Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 7. CAUTIVOS DEL TEMPLO -Capítulo 12-

                                                      



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El Templo Jedi esta bajo ataque. Se hizo un intento de matar Yoda. Un peligroso intruso se ha infiltrado en los Jedi.
Todos estan debajo sospecha, y nadie esta a salvo de daños. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn deben llegar al corazón de la conspiración ... o ver la destrucción del templo, desde adentro.


Capítulo 12

Qui-Gon observó a Obi-Wan. — Obi-Wan, necesito que vayas a los barracones temporales. Escoge a un alumno que sea de tu altura y complexión y vuelve aquí lo más rápido que puedas.

Sin perder tiempo en responder, Obi-Wan salió corriendo del dormitorio de Tahl y se dirigió al túnel de transporte. Llegó al nivel en el que los estudiantes habían instalado los dormitorios y contempló detenidamente a la multitud. Ya sabía a quién escoger. Su amigo Garen Muln no sólo era de su tamaño, sino que merecía toda su confianza.

¡Obi-Wan! ¿Me buscabas? —Bant salió corriendo de un grupo de estudiantes que estaba desenrollando unas mantas.

Obi-Wan siguió buscando por el mar de alumnos.

Busco a alguien que nos ayude a Qui-Gon y a mí — dijo él.

¡Yo puedo hacerlo! —los ojos plateados de Bant brillaron de ansiedad —.

Me encantaría ayudar a Qui-Gon.

Los celos que Obi-Wan había intentado eliminar volvieron a agitarse en su interior. El dolor y la nostalgia que había sentido se tornaron incontrolables. La evidente ansiedad en el rostro de Bant le hizo enfadar aún más.

Ya sé que te encantaría —dijo de forma brutal —. Ya sé que aprovecharías cualquier oportunidad para demostrar a Qui-Gon cuánto vales y lo mucho que te necesita.

El brillo en los ojos de Bant se apagó.

¿Qué quieres decir?

Quiero decir que deseas ser la padawan de Qui-Gon — dijo Obi-Wan de repente —. Es obvio. No paras de intentar impresionarle. Siempre estás revoloteando a su alrededor.

Bant negó con la cabeza.

Pero si yo sólo quiero ayudar.  No quiero ser su padawan. Tú eres su padawan, Obi-Wan.

—No, no lo soy. Ya me lo dejaste claro. Yo le abandoné. Así que quizá te merece más a ti en mi lugar. Los ojos de Bant se nublaron.

Eso no es cierto —susurró ella.

Obi-Wan vio a Garen, le llamó por su nombre y le indicó que se acercara.

—Necesitamos tu ayuda —dijo a Garen cuando se aproximó.

Obi-Wan... —dijo Bant.

—No tengo tiempo para hablar —soltó Obi-Wan bruscamente.

Bant asintió con una expresión profundamente dolida y se marchó rápidamente.

 

¿Qué le has dicho? —le preguntó Garen dando un paso hacia Bant—. Le has hecho daño.

Obi-Wan le agarró por el brazo.

Ahora no tienes tiempo de ir con ella. Qui-Gon te necesita.

Obi-Wan le guió hasta el dormitorio. Se sentía culpable por sus duras palabras.

Pedir la ayuda de Garen delante de Bant fue un desaire malintencionado.

La mirada de desaprobación de Garen le enfadaba y le encendía su sentimiento de culpa. Su amigo guardó silencio mientras subían en el turboascensor hacia el dormitorio de Tahl.

Cuando todo esto termine me disculparé con Bant, pensó Obi-Wan. Me he dejado llevar por los celos. Me he equivocado. Rectificaré.

* * *

La iluminación del pasillo que llevaba a los aposentos de Tahl seguía a media potencia. Obi-Wan vio la figura de Qui-Gon de pie ante la puerta de Tahl, dándoles la espalda.

Qui-Gon, he traído a Garen Muln —le dijo.

El aludido se giró y Obi-Wan vio que se trataba de Ali-Alann.

Lo siento —dijo Obi-Wan —. Creí que eras Qui-Gon. El Maestro Jedi salió al pasillo desde el aposento de

Tahl.

