Fanfic Crossover Las Aventuras de Tintín/Las Aventuras de Jackie Chan: El Imperio Maldito - *Capítulo 16: Una Contienda Mortal*

         Resumen del cartoon: Tintín, eterno adolescente sin familia conocida, es reportero que en realidad actúa más como aventurero o detective. Viaja por todo el mundo acompañado de su inseparable perro Milú con el propósito de enfrentarse a las fuerzas del mal para proteger a los débiles y a los oprimidos y saciar su inagotable sed de aventuras. A su lado cuenta con el irascible Capitán Haddock, los inefables Hernández y Fernández, el despistado Profesor Tornasol o la celebérrima Bianca Castafiore.




EL IMPERIO MALDITO

El peligro de la eterna oscuridad se cierne sobre la Tierra. ¿Podrán Jackie y sus nuevos amigos evitarlo? Jade es la llave y su destino será pelear a muerte contra su tío.

Género: drama, acción, fantasía, humor, artes marciales, aventuras
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 23 capítulos
Estado: completo
Año de creación: 2006
Escritora: Yu-Chan


*Capítulo 16: Una Contienda Mortal*


—¡Ah! —Jackie saltó hacia atrás con una ágil voltereta para evitar que
la poderosa patada de Jade se incrustara en un costado de su rostro.

—¡Jah! ¿Crees que con ese absurdo truco evitarás mis golpes? —se burló
la joven, e inmediatamente comenzó a descargar una serie de patadas
giratorias, una tras otra sin darle un sólo respiro a su oponente, quien
esquivaba cada ataque con movimientos entre ágiles y graciosos a la vez.

Aunque Jackie Chan era un maestro del kung fu, eso no lo hacía inmune al
dolor físico, pues el brazo dislocado, a cada movimiento que él hacía,
lo torturaba con un dolor cada vez más intenso y, en una de las bruscas
evasivas, el malestar fue tan grande que Jackie trastabilló y cayó
pesadamente al suelo, justo sobre el brazo lastimado, provocando que
exhalara un terrible grito de dolor.

Temblando de pies a cabeza, sudando como nunca antes y respirando con
dificultad, el joven arqueólogo se sentó sobre sus piernas,
sosteniéndose con la otra mano el brazo herido. Agachó la cabeza y
apretó los dientes con fuerza hasta hacerlos castañear en un gran
esfuerzo por soportar el dolor.

—¿Qué pasó? No me digas que esto es todo lo que puedes hacer contra mí,
¿eh? —se burló Keya, observándolo con desprecio y los brazos en jarra—.
¿No quieres que le demos fin a todo esto?

—Jade… —alzó el semblante con la tristeza reflejada en él—… ¿realmente
no me reconoces?

Por toda respuesta, la chica le lanzó un poderoso puñetazo que impactó
fuertemente contra el suelo de piedra, destruyéndolo ante el horror de
Jackie, quien había logrado evitar por muy poco aquel impacto echándose
hacia atrás, quedándose sentado sobre el piso con las piernas separadas
y los ojos bien abiertos, fijados en el puño clavado en el suelo entre
medio de sus piernas.

—Me… me salvé por un pelito de rana calva… —apenas pudo decir, pero una
amenazadora mirada por parte de su sobrina lo petrificó de miedo.

—¡PELEA EN SERIO, MALDITO IDIOTA! —y comenzó a lanzarle otra buena
andanada de puñetazos y patadas que su tío lograba, con gran agilidad,
suerte y audacia, parar con una sola mano y la planta de los pies
mientras se arrastraba hacia atrás echado de espaldas y hablando al
mismo tiempo:

—¡Ja-de-no-de-be-rías-ha-blar-a-sí!

Contrariada, Keya dejó de luchar, permitiendo un descanso momentáneo al
agitado arqueólogo.

Tanto el príncipe Deimono Caronte como su gente y los prisioneros, se
quedaron con la boca abierta, impresionados por la increíble agilidad
del joven Chan.

