Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 7. CAUTIVOS DEL TEMPLO -Capítulo 7-

                                                     



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El Templo Jedi esta bajo ataque. Se hizo un intento de matar Yoda. Un peligroso intruso se ha infiltrado en los Jedi.
Todos estan debajo sospecha, y nadie esta a salvo de daños. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn deben llegar al corazón de la conspiración ... o ver la destrucción del templo, desde adentro.


Capítulo 7

Obi-Wan se quedó de una pieza ante las palabras de Qui-Gon. — Tengo que ver a Tahl e informarle de todo esto — dijo Qui-Gon —. Quiero que vengas conmigo.

Pero el Consejo...

Es mi investigación —dijo Qui-Gon con firmeza—. Ya te has enfrentado antes a Xánatos. Podrías ser útil. Así que ven.

Obi-Wan siguió a Qui-Gon hasta el pasillo. Caminaba a su lado sintiendo un atisbo de alegría al ver que sus pasos coincidían con su propio ritmo. No sólo podía redimirse ayudando al Templo, sino que iba a trabajar de nuevo con Qui- Gon. Incluso si le confinaban a la investigación más superficial, aceptaría con agrado todo lo que le dieran. Era el primer paso para recuperar la confianza del Consejo.

Cuando llegaron, Tahl estaba comprobando el estado de los equipos de búsqueda. La Maestra les miró con una expresión preocupada en su dulce rostro. Obi-Wan no había vuelto a verla desde Melida/Daan. Tras su rescate había estado enferma, delgada y ojerosa. Ahora, sus extraordinarios ojos a rayas verdes y doradas estaban ciegos, pero brillaban contrastando con el tono oscuro de su piel.

—Todavía nada —dijo ella a modo de saludo—. ¿Quién está contigo, Qui-Gon?

—se detuvo—. Es Obi-Wan, ¿no?

Sí —dijo Obi-Wan indeciso. No sabía cómo reaccionaría ella ante su presencia. Después de todo, para poder volar las torres deflectantes de los Jóvenes, él había robado el transporte que iba a servir para sacarla a ella del planeta. ¿Le guardaría rencor? El alivio recorrió su cuerpo cuando ella sonrió.

Bien, me alegro —hizo una mueca —. Tienes talento para rescatarme. Eso podría ser útil. Yo, me temo, no he tenido suerte.

—Tengo noticias —dijo Qui-Gon con decisión. A continuación describió rápidamente sus sospechas respecto a Xánatos.

Mientras Qui-Gon hablaba, Obi-Wan se dio cuenta de que Tahl dudaba de sus suposiciones. Cuando Qui-Gon estaba terminando, ella comenzó a negar con la cabeza lentamente.

Te estás dejando llevar por la lógica, amigo mío — dijo Tahl.

Es un hecho que Xánatos era conocido por su ingenio técnico —replicó Qui- Gon.

Ella hizo un gesto con la mano. —Como muchos otros en la galaxia.

Ninguno tan bueno como alguien que sea o haya sido un Jedi —señaló Qui- Gon —. Debemos buscar el paradero de Xánatos. Podríamos encontrar pistas.

No dudo de tus conclusiones, Qui-Gon, pero ¿y si te equivocas? Si nos concentramos en un solo sospechoso podríamos perder el tiempo.

 

El indicador luminoso sobre la puerta de Tahl se encendió anunciando un visitante. Al mismo tiempo se oyó un timbre silenciado. Tahl golpeó impaciente el botón de acceso en el teclado de su escritorio. La puerta se deslizó a un lado.

¿Quién es? —preguntó con brusquedad. Obi-Wan comprobó sorprendido que era Siri.

Miro Daroon me dijo que Qui-Gon estaría aquí —dijo Siri—. Obi-Wan me dijo que le contara cualquier cosa extraña que recordara de Bruck.

¿Sí? —preguntó Qui-Gon amablemente —. Cualquier cosa sería útil. Siri dio un paso adelante y entró en la habitación.

Quizá no signifique nada..., pero hace unos meses tuve una conversación muy rara con Bruck. Me habló de su padre.

Obi-Wan y Qui-Gon intercambiaron una mirada de sorpresa. Los escogidos por los Jedi renunciaban a su familia. El Templo se convertía en su hogar. De esa forma, su lealtad no podía ser utilizada ni dividida. Todos se comprometían a una conexión más profunda y duradera, la de la Fuerza. Era muy poco frecuente que un Jedi mencionara, o incluso pensara en sus padres, sobre todo a la edad de Bruck.

Yo no entendía cómo había recibido noticias de su padre o por qué estaba tan interesado en él —continuó Siri —. Le pregunté por qué le había dado por ahí. El Templo es nuestro hogar y los Jedi nuestra familia. Y estos lazos se renuevan cada día. Ahora mismo son lo más fuerte que hay en nuestras vidas. Pero lo raro no era solamente que mencionara a su padre, sino su actitud —añadió Siri en tono dubitativo.

Porque... —le ayudó Tahl.

No me dio la impresión de que necesitara a su padre o quisiera contactar con él de alguna forma. Más bien sólo quería jactarse de él. Bruck descubrió, y no sé cómo porque no me lo dijo, que su padre había llegado a ser alguien poderoso en otro planeta.

¿Qué planeta? —preguntó Tahl—. ¿Lo recuerdas?

Uno que yo no conocía —respondió Siri —. Telos.

