Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 9. LA LUCHA POR LA VERDAD -Capítulo 7-

                                                             



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***

La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

***
La mayor parte de la población de Kegan
no quiere tener nada que ver con el resto de la galaxia.
Pero cuando se descubre que allí hay un bebé
que puede albergar un tremendo potencial en la Fuerza, Qui-Gon Jinn, Adi Gallia, y sus aprendices, Obi-Wan y Siri, se ven obligados a visitar el extraño y aislado planeta.

No son bienvenidos.
Nada más llegar Qui-Gon y Adi se encuentran atrapados en una telaraña de engaños,
y Obi-Wan y Siri son capturados y conducidos a una escuela en la que se les dice lo que tienen que pensar, se les prohíbe estar en desacuerdo y el arresto es permanente.

En este planeta,
los Jedi tendrán que luchar por la verdad… aunque nadie quiere enfrentarse a ella.



Capítulo 7

Sigo sin sentir las piernas —susurró Siri. Obi-Wan podía escuchar el miedo en su voz. — Se te pasará —le aseguró él —. Pero dentro de unas horas.

Llevaban viajando un tiempo. Habían dejado atrás la ciudad. Desde su posición en el suelo del deslizador, Obi-Wan podía ver un pedazo de cielo. No había visto más deslizadores a su alrededor durante kilómetros, sólo las copas de los árboles meciéndose con la suave brisa. La temperatura estaba bajando. Quizá se dirigieran a una mayor altitud.

Por fin, los motores redujeron la marcha y el deslizador se detuvo. La puerta de Obi-Wan se abrió y el joven fue arrastrado fuera violentamente. Sus piernas estaban demasiado débiles para sostenerle y se cayó al suelo. Siri fue arrojada a su lado.

Yo pensaba que los niños eran venerados en Kegan — dijo Obi-Wan con la mejilla en el barro.

Alguien le puso la bota sobre la cabeza y su cara se hundió aún más en el barro.

No me respondas. Sabes perfectamente que no ir a clase es un acto criminal en Kegan. Ya eres mayorcito para ser castigado por ello.

¡Pero no somos keganitas! —protestó Siri.

—Ya he oído todas las excusas. Callaos de una vez.

Somos de otro planeta. Estamos de visita —insistió Siri furiosa—. Quita la bota de la cabeza de mi amigo.

La bota abandonó la cabeza de Obi-Wan y se colocó sobre el hombro de Siri.

Claro que sí —dijo el hombre.

Ya basta, pensó Obi-Wan. Intentó levantarse, pero el electropunzón había hecho su trabajo. Sabía que no iba a recuperar la movilidad en los brazos y las piernas al menos en unas horas, y que no iba a poder utilizar su sable láser de forma efectiva hasta pasado ese tiempo. Además, le habían ordenado que no revelara a los keganitas que era un Jedi. Obi-Wan intentó rodar hasta Siri, pero no podía moverse. Contempló impotente cómo aumentaba la presión de la bota sobre el hombro de Siri, hundiendo su cara en el barro.

¿No te he dicho que no me respondas? —preguntó el hombre.

Siri apretó los dientes. Sus intensos ojos azules relampagueaban. Escupió el barro que tenía en la boca, pero no respondió.

¡V-Tarz! —resonó una voz a sus espaldas.

El aludido le quitó la bota a Siri de los hombros. Obi-Wan vio a otro hombre acercándose, que llevaba la misma túnica azul marino de cromotela que V-Tarz.

¿Qué hacen esos estudiantes en el suelo? —preguntó el segundo hombre.

 

Se están resistiendo a la captura —respondió V-Tarz.

No hay necesidad de emplear la fuerza física —dijo el otro hombre—. Ya hemos hablado antes de esto. El Aprendizaje funciona con amor, no con miedo. Llévales a clase.

Obi-Wan fue puesto en pie. El muchacho apretó las rodillas para no caerse. Siri hizo lo mismo.