—¡Ja, ja, ja! ¡Eso es! —gritó el capitán Haddock mientras cerraba el
puño con fuerza.

—¡Sí! ¡Ese Jackie siempre está sorprendiéndome con sus artes marciales!
—sonrió Black, orgulloso de su amigo.

Pero Keya no estaba para nada feliz con el combate. Su contrincante se
negaba a luchar contra ella y para colmo parecía estar muy dispuesto en
hacerla quedar en ridículo frente al público con movimiento bufonescos.

—¡Se acabó! ¡Eso es todo! ¡Tú morirás! —gritó al tiempo que, con una
velocidad asombrosa, descargó un formidable puñetazo en el estómago de
Jackie Chan cuando éste se había puesto de pie, lanzándolo contra la
dura muralla de piedra, en donde rebotó para luego caer pesadamente al
suelo.

—¡Agh! —Jackie se retorció de dolor, abrazándose el estómago destruido,
poniéndose en posición fetal.

Aquel golpe había sido el más fuerte que había recibido en su vida de
aventurero.

—¡NO! ¡JACKIE! —gritó el capitán Augusto Black, aferrándose con
desesperación a los barrotes de la ventana luego de hacer a un lado al
atónito Haddock.

A duras penas nuestro aporreado protagonista se sentó sobre los
tobillos, doblándose sobre sí mismo con la mano en el abdomen mientras
que el otro brazo lastimado permanecía colgando a un costado. Tan fuerte
había sido el golpe que un doloroso acceso de toz lo obligó a escupir la
sangre que se estaba acumulando rápidamente en su estómago.

—Esto va ha doler mañana… —murmuró, tratando de no perder su sentido del
humor a pesar del sufrimiento que le provocaba el verse atacado por su
propia sobrina.

—¡Qué fastidio! ¿Ni siquiera con ese golpe te obligarás a luchar contra
mí? Creo que me equivoqué al elegir a un cobarde como tú para luchar…
¡Bah! Es mejor ponerle punto final a esta pelea, ¡me estoy muriendo del
aburrimiento! —Keya, sintiéndose decepcionada, dio un gran bostezo y
después comenzar a caminar hacia el arqueólogo chino—. Es hora de
ofrecerte en sacrificio a los dioses de la Oscuridad.

A pesar de que Jackie escuchó los pasos de Jade que se dirigían hacia él
con la intención de quitarle la vida, decidió cerrar los ojos con fuerza
y entregarse mansamente a su destino final. ¿Cómo iba a poder luchar a
muerte contra su querida Jade? ¿Cómo iba siquiera hacerle un sólo
rasguño? El hechizo que Deimono Caronte había lanzado contra ella había
sido tan fuerte que había eliminado por completo el verdadero ser de
Jade y había llenado su alma de pura maldad. La pequeña y traviesa niña
jamás iba a volver a ser la de antes, jamás iba a hacerlo rabiar con sus
ocurrencias, que ya nunca iba enseñarle que a veces había que
arriesgarse para ganar ni tampoco iba a demostrarle todo lo que ella era
capaz de hacer por las personas que amaba.

Finalmente había perdido a Jade para siempre, ¿por qué entonces debería
seguir viviendo? Había fracasado como su tutor y debía pagar su error,
aún si eso significaba perder la vida a manos de la personita que tanto
había querido.

—Jade… —susurró amargamente con la cabeza gacha, esperando que la muerte
cayera sobre él en cualquier momento.

—¡No! ¡Jackie se ha dado por vencido! —exclamó el capitán Black,
incrédulo. Nunca había esperado semejante actitud por parte de su viejo
y valiente amigo.

—Él nunca será capaz de lastimar a Jade… —explicó Tohru, agachándose un
poco para poder ver por la pequeña ventana enrejada—, yo tampoco sería
capaz de hacerlo.