Tahl se quedó rígida. Obi-Wan y Qui-Gon volvieron a cruzar sus miradas. Qui- Gon ya tenía su prueba. Telos era el planeta natal de Xánatos.

Pero el Jedi no dio muestras de satisfacción. Sólo parecía inquieto.

Gracias, Siri —dijo Qui-Gon —. Has sido más útil de lo que imaginas.

Me alegra oír eso —Siri miró a Obi-Wan, pero el muchacho no supo si era una mirada de disculpa o de desafío. La joven salió de la habitación con la puerta siseando tras ella.

Bueno, a estas alturas debería haber aprendido a fiarme de ti —dijo Tahl a Qui-Gon. La Maestra Jedi dejó escapar un suspiro largo —. Xánatos.

 

Ahora entiendo el robo de los expedientes de los alumnos —dijo Qui-Gon pensativo—. Todos los cambios familiares se registran en sus archivos. De alguna forma, Xánatos llegó hasta Bruck a través de su padre. Probablemente despertó la curiosidad del chico y le hizo desear el poder. Para ello debió de fomentar la ira y la agresividad de Bruck hasta arrastrarlo al Lado Oscuro. Xánatos le hizo a Bruck lo mismo que su padre le hizo a él —murmuró Qui-Gon.

Y lo más probable es que Xánatos también le enseñara a Bruck cómo ocultar el Lado Oscuro —añadió Obi-Wan.

El Maestro Jedi recordó que Xánatos tenía una asombrosa habilidad para manipular la verdad. Sus modales educados ocultaban malas intenciones. De hecho, había hecho dudar a Obi-Wan sobre Qui-Gon.

Es cierto, Obi-Wan —asintió Qui-Gon —. Bruck recibió lecciones de ocultación. Como pertenecía al grupo de los mayores, tenía más libertad, y eso también le resultó útil.

Así que ahora ya sabemos quién es nuestro intruso —dijo Tahl.

Sugiero que dividamos la investigación en dos partes — dijo Qui-Gon —.

Obi-Wan y yo descubriremos dónde se esconden Xánatos y Bruck.

¡Así que ya estaba dentro! Obi-Wan sintió una oleada de satisfacción.

—Tahl, tú descubre todo lo que puedas sobre Xánatos y la Compañía Minera de Offworld. No habrá mucho, él es muy discreto, pero tu capacidad para la investigación es legendaria. Pon en marcha tu red galáctica.

No tienes por qué halagarme —dijo Tahl con frialdad—. Tampoco pensaba ir a los túneles contigo y Obi-Wan.

Qui-Gon se quedó callado. Obi-Wan pudo ver cómo la preocupación se dibujaba en los rasgos del Maestro Jedi, y no estaba seguro del motivo. Qui-Gon le decía a menudo que no estaba suficientemente conectado con la Fuerza. Algo en la conversación entre los dos amigos había herido a Tahl, y Qui-Gon se acababa de dar cuenta.

Tahl giró la cabeza y casi hizo caer una taza que estaba junto a su codo. Sus reflejos felinos le permitieron cogerla antes de que llegara al suelo. Su rostro se tiñó de rojo.

Entonces, Obi-Wan se dio cuenta de lo que había pasado. Tahl había perdido la vista. En el pasado había sido una excelente guerrera, y ahora debía de sentirse relegada. Pero Qui-Gon estaba en lo cierto. Tahl no podía arrastrarse por los túneles de transporte buscando pistas físicas.

Observó cómo Qui-Gon se acercaba al escritorio de Tahl.

Hay muchas maneras de encontrar pistas, Tahl —dijo Qui-Gon lentamente

—. Una información adecuada puede salvar una misión con mayor seguridad que una batalla.

Tahl asintió. Obi-Wan podía ver el esfuerzo en su rostro. Los dedos de Qui-Gon se posaron en su hombro con una caricia amable.

 

Será un desafío —dijo—. Si hay pistas, estarán ocultas. La Compañía Minera de Offworld está compuesta por una pirámide de empresas ficticias y títulos falsos. Los fondos están cuidadosamente escondidos. Nadie sabe dónde está su cuartel general.

Los ojos de Tahl brillaron.

Hasta ahora —dijo ella.

Obi-Wan captó su nueva determinación. Qui-Gon lo había hecho posible. No se había detenido a hablar de la insatisfacción de Tahl. Primero la consoló de forma indirecta y, después, le impuso un reto para ayudarla.

Tengo tanto que aprender de él, pensó Obi-Wan. Y no sólo sobre batallas, estrategias o la Fuerza, sino sobre el corazón.

La puerta siseó al abrirse y DosJota, el androide de navegación de Tahl, entró en la habitación

Maestra Tahl —dijo el androide —, he vuelto de mis recados. Aquí están los datos extra que me pidió.

Tahl alzó las cejas para hacer saber a Obi-Wan y a Qui-Gon que le había encomendado esa misión a DosJota solamente para quitárselo de encima un rato. El androide de navegación estaba diseñado para ser su asistente, pero, a menudo, era de poca ayuda para una persona que prefería hacerlo todo por sí misma.

—Te dejo con tu tarea —dijo Qui-Gon —. Obi-Wan y yo tenemos trabajo.

Al salir de la habitación casi se chocan con Bant, que se apresuraba a cruzar la puerta abierta.

¡Creo que sé cómo se mueven Bruck y el intruso por el Templo! —exclamó.

 




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