—Pero nosotros no somos keganitas —protestó Obi-Wan ante el segundo guardia, que parecía más amable —. Estamos de visita.

La mirada oscura del segundo guardia pasó de Obi-Wan a Siri.

—Nadie viene de visita a Kegan. Tres marcas por mentir — se dio la vuelta—.

Llévales a clase.

V-Tarz les amenazó con el electropunzón.

Ya habéis oído a V-Brose. Moveos.

Es el momento de escapar —susurró Siri a Obi-Wan mientras atravesaban tambaleándose el patio, con los músculos como si estuvieran hechos de flan.

¿Bromeas? No duraríamos ni cinco metros —le dijo Obi-Wan entre dientes

—. Tenemos que esperar a que se pase el efecto del electropunzón. Averiguaremos dónde estamos y llamaremos a Qui-Gon y Adi Gallia.

—Tú déjame a V-Tarz cuando salgamos de aquí —farfulló Siri.

Eso no es propio de un Jedi —dijo Obi-Wan con desaprobación—. V-Tarz no es nuestro enemigo, sino un mero obstáculo en nuestra misión.

Ese "obstáculo" acaba de hundir la cara de dos personas indefensas en el barro —respondió Siri —. ¿Qué necesitas para que sea un enemigo, Obi-Wan?

Su conversación se detuvo abruptamente cuando V-Tarz les empujó contra una pared. Unas manos recias cachearon a Obi-Wan. V-Tarz extrajo el sable láser de Obi-Wan y lo contempló.

¿Qué es esto?

Obi-Wan se puso tenso. Por muy débil que estuviera, no podía perder su sable láser sin pelear.

Sólo es un dispositivo para calentar las manos —dijo Siri.

V-Tarz lo volvió a colocar en el cinturón de Obi-Wan. —Entonces no lo necesito.

¿Qué es esto...?

Había encontrado el intercomunicador de Obi-Wan. Lo sacó de su bolsillo y luego cogió el de Siri.

No los vais a necesitar —dijo V-Tarz, levantándolos para verlos —. Parecen nuevos —dijo contemplándolos —. Vuestros padres deben de trabajar en el Círculo Técnico para tener intercomunicadores como éstos —se los metió en el bolsillo con una sonrisa de placer. Obi-Wan temió que lo siguiente que requisara

 

fueran sus electrobinoculares.

Por última vez, cabeza de melón, no somos keganitas —soltó Siri.

V-Tarz levantó el electropunzón. Obi-Wan se puso tenso. Otro golpe dejaría a Siri fuera de combate durante mucho tiempo.

En un saliente sobre ellos descansaba el busto tallado de una mujer de aspecto sereno. Obi-Wan invocó a la Fuerza. El busto se arrastró hasta el borde de la cornisa y cayó. No golpeó a V-Tarz por milímetros y chocó contra el suelo, deshaciéndose en pedacitos de mármol. V-Tarz miró a su alrededor sin poder creerlo.

Una puerta se abrió junto a ellos. Una mujer keganita sacó la cabeza. Tenía el pelo recogido tras las orejas de forma severa y llevaba una túnica marrón lisa sobre unos pantalones negros.

¡V-Tarz! ¿Que pasa? Estoy intentando dar una clase — su mirada cruzó por el busto roto —. ¡Has roto a O-Vieve!

Se ha caído, O-Bin —dijo V-Tarz—. Un desgraciado accidente. Pero aquí tienes dos estudiantes. Vigílalos como sólo tú sabes hacerlo. Son problemáticos.

O-Bin miró con frialdad a Siri y a Obi-Wan. Luego sonrió. Obi-Wan sintió un escalofrío. La sonrisa era tan siniestra como la de O-Rena y V-Haad.

—No tenemos alumnos problemáticos en el Aprendizaje — dijo O-Bin —. Venid.

Con tal de no estar cerca de V-Tarz, Obi-Wan y Siri siguieron a la maestra por la puerta de duracero hacia la clase. El portón resonó al cerrarse y un pestillo automático bloqueó la salida.