—¡AIIEE-YAAHH! ¡NO! ¡JACKIE! ¡NO PUEDES DALTE POL VENCIDO TAN
FÁCILMENTE! —gritó Tío, lanzándose hacia la ventana—. ¡UN CHAN NUNCA SE
LENDILÍA DE ESA MANELA! ¡NI SIQUIELA JADE! ¡DEBES VOLVELA A LA NOLMALIDAD!

—¡Pero yo no soy Jade, Tío! —replicó, golpeando el puño contra el piso,
sintiéndose impotente—. ¡Mi voluntad y mi esperanza se perdieron con
ella! —Cerró el puño con tanta fuerza que se hizo sangre y, hundiéndose
sobre su estómago, las lágrimas comenzaron a bañar su rostro—… Jade…,
perdóname… No tengo idea de cómo salvarte…

—Jackie… —al Tío se le rompió el corazón al ver a su sobrino
completamente derrotado tanto en cuerpo como en alma.

—¡Que el diablo nos lleve! ¡Estamos perdidos, rayos y centellas! —se
quejó el capitán Haddock, volviendo su mirada hacia la desfallecida
figura de su querido amigo que aún yacía sobre altar en la sima de la
pirámide.

"Mi joven amigo —pensó con tristeza—, parece que ésta será nuestra
última aventura…":

Hernández y Fernández estaban abrazados fuertemente entre sí en un
rincón de la celda, llorando a moco tendido y rezando fervorosamente.
"El Toro Fuerte" también se dejó llevar por la desesperanza y se
derrumbó sobre la plataforma de piedra que les servía como asiento,
dedicando sus últimos pensamientos al pequeño Paco, su querido fan
incondicional número uno.

Aunque Jackie estaba preparado para morir a manos de su sobrina, no lo
estaba para lo que lo volvió a la realidad: …los ladridos de un perro.

—¿Eh? —Keya también se sorprendió, deteniendo su paso un tanto perpleja,
mirando hacia el ser que había osado interrumpir su diversión.

—¿Uh? ¿Milóu? —asombradísimo, Jackie Chan parpadeó varias veces al tener
al valiente y fiel fox terrier de Tintín a su lado, ladrándole como si
quisiera darle ánimos.

De todos sus amigos, Milóu había sido el único que no había sido
atrapado por los guardias de Déimono Caronte.

Cuando el inteligente perro blanco se hizo a un lado para mostrarle el
objetivo de su intervención, grande fue la sorpresa del arqueólogo chino
al divisar la mochila de Jade detrás de él.

—¡Los talismanes!

—¡Ni lo intentes! —exclamó la joven, tratando de detenerlo con una
patada voladora, pero Jackie Chan fue más rápido que ella y se lanzó
sobre la bolsa, rodando sobre sí mismo con ella entre sus brazos
mientras Milóu corría hacia la pirámide para ayudar a su moribundo amo.

"¡Tal vez pueda volver a Jade a la normalidad con la ayuda de los 12
talismanes!" —pensó, hincado ante la molesta muchacha, con los ojos
puestos sobre la mochila que reposaba sobre regazo.

—¡Eso es! ¡Bien hecho, mi querido Milóu! ¡Eres digno perro de tu dueño,
rayos y centellas! —Haddock festejó con su habitual entusiasmo, haciendo
a un lado al asombrado capitán Black.

—¡Ahora sí que ese mequetrefe de Jackie Chan pondrá a su malcriada
sobrina en su lugar! —exclamó "El Toro Fuerte".

Con la preciada mochila de Jade en su mano, Jackie se puso de pie
lentamente, con los desafiantes ojos oscuros fijos sobre la que antes
había sido su pariente.

—¿Y bien? ¿Qué piensas hacer son eso, eh? —lo retó Keya, sintiéndose muy
interesada en lo que intentaría hacer aquella peste debilucha.

El arqueólogo sonrió.

—Lo primero que haré será… ¡Utilizar el Talismán del Caballo! —gritó a
la misma vez que sacaba dicho talismán de la bolsa y lo alzaba sobre su
cabeza.



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