Fanfic Crossover Las Aventuras de Tintín/Las Aventuras de Jackie Chan: El Imperio Maldito - *Capítulo 18: Tú Eres mi Tío*

          Resumen del cartoon: Tintín, eterno adolescente sin familia conocida, es reportero que en realidad actúa más como aventurero o detective. Viaja por todo el mundo acompañado de su inseparable perro Milú con el propósito de enfrentarse a las fuerzas del mal para proteger a los débiles y a los oprimidos y saciar su inagotable sed de aventuras. A su lado cuenta con el irascible Capitán Haddock, los inefables Hernández y Fernández, el despistado Profesor Tornasol o la celebérrima Bianca Castafiore.




EL IMPERIO MALDITO

El peligro de la eterna oscuridad se cierne sobre la Tierra. ¿Podrán Jackie y sus nuevos amigos evitarlo? Jade es la llave y su destino será pelear a muerte contra su tío.

Género: drama, acción, fantasía, humor, artes marciales, aventuras
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 23 capítulos
Estado: completo
Año de creación: 2006
Escritora: Yu-Chan


*Capítulo 18: Tú Eres mi Tío*


—¡No! ¡Jackie! —desesperado, el Tío cayó de rodillas y se tomó la cabeza
con las manos. Acostumbrados a ganarle a los chicos malos, no podía
creer que esta vez perderían, y no habría una segunda oportunidad—. No
puedo peldel así a mis dos soblinos… ¡Aiiee-yaaaahh! ¡Tío es un
auténtico flacasado!

Tohru observaba a su maestro con los ojos como platos: era la primera
vez que lo veía perder el control de esa manera. Dando un enorme suspiro
de frustración, cerró los ojos con fuerza y descargó un formidable
puñetazo al suelo.

—Jade… Perdóname… —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.

—El Toro Fuerte también es un fracaso… —declaró el luchador enmascarado,
mirándose ambas manos—. Mis vigorosos músculos nada pudieron hacer por
ellos.

—¡Maldición! ¡No podemos rendirnos así! ¡No podemos! ¡Debemos ayudar a
Jackie y a Jade! —el capitán Black, de espalda contra la pared y con
expresión desafiante, golpeó el muro con su puño, clavando su mirada de
halcón sobre sus compañeros.

—¿Y qué podemos hacer? Ni siquiera podemos salir de aquí —replicó el
tembloroso Hernández, siempre abrasado a su amigo.

—Yo aún diría más: nada podremos hacer si no podemos salir de aquí —lo
apoyó el igualmente tembloroso Fernández.

Furioso, Augusto Black los atravesó con una mirada de puñal, asustando
aún más a los dos compañeros detectives, quienes comenzaron a temblar
como si estuvieran en medio del Polo Sur.

—¿Quieren salir de aquí? ¡Pues saldremos! —con paso decidido se dirigió
inmediatamente hacia la puerta de madera maciza y le descargó una de sus
más poderosas patadas, logrando derribarla ante la atónita mirada de
todos. Su furia había logrado un milagro.

—¡Bien hecho, rayos y centellas! ¡Así se hace, cabeza de bola de
boliche! —lo felicitó el excitadísimo capitán Haddock, corriendo hacia
su salvador para darle un fornido abrazo de oso, quitándole al pobre
Black la intención de quejarse por haberlo comparado con una bola de
boliche.

—¡Perfecto! ¡Salgamos de aquí y vamos a darle una buena paliza a ese
desgraciado principito de la oscuridad! ¡El Toro Fuerte será el primero
en hacerlo! ¡Yo le enseñaré a no meterse con mis amigos!

—¡Esperen! —exclamó Ten Aptur, obligándolos a detenerse justo cuando
iban a traspasar el umbral de la puerta.

—¿Qué quieres, cabeza de coco? ¿Por qué nos detienes? —se quejó el
barbudo amigo de Tintín, girando hacia el monje, como todos los demás.

—Sólo quiero saber… ¿Cómo lograrán derrotar al Príncipe de la Oscuridad
cuando él solo es mucho más poderoso que todos nosotros juntos?

Hernández, Fernández y Tohru se miraron entre ellos, dubitativos, pero
tanto los dos capitanes como el Toro Fuerte, se sintieron muy ofendidos
con semejante pregunta.

—¿Qué importa eso, monje cobarde? —replicó el luchador libre—. ¡Con
aplastarle la cabeza con las manos será suficiente!

