Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 7. CAUTIVOS DEL TEMPLO -Capítulo 11-

                                                      



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El Templo Jedi esta bajo ataque. Se hizo un intento de matar Yoda. Un peligroso intruso se ha infiltrado en los Jedi.
Todos estan debajo sospecha, y nadie esta a salvo de daños. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn deben llegar al corazón de la conspiración ... o ver la destrucción del templo, desde adentro.


Capítulo 11

Qui-Gon lamentó sus palabras desde el momento en el que las había pronunciado. Su dureza era más una consecuencia de la frustración que le había provocado la huida de Xánatos, que por nada que hubiera dicho Obi-Wan. Sí, el chico había perdido su confianza, pero no era necesario torturarle recordándoselo constantemente. Era un comportamiento impropio de un Jedi.

Ése era su punto débil, pensó Qui-Gon. Él no podía dar el paso para recuperar la confianza perdida. No era culpa de Obi-Wan; era una combinación del pasado de Qui-Gon y su forma de ser. Aunque sintiera conexión con otras personas, le costaba confiar en ellas, pero una vez que depositaba su confianza en alguien, era para siempre. Y si le decepcionaban, no tenía ni idea de cómo recuperarla. Era su problema. No el de Obi-Wan. Tenía que contárselo. El lazo de unión entre Maestro y padawan estaba basado en la confianza absoluta y, aunque sabía que Obi-Wan aún confiaba en él, no estaba seguro de que el sentimiento fuera mutuo. Bajo esas circunstancias no sería justo para Obi-Wan que lo retomara como alumno. Quizá sería mejor que el chico buscara un nuevo Maestro.

Hablaré con él cuando esté seguro de lo que quiero decir.

De repente, las luces del túnel bajaron de intensidad. Obi-Wan y Qui-Gon intercambiaron una mirada preocupada. Un momento después, sonó el intercomunicador de Qui-Gon y se oyó la voz de Tahl.

—Hemos hecho algunas averiguaciones.

Ya me he dado cuenta —dijo Qui-Gon —. Enseguida llegamos.

El Maestro Jedi se volvió hacia Obi-Wan y le habló en un tono suave para enmendar la dureza de antes.

No creo que Tahl esté aliada con Xánatos —dijo—, pero podrías estar en lo cierto respecto a lo del espía. Lo tendré en cuenta.

Obi-Wan asintió. El chico guardaba silencio mientras avanzaban hacia el dormitorio de Tahl.

La Maestra Jedi estaba sentada en su escritorio con un montón de folios en el regazo.

Acabo de hablar con Miro —les dijo—. Ha estado intentando arreglar el sistema de circulación de aire en el ala de los estudiantes mayores. Cuando hizo los retoques necesarios, toda la iluminación del Templo se puso a media potencia. Además, falló el sistema de refrigeración del comedor. Ahora está trabajando en ello.

¿La intensidad de las luces se ha reducido a la mitad en todos los pisos? — preguntó Qui-Gon.

Tahl asintió. Una especie de sonrisa cruzó rápidamente su rostro.

Ahora estamos casi igualados, Qui-Gon. Ambos tenemos que trabajar en la oscuridad.

 

—No tan igualados —dijo Qui-Gon con tono afable—. Sigues siendo más inteligente que yo. Tahl sonrió.

Ésas no son las averiguaciones de las que te he hablado. He encontrado algo sobre la Compañía Minera de Offworld. Toma, lo he imprimido para ti.

Entregó los folios a Qui-Gon.

El Maestro Jedi se quedó mirando las hojas. Había columnas de números y nombres de empresas.

—Tendrás que explicármelo, sabes que no se me dan bien las finanzas galácticas.

Offworld no es tan solvente como aparenta —dijo Tahl golpeando con el dedo en la mesa—. Una operación minera fallida en un planeta inhabitable acabó con sus recursos. Xánatos se negó a aceptar la derrota y siguió perdiendo más y más dinero en la operación. Corre el rumor de que ha acabado con el tesoro de su planeta natal, Telos.

Qui-Gon miró los números, que para él carecían de significado. Las cifras no eran importantes. Lo que sí importaba era el descubrimiento de Tahl. Si Xánatos estaba a punto de arruinarse, quizás atormentaba al Templo por motivos económicos además de personales.

Siempre hay un motivo oculto...

El vértex... —dijo en voz baja.

Claro —susurró Tahl.

Obi-Wan los miró con cara de no entender nada.

Qui-Gon lo pensó un momento. Yoda le había dicho que se trataba de un secreto, pero si Obi-Wan les iba a ayudar tenía que saberlo. Informó a Obi-Wan sobre el acuerdo Jedi para custodiar el vértex.

Nos hemos centrado demasiado en el motivo de la venganza de Xánatos — dijo Qui-Gon—, y él es más complejo que eso. ¿Por qué arriesgarse tanto sólo para obtener una satisfacción personal? Pero destruir el Templo y, además, hacerse con una fortuna tendría mucho más valor para él.

La Cámara del Tesoro está a medio nivel por debajo de la Sala del Consejo

—dijo Tahl —. ¿No es curioso cómo se han ido cerrando las alas una detrás de otra? Ahora todo el mundo está concentrado en el edificio principal. No puede ser accidental.

—Xánatos planea algo —concluyó Qui-Gon —. Quiere acorralarnos para destruirnos más fácilmente, pero ¿cómo? La puerta se abrió y DosJota entró con una bandeja. —He traído su almuerzo, Maestra Tahl —anunció.

