Fanfic Crossover Las Aventuras de Tintín/Las Aventuras de Jackie Chan: El Imperio Maldito -Capítulo 8: La Traición de Seikah-

     Resumen del cartoon: Tintín, eterno adolescente sin familia conocida, es reportero que en realidad actúa más como aventurero o detective. Viaja por todo el mundo acompañado de su inseparable perro Milú con el propósito de enfrentarse a las fuerzas del mal para proteger a los débiles y a los oprimidos y saciar su inagotable sed de aventuras. A su lado cuenta con el irascible Capitán Haddock, los inefables Hernández y Fernández, el despistado Profesor Tornasol o la celebérrima Bianca Castafiore.




EL IMPERIO MALDITO

El peligro de la eterna oscuridad se cierne sobre la Tierra. ¿Podrán Jackie y sus nuevos amigos evitarlo? Jade es la llave y su destino será pelear a muerte contra su tío.

Género: drama, acción, fantasía, humor, artes marciales, aventuras
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 23 capítulos
Estado: completo
Año de creación: 2006
Escritora: Yu-Chan



*Capítulo 8: La Traición de Seikah*


Tintín había decidido que Milóu se quedara junto a Jade y al profesor Tornasol, pues el muchacho había considerado que les podría ser de gran ayuda. Aunque su perro no estuviera muy de acuerdo (ya que era tan testarudo como Jade), tenía que hacerle caso a su dueño a pesar de que muy en su interior canino presentía que el joven guía Seikah era un peligro para Tintín y los demás.

Dejando atrás a tres miembros de su expedición, Jackie Chan y los demás comenzaron a ascender nuevamente por la escarpada montaña guiados no solo por Seikah, sin también por el joven monje Ten Aptur, quien junto al guía y el arqueólogo, interpretaban el mapa para encontrar el rumbo exacto hacia la Ciudad de las Sombras.

Ten Aptur era un muchacho sencillo y humilde de unos veinte y pocos años de edad, había entrado al monasterio budista a los cuatro años de edad, y los monjes que allí vivían se habían convertido en su única familia, ya que Ten Aptur había quedado trágicamente huérfano. El joven monje, de rostro amable pero dotado de una buena musculatura producto de su entrenamiento con unos monjes shaolin viajeros, era muy espabilado y diligente.

Durante la corta estadía en el Templo Budista Mahayana, el tío había encontrado un hechizo para mantener alejados a los Moradores de las Tinieblas, todo gracias a unos viejos manuscritos budistas escritos en chino antiguo que un viejo monje le había mostrado. Ahora no tenían por qué preocuparse por ellos durante todo lo que quedaba del viaje.

Mientras subían por el camino apenas imperceptible de aquella rocosa montaña, un tanto cansado de escuchar las quejas de su amigo marinero a causa de la profecía, Tintín se acercó a Jackie, quien iba adelante junto a Seikah y Ten Aptur, para así poder conversar con él.

-¿Crees que todo eso de la profecía sea cierta? –le preguntó.

-Espero que no. No me gustan los problemas –respondió el arqueólogo, quien era mucho más alto que su interlocutor. El joven Tintín resultaba ser el adulto más bajito y joven de todos los expedicionarios.

-Pero a tu sobrina parece que le fascinan –opinó el joven reportero.

-Para mi desgracia… Siempre está metiéndose en graves problemas por culpa de mis "misiones".

-¿De las que te asignan la "Sección 13"? –preguntó con un leve tono se suspicacia en su voz.

-Sí… ¡Ouch! –Jackie le había respondido sin pensar, por eso se quejó al darse cuenta que había caído inocentemente en la trampa de Tintín.

Mientras el joven reportero sonreía pícaramente al haber confirmado sus sospechas, Chan lo contempló por unos momentos.

Comparó a Jade con Tintín, pues ambos eran dados a la aventura y tenían una lucidez e inteligencia privilegiadas, pero, aunque parecían iguales, ambos eran muy diferentes entre sí. Mientras Jade poseía inteligencia mordaz y sagaz, la inteligencia de Tintín parecía ser de una clase curiosa e inquisitiva.

Mientras tanto, en el templo budista, la pequeña Jade Chan contemplaba cada vez más la idea de fugarse de allí y marcharse tras la expedición. La niña se encontraba tumbada en el suelo de un rústico balcón con la espalda apoyada en la gruesa pared. Sus cortos brazos rodeaban sus encogidas rodillas. Ella estaba completamente ensimismada en sus propios pensamientos, contemplándolos profundamente.