—¡Aiiee-yaaaahh! ¡Eles un tonto cabeza de cholito! —el viejo chino le
propinó unos de sus tan conocidos golpes de dedos sobre la nuca,
haciéndolo exclamar un gemido de dolor—. ¡El joven monje tiene toda la
lazón! ¡Nosotlos apenas somos unos mosquitos compalados con el glan
podel del Plíncipe de la Osculidad!

—¿Y usted sabe cómo derrotarlo? —Quiso saber el capitán Black mientras
El Toro se sobaba con la mano la adolorida nuca.

—¿Acaso me viste cala de oláculo? Si hubiela sabido cómo delotalo, se
los hablía dicho mucho antes!

—¿Entonces qué haremos, imitación de momia? ¡Tintín morirá desangrado si
no hacemos algo! —se quejó Archivald Haddock.

—De todos modos moriremos todos si no hacemos algo —dijo Black mientras
el marinero era golpeado por los dedos de Tío—. Mejor morir luchando que
encerrados en este lugar.

—Estoy de acuerdo. ¡Vamos a patearle el trasero a ese principito de
pacotilla! —lo apoyó el cabeza dura de El Toro Fuerte, ansioso por
entrar en acción.

—Dónde hay luz, hay oscuridad. Dónde hay oscuridad, hay luz —versó Ten
Aptur—. Si el corazón de la niña albergó la luz, esa luz volverá para
disipar las sombras que invaden tanto su corazón como su mente y logrará
expulsar toda maldad de su alma.

—Puede que lesulte… —murmuró Tío, llevándose la mano hacia el mentón—.
Sólo que aun no sabemos cómo plobocal eso.

—Nosotros no podremos ayudarla con eso —replicó gravemente el monje—.
Ella sola debe encontrar la manera de encontrar la luz, tal y como una
persona quiere alcanzar el Nirvana. Otro no puede hacerlo por uno mismo,
sino uno mismo debe alcanzarlo. Esas fueron las sabias enseñanzas del Buda.

—¡Bah! Son sólo puras tonterías —se quejó El Toro Fuerte.

—Yo creo que tiene razón —dijo Tohru—. Creo que debemos confiar en la
fortaleza del alma de Jade para que vuelva a ser ella misma.

El viejo chino lo miró de reojo.

—¿Estás segulo de eso, Tohlu?

—Yo… —dudó por unos momentos, pero el recuerdo de la tierna y franca
sonrisa de la niña que lo había aceptado como a un amigo lo hizo
decidirse del todo—. Yo confío en que Jade logrará expulsar a los malos
espíritus, sensei.

El anciano sonrió satisfecho y puso los brazos en jarra.

—Yo también opino igual que Tohlu y el joven monje. Debemos tenel fe en
mi soblina.

—¿Entonces no haremos nada, especie de carne seca? —protestó el capitán
Haddock.

—¡NO! —lo golpeó inmediatamente con los dedos—. ¡Si intelvenimos ahola,
molilemos y el esfuelzo de mi soblino selá en vano! ¡Nos quedalemos aquí
hasta que todo mejole!

—¿Y si no mejora? —aventuró Fernández.

—Yo diría más: ¿y si no mejora? —lo apoyó Hernández.

—¡Aiiee-yaaaahh! ¡Mejolalá y punto! ¡Confíen en mis soblinos y los
talismanes! —dicho y hecho, Tío les dio la espalda y se cruzó de brazos
con rostro ceñudo, con la mirada fija en la ventana—. ¡Debemos quedalnos
aquí pol nuestlo bien y el de ellos!

Desconcertados, los demás se miraron entre ellos sin saber muy bien lo
que iban a hacer.

—Creo que debemos quedarnos aquí —terminó diciendo Augusto Black.

—¡Rayos y centellas! —exclamó el capitán Haddock, dejándose caer sobre
el asiento de piedra con los brazos cruzados y el rostro ceñudo.

Entonces, de mala gana, uno a uno ocupó un lugar diferente en la
habitación, algunos mirando a través de la ventana y otros prefiriendo
no ver lo que estaba ocurriendo afuera entre Jackie y Jade, siempre
dudando si la decisión que habían tomado de no intervenir había sido la
correcta.

Mientras tanto, con Jackie Chan desmayado en el centro del carbonizado
cráter, la joven Keya se encontraba disfrutando de su fácil éxito desde
lo alto, contemplando su obra maestra con los brazos cruzados.

—¡Keya! ¡Acaba con él de una vez! —le ordenó Deimono Caronte desde su trono.

