Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 3. EL PASADO OCULTO -Capítulo 17-

                               



Después de que Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn son secuestrados hacia el planeta Phindar, se encuentran atrapados en un mundo enloquecido. El Sindicato controla a su gente renovando sus memorias. La única esperanza del planeta se encuentra en una banda de ladrones rebeldes.


Capítulo 17

Paxxi y Guerra usaron la señal de emergencia para pedir ayuda a Duenna, pero tras varios minutos de espera, Qui-Gon decidió que deberían prescindir de ella para entrar en el cuartel general del Sindicato.
¿Cómo, Jedi-Gon? —preguntó Guerra—.. ¿Volando la entrada? ¿Creando una distracción?
—Es de esperar que la presencia del príncipe provoque cierta confusión. No todas las cosas se atendrán a la rutina. Nos limitaremos a entrar —dijo el Caballero Jedi, bajando el oscuro visor.
Pasaron junto al primer guardia con un movimiento de cabeza. El segundo fue más difícil. Les pidió el número de orden.
—El príncipe Beju ha cambiado los planes. Quiere cargar primero el bacta.
Baftu nos ha enviado aquí.
—¿Sin número de orden? —preguntó el guardia escéptico.
—Sí, podemos entrar —dijo Qui-Gon, usando la Fuerza con el phindiano.
—Sí, pueden entrar —repitió el guardia, haciéndoles una señal para que pasaran.
Los rayos láser de seguridad de la parte de atrás estaban desconectados, seguramente por la gran cantidad de hombres que entraban y salían. Nadie les dijo nada cuando cruzaron las salas en dirección a la escalera que conducía al piso inferior.
Qui-Gon y sus compañeros llegaron hasta la sala secreta y activaron el mecanismo de apertura de la pared. Se dirigieron rápidamente hacia la puerta de seguridad del tesoro.
—Ahora te toca a ti —le dijo Qui-Gon a Paxxi. Esperaba fervientemente que el aparato funcionase.
Paxxi lo conectó al panel de seguridad. Se escuchó una serie de pitidos electrónicos y, a continuación, presionó el pulgar contra el registro de transferencias. Le siguió un pitido. Entonces la luz se tornó verde y la puerta se abrió.
—¡Ha funcionado, mi buen hermano! —exclamó Guerra. Qui-Gon deseó que su aliado no estuviera tan sorprendido.
La habitación estaba llena de tesoros. Piedras preciosas, especias, monedas, metales raros.
—Necesitamos un transporte —dijo el Jedi—. No podemos sacar todo esto del edificio, así que habrá que esconderlo.
Los hermanos Derida corrieron hasta la escalera para coger los deslizadores que habían aparcado allí. Mientras tanto, Qui-Gon lo colocaba todo en montones.
 
Después lo cargaron todo en los vehículos y los llevaron hasta  el cuarto de suministros. Apenas cabía todo, pero consiguieron cerrar la puerta.
—Ahora debemos ir a los almacenes —dijo el Maestro Jedi.
Paxxi cerró la puerta de seguridad y reinició el registro de transferencias. No tardaron en dejar el cuarto secreto y cerrar de nuevo la pared. Se apresuraron escaleras arriba y salieron por la puerta de atrás.
Al doblar la esquina de la gran mansión, en dirección a la puerta principal, el Caballero levantó una mano.
—Esperad —murmuró.
Estaba llegando el deslizador dorado de Baftu. Éste y Obi-Wan salieron de él, seguidos por los androides asesinos.
—Es preferible dejar que mis guardias carguen la nave —le decía Baftu al muchacho que creía el príncipe—. Lo harán con rapidez y eficiencia, se lo aseguro. Ahora podrá ver el tesoro.
—-Eso me complacerá —replicó Obi-Wan.
—¿Lo ves, Jedi-Gon? —susurró Paxxi—. El plan está funcionando.
—Somos unos hermanos con suerte.
En ese momento salió Terra del cuartel del Sindicato. Empezó a bajar las escaleras. El joven Kenobi se llevó la mano atrás para tirar de la capa y cubrirse el rostro, pero ya era tarde.
—¡Tú no eres el príncipe Beju! —gritó Terra señalándolo con el dedo.




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