/-¿Por qué quisieron que me quedara aquí? /–pensaba muy indignada-. /¿Será porque creen que los estorbo? Ese Tintín seguramente logró convencer a mi tío Jackie para que me quedara en este sitio tan aburrido… ¡Siempre supe que mi tío no tiene carácter! ¿Qué haré? ¿Me iré o no? Realmente no me gustó la manera en que Seikah me miró, odio que me miren con lástima ¿Y por qué no puedo hacer lo que se me dé la gana? ¡Ya soy una chica con mucha experiencia! … ¡Está decidido, tengo que mostrarles a los demás de lo que soy capaz de hacer! /

Y cuando terminó de pensar en todo eso, Jade Chan se puso en pie con una gran determinación brillando es sus rasgados y almendrados ojos negros. Ella no había notado que la piedra del dije que Seikah le había obsequiado se estaba cubriendo poco a poco de un tono oscuro, comparado a lo que le estaba ocurriendo en ese momento al corazón de la inocente niña.

En cuanto dio un paso para marcharse de allí, unos ladridos le llamaron la atención. Era el perro de Tintín: Milú, quien trataba de detenerla mientras le ladraba y se paraba de dos patas sobre la chica. Entonces, la pequeña Jade frunció el entrecejo, puso los brazos en jarra y le dijo en un tono algo molesto:

-¿Por qué quieres detenerme, Milú? Yo sé cuidarme tan bien como tú, es injusto que me aparten de esta aventura sólo porque es un poquitín peligrosa… ¿No piensas igual que yo? ¿Acaso no te diste cuenta que tu amo también te apartó de esto porque también te considera un estorbo?

El pobre perrito fox terrier blanco, quien era un animalillo muy entendido, se sentó en el suelo y se puso muy serio, pues no quería creer que su amo Tintín lo hubiera dejado allí porque lo veía como un estorbo. Ellos dos habían permanecido siempre juntos en las buenas y en las malas. ¡Hasta habían viajado juntos a la Luna! Pero, viéndolo de otra manera, allí no habían corrido tanto peligro como ahora.

-… Vamos, Milú… -propuso dulcemente la niña mientras se ponía en cuclillas y acariciaba al can en la cabeza-, ¿no estás cansado de que siempre tengas que hacer lo que te dicen los demás? ¡Arriésgate y vamos tras ellos! ¡Demostrémosles lo mucho que valemos! ¡¡Vivamos la vida!!

-¡Guau! ¡Guaauuuuuuu! –respondió Milú muy emocionado con la idea. Acompañaría a Jade en aquella travesía, total, se suponía que Tintín lo había dejado allí para hacerle compañía a Jade, y yéndose con ella, no estaría rompiendo su misión.

La pícara niña se puso de pie, y mientras se cargaba otra vez con su mochila, le hizo un gesto con la cabeza a Milú, como si lo estuviera invitando a que la siguiera.

-Vamos, Milú, tenemos que irnos antes de que se separen más y más de nosotros, sino, será imposible alcanzarlos.

El perro alvino ladró a modo de respuesta afirmativa, pero en cuanto apenas dieron unos pasos hacia las escaleras de helada piedra, el profesor Silvestre Tornasol, quien había subido por ellas, se dio frente a frente con la niña y el perro.

Como siempre, el profesor Tornasol llevaba frente a sí mismo su inseparable péndulo, que lo tenía sujeto con su mano derecha.

Luego de unos segundos de silencio mirándose entre sí, fue el hombre quien habló primero.

-… Es extraño…, muy extraño… -murmuró pensativo.

-¿Q-qué cosa? –inquirió Jade, preocupada porque seguramente él no la dejaría marchare tras de Jackie. Él era un adulto responsablemente aburrido, como todos los demás.

-Esta mañana nos dieron de comer arroz en vez de rábanos y centollas… Ayer me dijeron que nos iban a dar eso para almorzar…

Apenas terminó de escuchar esto, la pequeña niña no pudo hacer otra cosa que reírse.

-¿Tú también te ríes? –Tornasol pareció ofenderse.

-¡Oh no! No me río por eso –quiso aclarar Jade mientras abanicaba las manos.

-¿Qué lo querías con queso? ¡Qué coincidencia! ¡Yo también! –fue el desubicado comentario del profesor.

La niña se quedó unos momentos muy extrañada, pero enseguida se rehizo y decidió ponerse en marcha antes de que fuera demasiado tarde, y luego de hacerle una seña a Milú, dijo:

-Ya tenemos que irnos, profesor.

-¿Qué tienen frío? Era de esperar, esta zona es muy helada…

Jade hizo un pequeño gesto de fastidio y desesperación, resultaba completamente inútil el intentar tener una conversación con aquel hombre.

Y sin decir una sola palabra más, la niña se marchó de aquel templo acompañada de su amigo canino.

