Cuando Yoda se comunicó con Obi-Wan en forma de holograma y le dijo que Qui-Gon estaba en camino, el muchacho se sintió exultante. Recuperó la confianza y sintió el primer momento de felicidad desde la muerte de Cerasi.
Pero, inmediatamente, la felicidad se transformó en preocupación. Qui-Gon venía obligado. ¿Trabajar con un Qui-Gon silencioso y desaprobador iba a ser peor que trabajar solo?
Melida/Daan es lo que importa, se dijo a sí mismo con firmeza, tengo que hacer todo lo que esté en mis manos para salvar el planeta que Cerasi tanto quería.
Qui-Gon tardaría varios días en llegar. Mientras tanto, Obi-Wan tenía mucho tiempo de sobra y nada que hacer. Gracias a la amargura de Nield, había sido expulsado de los Jóvenes. Tal vez quedaba alguien que no estaba de acuerdo con las tácticas de Nield, pero eso no significaba que fuera a unirse a Obi-Wan. Nadie se atrevía a contradecir a Nield.
Obi-Wan se sentía como si fuese un fantasma. No se le permitía dormir en los túneles, así que lo hacía donde podía o donde se le hacía de noche. Edificios abandonados, plazas públicas, un parque alumbrado con los focos de varios deslizadores abandonados. La vida giraba a su alrededor, pero él no participaba en ella. Lo único que le retenía en el planeta su apego a la causa de Cerasi.
Su única amiga era Roenni. La chica le buscaba a menudo y le entregaba comida. Le había llevado un equipo de supervivencia con una cuerda brillante, un botiquín y una cálida y ligera manta para las noches frías. Obi-Wan se sentía agradecido por su lealtad, pero también estaba preocupado por si alguien les veía juntos y se lo contaba a Nield.
—Se enfadará mucho —le dijo a Roenni.
Estaban sentados en un pequeño parque que había sido un campo de batalla durante la última guerra, y donde la hierba luchaba por crecer en medio de las zonas de terreno que habían quedado abrasadas. Sólo quedaba un árbol de pie; los demás eran sólo muñones con las ramas y los troncos reducidos a astillas.
Los cálidos ojos marrones de Roenni se volvieron fieros de repente.
—No me importa. Lo que está haciendo está mal. Nield es una buena persona y algún día se dará cuenta. Hasta entonces te protegeré. Igual que tú me protegiste a mí.
—No sé si Nield cambiará de opinión algún día —contestó Obi-Wan, recordando el odio que había visto en su mirada.
—No sabe lo que hace porque está dolido —dijo Roenni tranquilamente—. Sólo tú puedes lograr la paz, Obi-Wan.
—No puedo hacer nada —dijo Obi-Wan derrotado—. No tengo influencia sobre Nield. Ni siquiera me habla.
— ¿Por eso has llamado a tu Jedi? —preguntó Roenni—. ¿Puede él ayudar a
Melida/Daan?
Obi-Wan asintió y tocó su piedra de río.
—Si hay alguien que puede ayudaros es Qui-Gon Jinn.
Obi-Wan seguía confiando plenamente en su Maestro, aunque Qui-Gon hubiese perdido la confianza en él.
***
Por fin amaneció el día de la llegada de Qui-Gon. Obi-Wan había recibido instrucciones para encontrarse con él fuera de las puertas de la ciudad.
Cuando Obi-Wan vio la figura alta y fuerte del Maestro Jedi dirigiéndose hacia él, sintió un escalofrío de alegría. Una sonrisa de alivio se dibujó en su cara.
Pero, a medida que iba reconociendo el rostro inexpresivo de Qui-Gon, la sonrisa se fue desvaneciendo lentamente. Por supuesto, su Maestro, o más bien su antiguo Maestro, no sonreía. Obviamente, ver a un antiguo padawan tenía que llenar de angustia a un Caballero Jedi.
La expresión del rostro de Qui-Gon se relajó y se volvió más neutral. El Jedi asintió a Obi-Wan.
No hubo un saludo. Ni preguntas acerca de su estado de ánimo. Bien. Obi-Wan podía sobrellevarlo. Había pedido ayuda, no amabilidad. Los dos empezaron a andar juntos hacia la ciudad.
Obi-Wan esperaba que Qui-Gon hablase. ¿Por qué no lo hacía? Si pudieran hablar de lo que había sucedido... Si Qui-Gon le diera una oportunidad de explicarse...
En el instante en el que había visto a Qui-Gon se había dado cuenta de algo. Ahora estaba seguro. Quería volver a ser un Jedi. Y no solamente un Jedi, sino el padawan de Qui-Gon Jinn. Quería todo aquello a lo que había renunciado y volver a su vida anterior.
No pertenecía a Melida/Daan. Se había sentido fascinado por una causa. Una causa justa y buena, eso era verdad; pero había otras causas justas en la galaxia por las que también quería luchar. Se dio cuenta de que Cerasi tenía razón. Obi- Wan quería tener otra vida, diferente a la que podía vivir en el planeta Melida/Daan.
Había vuelto a encontrar el camino correcto y eso estaba bien. Y, sin embargo, todavía sentía desesperación. Sólo tenía que mirar a Qui-Gon para entender que el Jedi no le llevaría otra vez con él.
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