Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 3. EL PASADO OCULTO -Capítulo 14-

                              



Después de que Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn son secuestrados hacia el planeta Phindar, se encuentran atrapados en un mundo enloquecido. El Sindicato controla a su gente renovando sus memorias. La única esperanza del planeta se encuentra en una banda de ladrones rebeldes.


Capítulo 14

Al día siguiente el mercado estaba abarrotado pese a haber menos cosas a la venta que nunca. La desesperación que se pintaba en el rostro de los phindianos tenía su reflejo en Qui-Gon. Éste caminaba impaciente de un lado a otro, esperando a que apareciese Duenna.
—Voy ahora mismo al cuartel general —le dijo con aire huraño a los hermanos cuando ya no pudo esperar más—. Encontraré el modo de entrar.
—Espera, Jedi-Gon —suplicó Guerra.— A Duenna le cuesta mucho escaparse, pero siempre lo consigue.
—¡Y por allí viene! —exclamó Paxxi.
Duenna se abrió paso hacia ellos entre la multitud. No llevaba la túnica blindada, sino una capa y una capucha. Llevaba un gran bolso.
—¿Hay noticias de Obi-Wan? —preguntó el Jedi apenas llegó ella a su lado. La mujer se llevó una mano al corazón para recuperar el aliento.
—El cuartel está en alerta. Mañana llega el príncipe Beju...
—¿Qué pasa con Obi-Wan? —ladró el Caballero.
—Estoy intentando decírtelo. Nunca los había visto actuar tan deprisa. Se... se lo llevaron a una celda.
—¿Dónde?
—Ya no está en ella —repuso ella, posando una mano en el brazo de él.
Qui-Gon notó de pronto que los ojos de la mujer lo miraban con piedad. Sintió que se le partía el corazón.
—¿Qué ha pasado? —preguntó roncamente.
—Lo renovaron —respondió la mujer con voz quebrada—. Anoche. Y este alba lo transportaron fuera del planeta.
***
Paxxi y Guerra miraron desde la esquina al cuarto donde Qui-Gon permanecía sentado, inmóvil, con la mirada fija y las piernas cruzadas. Duenna había tenido
 
que volver al cuartel general, así que habían vuelto directamente a casa de Kaadi. Resultaba peligroso quedarse de día en la calle.
Apenas entraron en la casa, el Caballero Jedi se dirigió a la habitación donde dormían. Allí se sentó en el suelo, sin decir nada. Llevaba una hora así. Los hermanos le habían dejado solo por un tiempo, pero él podía sentir sus ojos impacientes clavados en él.
—No me he rendido. Estoy trazando un plan —dijo sin abrir los ojos.
—Por supuesto, Jedi-Gon —dijo Guerra, con una nota de alivio vibrando en su voz—. Lo sabemos.
—Sí, así es —añadió Paxxi—. Sabemos que los Jedi no se rinden. Aunque debemos admitir que nos preocupamos un poco. Las noticias sobre nuestro amigo Obawan son muy malas.
Qui-Gon abrió los ojos para ver en los ojos de los hermanos Derida la misma desesperación atormentadora que sentía en su propio corazón. Había tenido que luchar para superar la ira que sentía contra sí mismo. Le había llevado tiempo calmar la mente. Una y otra vez había intentado formular algún plan, sólo para sentirse angustiado ante el aprieto en que se encontraba Obi-Wan. Le había afectado hasta lo más hondo. Le resultaba insoportable la mera idea de que pudiera estar ahora sin sus recuerdos, sin su entrenamiento.
Había fallado a su padawan. Debió suponer que el Sindicato actuaría con rapidez. Debió intentar su rescate la noche anterior. Y ahora su discípulo estaba condenado a llevar una vida tan vacía que sentía escalofríos cada vez que se la intentaba imaginar.
¿Y qué pasaba con el entrenamiento Jedi de Obi-Wan? Se habría perdido.
¿Qué sería del muchacho? Aún sería sensible a la Fuerza, pues la Fuerza no dependía de la memoria. Pero ¿cómo podría emplearla sin las lecciones del Templo como guía? Si descubría que poseía ese poder, lo usaría sin establecer alianza alguna. ¿Se convertiría entonces en un guerrero neutral, perdido, que vendiese sus servicios al mejor postor? ¿Emplearía la Fuerza para el Lado Oscuro, como su antiguo aprendiz Xánatos?
No creía que eso pudiera llegar a pasar. No quería creerlo. Si había perdido la memoria, seguro que aún conservaba su bondad.
Sí, Qui-Gon estaba lleno de preocupaciones. Pero también tenía el corazón roto. Ya no existía ese muchacho al que había conocido. Ese chico diligente, tan lleno de curiosidad y sed de conocimientos. El buen estudiante. El niño que quería aprender.
Se negaba a creer que todo eso hubiera desaparecido. No. Aún tenía esperanzas de poder invertir el borrado de memoria si conseguía encontrar a Obi- Wan.
—¿En qué estás pensando, Jedi-Gon? —preguntó Guerra con precaución.
 
—Actuaremos mañana. Debemos descubrirlos ante el pueblo, ¿y qué mejor momento para actuar que cuando intentan impresionar al príncipe Beyi? En primer lugar, porque estarán distraídos. Y, en segundo, porque podremos destruir su alianza con el príncipe antes de que ésta empiece.
—Eso es cierto —repuso Paxxi respirando hondo.
—Habrá que abrir los almacenes justo cuando llegue el príncipe —dijo el Caballero Jedi. Se había formado un plan en su mente y lo creía factible— ¿Podrá Kaadi reunir a su gente?
—Sí, así es —dijo Guerra asintiendo.
—Ésa será nuestra distracción. El pueblo correrá a los almacenes. Al Sindicato le entrará el pánico. Habrá caos en las calles e iremos directamente al cuartel general con el aparato anti-registrador. Será entonces cuando les robaremos el tesoro.
—¿A plena luz del día? —preguntó Paxxi—. Eso será peligroso. Y Duenna no podrá ayudarnos entonces.
Qui-Gon clavó la mirada en ellos. Sus ojos azules atravesaron ardientes la habitación.
—¿Estáis conmigo?
Los hermanos se miraron.
—Sí, lo estamos —dijeron al unísono.




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