Al principio luchó por bloquear la voz. Confía en los Guías para que te muestren el caminó al Bien General. Ellos lo controlan. Lo conocen. Confía en ellos. No te fíes de tus amigos o vecinos.
Entonces se dio cuenta de que no debía luchar contra ello. Eso sólo hacía que la voz fuera más insistente. Utilizó el método Jedi y aceptó. La voz le resbalaba como el agua. No tenía que beberla.
¿Cuánto iba a durar aquello? Parecía que llevaba horas. Podía encontrar su centro de calma. La voz no entraría allí. Sabía que Siri podía hacer lo mismo. No iban a volverse locos escuchando aquella voz monótona y melódica que decía una mentira tras otra.
Pero ¿qué pasaría con Davi?
Finalmente, su Guía le quitó el traje de privación sensorial. Al principio sólo podía parpadear. Los suaves ruidos de la gente y el movimiento al otro lado de la puerta, así como la respiración del Guía, eran estruendosos y molestos. Obi-Wan pensó que era como si acabara de nacer.
— ¿Cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó Obi-Wan.
—Eso no te lo puedo decir —dijo el Guía amablemente—. Es la hora del aseo.
Yo te llevaré si no puedes ver bien todavía. Es normal.
—Puedo ver —los ojos de Obi-Wan se estaban adaptando. Los muros y el suelo grises eran como una extensión de la oscuridad en la que había estado sumergido durante horas.
Caminó junto al Guía por los pasillos, y se cruzaron con un Guía Médico, distinto al que había visto en la superficie hacía tantos días.
No. Hoy. He visto a un Guía Médico hoy.
Se lo dijo a su noción del tiempo. Encontraría la forma de medirlo en su habitación.
No estaré aquí mucho tiempo. Vinimos a por Davi. Le encontraremos y nos iremos de aquí.
Habían ido porque sentían que le debían algo a Davi. Habían ido para ayudar a un amigo. Pensaron que sería fácil rescatarle y salir. Estaban equivocados. No iba a ser fácil.
Obi-Wan se dio cuenta de que había sido impulsivo por su parte. Y en el Templo se había hecho la promesa de no volver a ser impulsivo. Iba a ser precavido.
Quizá fuera la influencia de Siri. Ella siempre estaba lista para saltar, moverse, reaccionar. No debía haberla escuchado.
No escuches a otros. Escucha sólo a los Guías.
Obi-Wan negó con la cabeza, bloqueando el recuerdo de aquella voz.
El Guía le metió en la sala de aseo. Luego le señaló el chorro caliente y el frío, las toallas y una túnica limpia.
—Volveré dentro de tres minutos —dijo.
Obi-Wan sintió la presión del agua templada en su espalda y percibió una conexión repentina con la tierra que estaba sobre él, y con las criaturas vivas y los seres que le rodeaban. Qui-Gon estaba allí. Le estaba buscando.
Él lo sabía. Sintió la conexión fuerte, segura. Estoy aquí, Qui-Gon. Debajo. No dejes de buscar.
En el pasado tuvieron esa conexión, pero se había roto. ¿Le oiría Qui-Gon? ¿Le respondería?
No sintió nada.
Obi-Wan pasó a la ducha fría, se secó y se vistió.
Estaba solo. No podía confiar en nadie. Sólo los Guías eran dignos de confianza...
Obi-Wan se detuvo mientras se abrochaba el cinturón. No había oído esas palabras en la voz de su mente. Las había oído en su propia voz.
El miedo creció en su interior. Le habían afectado en una sola sesión.
Obi-Wan respiró hondo, recordó su formación, se concentró en la calma interior y expulsó el miedo.
No estoy solo, se dijo firmemente. Tengo a Siri. Y confío en ella.
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