—Como usted ordene, mi Señor; pero primero voy a divertirme unos
instantes con él —sus ojos oscuros brillaron llenos de maldad—. Quiero
que sufra antes de morir.

Y diciendo esto, bajó en un instante, posando sus pies justo al lado de
quien había sido su querido tío. Con gran interés y satisfacción, notó
el dolor reflejado en el rostro moreno de su víctima. Sonrió
maliciosamente, aquello iba a ser muy divertido.

Poniendo un pie a cada lado del arqueólogo, la muchacha se arrodilló,
inclinándose lentamente hasta que su rostro se quedó a unos cuantos
centímetros del de él.

Volvió a sonreír maliciosamente.

—Despierta, querido tío —dijo con un suave murmullo.

A Jackie le costó volver en sí, pero la voz de su sobrina abrió una
ventana de luz entre toda la oscuridad que rodeaba su obnubilada mente,
y a duras penas y con un intenso dolor físico, logró entreabrir los ojos
junto con un pequeño gemido de dolor. Grande fue su sorpresa cuando se
percató de lo cerca que estaba de él su pariente.

—¡J-Jade…!

—Silencio —colocó el dedo índice sobre sus labios—. Pronto acabará tu
sufrimiento.

La dura frialdad en aquellas palabras pronunciadas por la que antes
había sido su querida sobrina, impactaron fuertemente sobre el noble
corazón del arqueólogo. Jamás hubiera creído que semejante
insensibilidad anidaba en el alma de la niña.

Sin agregar nada más, Keya se irguió poniéndose de cuclillas,
permaneciendo casi sentada sobre las piernas de Chan, luego, extendió el
brazo derecho con la palma dirigida hacia el rostro de su enemigo y con
la otra mano se tomó el codo derecho mientras esbozaba una malvada
sonrisa asesina.

—Di adiós.

Por instinto, Jackie cerró los ojos con fuerza, esperando la descarga
final. ¿Qué más podía hacer? Estaba tan golpeado y lastimado que ni
siquiera podía mover un dedo, pero lo que más lo abatía era la
definitiva pérdida de su querida sobrina Jade a quien no había podido
salvar. Le había fallado, le había fallado a todos y ahora iba a recibir
lo que se merecía: la muerte a manos de Jade.

Pero los segundos pasaron y nada sucedió, llamándole la atención y
obligándolo a abrir nuevamente los ojos para averiguar lo que estaba
sucediendo.

La llave Keya aún permanecía en la misma posición en que se había
quedado, pero su mirada había cambiado, transformándose de malvada a
morbosamente siniestra, helando el corazón de Jackie Chan y
atemorizándolo como nunca antes lo había estado.

—No —comenzó a decir la joven—. Así es demasiado fácil, quiero que
sufras de verdad entes de destruirte —Volvió a inclinarse sobre él,
siempre sonriente—. Desearás la muerte después de esto, te lo aseguro.

Y para la desagradable y dolorosa sorpresa de Jackie, su propia sobrina
lo tomó por las mejillas con ambas manos y aproximó aún más su rostro al
de él, llegando a entrecruzarse sus alientos. El corazón del arqueólogo
comenzó a latir a una velocidad asombrosa, sudando como nunca antes al
sospechar lo que ella estaba a punto de hacer.

—Ja-de… ¡no…! —suplicó, pero lo único que logró fue que la chica soltara
una suave carcajada de satisfacción.

—Con esto te destruiré, tiito…

—¡No…! —no pudo decir más porque fue silenciado por los fríos labios de
su propia sobrina. El dolor que sintió en ese momento no era nada
comparado con el físico, ¡su Jade! ¡Su querida Jade era quien lo estaba
besando! ¡Aquello era tan terrible que le partía el corazón y
quebrantaba su alma! ¿Por qué tenía que haber ocurrido semejante
desgracia? ¿Por qué el apreciado lazo de cariño y respeto que los unía
como parientes tenía que romperse de esa manera? Toda la inocencia se
había perdido con aquel horrible beso, había perdido a su querida Jade
para siempre.

—Jade…. —tras pronunciar lastimeramente aquel nombre tan querido, los
ojos se le llenaron de lágrimas.

La maliciosa Keya estaba disfrutando como nunca el sentimiento de
provocar aquel dolor tan intenso en el corazón de su presa, pero, cuando
por un instante abrió los ojos, no pudo evitar fijarse en las lágrimas
que comenzaron a resbalar sobre la mejilla del arqueólogo, sorprendiéndola.

Su intención había sido hacerle daño, mucho daño, pero no se había
esperado que con el sólo hecho de verlo llorar iba a trastornarla tanto.

