismo tiempo hacia el otro
lado, en donde se encontraba la isla.

—Y sí… —se quejó Jack mientras Elizabeth y los demás tripulantes del
/Perla Negra/ se amontonaban en la balaustrada de estribor para poder
ver mejor a la isla.

—Quiero mi jarrón —murmuró asustado.

Y sin que nadie la notara, Jacky Sparrow se encontraba oculta entre las
cajas de las provisiones, mirando sombríamente a toda su tripulación y a
su mismísimo hermano que andaba de aquí para allá, desesperado.


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