Fanfic Crossover Las Aventuras de Tintín/Las Aventuras de Jackie Chan: El Imperio Maldito -Capítulo 11: En la Ciudad de las Sombras-

       Resumen del cartoon: Jackie Chan es un arqueólogo , que se ve atrapado en un conflicto entre la agencia del gobierno Sección 13 y un sindicato criminal conocido como la Mano del Mal. Dirigido por Valmont, la Mano del Mal está recogiendo talismanes mágicos para reanimar a un antiguo demonio-dragón conocido como Shendú. Jackie también tiene que mantener la mirada en su sobrina Jade, que ha volado desde Hong Kong. Jackie Chan, Jade, y su tío tienen que hacer todo lo posible para detener al mal, desde obteniendo estos poderosos talismanes hasta embarcarse en muchas misiones, para salvar al mundo del mal.





EL IMPERIO MALDITO

El peligro de la eterna oscuridad se cierne sobre la Tierra. ¿Podrán Jackie y sus nuevos amigos evitarlo? Jade es la llave y su destino será pelear a muerte contra su tío.

Género: drama, acción, fantasía, humor, artes marciales, aventuras
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 23 capítulos
Estado: completo
Año de creación: 2006
Escritora: Yu-Chan


TERCERA PARTE: EN EL IMPERIO MALDITO

*Capítulo 11: En la Ciudad de las Sombras*


Mientras tanto, en uno de los fríos calabozos de piedra de "Ciudad de las Sombras", el joven reportero Tintín por fin volvía en sí luego de su forzado desvanecimiento por parte del hechizo de Deimono Karonte para encontrarse sorpresivamente frente a los gemelos detectives Hernández y Fernández, quienes se encontraban tan sorprendidos como él de tenerlos allí con ellos.

—… ¡Her-Hernández! ¡Fer-Fernández! ¿Q-qué ha pasado…? ¿E-en dónde estoy…? —comenzó a preguntar muy confundido mientras intentaba levantarse del duro suelo de piedra en donde se encontraba recostado, descubriendo que le costaba bastante hacerlo, pues le dolía mucho la cabeza y sentía como si estuviera narcotizado.

—¡Tintín! ¡Como nos alegra verte de nuevo! —exclamó Hernández lleno de felicidad mientras estrechaba calurosamente las manos de su amigo.

—Yo aún diría más: ¡Nos alegra mucho verte de nuevo! —apoyó Fernández a su hermano.

—La verdad, yo soy quien está feliz de verlos sanos y salvos… —les confesó Tintín con su habitual sinceridad mientras los tomaba de las manos—. Llegamos a pensar que les había pasado lo peor…

—Ya ves que no.

—Eso, ya ves que no. Nos han tenido aquí prisioneros desde que nos atraparon cuando investigábamos la pista de aquel ladrón que había robado el Banco Central de París la semana pasada… ¿O ya será más
tiempo? —le preguntó dubitativo a su hermano, quien sólo atinó a alzar los hombros y menear la cabeza, demostrándole que él tampoco sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que los secuestraron.

Ambos llevaban sus trajes negros bastante desarreglados.

Hernández y Fernández eran dos hermanos gemelos que trabajaban por su propia cuenta como detectives privados. Ambos eran casi idénticos (los dos usaban bigote, bombín y bastón). Sólo se podían distinguir por el bigote, que Hernández llevaba con dos pequeñas guías o "rabitos", que le daban una forma de T invertida, mientras que Fernández no las tenía, y su bigote tenía el aspecto de una D girada. Su ingenuidad y sus constantes meteduras de pata eran las características que más los identificaban. Destacándose igualmente por su afición a los disfraces. No eran muy listos investigando y generalmente sus razonamientos eran bastantes desacertados, pero, gracias a la sagacidad de su amigo Tintín, habían logrado resolver varios casos. Aún así, de vez en cuando, eran ellos lo que a veces le proporcionaban pequeñas e importantes pistas a su amigo para la resolución de algunas de sus investigaciones periodísticas.

Suspirando brevemente, Tintín se llevó la mano a la cabeza, sintiéndose muy preocupado por el inseguro destino de todos.

