Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 7. CAUTIVOS DEL TEMPLO -Capítulo 13-

                                                      



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El Templo Jedi esta bajo ataque. Se hizo un intento de matar Yoda. Un peligroso intruso se ha infiltrado en los Jedi.
Todos estan debajo sospecha, y nadie esta a salvo de daños. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn deben llegar al corazón de la conspiración ... o ver la destrucción del templo, desde adentro.


Capítulo 13

Qui-Gon entró en el dormitorio de Tahl para hablar con ella. Ali-Alann y Garen le siguieron. Obi-Wan seguía sin poder moverse.

Era como si su cuerpo hubiera tomado el control y se negara a escuchar a su mente. Daba igual que intentara mover las piernas con todas sus fuerzas, no se movían. Era algo que no le había pasado nunca, en ninguna batalla. Ni siquiera cuando mataron a Cerasi delante de él.

Las palabras cruzaban rápidamente por su cabeza, como cifras cayendo por una pantalla de datos.

Es culpa mía. Es culpa mía. Bant morirá. Morirá. Xánatos no tendrá piedad. Ella morirá. Y será culpa mía otra vez..

Bant y Cerasi se unieron en su mente. El dolor aullaba dentro de su cuerpo y le tiraba del estómago y de la garganta. No podía deshacerse de él.

La pérdida de Cerasi recorrió su cuerpo como un escalofrío, tan penetrante como el momento en el que vio desaparecer la vida de sus ojos verdes. Se fue para siempre. Durante el resto de sus días, pensaría en ella, la necesitaría, se volvería para decirle algo, pensaría en llamarla...; pero nunca más la tendría a su lado.

Quería tanto a Bant como había querido a Cerasi. ¿Por qué le había hablado con tanta dureza? ¿Cómo había podido sospechar que la persona que le profesaba el cariño más sincero que había conocido conspiraba en su contra? Ella nunca habría intentado ocupar su lugar junto a Qui-Gon. Estaba tan seguro como de que se llamaba Obi-Wan Kenobi. Sus palabras habían surgido de la amargura, del cansancio y de su propia vergüenza. No habían sido sinceras.

Bant siempre decía la verdad. Era una amiga muy valiosa. Y la iba a perder. La perdería para siempre.

Culpa mía.

Si Bant moría, el dolor le destrozaría.

Se inclinó y miró hacia el suelo. Tenía el corazón como si acabara de pelear. Se tragó su pánico, pero no pudo eliminarlo. Seguía trepando por su garganta una y otra vez, ahogándole.

Oyó a alguien que se acercaba hacia él, pero se detuvo. Reconoció los pasos de Qui-Gon.

No. No quiero que me vea así.

Luchó por recobrar la entereza, pero el pánico era demasiado real. El miedo le atenazaba la garganta y agarrotaba sus músculos. No podía moverse.

Vio las botas de Qui-Gon detenerse frente a él. Y entonces, para su sorpresa, el hombre se agachó junto a él y le habló al oído.

No pasa nada, Obi-Wan —dijo Qui-Gon amablemente—. Lo entiendo.

 

Obi-Wan negó con la cabeza. Qui-Gon no podía comprenderlo.

Nunca temas a tus propios sentimientos, Obi-Wan — dijo Qui-Gon —, pueden orientarte si los controlas.

—No..., no puedo —consiguió decir Obi-Wan. Cómo odiaba admitir su debilidad ante Qui-Gon. Pero no podía mentir.

Claro que puedes —dijo Qui-Gon con la misma dulzura—. Yo sé que puedes. Eres un Jedi. Te concentrarás. Encontrarás tu centro de calma. No intentes anular el miedo. No dejes que te aferré. Si dejas que fluya libremente, se irá. Respira.

Obi-Wan respiró. Una pequeña parte del pánico soltó a su presa. Respiró de nuevo y sintió el miedo creciendo en su interior. Esta vez no luchó contra él, sino que lo imaginó moviéndose con su respiración, abandonando su cuerpo lentamente. Sus músculos se relajaron levemente.

Rescataremos a Bant —prosiguió Qui-Gon —. Venceremos a Xánatos y acabaremos con él.

El pánico disminuía, pero no la vergüenza.

Yo le hice daño —lo dijo de forma entrecortada, entre los espasmos del hipo

—. Yo hice que se fuera.

Ah —dijo Qui-Gon —. ¿Fuiste tú el que la enviaste a Xánatos? Hablar con dureza a un amigo está mal, Obi-Wan, y generalmente conduce a una disculpa, pero las palabras no suelen provocar lo que ocurre después. Bant lo sabe. Su secuestro no es culpa tuya, y ella será la primera en decírtelo. Sabía perfectamente que no debía ir sola por los túneles acuáticos.

Obi-Wan siguió con la mirada fija en el suelo. Se aferró a la calma que le inspiraba Qui-Gon como a un salvavidas y se esforzó por encontrarla dentro de sí mismo. Sabía que Qui-Gon estaba ansioso por encontrar a Bant y que no podía esperar para librar al Templo de Xánatos. Aun así, se había agachado a su lado dispuesto a esperar a que se le pasara el pánico.

Quieres volver con los Jedi —continuó Qui-Gon—. Pues bien, sé un Jedi. Éste es el momento. Ahora es exactamente cuando tienes que hacerlo. El peor momento es aquel en el que tienes que acatar el Código. Aleja las dudas y deja que la Fuerza fluya en tu interior.

Obi-Wan alzó la cabeza y su mirada se encontró con la de Qui-Gon. Ahora podía sentir la Fuerza fluir entre ellos, uniéndose y rodeándoles. Y entonces supo que juntos podían vencer a Xánatos. Podía apartar sus dudas y creer.

Qui-Gon apreció el cambio en su rostro.

¿Estás preparado? Obi-Wan asintió.

—Entonces vamos —Qui-Gon se incorporó. Obi-Wan vio que sus piernas se movían perfectamente. La extraña parálisis había desaparecido.

 

¿Qué vamos a hacer? —preguntó Obi-Wan.

Cuando el enemigo ataca por sorpresa, las cosas cambian —dijo Qui-Gon

—, pero si el plan es bueno, no hay razón para abandonarlo.

 




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