Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 6. SENDERO DESCONOCIDO -Capítulo 21-

                                                  



Obi-Wan Kenobi ha dejado de ser un Jedi y ha elegido formar parte de la revolución en el planeta Melida/Daan. Su Maestro, Qui-Gon Jinn, ha regresado a Coruscant para atender asuntos urgentes en el Templo Jedi.

Obi-Wan se siente cómodo con sus nuevos amigos, los líderes de la revolución. Juntos han conseguido mucho poder, tal vez demasiado.

Mientras la revolución continúa, los amigos se convierten en enemigos, y el sendero por el que camina Obi-Wan se va volviendo más desconocido.

Qui-Gon ya no está a su lado para ayudarle. Ahora, Obi-Wan está solo.


Capítulo 21

Qui-Gon esperaba que Obi-Wan hubiese tenido más suerte que él en la búsqueda de Nield. Los túneles estaban vacíos. La mayoría de los Jóvenes ya había encontrado alojamiento en el exterior.

El Maestro Jedi se dirigió a la bóveda donde los Jóvenes habían establecido su cuartel general antes de la guerra. Quizás allí encontrara alguna pista que le indicara dónde localizar a Nield. Se quedó de pie unos momentos en la habitación adyacente, donde Cerasi había dormido con los más pequeños. Nadie había cambiado de sitio sus objetos personales, pero alguien había dejado flores en el lugar donde ella solía dejar su manta cuidadosamente ordenada y su saco de dormir.

Qui-Gon pasó su mano por la manta. Fue conmovedor para él. Cerasi había estado allí la última mañana de su vida.

Notó un pequeño bulto en la manta. Metió su mano entre los pliegues y descubrió un disco con un mensaje en forma de holograma. Qui-Gon insertó el disco en su lector. ¿Habría dejado Cerasi un último mensaje?

Obi-Wan y Nield se lanzaron de lleno al combate. Partían con inferioridad numérica, pero tenían el factor sorpresa a su favor.

Su primer objetivo era evitar que los subordinados de Mawat colocasen los explosivos. Obi-Wan y Nield atacaron con todas sus fuerzas. El sable láser encajaba perfectamente en la mano de Obi-Wan. Lo movía con agilidad y en perfecto equilibrio. Nield atacaba con su espada vibradora, destrozando las cajas de instrumental y reduciéndolas a cenizas. Los Jóvenes de los Basureros abandonaron el material y salieron corriendo.

Obi-Wan y Nield los siguieron y lograron hacerles retroceder hasta el lugar donde Mawat estaba organizando al resto de sus fuerzas. Los dos jóvenes utilizaron la fuente para cubrirse. Su curvado muro de piedra les servía de escudo contra los disparos. Pero no resistirían en esa situación mucho tiempo.

— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Nield a Obi-Wan. Después agachó la cabeza y un disparo láser alcanzó el muro de piedra de la fuente e hizo saltar por los aires pequeños guijarros—. No tengo un arma de fuego, sólo mi espada vibradora.

Obi-Wan asomó la cabeza y, después, volvió a agacharse rápidamente.

—Somos inferiores en número, eso es seguro. Y seguramente Mawat habrá pedido refuerzos.

—Bueno, al menos Mawat no ha volado el mausoleo —dijo Nield con voz preocupada.

—Nos inventaremos algo —contestó Obi-Wan.

En el fondo, no se sentía nada seguro. Obi-Wan deseó que apareciese Qui- Gon. Juntos podrían hacer frente a las fuerzas de Mawat. Con un solo sable láser no podía luchar y, al mismo tiempo, proteger a Nield.

 

De repente, se oyeron disparos láser a sus espaldas. Obi-Wan y Nield se volvieron sorprendidos. Deila, Joli y Roenni se dirigían hacia ellos a la vez que disparaban.

—Pensamos que quizá necesitaríais ayuda —dijo Deila, colocándose a su lado detrás de la pared de piedra—. Roenni ha reclutado a más gente. Van a atacar a los hombres de Mawat por el otro lado.

