Qui-Gon y Adi entraron en su transporte. Adi se puso a los mandos y, mientras encendía el motor, observó con frialdad a los cazas escolta.
— Son tan antiguos que deberían llevarlos al desguace —dijo ella—. No tendremos problemas para despistarlos.
—Esperemos que esos cañones láser sean igual de antiguos — comentó Qui- Gon con suavidad.
La nave se elevó lentamente y se dirigió hacia la atmósfera superior, con los cazas flanqueándola de cerca. Adi era uno de los mejores pilotos que conocía Qui- Gon. Su tiempo de reacción era increíblemente breve, y pilotaba la nave casi por instinto. Si había alguien capaz de despistar a cuatro cazas sin arriesgarse a dañar su nave, ésa era Adi.
Porque había una cosa que era segura: no iban a marcharse de Kegan sin sus padawan.
Qui-Gon había pensado que Adi era demasiado precavida en algunos momentos de la misión. En ese momento se dio cuenta de lo determinada que podía ser.
— ¿Preparado para dar un paseo? —preguntó a Qui-Gon.
Él comprobó que el cinturón de seguridad estaba bien abrochado.
—Preparado.
Con un movimiento hábil, Adi dio la vuelta a la nave, pasando a escasa distancia del caza que tenían al lado. Ella descendió a gran velocidad y dio varias vueltas. Uno de los cazas intentó seguirla y entró en barrena. El piloto intentó estabilizar su nave.
—Ese modelo no tiene la maniobrabilidad de éste —murmuró ella—. Qué pena.
Adi colocó la nave a máxima velocidad y efectuó un giro cerrado a la derecha, llevando la nave al límite de sus capacidades. Un disparo láser de advertencia les pasó rozando, pero Adi ya estaba girando a medida que ascendía, así que el ala no sufrió ningún daño. Pero el otro caza sí. Uno de los motores comenzó a arder.
—Esperaba que pasara eso —murmuró Adi. El segundo caza regresó corriendo al planeta para ser reparado.
Adi cambió de dirección. En lugar de intentar escapar de las dos naves que quedaban, se dirigió hacia ellas. Pensando que iba a estrellarse contra ellos, ambos cazas giraron y dispararon al mismo tiempo.
Adi evitó fácilmente los disparos con unos cuantos giros rápidos. Ahora tenía los cazas bajo ella, todavía girando. Adi aceleró al máximo. Los motores rugieron y enseguida perdió a ambas naves.
—Buen vuelo —le aduló Qui-Gon —. Y yo que pensaba que Yoda te había enviado a esta misión sólo para vigilarme. Quizá sabía que nos harían falta tus
habilidades de pilotaje.
Adi le miró divertida con sus ojos oscuros y almendrados.
—Yoda no me envió para vigilarte. No como tú piensas. Siri y yo somos un equipo nuevo. Yoda quería que ella viera cómo coopera un buen equipo de Maestro y padawan.
— ¿Así que Yoda no nos está vigilando?
—Al contrario. Obi-Wan y tú habéis demostrado vuestra eficiencia. Yoda pensó que Siri también necesitaría aprender a cooperar con otro padawan.
Qui-Gon pensó en ello.
—Creo que yo he aprendido la misma lección —dijo en voz baja. Adi le dedicó una de sus infrecuentes sonrisas.
—Yo también.
Qui-Gon introdujo las coordenadas de la elevada llanura de Kegan y ambos se pusieron cómodos para el corto trayecto. Muy pronto estaban sobrevolando el área. Había niebla sobre el horizonte. Qui-Gon observó primero los monitores y luego contempló el paisaje con su aguda vista. La niebla se abrió y ahí estaba. Un gran recinto rodeado de una elevada muralla de piedra, dentro de la cual se elevaban edificios grandes de cúpulas bajas, así como zonas cultivadas y espacios abiertos.
—La niebla es un buen escondite —dijo Adi—. Aterrizaré fuera del muro, junto a esas rocas.
Tomaron tierra y ocultaron la nave tras un parapeto de rocas y maleza.
Escalaron, cruzaron parte del terreno y treparon por el muro.
La niebla estaba baja y tan espesa que apenas se veía a corta distancia. Qui- Gon y Adi exploraron el recinto, dejando que sus aguzados instintos les dijeran cuándo había Guías cerca. Los dos se movían como sombras entre la niebla.
Subieron al tejado de los edificios y miraron por los tragaluces. Escudriñaron todas las ventanas, pero no vieron nada.
—No están aquí —dijo Adi Gallia—. Quizás estaban aquí y se los llevaron a otro sitio. No hay duda de que O-Vieve y V-Tan ya han dado la alerta. Saben que íbamos a venir aquí. Creo que deberíamos marcharnos y pensar en el siguiente paso. Quizá deberíamos volver a Kegan y ver si Melie y Nen han conseguido algo.
Qui-Gon se detuvo. Levantó la cabeza y cerró los ojos.
Sintió la Fuerza a su alrededor. La invocó, esperando que le dijera si su padawan estaba cerca.
No sintió nada.
—De acuerdo —dijo, no muy convencido—. Vámonos.
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