Eso es exactamente lo que tenías que creer. Qui-Gon contempló a Garen.

—Tú servirás —murmuró.

Qui-Gon, es un placer ayudarte, pero me gustaría saber lo que voy a hacer

—dijo Ali-Alann respetuosamente.

—No mucho —respondió Qui-Gon —. Tienes que ser yo un rato, eso es todo.

Y Garen hará de Obi-Wan.

Garen asintió. Tanto él como Ali-Alann habían captado la seriedad de Qui-Gon.

Obi-Wan y yo haremos una grabación de nuestras voces —prosiguió Qui- Gon —. La activarás cuando estés seguro de que el androide de navegación personal de Tahl está cerca. Entonces os pondréis a buscar a los intrusos, pero no los encontrareis.

¿Por qué no? —preguntó Garen.

—Porque los encontraremos nosotros —dijo Qui-Gon apoyando la mano sobre el hombro de Obi-Wan. Sus ojos brillaron intensamente —. Daremos esto por terminado.

La mano de Qui-Gon en su hombro y sus firmes palabras hicieron estremecerse a Obi-Wan. Había sido injusto con Bant. Si Qui-Gon prestaba tanta atención a la chica calamariana, era por su naturaleza bondadosa. No significaba que Qui-Gon

 

quisiera a Bant como padawan en lugar de a Obi-Wan. Lo único que hacía el Maestro era alentar la fuerza y el coraje allí donde la veía.

Obi-Wan se dio cuenta de que no era Bant lo que le separaba de Qui-Gon. Eran los propios sentimientos del Maestro Jedi. Ya lo sabía, pero no quería aceptarlo.

—Tendremos que intercambiar las túnicas —dijo Qui-Gon—. Todo lo que llevéis encima tiene que ser nuestro. No podemos subestimar a Xánatos. El parecido tiene que ser inmejorable.

De repente, Tahl se asomó por la puerta. Sus ojos invidentes se clavaron en Qui-Gon. Su habilidad para localizar a las personas por la voz era excepcional.

Qui-Gon, quizá tengamos un problema —dijo —. Aunque sabe que no tiene permiso para recorrer el Templo, Bant ha desaparecido.

Garen y Obi-Wan se miraron. Ambos sabían la razón por la que Bant se había ido sin permiso.

En ese momento, sonó el intercomunicador de Qui-Gon. Lo activó.

Es un placer saludarte de nuevo, Qui-Gon.

Todos se quedaron helados. El tono de burla de aquella voz profunda dejó claro incluso a Ali-Alann y a Garen que se trataba de Xánatos.

¿Qué quieres? —preguntó Qui-Gon cortante.

Mi transporte —respondió Xánatos en tono suave—. Con el depósito lleno y en la plataforma de despegue del espaciopuerto. Y que nadie me siga.

¿Por qué debería dártelo? —le preguntó Qui-Gon con sorna.

—Mmmm. Interesante pregunta. Quizá porque me he topado con una amiga vuestra en el túnel de agua. Creo que es buena idea que la chica pez se quede conmigo un tiempo. A no ser que tengas algo que objetar.

Obi-Wan supo enseguida a quién se refería Xánatos. Bant. Había secuestrado a Bant.

Qui-Gon apretó tanto el intercomunicador que a Obi-Wan le sorprendió que no lo destrozara. Tahl se agarró al marco de la puerta. Garen dio un paso adelante, como si pudiera extender el brazo y agarrar a Xánatos por el intercomunicador. Obi-Wan fue el único en permanecer quieto. La sangre se le había helado y los músculos se le habían vuelto de piedra.

¿Hacemos el trato? —preguntó Xánatos —. Entregadme mi transporte y yo os devuelvo a la chica. Tenéis quince minutos. Nada más.

¿Cómo sé que tienes a Bant? —preguntó Qui-Gon. Segundos más tarde, una voz firme se oyó al otro lado del intercomunicador.

Qui-Gon, no lo hagas. Estoy bien. No quiero que... La voz de Bant se cortó de repente y el intercomunicador se apagó.

 





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