­ —A mí también me secuestraron —fue la sorpresiva declaración de un hombre alto y calvo de facciones duras que vestía un saco largo y negro, sorprendiendo al recién llegado. Éste hombre, quien había permanecido bajo las sombras en uno de los rincones del cuarto observándolo todo, se acercó al muchacho muy interesado—. No sé cuál es la intención de estos tipos, pero he de decir que no me agrada en lo absoluto.

—¡Capitán Black! —exclamó Tintín reconociéndolo de inmediato a pesar de que no lo había visto nunca.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Black igualmente atónito—. Jamás nos hemos visto antes.

—¡Oh! Lo que pasa es que el chico es muy inteligente —declaró Hernández muy ufano.

—Yo aún diría más: es muy inteligente este chico, es lo que pasa —agregó Fernández, igualmente orgulloso.

—Su amigo Jackie Chan me contó todo sobre usted y también lo está buscando, pero… —Tintín los interrumpió, pareció entristecerse—, nos metimos en grandes problemas cuando nos atacaron "Los Moradores de las Tinieblas" y el pequeño Seikah nos traicionó…

—¿C-cómo? —se preocupó el amigo de Jackie Chan—. No logro entenderte, ¿por qué no nos cuentas todo lo que ocurrió?

Y así, nuestro joven periodista aventurero, narró toda la historia desde el momento en que se encontraron con el grupo de Jackie, el viaje hacia las montañas, el encuentro con Seikah, el viejo templo, el camino hacia le "Ciudad de las Sombras", el ataque de los "Moradores de las Tinieblas" y la transformación del pequeño guía en el malvado príncipe de la oscuridad: Deimono Karonte y de que él mismo sería sacrificado para la apertura del nuevo reino.

—¿Sacrificado? ¿Tú? —Exclamaron al unísono los detectives—. ¡Ése tipo está loco!

—¿Y ya sabes cuándo será la ceremonia? —preguntó el capitán Black, siendo mucho más serio y centrado que los otros dos.

—Dentro de muy pocos días, creo yo, no lo sé con exactitud.

Entonces, muy pensativo, Black se acercó a la pequeña ventana que les proporcionaba aire y luz, y mirando a través de ella, colocando su mano en el mentón, dijo:

—Jackie Chan sabrá cómo rescatarnos antes de que estos delincuentes se salgan con la suya, estoy seguro de eso.

Tintín y los detectives se le quedaron mirando, uno con una sonrisa y los otros con desconfianza, pues ni idea tenían de quién era ese dichoso "Jackie Chan".

—Oye, Hernández —le preguntó su hermano—, ¿es tal Jackie Chan no será un actor o un cantante?

—No sé —se encogió de hombros—. No tengo ni idea si será alguien famoso o no.

—Él es un arqueólogo y un experto en artes marciales —les informó Tintín, a quien los hermanos lo miraron con cara de incrédulos.

—Mmm… ¿Un arqueólogo experto en artes marciales? —comentó Fernández llevándose una mano al mentón en actitud pensativa—. ¿Te parece eso convincente, Hernández?

—No —arguyó el otro, poniéndose en la misma posición que el otro—, eso convincente no me parece…

Dejando a los hermanos detectives con sus suspicacias poco fundadas, Tintín se dirigió hacia donde se encontraba el capitán Black, pero, en cuanto llegó cerca de él, sintió que su mente comenzaba a darle vueltas y todo se volvió muy oscuro a su alrededor, sintiéndose entonces que de desvanecía, pero, tuvo la fortuna de que el amigo de Jackie se diera cuenta de ello y lo sostuvo por los hombros para que no se estrellara contra el suelo.

—¿Acaso se ha mareado? —le preguntó lleno de preocupación mientras lo ayudaba a sentarse en el suelo y a apoyarse a la pared.

—Sí… —afirmó con voz débil mientras se llevaba la mano a la adolorida cabeza—. ¿Por qué yo soy el único que se siente así…?

—No lo sé, tal vez lo quieran fuera de combate por alguna razón —aventuró.

Y dejando al pobre periodista descansando a su lado, el jefe de la sección 13 volvió a ponerse de pie y miró por la pequeña ventana sin barrotes ni vidrio.

—¡Oh no! —Exclamó de repente, sobresaltando a sus compañeros de prisión—. ¿¡No es a Jade a quien tienen allí!?