Estudiantes vestidos con túnicas grises se sentaban en bancos largos a lo ancho de la habitación, una fila tras otra. Había pequeñas pantallas que se elevaban del suelo hasta la altura de los ojos de los niños. Los alumnos estaban sentados rectos y con las manos a los lados. Lo único que se movió fue sus ojos cuando miraron a Obi-Wan y a Siri.

Creo que ha habido un error —dijo Siri a O-Bin —. No somos keganitas.

Somos...

Obi-Wan oyó unas risitas entre los niños. Un alumno delgado, con una melena rubia que le llegaba por los hombros, le miró con simpatía y volvió los ojos a su pantalla. O-Bin se dio la vuelta y, sonriente, clavó la mirada en las filas. La habitación estaba en completo silencio.

Sentaos —dijo a Siri y Obi-Wan.

Pero no somos... —comenzó a decir Obi-Wan.

Sentaos —la sonrisa no desapareció de su rostro —. Poneos las túnicas de aprendizaje —y les dio dos túnicas.

Obi-Wan y Siri intercambiaron miradas. ¿Deberían seguir resistiéndose o era mejor, de momento, seguir la corriente? Teniendo en cuenta las órdenes de Qui- Gon, Obi-Wan se puso la túnica. Siri hizo lo mismo.

 

El mismo chico delgado se apartó a un lado para hacerles sitio. Obi-Wan y Siri se sentaron. Dos pantallas se izaron frente a ellos.

La maestra les miró, con los dedos posados sobre su datapad.

Nombres, por favor.

Obi-Wan Kenobi —dijo Obi-Wan —. De Coruscant. —Tres marcas por mentir

—dijo O-Bin sonriendo—. Y una más por no decir tu nombre completo.

¡Ése es mi nombre completo! —protestó Obi-Wan.

—Tres marcas por mentir —dijo O-Bin —. Veo que ya tenías tres de antes. Eso son... diez marcas. A ver, ¿Clase? —Las marcas revelan la confusión del Guía Interior

cantaron los alumnos al unísono.

V-Obi está confuso —dijo la maestra, asintiendo —. Su Guía Interior está revuelto. Depende de todos nosotros ayudarle a que contribuya al Bien General.

La clase asintió solemnemente.

¿Hemos venido al Planeta Rarito? —susurró Siri a Obi-Wan.

Dos marcas por hablar. ¿Cómo te llamas? —dijo la maestra a Siri.

Siri...

Una marca por no dar tu nombre completo, O-Siri — dijo la maestra—. Todos tenemos una letra antes de nuestro nombre, que compartimos con otros. Eso demuestra nuestro compromiso con el Bien General. ¿Clase?

Todos somos únicos, pero nadie es mejor que nadie. Eso es el Bien General

—recitó la clase.

Esto es la locura general —murmuró Siri.

—Tres marcas por hablar tras haber sido advertida, O-Siri —dijo O-Bin —.

Volvamos a la lección.

La pantalla de Obi-Wan se puso azul. Aparecieron unas letras.

"VIAJAR AL NÚCLEO INTERIOR ES PELIGROSO. EL PRIMER OBSTÁCULO ES EL SISTEMA DELACRIX."

Obi-Wan frunció el ceño. Conocía el sistema Delacrix. Habían pasado por él de camino a Kegan. Qui-Gon había dicho que era un sistema floreciente con varios planetas en órbita alrededor de tres soles. Todos sus mundos comerciaban en armonía y acababan de unirse al Senado Galáctico.

¿Quién sabe por qué el sistema Delacrix es peligroso? ¿O-Iris?

El sistema Delacrix es peligroso porque está controlado por piratas —dijo una niña pelirroja casi susurrando—. Su tercer sol es una nova perpetua, así que puede derretir los motores de las naves que pasan cerca. Los piratas desvían el tráfico a los bordes exteriores del sol para forzar los aterrizajes.

