Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 6. SENDERO DESCONOCIDO -Capítulo 15-

                                                



Obi-Wan Kenobi ha dejado de ser un Jedi y ha elegido formar parte de la revolución en el planeta Melida/Daan. Su Maestro, Qui-Gon Jinn, ha regresado a Coruscant para atender asuntos urgentes en el Templo Jedi.

Obi-Wan se siente cómodo con sus nuevos amigos, los líderes de la revolución. Juntos han conseguido mucho poder, tal vez demasiado.

Mientras la revolución continúa, los amigos se convierten en enemigos, y el sendero por el que camina Obi-Wan se va volviendo más desconocido.

Qui-Gon ya no está a su lado para ayudarle. Ahora, Obi-Wan está solo.


Capítulo 15

Qui-Gon alertó a los guardias de seguridad para que salieran en busca de Bruck. Ellos podrían rastrear todos los rincones del Templo mejor que él. Después sacó el contenedor del agua y lo arrastró a la orilla. Por lo menos, podrían devolver lo que había sido robado.

Cogió el sable láser de Obi-Wan del departamento aislado. Lo activó y volvió a funcionar al instante, reflejando su luz azul brillante en medio de la oscuridad. Comprobó con alivio que no había sufrido daños. Lo apagó y lo colgó de su cinturón al lado del suyo.

Tahl llevó de vuelta a una enmudecida DosJota a su habitación. La joven se dedicaría a coordinar las acciones desde allí. Qui-Gon fue directamente a la habitación de Bruck.

El chico no estaba allí, por supuesto. Los miembros de seguridad le estaban buscando, pero estaba claro que Bruck no les iba a dar facilidades.

Qui-Gon echó una ojeada al cuarto de Bruck. Si había alguna pista que indicase por qué un chico con un futuro prometedor podía haber hecho una cosa semejante, él no la veía. Sus ropas estaban perfectamente dobladas y su pupitre ordenado. ¿Qué había en el corazón de ese chico? Qui-Gon tocó el sable que lle- vaba en su cinturón. ¿Qué había en el corazón de cualquier chico? ¿Y por qué Yoda pensaba que Qui-Gon era capaz de comprenderlo?

Había defraudado al Templo. La ira de Bruck había estado siempre allí y él no la había visto. Le había ocurrido lo mismo que con Xánatos, su primer padawan, cuya ira también le había pasado desapercibida. Igual que la inquietud de Obi- Wan.

Qui-Gon miró a través de la ventana desganado. El sol ya estaba saliendo. Era el momento de avisar a Yoda. Un miembro del Templo les había traicionado.

Su comunicador empezó a emitir una señal roja. Yoda le estaba llamando.

Parecía ansioso por saber las noticias.

Qui-Gon cogió el turboascensor y se dirigió a la sala de conferencias, donde sabía que Yoda le estaría esperando. Cuando entró en la estancia, el Maestro Jedi estaba solo.

—Así que ya lo sabes —dijo Qui-Gon.

—Bruck nuestro culpable es —dijo Yoda—. Problemático y triste, sí. Por algo más te he llamado, Un mensaje para ti hay.

Qui-Gon miró a Yoda asombrado, pero el Maestro no hizo ningún gesto revelador. Se limitó a activar un holograma.

La imagen de Obi-Wan apareció de repente en la habitación.

Enfadado, Qui-Gon se volvió y comenzó a andar hacia la salida de la habitación.

—No tengo tiempo...

 

La voz de Obi-Wan sonaba débil.

—Cerasi ha muerto.

Las palabras golpearon a Qui-Gon, que se detuvo y se volvió. Entonces pudo ver el dolor en el rostro de su padawan.

—Se vio atrapada en medio de un fuego cruzado entre los Jóvenes y los Mayores.

Qui-Gon sintió que le invadía la pena. Durante el poco tiempo que había estado en Melida/Daan le había cogido cariño a la chica y había entendido por qué Obi- Wan se sentía tan unido a ella. Su muerte era una tragedia.

—Y ahora cada bando culpa al otro de su muerte —continuó Obi-Wan—. Incluso Nield se está preparando para entrar en combate. Los hombres de Wehutti han recuperado las armas. Mi facción se ha disuelto. He perdido el mando y no tengo manera de convencer a los demás de que hay que dejar las armas.

La cara de Obi-Wan reflejaba dolor, pero también algo más. Algo que Qui-Gon había visto otras veces, en rostros marcados por un horrible destino: la incomprensión.

El diminuto holograma de su antiguo padawan estaba de pie, con los brazos caídos a lo largo del cuerpo y con una postura que denotaba desesperación.

—No sé qué hacer —confesó—. Ya no soy un Jedi y, sin embargo, sé lo que un Jedi puede hacer. Y sé que sólo un Jedi puede ayudarme. Qui-Gon, sé que he obrado mal, pero, ¿podrías ayudarme en este momento?

Qui-Gon agarró con fuerza el sable láser de Obi-Wan, que todavía llevaba colgado del cinto, y apretó los dedos alrededor de la empuñadura. Incluso apagado, parecía desprender algún tipo de energía. ¿O era la Fuerza lo que sentía a su alrededor?

La cara pálida de Obi-Wan parpadeó e inmediatamente desapareció. Qui-Gon comprendió en ese momento lo que Yoda y Tahl habían intentado decirle. Él no había sido traicionado por un Jedi, sino por un niño. Un niño abrumado por la pasión y las circunstancias. El chico merecía su comprensión. No, no había una fórmula secreta para lograr entrar en el corazón de un chico.

Quizá todo lo que había que hacer era escuchar.

—Mándale un mensaje a Obi-Wan —le dijo Qui-Gon a Yoda—. Dile que voy en camino.






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