Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 3. EL PASADO OCULTO -Capítulo 19-

                                 



Después de que Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn son secuestrados hacia el planeta Phindar, se encuentran atrapados en un mundo enloquecido. El Sindicato controla a su gente renovando sus memorias. La única esperanza del planeta se encuentra en una banda de ladrones rebeldes.


Capítulo 19

Oyeron un grito detrás de ellos. Qui-Gon se giró para ver a Duenna en el umbral, con la mano en el corazón.
—Mi querida madre —dijo Guerra, con los ojos anaranjados llenos de lágrimas
—. Nuestra Terra ha muerto.
La mujer se arrodilló junto a su hija. Guerra puso a Terra en sus brazos. Qui-Gon tocó el hombro de su compañero phindiano.
—Debemos irnos, mi buen amigo. Obi-Wan correrá un gran peligro si empieza la batalla. Tu pueblo pensará que se lleva todo el bacta.
Duenna miró a su hijo mientras acunaba a Terra.
—Sí, así es, hijo mío —dijo con mirada clara—. Debes ir. Tu hermana no debe morir en vano.
***
El Caballero Jedi sólo se detuvo para coger el sable láser de su discípulo del mueble de armas que había junto a la puerta. Echaron a correr por las calles en dirección a los almacenes.
Oyeron el tumulto a varias manzanas de distancia. Disparos láser y gritos realzados por lo que parecía un chillido de rabia continuado. Los dos aceleraron el paso.
A medida que se iban acercando se cruzaban con más y más phindianos llevando víveres a manos llenas. Qui-Gon conocía los planes de Kaadi de encargar a algunos hombres que repartiesen comida y medicinas a los enfermos, además de avituallar los hospitales con suministros médicos.
Doblaron la última esquina que conducía a los almacenes y el Jedi vio con un rápido vistazo que tanto Paxxi como Kaadi habían hecho bien su trabajo. Habían entregado armas a los rebeldes, estableciendo una línea de resistencia contra los guardias del Sindicato. Al otro lado de esa línea, los phindianos se pasaban de mano en mano las vituallas que acababan en poder de los hombres encargados de salir corriendo con ellas.
Vio a Paxxi lanzar una granada de protones a un mar de hombres del Sindicato. Kaadi corrió con un electropunzón para atacar a un guardia que intentaba disparar a un corredor cargado de equipos médicos.
Qui-Gon se abrió paso hasta Paxxi.
—¿Has visto a Obi-Wan?
—Igual está junto a la nave —contestó negando con la cabeza.
Fue en ese momento cuando Qui-Gon le vio rodeado de guardias. Baftu estaba a su lado, observando la batalla. El Maestro Jedi se fijó en que su alumno cogía un láser de la cartuchera de un guardia sin que éste lo notara. Envió la Fuerza a su padawan que le miró directamente por encima de la multitud, asintiendo.
 