Tan grande fue el impacto, que en un segundo su corazón y su mente se
abrieron hacia su verdadero ser al presenciar el intenso dolor que le
había provocado a su propio tío, su tío Jackie Chan, a quien comenzaba a
reconocer como tal.

Poniéndose de pie, se llevó las manos a la cabeza, emitiendo un terrible
gemido de angustia y dolor al comprender lo que había hecho. Pero lo que
más la aturdía era el feroz combate entre la luz y la oscuridad que se
realizaba en el interior de su ser. Desesperada, fijó los ojos sobre el
suelo, encontrando que varios de los talismanes de Shendu estaban
esparcidos alrededor del hombre que apenas reconocía como a su tío.

—Jade… Los talismanes… —musitó el arqueólogo, abriendo la mano que hasta
ese momento había permanecido herméticamente cerrada a pesar de haber
quedado inconsciente por unos minutos—… Toma los talismanes…, por favor…

La joven pestañeó confundida, algo en el interior de su ser le decía que
allí se encontraba la única salida a su terrible agonía. ¿Por qué le
dolía tanto el haber lastimado emocionalmente a ese hombre? No entendía
por qué no quería verlo sufrir ni tampoco verlo llorar por su culpa.

El dolor en su corazón era tan intenso que le dolía hasta el alma y lo
único que deseaba era quitárselo de encima porque ya no podía soportar
semejante súplica de aquel aparente desconocido parecía ofrecerle la
manera de librarse de semejante dolor. Debía confiar en él, algo le
decía que debía confiar ciegamente en él y sólo así podrían ambos
liberarse de tanta angustia.

Alarmado, el príncipe Deimono Caronte se puso de pie: su hermosa llave
Keya había recogido algunas de aquellas piedras mágicas en medio de su
crisis de identidad. Sintió el impulso de intervenir, pero decidió que
sería mejor confiar en su propio poder oscuro sobre la mente de Jade.
¿Cómo podría una simple niña humana romper el poderoso hechizo de
Deimono Caronte, el príncipe del Imperio Oscuro? ¡Era más que imposible!

Volvió a sentarse, pero no pudo evitar sentirse un tanto preocupado.

Keya contempló largamente los 3 talismanes que había recogido de la mano
de Jackie Chan: eran los talismanes de la Oveja, del Tigre y del
Caballo, pero aún no podía decidirse a utilizarlos, a pesar de que
deseaba hacerlo, el lado oscuro en su corazón la hacía dudar,
ofreciéndole más poder del que nunca antes había soñado. Com semejante
poder, ella podía hacer lo que se le antojara.

Dándose cuenta de que su sobrina había comenzado a dudar, Jackie hizo un
esfuerzo sobrehumano y se puso de pie, mirándola sincera y profundamente
a los ojos.

—Regresa, Jade… por favor… Vuelve conmigo…, con tu tío Jackie…

—Tío… —repitió, y, por un segundo, creyó reconocerlo del todo—. ¿T-tío?

—¡Sí, Jade! ¡Sí! ¡Yo soy tu tío Jackie Chan! —exclamó, intensamente
emocionado. Quiso abrazarla, pero entonces Déimono Caronte se puso de
pie otra vez, entre furioso y decepcionado.

—Tú ya no me sirves, Keya… —declaró alarmantemente—. ¡MUEREEEEEEEEEEEEE!

Y, para el espanto Jackie Chan, el príncipe alzó la palma de la mano en
contra de su sobrina y lanzó un poderoso rayo negro envuelto con
relámpagos rojos, dispuesto a destruirla.

—¡NOOOOOOOOOOOOOOO! —en un segundo se interpuso entre la sorprendida
Keya y el ataque de Caronte, recibiéndolo de lleno y lanzándolo a los
brazos de la atónita joven, quien inmediatamente hincó en el suelo, aún
sosteniendo a su protector entre sus brazos.

—¿Pero porqué lo hiciste?

—T-tú eres Jade, m-mi sobrina… —respondió el moribundo—… y-yo daría mi
vida por ti… A-además… —sonrió tristemente—… s-sería un muy mal día para
mí y te sucediera algo malo…

Finalmente se desvaneció en los brazos de su querida sobrina, quien se
le quedó mirando fijamente con los ojos bien abiertos.

—¿T-tío? —preguntó al fin—. ¿Tío? —Él no respondió, llenándola de
miedo—. ¡! ¡NOOOOOOOOOOOOOOO!



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