Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 6. SENDERO DESCONOCIDO -Capítulo 19-

                                                 



Obi-Wan Kenobi ha dejado de ser un Jedi y ha elegido formar parte de la revolución en el planeta Melida/Daan. Su Maestro, Qui-Gon Jinn, ha regresado a Coruscant para atender asuntos urgentes en el Templo Jedi.

Obi-Wan se siente cómodo con sus nuevos amigos, los líderes de la revolución. Juntos han conseguido mucho poder, tal vez demasiado.

Mientras la revolución continúa, los amigos se convierten en enemigos, y el sendero por el que camina Obi-Wan se va volviendo más desconocido.

Qui-Gon ya no está a su lado para ayudarle. Ahora, Obi-Wan está solo.


Capítulo 19

Para averiguar cómo habían recuperado los Mayores las armas, Qui-Gon decidió empezar por el sitio más obvio: el almacén donde el Área de Seguridad las había confiscado. Nield había conseguido las suyas allí, pero, ¿podrían los Mayores haber robado sus armas también de allí?

Los dos hombres hicieron el camino hasta el almacén sin decir nada. Qui-Gon se dio cuenta de que había mucho silencio entre ellos, y no era el silencio cómodo que surge entre los amigos. Qui-Gon percibía las emociones que Obi-Wan trataba de ocultar. Entre ellas, la principal era la esperanza de ser perdonado.

Qui-Gon, por supuesto, ya le había perdonado. No estaba seguro de en qué preciso momento había ocurrido; si cuando había escuchado la voz de Obi-Wan contando la noticia de la muerte de Cerasi, o cuando su antiguo padawan le había recibido con esa expresión de esperanza en la cara. Tal vez había sido algo gradual, pero estaba seguro de que ese sentimiento estaba en su corazón.

Qui-Gon no se consideraba un hombre inflexible. Obi-Wan había tomado una decisión impulsiva en el calor de una determinada situación, y era una elección de la que ya se había arrepentido. Eso formaba parte de su proceso de crecimiento.

La cuestión principal no era que le hubiese perdonado. Qui-Gon había dado ya el siguiente paso. ¿Le permitiría a Obi-Wan volver con él si se lo pedía? Creía que no.

De todas formas, pensó Qui-Gon siendo honesto consigo mismo, ese sentimiento podía cambiar. Ya habían cambiado otros en el pasado, así que era mejor esperar y no decir nada. Obi-Wan tenía que responsabilizarse de las consecuencias de su decisión. Y una de estas consecuencias era la incertidumbre.

El almacén estaba desierto, cerrado por el exterior con un fuerte candado. Qui- Gon lo manipuló con su sable láser y, cuando logró abrirlo, empujó la puerta. Había un chico y una chica sentados y hablando en medio de un espacio vacío. Cuando Qui-Gon entró, ambos miraron hacia arriba sorprendidos. Reconocieron a la chica, que era Deila, pero no al chaval, un muchacho de cara regordeta y redonda.

Deila se puso de pie cuando vio a Obi-Wan. Parecía confundida. Desde que Obi-Wan no era ya su jefe no sabía qué hacer. ¿Tenía que seguir respetándole? Volvió a sentarse en la silla. El chico hizo un ademán para levantarse, pero Deila le lanzó una gélida mirada y él se volvió a sentar rápidamente.

Qui-Gon vio que Obi-Wan enrojecía. Antes, esos dos chicos habían sido sus amigos, pero Nield había trazado una línea de combate y, ahora, eran leales a Nield. Qui-Gon se preguntó hasta cuándo y en qué consistiría esa lealtad. ¿Qué hacían allí, sentados en medio de un enorme almacén vacío? Debían de haber entrado por una ventana. ¿Qué estaban ocultando?

—Hola, Deila —dijo Qui-Gon en un tono amistoso—. Me alegro de que estés bien.

Deila asintió fríamente a Qui-Gon.

 

—Me sorprende que estés de vuelta en Melida/Daan.

—Ciertas facciones de Melida/Daan han pedido ayuda Jedi —contestó Qui-Gon

—. He venido para ayudar.

Deila miró a Obi-Wan.

—Creo que sé quién te ha llamado.

—Quedamos muchos que aún tenemos confianza en alcanzar la paz —dijo Obi- Wan—. Como tú la tenías hace tiempo.

Deila se puso colorada.

—Nuestro último objetivo siempre es la paz. ¿Qué quieres?

—Sólo algunas respuestas —dijo Qui-Gon.

—No tengo nada que decirte.

—Todavía no te he preguntado nada.

—Estamos intentando averiguar cómo consiguieron las armas los Jóvenes y los Mayores —dijo Obi-Wan—. ¿Alguien las robó? Obviamente, el almacén ha sido vaciado. —Se giró hacia el chico— ¿Tú qué sabes de eso, Joli?

—No digas nada, Joli —dijo Deila cortante—. No tenemos por qué dar explicaciones a un extraño.

Qui-Gon se agachó para acercarse a Deila y la traspasó con su intensa mirada azul. Podía utilizar la Fuerza con la chica, pero era mejor dejar que se guiara por sus propias emociones. Sentía su incomodidad. Todavía respetaba a Obi-Wan. Podía sentirlo también.