Sin darle mucha importancia a la partida de la pequeña china, el profesor Silvestre Tornasol volvió a extender su péndulo dorado y notó con extrañeza que seguía apuntando hacia la dirección por donde se dirigía ella.

-Qué raro… -murmuró-, la energía que hay montaña arriba es tan grande que hace vibrar mi péndulo…

De pronto, y sin previo aviso, el pequeño objeto redondo estalló en miles de pedacitos, dejando muy sorprendido a su dueño.

-¡Oh! ¡Eso fue extraordinario! –exclamó inocentemente.

Mientras Tornasol dejaba de prestarle atención a ese raro incidente y empleaba su tiempo observando un espécimen raro de insecto que había encontrado en la pared, el viejo monje que los había recibido tan amablemente, miraba con cierta preocupación hacia la cima de la montaña.

-Si ellos no actúan con rapidez, será el fin del mundo –murmuró.

Mientras tanto, más arriba en la escarpada y helada montaña, el grupo liderado por Ten Aptur y Seikah hizo un paro repentino, tan repentino que el capitán Haddock chocó contra el viejo chino.

-¡¡Rayos y centellas!! ¡¡Qué batacazo!! –se quejó mientras se refregaba la adolorida nariz machucada contra la cabeza del anciano.

-¡¿Y qué tengo que decil yo, tonto?! –se quejaba el tío mientras Toru lo ayudaba a levantarse del suelo-. ¡¡Eles un animal!! ¡¿Pol qué no te fijas pol dónde caminas?!

-¡¡Viejo chivo rumiante!! ¡¡Usted tubo la culpa!! ¡¿Para qué se para así de repente?! –replicó muy enojado del ex capitán de barco.

-¡¡Polque Tolu se paló de lepente!!

Entonces, los dos dirigieron sus miradas acusadoras al pobre japonés nervioso, que respondió:

-Esteee… Los de adelante se se detuvieron también –apenas pudo murmurar mientras los señalaba con el dedo índice.

Muy molesto, el capitán Haddock se dirigió hacia donde estaba Tintín para poder presentarle sus quejas.

-¡¿Pero por qué demonios se pararon?! ¡Casi me rompo la quijada con el viejo rumiante!

Se pudo escuchar al tío proferir una queja al escucharlo llamándole así.

-Tranquilo, capitán –le replicó seriamente el joven mientras levantaba su mano y ponía cara de alerta-. Ten Aptur dijo que siente algo extraño en el ambiente, algo muy peligroso.

-¡Glups! –el pobre Haddock apenas pudo tragar su propia saliva debido al miedo que sintió. No le agradaba para nada que aquellos monstruos aparecieran de nuevo.

Jackie Chan también se encontraba muy nervioso desde que el monje había anunciado semejante desgracia, él no era tan temerario como su sobrina, pero daba gracias el no haberle permitido acompañarlo en lo que restaba de la travesía, pues parecía que las cosas iban a empeorar.

De pronto, todo comenzó a oscurecerse, una espesa niebla gris verdosa comenzó a invadir todo el lugar.

-¡Oh no! –exclamó Jackie al darse cuenta de lo que se trataba- ¡Son los Moradores de las Tinieblas!

-¡No puede ser! –se negó Tintín-. ¡Se suponía que sólo salían durante la noche!

-La alineación de los planetas está próxima, eso les da la fuerza necesaria para aparecer durante el día –explicó Ten Aptur sin perder la serenidad.

-¿Entonces, esos monstruos tienen que ver con La Ciudad de las Sombras? –preguntó el reportero.

-Mucho me temo que sí.

De repente, unos terribles aullidos desgarradores se dejaron escuchar por toda la montaña, los Moradores de las Tinieblas ya estaban allí.

-¡¡Rayos y centellas!! ¡¡Malditos bichos chupa sangre!! ¡¡Ectoplasmas!! –maldecía el capitán Haddock blandiendo amenazadoramente su puño al aire, repentinamente, una flecha pasó rasante por su lado.

Todos se agacharon justo a tiempo, pues una lluvia de cuchillos y flechas comenzaron a llover por encima de ellos. El ataque había comenzado.

-¡Mal día! ¡Mal día! –se quejaba Jackie mientras observaba cómo aquellos monstruos extraños comenzaban a rodearlos.

-¡Si no hacemos algo nos matarán! –exclamó Tintín.

-¡Yo lo haré! –dijo el tío mientras se ponía en pie y comenzaba a recitar su conjuro chi con una lagartija seca en una mano y un pez globo en la otra:

-¡Wei wai wa chi yu wei…! ¡Wei wai wa chi yu wei…! –recitaba el viejo chino, y entonces, aquellos objetos disecados comenzaron a brillar con un color verde fosforescente.