No tengo hambre.

Hay un pastel de proteínas, fruta y...

Déjalo por ahí —le ordenó Tahl ausente y pensando en Xánatos.

 

DosJota dejó la bandeja y comenzó a ordenar el escritorio de Tahl.

Sea lo que sea, ocurrirá pronto.

DosJota movió una pila de papeles de un lado al otro del escritorio. Qui-Gon observaba.

—Tahl, ¿podrías enviar a DosJota en busca de Bant? Tenemos que hablar con ella.

Tahl se dio la vuelta hacia Qui-Gon con gesto de sorpresa.

¿Bant?

Qui-Gon habló en tono suspicaz. —Te lo explicaré cuando llegue.

DosJota, por favor, ve a buscar a Bant a los barracones temporales.

Puedo esperar a que termine la comida, Maestra — añadió DosJota.

Ahora —dijo Tahl tajante.

Enseguida vuelvo —dijo DosJota.

En cuanto la puerta se cerró tras el androide, Tahl se volvió hacia Qui-Gon.

¿A qué ha venido eso?

¿Dónde obtuviste a DosJota? —le preguntó Qui-Gon. —Te lo dije, Yoda me lo consiguió —respondió Tahl.

¿Te trajo Yoda en persona el androide? —insistió Qui-Gon. Tahl asintió.

¿Por qué?

Fue a los pocos días de que regresáramos de Melida/Daan —susurró Qui- Gon—. ¿Alguna vez dejaste de tener localizado al androide?

Tahl gruñó.

¿Bromeas? DosJota me sigue a todas partes —dijo, pero, entonces, frunció el ceño—. A excepción del segundo día. Necesitaba que me guiara al ala norte, pero me pasé horas buscándolo. Me dijo que había tenido que asistir a un curso de adoctrinamiento. ¿Adonde quieres llegar, Qui-Gon?

Tahl parecía perdida, pero Obi-Wan sabía lo que Qui-Gon estaba insinuando.

El androide apareció en el momento en que comenzaron los robos —dijo Qui-Gon.

¿Piensas que DosJota es el ladrón? —preguntó Tahl —. Me parece un androide demasiado llamativo.

—No, DosJota no es el ladrón —dijo Qui-Gon. Miró a Obi-Wan —. Pero creo que hemos encontrado a nuestro espía.

—Tendremos que asegurarnos —dijo Obi-Wan —. Si pudiéramos apagar a DosJota durante un tiempo...

 

Podríamos encontrar el transmisor —terminó Qui-Gon—. No podemos dejar que Xánatos sepa que sospechamos de DosJota.

La mente de Tahl trabajaba rápidamente, siguiendo los saltos mentales de Qui- Gon y de Obi-Wan.

¿Cómo podemos apagar a DosJota sin levantar sospechas? Obi-Wan sonrió.

Es fácil. Actúa con naturalidad. Tahl se volvió hacia él.

¿Qué quieres decir, Obi-Wan?

—Es evidente que el androide te agobia —respondió Obi-Wan —. Empieza una pelea y apágalo cuando te hartes. Una sonrisa se dibujó lentamente en el rostro de Tahl. — Ya lo he hecho antes.

Muy inteligente, Obi-Wan —aprobó Qui-Gon —. Hagámoslo cuando vuelva. Al cabo de unos minutos, DosJota regresó.

No he podido localizar a Bant. Si me lo permite, Maestra Tahl, no creo que sea aconsejable que me ausente. Podría necesitar mi ayuda. Por ejemplo, hay unos folios en el suelo a unos centímetros de su pie izquierdo...

Ya lo sé —le cortó Tahl —. Qui-Gon, son para ti. ¿Por qué no te sientas aquí? —dijo señalando una silla. La bandeja que DosJota había traído antes cayó al suelo estrepitosamente. Obi-Wan se abalanzó para recogerla, pero Qui-Gon le detuvo.

¡Su almuerzo! — se apresuró a decir DosJota—, estaba a diez centímetros a su derecha...

¡Ya basta, androide pesado! —exclamó Tahl —. ¡Si no apagas tu activador de voz, yo lo haré por ti!

—Pero no podrá moverse —protestó DosJota.

¡Podré pensar! —gritó Tahl. Se acercó al androide y lo desactivó por completo.

Se hizo el silencio. Tahl sonrió.

¿Te ha parecido natural, Obi-Wan?

Qui-Gon se adelantó y procedió a examinar a DosJota.

Aquí —dijo al cabo de un momento—. Justo en la junta del servomotor pélvico. Un transmisor.

¿Graba y envía simultáneamente? —preguntó Tahl.

Sí —dijo Qui-Gon —. Creo que Xánatos debe tener algún dispositivo que le avisa si la conversación es importante. Puede haber activado varios indicadores de palabras, como mi nombre, el de Yoda, el suyo, el de Bruck..., podría haber incontables indicadores. Así no tiene que escuchar todas las conversaciones..., solo las que le interesan — Qui-Gon examinó el transmisor—. Esta unidad

 

transmite audio y vídeo.

Así que Xánatos ha sabido lo que planeábamos en todo momento —dijo Tahl, arrellanándose en el asiento —. Ha estado vigilando todos nuestros movimientos. Eso son malas noticias.

En absoluto —dijo Qui-Gon despacio—. Ahora no tendremos que darle caza.

Él vendrá derecho a por nosotros.






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