El Caballero Jedi conectó los dos sables láser. Se extendieron verdes y azules, brillando en el aire gris. El joven Kenobi saltó sobre los hombres del Sindicato y Qui-Gon lanzó al aire el sable láser de su padawan, el cual giró lentamente en el aire, trazando un elegante arco. Obi-Wan alargó el brazo y el pomo del arma cayó en la palma de su mano. Al aterrizar, trazó un círculo cortante contra la primera fila de guardias. Baftu se quedó mirando la escena, congelado por la sorpresa de ver atacar así a los suyos al muchacho que creía el príncipe Beju.
—¡Matadlo! —gritó.
Qui-Gon avanzaba ya para reforzar el ataque de su aprendiz con su propia ofensiva frontal. Conocían los puntos débiles de los guardias y no perdieron el tiempo dirigiendo sus golpes a las túnicas. En vez de eso atacaron cuellos y tobillos, consiguiendo además voltearles los visores blindados para conseguir un blanco más claro que les permitiese inutilizarlos.
La Fuerza les rodeaba, guiándolos, y Obi-Wan sintió su poder mientras combatía el Lado Oscuro de los crueles guardias del Sindicato. Sentía detrás de él la energía buena de los phindianos, apoyándolo. Se aferró a ésta y dejó que le guiara. Sus golpes caían allí donde pretendía que cayeran, mientras evadía el fuego láser con ayuda de la Fuerza, que le decía cuándo debía agacharse, moverse, saltar o bloquear.
El éxito en el combate de los Jedi dio fuerzas a los phindianos que se lanzaron al ataque lanzando gritos de rabia. Qui-Gon vio palidecer a Baftu cuando sus guardias rompieron filas. Guerra fue el primero en llegar, con un láser en una mano y una ballesta de luz en la otra. Tiró de la ballesta y de ella surgió el rayo láser, directo hacia Baftu.
Éste profirió un grito y cogió a uno de sus hombres para usarlo de escudo contra la descarga. A continuación dio media vuelta y echó a correr, perseguido por Guerra.
Obi-Wan saltó sobre un montón de hombres del Sindicato y salió tras Baftu y Guerra. El Maestro Jedi esquivó fácilmente la embestida de una pica de fuerza y giró sobre los talones, buscando a Paxxi con la mirada.
Estaba a su derecha, al lado de Kaadi, rodeados los dos por enemigos armados con electropunzones. Decidió acudir en su ayuda y tras acabar con un guardia que le atacaba, saltó por encima de quien pudiera interponerse en su camino. Al tocar el suelo, empleó su impulso para saltar a un muro medio derruido.
Pero ya era tarde. Un guardia había alcanzado a Paxxi, inutilizándole el brazo y forzándole a soltar el láser. Kaadi acudió en su ayuda justo cuando otro guardia la disparaba.
La descarga alcanzó a Kaadi, derribándola. Paxxi empleó el brazo sano para tirar al guardia el aparato antiregistrador que aún llevaba encima. El disparo láser alcanzó al aparato, haciéndole rebotar y dando al guardia. Qui-Gon entró entonces en el conflicto, sable láser en mano, rematando al guardia antes de enfrentarse al siguiente. Entre Paxxi y él acabaron con el resto de los contrincantes.
 
Paxxi se arrodilló junto a Kaadi.
—No pongas esa cara tan triste —repuso ella débilmente—. Aún estoy viva. El Caballero Jedi le lanzó dos pistolas láser a Paxxi.
—Quédate con ella —le dijo.
A continuación dio media vuelta y echó a correr. Encontró un médico que estaba distribuyendo medicinas y lo envió con Paxxi y Kaadi, antes de encaminarse al espaciopuerto.
Cuando llegó allí, Baftu estaba rodeado de guardias y de androides asesinos. La nave del príncipe Beju también seguía allí, con el bacta a medio cargar. Los guardias protegían a Baftu mientras los phindianos descargaban el bacta de la bodega de la nave en medio de los disparos. Cada vez aparecían más y más rebeldes para unirse a la cadena de hombres que lo descargaban. Guerra y Obi- Wan estaban en medio del conflicto. El Maestro Jedi podía ver el brillo azul del sable láser de su discípulo cortando y golpeando a medida que el muchacho se movía evitando los disparos láser.
Qui-Gon corrió para apoyarle, pero antes de que pudiera dar un solo golpe, Baftu echó a correr de pronto hacia la rampa de la nave.
—¡Intenta escapar! —gritó Guerra, dirigiéndose a continuación a los guardias—.
Ya veis dónde está la lealtad de vuestro jefe... ¡sólo la siente por él mismo!
Baftu dio un traspiés en la rampa. Los guardias se volvieron hacia él y el que estaba más cerca lo agarró, derribándole al suelo. Los dos rodaron rampa abajo.
Guerra corrió hacia ellos y puso la pistola láser contra la cabeza de Baftu.
—Te arresto en nombre del pueblo phindiano —gritó.
—¡Matad al rebelde! —le gritó Baftu a los guardias.
Los guardias del Sindicato intercambiaron miradas y soltaron las armas.
—¡Matadlo! —volvió a gritar Baftu, pero esta vez a los androides asesinos.
Pero los dos Jedi saltaron como un solo hombre desde ambos extremos. Los sables láser brillaron, cortando a los androides como si fueran ramitas.
De pronto, unos motores iónicos rugieron cobrando vida. La nave empezó a moverse.
—El príncipe Beju —dijo Obi-Wan—. Debe haber escapado de la bodega. La nave se elevó en el aire lenta y torpemente.
—Dejad que se vaya —dijo Qui-Gon—. Su destino le espera en otro lugar.
 



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