—¿¡Cómo!? —Gritó Tintín incrédulo a la vez que se levantaba y se lanzaba hacia la ventana haciendo a un lado al amigo de Jackie Chan—. ¿La han atrapado a ella también? ¡No tenía idea!

Y así era, el joven reportero y los demás vieron con mucha preocupación cómo un grupo de sacerdotes llevaban a la pequeña niña sobre una especie de camilla dorada. Ella estaba como dormida y vestida ricamente con ropas de seda negra y adornos de oro. Por detrás de aquella extraña comitiva, un joven alto y bien formado, vestido de manera majestuosa con seda oscura, caminaba como si fuera ya el dueño de todo el mundo.

—¡Deimono Caronte! —exclamó Tintín tan sorprendido como enojado.

—¿Déimono Caronte, dices? —repitió el capitán Black—. ¿Te refieres al sujeto que los engañó?

El joven reportero murmuró una especie de "sí" mientras asentía con la cabeza. Estaba preocupado, ¿acaso la pequeña Jade era la "Llave" que tanto habían buscado aquellos canallas?

--

Poco a poco nuestro grupo de aventureros iba ascendiendo por la montaña, dejando atrás las seguras paredes del templo, decididos a rescatar a sus compañeros secuestrados y evitar a toda costa que el Imperio Maldito lograra su objetivo de dominar al mundo con sus poderosas fuerzas oscuras.

A las continuas quejas del capitán Haddock y del Tío, se le agregaron las del El Toro Fuerte, por lo que los demás, mucho menos nerviosos que ellos, tenían que soportarlos con un estoicismo digno de admirarse.

—¡Uf! ¡Rayos y centellas! ¡Se suponía que ya estábamos cerca y en cambio seguimos subiendo y subiendo!

—¿Es que no te la puedes aguantar, marinerito? ¡Jah jah jah! —se mofó el luchador libre.

Haddock, que no sabía mantener la boca cerrada, giró sobre sí mismo y exclamó muy molesto:

—¿A quién le dices "marinerito" especie de "pie grande sin pelo"?

—¡¿Cómo me llamaste, marinero de agua dulce?!

—¡Te llamé especie de "pie grande sin pelo", especie de australopitecos enmascarado! —replicó mientras ambos ponían los brazos en jarra y aproximaban sus rostros, tan cerca del uno al otro, que ya casi sentían el aliento del otro sobre sus caras y comenzaban a gruñir como dos fieros perros de pelea defendiendo su territorio.

—¡Uf! ¿Y a eso le llaman "hombres"? ¡Parecen dos niños malcriados! —se quejó Viper al presenciar semejante despliegue de machismo inmaduro.

—¡¡Aiiee-yaaaahh!! ¡¡Ya basta ustedes dos!! —los reprendió el tío con un buen coscorrón en la cabeza a cada uno para que dejaran de pelear. Mientras se friccionaban sus adoloridas cabezas y lo miraban sorprendidos, el anciano chino siguió regañándolos—: ¿¡Cómo pueden estal peldiendo el tiempo cuando falta poco pala que seamos invadidos pol el mal!? ¡Palecen chiquillos malcliados! ¡Y algo más!: ¡¡Piensen en Jade y en Tintín!! ¡Y algo más! ¡¡Ya es la segunda vez que les digo lo mismo, TONTOS!!

—Esteee, sí. Lo siento mucho… —se disculpó Haddock inmediatamente ante el tío y comenzó a caminar cuesta arriba sintiéndose un parásito de la sociedad.

Pero El Toro Fuerte no tuvo la misma reacción, ya que solamente se dignó a mirar al viejo chino y a fruncir el entrecejo y declarar solemnemente que "El Toro Fuerte jamás de disculpaba por haber defendido su persona", marchándose cuesta arriba bajo la terrible mirada furiosa del Tío Chang.

Una vez limadas las esperezas, el grupo siguió caminando cuesta arriba siguiendo las indicaciones del monje Ten Aptur, quien era el que los guiaba por aquel camino tan empinado como escarpado. Protegidos del ataque de los Moradores de las Tinieblas gracias a los conjuros Chi del Tío de Jackie Chan, lograron avanzar sin problemas por varias horas, siempre bajo las amenazantes miradas de aquellas horribles criaturas que se encontraban escondidas entre las tinieblas que los rodeaban, esperando el momento oportuno para atacarlos. Aquella pavorosa situación ponía los pelos de punta a nuestros héroes, a quienes rodeaba una atmósfera de extraña tención.

