Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 7. CAUTIVOS DEL TEMPLO -Capítulo 19-

                                                       



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El Templo Jedi esta bajo ataque. Se hizo un intento de matar Yoda. Un peligroso intruso se ha infiltrado en los Jedi.
Todos estan debajo sospecha, y nadie esta a salvo de daños. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn deben llegar al corazón de la conspiración ... o ver la destrucción del templo, desde adentro.


Capítulo 19

Mientras corrían por el pasillo, Qui-Gon preguntó cauteloso: — ¿Y Bant?

Está bien —-dijo Obi-Wan brevemente —. Bruck ha muerto.

Un manto de tristeza cubría el rostro de Obi-Wan. Qui-Gon supo que más tarde necesitaría hablar de ello.

Estudié los diagramas del Templo —le dijo Obi-Wan, cambiando de tema mientras doblaban una esquina—. Llegaremos más rápido si atravesamos la infraestructura del edificio.

Obi-Wan saltó hacia delante y abrió un conducto de ventilación de una patada.

Qui-Gon vio que iba descalzo.

Las botas de Garen entorpecían mis movimientos — explicó mientras se introducía en el conducto.

Qui-Gon le siguió. Descendieron por un corto tramo de! conducto de aire y llegaron a una entrada de servicio. Obi-Wan la manipuló, la abrió y subió a través de ella.

Era muy estrecha, pero Qui-Gon lo consiguió. Podía ponerse de pie. Estaban en una pasarela rodeados de maquinaria.

Qui-Gon escuchó un sonido grave y lento.

Los propulsores están encendiéndose —dijo.

Por aquí —Obi-Wan descendió por la pasarela, llegó a una escalera vertical y la bajó. Qui-Gon le seguía de cerca.

La escalera les condujo a una puerta de servicio. Obi-Wan la empujó. Habían bajado diez pisos.

—Hay una escalera trasera a la derecha —dijo Obi-Wan a Qui-Gon mientras corrían uno junto a otro por el pasillo —. Nos llevará al túnel horizontal que se emplea para transportar alimentos desde el comedor a la enfermería.

Llegaron al túnel y Obi-Wan le hizo señas a Qui-Gon para que entrara. Qui-Gon se agazapó en el reducido espacio. Obi-Wan se apretó a su lado. Entonces, sin perder el tiempo, Obi-Wan introdujo los comandos adecuados. En cuestión de segundos, ambos se vieron succionados por el túnel hacia una rampa. Cuando llegaron al final, Obi-Wan pateó una puerta para abrirla.

Salieron a una de las salas de descanso de la enfermería. Qui-Gon sabía que estaban en el mismo piso que el Centro Técnico, pero también sabía que un túnel separaba ambas zonas.

Qui-Gon miró su cronómetro.

Nos queda un minuto —le dijo a Obi-Wan. La cara de Obi-Wan estaba empapada en sudor.

El conducto del gas —se volvió y echó a correr. Qui-Gon le siguió. A través

 

de una ventana pudo ver que un conducto de aire discurría por el túnel.

¿Adonde lleva ese conducto?

—Justo donde nosotros queremos —dijo Obi-Wan agarrando con los dedos una rejilla que daba al túnel y sacándola. La arrojó a un lado y se introdujo en el conducto —. Este es el sistema de conducción para el gas que hace funcionar los congeladores empleados para almacenar los medicamentos.

Qui-Gon se metió como pudo por la abertura. El conducto no era lo suficientemente alto como para permitirles ponerse de pie. El Maestro Jedi siguió a Obi-Wan de cerca mientras se arrastraban a toda velocidad por el túnel.

Obi-Wan, ¿qué pasará si Miro comprueba el funcionamiento del sistema de conducción de gas al activar los conductos de aire? —preguntó Qui-Gon.

Hubo un silencio.

No estoy seguro —respondió Obi-Wan.

Qui-Gon sabía que el gas era tóxico, pero decidió callárselo. No tenía por que contárselo a Obi-Wan. El chico se dio cuenta de que algo pasaba y aceleró la marcha todavía más.