 

Obi-Wan se quedó mirando a la pequeña totalmente atónito. Todo lo que había dicho era falso.

Observar sin interferir, había dicho Qui-Gon. Si mantenía la boca cerrada, podía aprender.

Justo cuando Obi-Wan decidió mantener la boca cerrada pasara lo que pasara, Siri habló.

¡Pero eso no es verdad! —protestó.

No te he preguntado a ti, O-Siri —dijo O-Bin con severidad —. Si deseas hacer una pregunta, toca la pantalla.

Siri tocó la pantalla.

Los labios de O-Bin estaban tensos cuando sonrió y se volvió hacia ella. —¿Sí, O-Siri?

El sistema Delacrix no está controlado por piratas — dijo Siri.

Eso no es una pregunta —dijo O-Bin. Se puso roja—. Dos marcas.

Y su sol no es una nova perpetua —añadió Siri —. Es un sistema pacífico con un comercio floreciente.

—Tres marcas —la sonrisa de O-Bin era forzada—. Eso hace un total de once marcas. Has superado al cabezota de tu compañero.

Venga, Obi-Wan —murmuró Siri sin mover los labios—. Échame una mano. Obi-Wan suspiró. Tocó su pantalla. — ¿Pregunta, V-Obi?

Delacrix es un sistema seguro y pacífico —dijo Obi-Wan —. Viajar allí no es peligroso. La precaución siempre es necesaria, pero...

¡Cuatro marcas por desobediencia! —chirrió la voz de O-Bin —. No estás contribuyendo al Bien General. Ahora pasaremos al siguiente sistema. Por favor, consultad vuestras pantallas.

Las palabras rodaron por el monitor de Obi-Wan. "EL PLANETA STIEG ES MÁS PELIGROSO."

¿Quién sabe por qué? —preguntó O-Bin, mirando a la clase —. ¿V-Davi? El chico rubio y delgado habló.

Stieg no tiene Gobierno organizado ni sistema legislativo. Las tribus están en una constante guerra civil.

Siri se puso de pie, aún temblando por los efectos del electropunzón.

Un momento. Los stiegfanos son pacíficos y amantes del bien. ¡Y Stieg tiene un sistema de gobierno perfecto!

La cara de O-Bin se puso totalmente roja.

—Gracias por tu contribución, O-Siri, pero eso es mentira.

 

¡Yo no miento!

Obi-Wan quiso agarrar a Siri por la túnica para obligarla a sentarse, pero no podía deshacer todo lo que ya había dicho. Tendría que apoyarla.

Siri tiene razón. Stieg es pacífico —dijo Obi-Wan. O-Bin parecía a punto de explotar. Apretó las manos y entonces sonrió.

—Me lo estáis poniendo difícil para acordarme de la cantidad de marcas que lleváis —dijo en un tono que golpeaba cada palabra de forma monótona—. Me temo que os habéis ganado un castigo mayor. Los dos limpiaréis el comedor de toda la escuela tras la cena.

El estudiante rubio llamado V-Davi les miró comprensivo.

¡Pero qué dices! —replicó Siri —. No tengo que seguir tus normas. ¡No estoy bajo tu autoridad!

Si decidís negaros a vuestro castigo y dañar el Bien General —prosiguió O- Bin —, ningún estudiante comerá hoy.

Cincuenta pares de ojos hambrientos se posaron sobre Obi-Wan y Siri.

¿Os seguís negando? —preguntó O-Bin.

Bajo la túnica, Obi-Wan le dio un codazo a Siri para que se callara. No quería ser responsable de que los estudiantes se quedaran sin comer.

Al ver que no respondían, O-Bin les dio la espalda con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Genial —dijo Siri —. No sólo estamos atrapados, sino que encima tenemos que fregar los platos.

O-Bin no se dio la vuelta.

Cuatro marcas de castigo, O-Siri —dijo dulcemente.






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