—Ya falta muy poco para que encontremos la Ciudad de las Sombras… —les avisó el monje con su habitual y seria tranquilidad mientras observaba el mapa que traía en sus manos y que lo guiaba hacia su destino.

—Menos mal —suspiró Jackie mientras miraba muy nervioso a su alrededor—, esas nieblas que nos persiguen me ponen los pelos de punta.

A medida que iban ascendiendo una de las montañas más altas, todo el grupo se sorprendió al llegar hasta la sima y encontrarse delante de ellos una especie inmensa nube terriblemente oscura y aterradora, como si nada más existiera más allá de aquella horrible oscuridad. Era una pared de niebla, contenida por una fuerza maligna y poderosa.

—En este lugal hay mucho Chi maligno… —comentó el viejo hechicero mientras sentía que un helado estremecimiento recorría todo su cuerpo.

—¿Aquí es en donde se encuentra la ciudad que estamos buscando? —preguntó Viper un tanto incrédula.

—El mapa así lo indica, señorita Viper —asintió Ten Aptur afirmándose en el viejo papel que traía consigo.

—¡¡Pero aquí no hay más que pura oscuridad, rayos y centellas!! ¡¡Pareciera como si el final del los tiempos saldría de ese misma neblina!! —protestó el capitán Haddock.

—Eso es justo lo que el Tío quiso decil todo este tiempo —lo secundó el propio Tío haciendo alusión a sí mismo mientras se cruzaba de brazos.

—Pero detrás de toda esa maligna oscuridad se encuentra el lugar que estamos buscando —afirmó seriamente el monje, mirando hacia la oscuridad aparentemente eterna—, pero debo advertirles que será un empresa terriblemente arriesgada y difícil de la que probablemente no salgamos con vida.

Todos tragaron saliva, temerosos de sus propias y frágiles vidas, pero aunque Jackie Chan sentía tanto miedo como los demás, jamás iba a permitir que algo malo le sucediera a su querida sobrina.

—¿Es allí en dónde encontraremos a Jade? —preguntó mientras miraba directamente hacia aquella terrible oscuridad, como si quisiera ver más allá de lo que podían ver sus ojos, tratando de encontrar a Jade.

—Es allí en donde encontraremos a sus amigos, señor Chan —le respondió con la vista fijada gravemente en el joven arqueólogo.

—Entonces, vamos de una vez —replicó con una enorme firmeza tanto en su corazón como en su espíritu.

Todos los demás se le quedaron mirando con gran admiración, sobre todo Ten Aptur, que pudo intuir el gran valor que se hallaba escondido en su alma.

Viper se adelantó y le colocó la mano en el hombro, y cuando Jackie se volvió para mirarla, ésta le sonrió.

—Vamos por Jade, Jackie, ella nos está esperando.

Él le devolvió la sonrisa, agradecido por tener amigos tan maravillosos como lo eran todos ellos.

—¡Bien! ¡Vamos de una vez! ¡Y que ese principito se cuide del gran Toro Fuerte! —declaró el luchador libre mientras hacía gala de su fuerza y su arrojo.

—¡Vamos a patearles sus oscuros traseros! ¡Rayos y centellas! ¡Especie de mamelucos! —exclamó con vehemencia el amigo de Tintín mientras se dirigía sin pensar hacia aquella tenebrosa oscuridad.

—¡No! ¡No haga eso! ¡El Tío no se lo lecomienda! —le advirtió el anciano tratando de detenerlo en vano dado que el capitán caminaba mucho más rápido que él.

—¡¡No!! ¡¡Espere!! —le pidió Ten Aptur, y al ver que no le hacían caso, extendió las manos hacia sus costados y las unió frente a su rostro con los dedos índices y pulgar estirados y los demás dedos entrelazados entre sí con un rosario negro.