Treinta segundos. Qui-Gon intentó moverse con fluidez y elegancia. Era un hombre corpulento, y no era muy rápido a gatas en un espacio reducido. El Maestro Jedi sintió la Fuerza rodeando a Obi-Wan frente a él. En el reducido espacio, parecía vibrar alrededor de ambos, proporcionándoles fuerza y agilidad.

Qui-Gon vio luz. Se estaban acercando a la rejilla.

Obi-Wan se lanzó como un rayo por la abertura y Qui-Gon le siguió. Miro estaba de pie ante la consola, con los dedos volando por los mandos.

¡Para! —gritaron Obi-Wan y Qui-Gon al unísono.

No actives el sistema de circulación del aire —le advirtió Qui-Gon —. Tiene una bomba.

No parecía posible que la translúcida piel de Miro pudiera palidecer, pero durante un momento brilló como si fuera un fantasma. El técnico apartó las manos de la consola rápidamente.

—Tenemos que encontrar el virus —dijo Qui-Gon, aproximándose a la consola.

Miro introdujo un código y la pantalla azul que les rodeaba se llenó de números y gráficos.

Ya hice una comprobación total antes de apagarlo todo —dijo —. No encontré nada. No hay más programas en el sistema que el mío. ¿Estás seguro de eso, Qui-Gon?

—No —dijo Qui-Gon indeciso—. Xánatos puede haber mentido, pero no podemos correr el riesgo.

Puedo hacer las comprobaciones de nuevo —dijo Miro pulsando botones —.

Quizá me olvidé de algo.

 

Obi-Wan contempló la pantalla azul, intentando descifrar el código del sistema. Qui-Gon se alejó. Sabía que Miro era mucho mejor que él con los sistemas técnicos.

Pero había algo que Qui-Gon podía hacer y que Miro no; entrar en la mente de Xánatos.

Qui-Gon cerró los ojos y recordó la última lucha contra Xánatos en la cornisa. La debilidad de su enemigo era su necesidad de mostrarse fuerte. A menudo, Xánatos hacía comentarios que dejaban entrever a Qui-Gon los diabólicos recovecos de su mente.

Y Xánatos se enorgullecía de su elegancia. Hiciera lo que hiciera, siempre sería retorcido.

Qui-Gon recordó el malvado regocijo que mostraba la expresión de Xánatos. Sí, había algo personal en lo que había hecho. Una bofetada final dedicada a los Jedi.

Aquello que adoras puede destruirte...

Qui-Gon abrió los ojos de par en par.

Miro, ¿dónde está la fuente principal de energía del sistema? —exclamó.

En el núcleo central —respondió Miro. A continuación, atravesó la estancia y abrió una puerta de duracero con un letrero que decía: "Horno de fusión'" —. Aquí.

Qui-Gon atravesó corriendo la puerta y se encontró en una pequeña sala circular. Una pasarela rodeaba el núcleo central y una escalera bajaba hasta él.

Éste es el reactor de fusión —explicó Miro —. Las fuentes de energía están alineadas en formación. Bajan hasta una altura de diez pisos. Estoy haciendo una segunda comprobación de las fuentes de energía, pero no he visto nada la primera vez...

—No —murmuró Qui-Gon —. Ni lo verás. El Maestro Jedi bajó por las escaleras.

No se te ocurra reiniciar el sistema —le gritó a Miro. Qui-Gon no tardó mucho en llegar al núcleo. Lo rodeó despacio, pasando las manos por los distintos cuadrantes y, al cabo de unos segundos, descubrió un compartimento con un letrero que decía: "Acceso al horno de fusión".

Qui-Gon tiró de una palanca y el compartimento se abrió. Escondidos en el interior se encontraban los Cristales de Fuego Sanadores.

Qui-Gon colocó con reverencia los brillantes artefactos en un pliegue de su túnica. Le calentaron la piel de inmediato. A continuación, subió por la escalera hasta Miro y Obi-Wan, que le esperaban ansiosos, y les mostró los Cristales.

Estaban en el horno de fusión —dijo a Miro.

Habrían funcionado como una fuente de acumulación de energía —dijo Miro. La voz le falló ligeramente y se aclaró la garganta—. La energía necesaria para reiniciar el sistema les habría hecho provocar una reacción en cadena. Si hubiera girado la llave...

 

Lo que adoramos nos habría destruido —terminó Qui-Gon.

 





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