Nada más terminar de hablar, Deila vio que la mayoría de los Jóvenes se dirigían a la plaza y rodeaban a Mawat. Ahora, al menos, las dos partes estaban igualadas.

— ¡Vamos!—gritó Obi-Wan.

Salieron de detrás de la fuente y corrieron hacia la batalla. Los disparos láser caían a su alrededor, pero Obi-Wan los iba rechazando con su sable láser. Con un sentimiento de honda gratitud, Obi-Wan sintió cómo la Fuerza entraba en él y le guiaba. Se movía sin tener que pensarlo, adivinando de dónde vendría el próximo disparo.

Mawat silbó y, de repente, un escuadrón de los Jóvenes de los Basureros apareció por una esquina y se unió a la lucha. Balanceando el sable láser de un lado a otro, Obi-Wan intentaba llegar a Mawat. Si era capaz de capturarle, quizá la batalla terminaría.

Un miembro de los Jóvenes de los Basureros enfiló a Nield con su arma, pero Obi-Wan reaccionó y le golpeó con el sable en la muñeca. El impacto le produjo una quemadura que hizo que el chaval gritara y cayera de rodillas con la cara pálida del dolor.

Nield y Obi-Wan intercambiaron una mirada de preocupación. Esto era el último error, lo que nunca debería haber pasado. Los Jóvenes estaban luchando entre ellos. Y lo estaban haciendo justo en el lugar donde había muerto Cerasi.

De repente, como si la hubiesen convocado, la voz de Cerasi resonó en el aire.

—Ahora que la guerra ha terminado, he tomado una decisión —dijo con voz fuerte y clara—. No volveré a utilizar un arma. No volveré a luchar en nombre de la paz. Pero puede que hoy muera por eso.

Todos se quedaron paralizados. Obi-Wan sintió que el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho y miró a su alrededor. Vio a Qui-Gon, que estaba de pie al lado de la pared de la fuente. El Jedi llevaba un amplificador de sonido. Los Jóvenes lo habían utilizado en algunas batallas durante la guerra para confundir a los Mayores y hacerles pensar que tenían más armas de las que en realidad estaban utilizando.

El holograma de Cerasi apareció en la fuente. Obi-Wan escuchó susurros a su alrededor. Miró las caras y vio que todas reflejaban sorpresa y tristeza.

Cerasi había tenido contacto con muchos de ellos y les había llegado al corazón. Los Jóvenes habían luchado a su lado, habían sufrido derrotas, habían conseguido victorias y habían sido inspirados por ella. Ahora, ella podía detenerlos

 

para que la escucharan.

—Hacedme un favor, amigos. No construyáis ningún monumento en mi honor, pero tampoco destruyáis ninguno. La historia no está de nuestra parte, pero eso no significa que debamos aniquilarla. No dejéis que nuestro sueño de paz desaparezca. Trabajad para conseguirlo, pero no matéis por él. Ya luchamos en una guerra para conseguir la paz y siempre dijimos que una guerra era ya más que suficiente.

Cerasi esbozó la sonrisa coqueta que Obi-Wan recordaba tan bien.

—No lloréis mucho tiempo por mí. Después de todo, yo sólo quería la paz —se encogió de hombros—. Miradlo de esta manera. Ahora he obtenido la paz eterna.

La imagen de Cerasi desapareció. La plaza no había gozado de su presencia mucho tiempo, pero el eco de su voz, lleno de amor y de razón, permanecía.

Nield bajó el arma y Obi-Wan desactivó su sable láser. Ambos miraron a Mawat, que les respondió con una mirada amenazadora.

Uno a uno, todos los Jóvenes de la plaza bajaron las armas y se volvieron hacia Mawat.

El gesto desafiante desapareció de su cara y Mawat bajó su arma. La última batalla de Zehava había terminado.

 






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