—¡Xai shu tien yi! ¡Xai shu tien yi! ¡¡Shia shin shi wa!! ¡¡Shia shin shi wa tai yin ye!! —recitó rápidamente antes de que el capitán Haddock llegara hasta las tinieblas, difuminándolas inmediatamente con un poderoso remolino y dejando ver ante ellos un inmenso y profundo abismo oscuro en cuyo centro se encontraba suspendido una especie de antigua ciudadela fortificada de piedra ante la sorpresa de los demás aventureros.

—¡P-pero esto es increíble! ¡¡Rayos y centellas!! —exclamó Haddock en cuanto se percató de lo ocurrido y se detenía justo a la orilla de la cornisa. Un paso más y hubiera tenido un horrible final cayendo al profundo precipicio.

—¡¡Aiiee-yaahh!! ¡¡Eles un tonto cabeza de cholito!! ¡¡Casi se mata solo!! —le recriminó muy enojado a la vez que lo golpeaba nuevamente en la cabeza.

Y mientras el Tío y el fastidiado capitán Haddock discutían sobre sus diferencias, Jackie Chan se acercó a la orilla del precipicio junto con Viper y Ten Aptur.

—¿Es en ése lugar en donde están Jade y Tintín? —preguntó Jackie mirando hacia la fortaleza.

—Sí —fue la corta pero segura respuesta del monje.

—¿Y cómo cruzaremos? —preguntó el joven arqueólogo mientras se rascaba la cabeza un tanto perplejo observando aquel lugar—. La distancia es demasiado grande.

—¿Acaso no te das una idea, Jackie? —sonrió Viper mientras lo tomaba por el brazo y miraba hacia la mochila de Jade que él llevaba colgada del hombro—. Tenemos un "arma secreta" que podemos utilizar…

—¿Te refieres a los talismanes?

—Diste en el clavo —asintió guiñándole un ojo.

Jackie frunció el entrecejo, a él nunca le había gustado demasiado tener que depender de aquellos talismanes que lo único que habían hecho era traerle más que problemas a su antes "tranquila" vida. Pero había ante Jackie un extenso y profundo precipicio, en cuyo centro se encontraba suspendida una especie de fortaleza antigua en donde estaba prisionera su sobrina Jade, quien precisaba que la rescatara con urgencia antes de que Deimono Karonte la utilizara para sus perversos planes.

—Bien —dijo, ya más decidido—. Utilizaremos los talismanes para llegar hasta allí.

—No sin antes lleval encima los amuletos del Tío —aclaró el anciano mientras sacaba de su bolso varias lagartijas disecadas sujetadas por la cola con un cordel y comenzaba a colgárselos del cuello a cada uno de ellos—. Esto mantendlá a esos Moladoles de las Tinieblas alejados de nosotlos y nos pelmitilán movelnos liblemente por la foltaleza.

—¡¿Está loco, especie de chamán de feria?! ¡Jamás me pondré encima una cosa como esa! —protestó, como siempre, el capitán Haddock mientras esquivaba el colgante de lagartija.

—¡¡Aiiee-yaahh!! ¡¡Eles un tonto cabeza de cholito!! ¿Pol qué siemple me está cuestionando todo? —harto de su actitud, volvió a recriminarle muy enojado golpeándolo en la cabeza.

—¡Ouch! ¡Viejo rumiante! ¡Especie de momia egipcia! ¿Por qué siempre me está golpeando? —y así, nuevamente, comenzaron a discutir ante el fastidio de todos los demás.

—Esteee… ¿Qué les parece si decidimos cómo usar los talismanes hasta que mi maestro y el viejo marinero terminen de arreglar sus diferencias? —propuso el pobre Thoru, quien también estaba muy preocupado por la suerte de su pequeña amiga Jade.

Luego de que las cosas se hubieran calmado entre el Tío y el capitán Haddock, Jackie Chan y los demás ya habían decidido cómo utilizar los talismanes: El Toro Fuerte se transformaría en agila con el talismán del mono y se encargaría de llevar suavemente al Tío entre sus garras hasta el otro lado, y Thoru, por ser la persona de más volumen entre todos ellos, utilizaría el talismán del Gallo para levitar en el aire, el talismán del conejo para la súper velocidad y el talismán del Buey para tener súper fuerza y poder transportar sobre sus espaldas a Jackie, Viper, el capitán Haddock y Ten Aptur. Pero, para sorpresa de todos, éste último tenía una buena sorpresa para darles.

