Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 3. EL PASADO OCULTO -Capítulo 18-

                                



Después de que Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn son secuestrados hacia el planeta Phindar, se encuentran atrapados en un mundo enloquecido. El Sindicato controla a su gente renovando sus memorias. La única esperanza del planeta se encuentra en una banda de ladrones rebeldes.


Capítulo 18

La mente de Obi-Wan trabajó con rapidez. Terra le había reconocido, pero seguía siendo su palabra contra la de él. Tendría que marcarse un farol.
—¿Quién es ésta que se atreve a desafiarme así? —dijo, volviéndose hacia Baftu.
—Mi asociada, Terra —respondió Baftu, antes de volverse hacia la mujer—.
¿Qué estás diciendo? Tú nunca has visto al príncipe.
—Este hombre es un rebelde —insistió Terra, sacando el láser—. Yo misma ordené su borrado de memoria.
Escondido en las sombras, Qui-Gon se llevó la mano al sable. Paxxi y Guerra sacaron las pistolas láser, dispuestos a luchar. Siguieron el ejemplo del Caballero Jedi, y esperaron a ver lo que hacía Obi-Wan.
—A mí no me incumbe si tengo algún parecido con algún vulgar criminal de vuestro mundo —dijo el joven Kenobi con desdén, antes de mirar con el ceño fruncido a Baftu—. ¿Es un truco para impedirme inspeccionar el tesoro? Ya estoy muy inseguro de esta alianza y...
—No, no —repuso Baftu conciliador—. No escuche a mi asociada. Vamos a la bóveda.
Obi-Wan asintió.
—Os acompañaré —dijo Terra con gesto huraño.
—¿Qué debemos hacer, Jedi-Gon? —susurró Guerra—. Obawan continúa en peligro.
El Caballero Jedi había tomado ya una decisión.
—Paxxi, ve a los almacenes con tu aparato y ábrelos. Debemos seguir con el plan. Contacta con Kaadi y empezad a distribuir armas y comida. Sé que quieres quedarte y ayudar a Obi-Wan, pero esa distracción le será de mucha más ayuda que tu presencia aquí —terminó diciendo, posando una mano en el hombro del phindiano.
Paxxi asintió y se fue.
—Guerra, tú conmigo —dijo Qui-Gon.
Se unieron a la trasera del grupo de guardias y androides que acompañaba a Baftu y Obi-Wan.
—Terra es muy excitable —iba diciendo Baftu a su invitado—. No le haga caso.
—Así que tiene un socio excitable a quien no se le debe hacer caso —dijo Obi- Wan—. Eso no me parece inteligente.
Terra se acercó a ellos. Cuando Baftu se volvió para darle una orden a un androide, ella murmuró al oído de Obi-Wan:
 
—Me da igual lo que crea Baftu, sé que eres un impostor. No sé cómo pudiste resistir el borrado de memoria, pero lo descubriré. Y te mataré en un abrir y cerrar de ojos.
—Que abajo sólo nos acompañen androides —ordenó Baftu con viveza a medida que se acercaban a las escaleras que conducían a los almacenes—. Guardias, quedaos aquí.
Qui-Gon y Guerra esperaron a que hubiera bajado el grupo entero antes de ir tras ellos, procurando siempre mantenerse lejos de su vista.
Baftu activó la pared secreta y entraron en el santuario. Sus perseguidores se quedaron fuera, esperando, mirando por la rendija de la puerta cómo Baftu presionaba la palma de la mano contra el registro de transferencia. La puerta de seguridad se abrió.
Oyeron el grito de asombro de Baftu. Terra entró enseguida.
¿Qué es esto? —exclamó—. ¿Dónde está el tesoro?
Baftu se volvió para mirarla. Su rostro tenía los rasgos deformados por la rabia.
—Ya entiendo por qué estabas contra esta reunión. Y por qué acusaste al príncipe de ser un impostor. ¡Habías robado mi tesoro!
¡Tu tesoro! ¡Es tan mío como tuyo! —dijo Terra furiosa.
—Así que admites que lo has robado —dijo Baftu, con un tono de voz que se había vuelto amenazadoramente grave.
¡Pues claro que no lo he robado yo! —exclamó Terra exasperada—. Aquí está pasando algo, Baftu. Este príncipe es un impostor. Alguien intenta desacreditarme, o desacreditarte a ti... ¡escúchame!
Baftu se volvió e hizo un gesto a los androides asesinos.
Todo sucedió antes de que nadie pudiera moverse, o parpadear siquiera. Los androides asesinos dispararon contra Terra sus láseres incorporados. Ella se quedó un momento inmóvil, con expresión ausente, sin comprender nada.
—Idiota —le dijo a Baftu, antes de caer al suelo.
Baftu pasó por encima de su cuerpo como si fuera una basura tirada en la calle.
Posó la mano en el codo de Obi-Wan.
—Vamos, príncipe Beju. Ya me he ocupado de esa traidora. Sólo es cuestión de tiempo que descubra el sitio dónde escondió el tesoro. No pasa nada. No interferirá en nuestros planes.
Qui-Gon tuvo que empujar a un trastornado Guerra a la habitación contigua. En ella esperaron a que Baftu se fuera con Obi-Wan y su séquito de androides. Pudieron oír cómo se alejaba asegurando a su invitado que no había pasado nada.
Apenas desaparecieron de la vista, el Caballero Jedi y su amigo phindiano corrieron a la cámara secreta. Terra estaba en el umbral de la sala del tesoro.
 
Guerra se arrodilló junto a ella. Puso con mucha ternura uno de sus largos brazos debajo de ella y la levantó para acunarla.
Terra le miró. La luz de sus brillantes ojos se apagaba.
—No me recuerdas —dijo Guerra con voz rota.
Los ojos de Terra se aclararon. Brillaron por un momento, la memoria volvía a ellos.
—Qué va, hermano —dijo con voz queda. Alzó una mano temblorosa y tocó a Guerra en la mejilla—. Qué va.
Sus párpados se cerraron en un aleteo. Rodeó el cuello de su hermano con un brazo, descansó la cabeza contra él y murió.
 




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