—Sabes que Obi-Wan ha luchado mucho por el planeta Melida/Daan —dijo Qui-Gon—. Derribó cada torre deflectante por ti, y para ello corrió un gran riesgo. Él, Nield y Cerasi diseñaron la estrategia con la que ganasteis la guerra. Luchó a tu lado en esa guerra. Después de lograr la paz volvió a arriesgar su vida para lograr el desarme. Puede que sea un extraño, pero también ha jugado un papel fundamental para salvar tu mundo. Y, ahora, quedándose aquí, continúa arriesgando su vida porque piensa que aún puede ayudar. ¿Por qué no le muestras un poco de respeto?

La fiereza de Deila se esfumó bajo la mirada de Qui-Gon, y la joven empezó a refunfuñar.

—No lo sé.

—Cuando alguien no tiene claras las cosas suele llenar su mente con las ideas de otros. ¿Estás segura de que todo lo que dice Nield es verdad?

Deila miró a Joli. Quizás Qui-Gon había tocado una cuestión que ellos habían estado discutiendo. Joli asintió.

—No —murmuró Deila.

—Entonces, si puedes, ¿contestarás a mis preguntas? Con eso ayudarías a

 

preservar la paz en Melida/Daan.

Deila miró a Obi-Wan y se mordió el labio.

—Por supuesto que quiero contribuir a la causa de la paz.

Qui-Gon señaló a Obi-Wan. — ¿Dónde están las armas? —preguntó Obi-Wan.

—Mawat se llevó la mayor parte —dijo Deila—. Según dijo, se las llevaba a un sitio más seguro. No sé adonde.

— ¿Se encargó él de dar armas a Nield y a los Jóvenes? —preguntó Obi-Wan. Qui-Gon vio que Deila miraba a Joli antes de asentir con la cabeza.

—Él nos explicó que se había enterado de que los Mayores tenían armas. Entonces, Nield le dio permiso. ¿Qué podía hacer yo? Nield es el gobernante principal.

Así que Mawat había conseguido lo que quería. Sabía que Obi-Wan se opondría a utilizar las armas, pero, ¿cómo habían conseguido las armas los Mayores?

La cara redonda de Joli estaba roja. Miró nervioso a Deila.

—Creo que deberíamos decírselo —dijo.

¡Cállate, Joli! —gritó Deila.

¡No quiero volver a luchar en una guerra! —gritó Joli—. ¡Tú dijiste que tampoco! ¿No estamos escondidos aquí por eso?

¿Qué quieres decirnos, Joli? —preguntó Qui-Gon.

—Ese día, Mawat dio armas a los Mayores —estalló Joli.

¿Mawat? —preguntó asombrado Obi-Wan—. Pero, ¿por qué?

—Porque él quería un enfrentamiento —adivinó Qui-Gon—. ¿No es así, Joli? Joli asintió.

—Si había una batalla, Nield sería el responsable. Mawat quería asegurarse de que habría un enfrentamiento. Él..., incluso colocó francotiradores en los tejados para asegurarse de que empezaban a disparar en caso de que Nield y Wehutti no lo hiciesen. Quería la guerra.

—Y, de esa manera, él podría hacerse con el poder —sugirió Qui-Gon.

—Él cree que Nield es débil —dijo Joli, echándose hacia atrás hasta apoyarse en una pared—. Y ahora está planeando otra batalla.

¿Hoy? —preguntó Obi-Wan—. ¿Por eso estáis escondidos? Deila se mordió el labio.

—Ha tratado de reclutarnos, pero nos hemos escondido. No queremos luchar. Especialmente desde que nadie sabe dónde está Nield. Mawat está planeando una acción a gran escala, pero no estamos seguros de cuál es. Actúa por su cuenta. Quiere que yo coloque determinados explosivos. ¡Pero él no puede decidir

 

si empezamos una guerra con los Mayores!

—Creo que tanto Nield como Mawat se han vuelto locos —dijo Joli—. Tenemos paz en nuestro planeta. ¿Por qué no tratamos de conservarla?

—Ésa es una pregunta muy inteligente, Joli —dijo Qui-Gon—. Me encantaría que todos los planetas de la galaxia supieran la respuesta.

***

—Así que uno de los francotiradores mató a Cerasi —dijo Obi-Wan cuando llegaron a la calle. Ahora que sabía esa información, se sentía trastornado—. Ella está muerta por culpa de Mawat. Lo más extraño es que Mawat también quería a Cerasi.

—Lo importante es que Nield no mató a Cerasi —dijo Qui-Gon—. Él necesita saberlo, y también todo lo relacionado con la traición de Mawat. ¿Tienes idea de dónde puede estar Nield?

—Podría decir una docena de sitios —dijo Obi-Wan pensativo—. Los túneles. El parque...

—Pues vamos deprisa —dijo Qui-Gon con el semblante serio—. Nos queda poco tiempo.

Buscó dentro de su capa, agarró el sable láser de Obi-Wan, y se lo ofreció.

—Toma. Tengo la sensación de que vas a necesitarlo.

Obi-Wan agarró con fuerza la empuñadura. Cuando la tocó pudo sentir de nuevo la Fuerza que brotaba a su alrededor.

Se lo colocó en el cinturón, levantó la barbilla y miró directamente a los ojos a Qui-Gon. Por primera vez desde que había llegado no sentía vergüenza.

No le importaba lo que Qui-Gon pensara. Él todavía era un Jedi.






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