—Muchas gracias por su ofrecimiento —dijo mientras se inclinaba ante ellos—, pero yo podré atravesar el abismo por mis propios medios.

—¿Eh? ¿Y cómo lo harás especie de hombre con pijama? —inquirió con sarcasmo el amigo de Tintín—. No veo que tengas alas sobre tus espaldas.

—¡Ya sé! —adivinó Thoru—. ¡Tienes una alfombra mágica que vuela!

Mirando hacia todos lados como si quisiera encontrar algo que revelara aquel misterio, El Toro Fuerte comentó dudoso:

—No creo que tengas un helicóptero escondido por allí, ¿o sí?

—¿Y tú qué opinas? —le preguntó una sonriente Viper a Jackie Chan mientras se cruzaba de brazos—. ¿Se te ocurre alguna idea?

Jackie frunció el entrecejo, y luego de rascarse la cabeza un tanto confundido tras intentar dar con el quid de la cuestión, simplemente se encogió de hombros.

—No tengo la menor idea de cómo lo hará —le respondió con una sonrisa tonta.

Volviendo su hermoso rostro hacia Ten Aptur, Viper aventuró sonriente:

—Supongo que no pensarás levitar como los monjes de las películas de artes marciales, ¿no?

Pero al ver que el aludido le dedicaba una tranquila sonrisa de asentimiento, se quedó bastante perpleja.

—No debemos perder más tiempo —comenzó a decir Ten Aptur mientras dirigía sus ojos hacia el cielo—, los planetas oscuros muy pronto se alinearán para dar paso a la Ceremonia de las Tinieblas que Deimono Karonte tanto esperó durante todos estos siglos.

—¿Y Jade tiene mucho que ver, verdad? —inquirió el joven arqueólogo muy preocupado.

Ten Aptur asintió gravemente.

—Y también el joven Tintín.

Entonces, el capitán Haddock exclamó con su habitual temperamento exaltado:

—¿Y qué estamos esperando, rayos y centellas? ¿Ha que lluevan sapos y perros? ¡Pongámonos en marcha de una buena vez!

—¡Así es! —lo apoyó El Toro Fuerte mientras alzaba sus fuertes y musculosos brazos al cielo—. ¡Tenemos que ir a patear traseros y hacerles saber que nadie se mete con nosotros!

Y así, sin perder más tiempo, todos se pusieron manos a la obra y, ante el asombro de todos, el monje Ten Aptur se sentó en el suelo en la posición del loto y comenzó a meditar hasta que, luego de unos segundos, comenzó a levitar lentamente, dirigiéndose poco a poco hacia la antigua fortaleza, dejando a todos sus compañeros muy sorprendidos.

—¡Rayos y centellas con los monjes voladores! —exclamó el siempre locuaz capitán Haddock—. ¡Si todos voláramos así no necesitaríamos aviones ni autos ni barcos!

Unos minutos después, todo el grupo había cruzado sin problemas el enorme y profundo abismo que separaba la Tierra del centro de aquel pedazo de suelo maldito que muy pronto reclamaría sus domino sobre el mundo de los seres vivos, gobernándolo en una eterna y terrible oscuridad.

En cuanto Jackie Chan y sus amigos pusieron sus pies sobre aquella tierra maldita en las afueras de los altos muros de piedra de la fortaleza, comenzaron a escuchar el golpeteo incesante de unos enormes tambores.

—¿Qué significa eso? —le preguntó a Ten Aptur.

La expresión grave en el rostro del monje no dio lugar a dudas, aquello era una muy mala señal.

—La ceremonia ha comenzado —dijo para luego mirar hacia el arqueólogo directamente a los ojos —. Nos queda muy poco tiempo para rescatar a tu sobrina o si no, la perderemos para siempre al igual que el joven periodista Corazón Puro.

Entonces, dirigiendo su preocupada mirada hacia las alturas de los edificios de aquella fortificación, la determinación de Jackie Chan se hizo presente una vez más y, cerrando los puños con fuerza, dijo:

—Eso nunca pasará, jamás permitiré que ese malvado dañe a Jade ni a nuestro nuevo amigo, jamás lo permitiré.
 


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