Y así, una intensa luz comenzó a brillar con tal intensidad que comenzó a lastimar los sensibles ojos de los Moradores de las Tinieblas, atontándolos y espantándolos.

-¡Es nuestra oportunidad! –exclamó Jackie mientras tomaba impulso escalando sobre varias rocas para luego saltar y propinarle una buena patada a uno de los monstruos, derribándolo.

Entonces, todos los demás también se lanzaron al ataque. Toru, con su formidable físico y conocimiento de las artes marciales, derribaba a varios Moradores a la vez mientras el tío seguía recitando el conjuro, Tintín y Haddock solamente utilizaban sus puños o cualquier cosa que estuviera a su alcance, pero claro, ninguno de estos cuatro se igualaban a la agilidad marcial del aficionado a la arqueología y colaborador de la Sección 13: Jackie Chan.

Sólo Seikah y Ten Aptur no se habían unido a la lucha, cada uno por razones diferentes, muy diferentes.

En el momento en que ya todo parecía perdido para los Moradores de las Tinieblas, el joven guía dio un paso hacia delante, su mirada había cambiado de inocente a decidida. Una decisión amenazante.

Ten Aptur le cerró el paso. Sus ojos negros denotaban una tranquila determinación.

-Quítate de mi camino –advirtió Seikah con una voz completamente desconocida.

-No lo haré.

-Te lo advierto.

-No permitiré que te salgas con la tuya. No les harás daño.

Seikah no lo había mirado a los ojos hasta ahora, permanecía con la frente baja, pero el joven monje supo que sonreía malignamente.

-¿Por qué no me detuvieron en su templo? –preguntó al fin, era una pregunta llena de desafío.

Ten Aptur permaneció en silencio durante algunos momentos antes de contestar.

-No sabíamos con certeza si eras o no un demonio. Escondiste muy bien tu chi maligno –explicó al fin-. Estábamos esperando a que demostraras tu verdadera identidad, demonio.

-¿Y qué harás ahora?

-¡Destruirte! –exclamó decidido el muchacho mientras se ponía en pose de lucha, listo para atacarlo.

Seikah se rió, era una risa siniestra y amenazante. Alzó la vista, impresionando así Ten Aptur, pues la mirada del supuesto guía era indudablemente extraña y maligna.

El niño, sin darle tiempo a nada, extendió su brazo con la palma abierta y utilizando su maligno ki, empujó fuertemente con una energía invisible al joven monje que salió despedido hasta chocar contra una enorme roca, dejándolo desmayado.

-¿Eh? –Toru, quien había presenciado el momento en que Ten Aptur era arrojado contra las rocas, miraba incrédulo al muchacho.

-P-pero Seikah, ¿qué es lo que estás haciendo? –inquirió con tartamudeo.

Pero el jovencito no le respondió, ni siquiera lo miró, simplemente se dirigió lentamente hacia donde se encontraba el tío haciendo sus conjuros chi. Era evidente que quería hacerle daño.

-… Sensei… -murmuró el japonés, pero poco duró su abatatamiento, pues al ver que su maestro corría peligro, corrió hacia Seikah para detenerlo.

-¡¡Deténteee!! –exclamó Toru mientras abría los brazos para sujetar al muchachito, pero este extendió su mano y le aplicó la misma técnica que había utilizado con el monje, sólo que con más fuerza, provocando que el pobre aprendiz de hechicero chi cayera rodando por la ladera de la montaña.

En el momento en que el tío percibió el ki negativo del guía Seikah, quiso darse vuelta para atacarlo, pero ya era demasiado tarde, pues el jovencito lo atacó inmediatamente con su técnica de golpeo invisible directamente contra el viejo chino lanzándolo contra las rocas, desmayándolo y provocando así que su hechizo se extinga.

Una vez liberados de aquella molesta luz incandescente para sus ojos, los Moradores de las Tinieblas se volvieron sobre sus pasos para atacar otra vez a los asombrados aventureros.

-¡¿Pero qué es lo que estás haciendo, Seikah? –le preguntó un incrédulo Jackie Chan-. ¿Por qué nos estás atacando?

El aludido se encontraba parado unos metros más arriba de ellos, su rostro denotaba una expresión de siniestra satisfacción.

-Mi nombre no es Seikah, señor Chan… -le dijo con una voz adulta e imperiosa-, mi verdadero nombre es Deimono Caronte, Príncipe de la Ciudad Oscura y Emperador del Imperio Maldito… Estuve esperando este momento desde hace centurias, y ahora, por fin encontré la llave que tanto buscaba… ¡¡Jah jah jah jah!!

 

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