Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 6. SENDERO DESCONOCIDO -Capítulo 20-

                                                 



Obi-Wan Kenobi ha dejado de ser un Jedi y ha elegido formar parte de la revolución en el planeta Melida/Daan. Su Maestro, Qui-Gon Jinn, ha regresado a Coruscant para atender asuntos urgentes en el Templo Jedi.

Obi-Wan se siente cómodo con sus nuevos amigos, los líderes de la revolución. Juntos han conseguido mucho poder, tal vez demasiado.

Mientras la revolución continúa, los amigos se convierten en enemigos, y el sendero por el que camina Obi-Wan se va volviendo más desconocido.

Qui-Gon ya no está a su lado para ayudarle. Ahora, Obi-Wan está solo.


Capítulo 20

Obi-Wan se dirigió al lago Weir, donde Nield había pasado muchos ratos cuando era niño, al edificio del Congreso Unificado y a todos los sitios donde pensaba que podía encontrar al muchacho. De repente, se detuvo y, entonces, supo dónde estaba Nield.

Estaba con Cerasi.

Obi-Wan se apresuró a través de las calles que, extrañamente, tenían un aspecto desértico. ¿Se habrían enterado ya los ciudadanos de Zehava de que una batalla estaba a punto de comenzar? No tenía tiempo para preocuparse por eso.

Obi-Wan llegó a la Sala de la Evidencia. La entrada estaba marcada con disparos láser y con los efectos de los taladradores de piedra. Empujó la puerta y caminó en medio de la oscuridad. Esperó a que sus ojos se acostumbraran a la falta de luz y, después, bajó hacia el pasillo en el que habían colocado la estatua en homenaje a Cerasi.

Nield estaba tendido en el suelo, agarrado a la estatua de Cerasi. A Obi-Wan se le hizo un nudo en la garganta. Toda la ira que había sentido se desvaneció en un momento. Recordó las historias que Cerasi le contaba de la infancia de Nield. Una a una, todas las personas que él había querido habían sido asesinadas; su padre, su madre, sus hermanos y un primo con el que había crecido. Se convirtió en un huérfano sin hogar que no quería ni confiaba en nadie. Hasta que encontró a Cerasi. Si el dolor de Obi-Wan era terrible, el de Nield era aún peor.

En cuanto vio a Obi-Wan se incorporó de un salto.

¿Cómo te atreves a venir aquí? —le espetó.

—Tenía que encontrarte —dijo Obi-Wan—. He descubierto algo que debes saber.

—Nada de lo que puedas decir es algo que yo deba saber —contestó impetuosamente Nield.

—Tú no mataste a Cerasi —dijo Obi-Wan rápidamente.

—Tienes razón. ¡Fuiste tú! —Gritó Nield.

—Nield —continuó Obi-Wan con suavidad—, sabes que yo también la echo de menos. Tú y yo éramos amigos. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me odias tanto?

¡Porque ella está muerta! —aulló Nield.

De repente, el muchacho se abalanzó hacia Obi-Wan y empezó a golpearlo con los puños cerrados en la cabeza y en los hombros. Nield era fuerte y nervioso, pero Obi-Wan también lo era y, además, estaba mejor entrenado. Le resultó fácil defenderse, ponerse detrás de Nield y sujetarle los brazos a la espalda. Nield trató de soltarse.

—No te retuerzas y no te dolerá —le ordenó Obi-Wan, pero Nield continuó moviéndose para tratar de librarse de él—. Escúchame, Nield. Mawat entregó armas a los Mayores.

 

Nield se quedó quieto.

—Él buscaba la guerra —continuó Obi-Wan—. Sí el conflicto empieza y los Jóvenes no ganan, te echará la culpa a ti. Sospecho que puede estar conspirando con los Mayores. Él quiere gobernar Melida/Daan y se aliará con quien haga falta para lograrlo.

—Mawat nunca me traicionaría —dijo Nield. Obi-Wan ignoró el comentario.

—Mawat quería que se produjese un enfrentamiento armado el día que murió Cerasi. Colocó a francotiradores en los tejados. Tenían instrucciones de abrir fuego si tú o Wehutti no lo hacíais. Y ellos dispararon y mataron a Cerasi. No fuiste tú. Ni tampoco Wehutti.

Obi-Wan soltó a Nield, que se volvió y le miró de frente.

—Mawat ha estado presionándome para que nos movilizásemos —dijo Nield de mala gana—. Al principio lo hice, pero después de la muerte de Cerasi... no podía pensar. Apenas podía respirar. Pero me ha ocurrido algo, aquí junto a Cerasi. Me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. ¿Cómo podía desear otra guerra? Y ahora veo que Mawat me estaba presionando.

Obi-Wan escuchó sonidos que procedían del exterior del mausoleo e intercambió una mirada de desconcierto con Nield. Las Salas no tenían ventanas, así que ambos corrieron hacia la entrada principal y miraron a través de los agujeros de las paredes.

Mawat y un grupo de Jóvenes de los Basureros estaban fuera, muy ocupados poniendo algo cerca de los muros.

—Están colocando explosivos —adivinó Obi-Wan—. Van a volar la Sala. Es la forma de provocar a los Mayores. Mawat te echará a ti la culpa, Nield. Todos le creerán. Después de todo, fuiste tú el que propusiste la demolición de las Salas de la Evidencia.

—Tenemos que detenerlos —dijo Nield.

Obi-Wan se dio cuenta de que Nield, inconscientemente, había hablado en plural. Sacó su sable láser y lo activó. Cuando estuvo encendido y vio su pálido reflejo azul, Obi-Wan sintió resurgir el coraje en él.

—Juntos les venceremos —dijo.

Nield asintió y fue a coger su espada vibradora.

—Buena suerte —dijo Obi-Wan. Lentamente, Nield comenzó a sonreír.

—Nosotros no necesitamos suerte.

—Todo el mundo necesita suerte.

—Nosotros no.

 

Nield puso la mano sobre el hombro de Obi-Wan. Su amistad había resurgido de las cenizas. Había una situación de peligro en el exterior y ellos iban a luchar juntos.

Con sus armas en alto, corrieron hacia el exterior para enfrentarse con Mawat.

 





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