Fanfic Crossover Las Aventuras de Tintín/Las Aventuras de Jackie Chan: El Imperio Maldito -Capítulo 7: La Leyenda de Ciudad de las Sombras-

     Resumen del cartoon: Jackie Chan es un arqueólogo , que se ve atrapado en un conflicto entre la agencia del gobierno Sección 13 y un sindicato criminal conocido como la Mano del Mal. Dirigido por Valmont, la Mano del Mal está recogiendo talismanes mágicos para reanimar a un antiguo demonio-dragón conocido como Shendú. Jackie también tiene que mantener la mirada en su sobrina Jade, que ha volado desde Hong Kong. Jackie Chan, Jade, y su tío tienen que hacer todo lo posible para detener al mal, desde obteniendo estos poderosos talismanes hasta embarcarse en muchas misiones, para salvar al mundo del mal.





EL IMPERIO MALDITO

El peligro de la eterna oscuridad se cierne sobre la Tierra. ¿Podrán Jackie y sus nuevos amigos evitarlo? Jade es la llave y su destino será pelear a muerte contra su tío.

Género: drama, acción, fantasía, humor, artes marciales, aventuras
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 23 capítulos
Estado: completo
Año de creación: 2006
Escritora: Yu-Chan


*Capítulo 7: La Leyenda de Ciudad de las Sombras*


Felices por ver cumplirse parte de sus objetivos, nuestros viajeros caminaron lo poco que faltaba de aquel camino empinado hasta llegar ante las puertas del fabuloso templo budista.

-Yo llamaré a la puerta –les dijo el joven guía, e inmediatamente se dirigió hacia una de las tantas torres antiguas que se encontraban cerca del templo y subió hasta arriba por una de las escaleras. Una vez allí, hizo sonar una enorme campana con un viejo y gran martillo que se encontraba allí. Pasaron unos minutos totalmente silenciosos, y entonces, una de las grandes hojas de la gran puerta de madera maciza, se abrió con lentitud, dando a conocer a un joven monje.

-Bienvenidos… -los saludó amablemente-. Pasen, les ofrecemos nuestra hospitalidad bajo la protección de Buda.

Jackie Chan y Tintín también lo saludaron inclinándose y juntando las palmas de sus manos. Ellos, que habían viajado tanto alrededor del mundo y conocido a diferentes culturas, sabían cómo comportarse en cada situación. Seikah también saludó de la misma manera, pues él era un lugareño. Jade Chan y los demás los imitaron. Luego del respetuoso saludo tradicional, el joven monje, llamado Ten Aptur, los condujo hacia el monje principal de aquella comunidad que vivía en plena soledad entre aquellas frías y desérticas montañas semi nevadas.

Jackie y los demás fueron introducidos a un enorme salón rústico, en cuyo fondo se encontraba una anciano maestro budista sentado en un viejo y delgado cojín frente a una mesa negra muy baja, en donde se podían distinguir unos papeles, unos cuantos libros y un tintero con su pincel. Por lo visto, se dedicaba a la erudición.

Este viejo monje, tenía la cabeza afeitada como todos los demás monjes de su orden, vestía rústicas pero limpias vestiduras largas color bermellón oscuro hechas con la lana de las ovejas de montaña.

Al ver a aquel grupo extraño de visitantes, el anciano levantó su vista de entre sus escrituras y fijó su atención sobre ellos.

Todos se apresuraron a saludarlo cortésmente.

-Ellos son nuestros nuevos huéspedes –anunció Ten Aptur-. Me contaron que vinieron en busca de unos amigos.

-Sean bienvenidos a nuestro humilde templo –les dijo con sencillez el anciano mientras se ponía en pie y los saludaba.

-Muchas gracias por su benevolencia, su gran eminencia –contestó cortésmente el joven Tintín-. Mi nombre es Tintín, y soy reportero. He de confesarle que vinimos hasta aquí para…

-Tranquilo. Seguramente mañana tendremos el tiempo suficiente para tratar sus asuntos –lo interrumpió con una calma absoluta-, cuando todos ustedes ya hayan comido y descansado un poco, ¿no es verdad? Los niños y los ancianos deben estar cansados por tan ardua caminata. Nuestra hospitalidad está disponible para ustedes. Que le benevolencia de Buda siempre los ilumine.

Terminó de decir el gran lama dando a entender que para todo había un momento. Tintín y los demás se inclinaron ante el sabio hombre y juntos acompañaron al joven monje que los había conducido desde la entrada hasta sus nuevos aposentos. Todos dormirían en una única y gran habitación sobria.

Las camas eran tan rústicas como los pocos muebles que habían allí, con un colchón relleno de paja, un par de sábanas de algodón y una cubrecama gruesa para poder pasar la fría noche en aquel lugar. Las ventanas eran muy pequeñas, con postigos y viejas cortinillas rojas.

Una vez que acomodaron sus equipajes y comieron arroz hervido en tazones de barro y bebieron el agua que les había traído otro monje, todos se prepararon para dormir.

-¡Qué bien! –exclamó Toru muy contento mientras se metía a la cama haciéndola crujir por su gran envergadura-. ¡No veía la hora de de acostarme y descansar!

-¡Te cuidado de que no se te rompa la cama, jah jah jah! –replicó muy bromista el capitán Haddock con gran vehemencia, quien se encontraba en una de las camas que daban al frente.

-¡Capitán! –lo regañó su joven amigo, que ya estaba acostado en la cama de al lado, pues no le agradaban aquella clases de bromas, mucho menos, físicas.

-¡Rayos y centellas con este niño! –se molestó el capitán-, ¡sólo era una pequeña broma!

Tintín no era muchacho de pelearse con los demás, más bien era del estilo tranquilo pero regañón, en cambio, su amigo, el capitán Haddock era de aquellos que le encantaba increpar a los demás con los más diversos insultos y pelearse con quien no le cayera bien. Aunque ellos dos casi nunca llegaban a tener peleas, tenían aquella sincera y buena amistad en que alguno de ellos dos podía disgustarse con el otro sin llegar a una discusión que los separara. Pero Jackie y los demás no lo sabían, y al verlos "discutir"de esa manera se preocuparon mucho por ellos. Ése no era momento de andar peleándose por cualquier cosa.

Todos se miraron en silencio por unos momentos sin saber muy bien qué decir para suavizar aquella pequeñísima refriega entre aquellos dos amigos, hasta que…

-Mi querido amigo –comenzó a hablar tranquilamente el profesor Tornasol, el erudito del grupo, mientras se acomodaba los pequeños anteojos redondos acostado en su cama al lado de Haddock-, ¿acaso usted dijo que mañana almorzaremos rábanos y centollas? ¡Qué lástima! No me gustan los rábanos…

Jackie, Tintín, Haddock, el tío, y Toru, se le quedaron mirando bastante pasmados. Como siempre, el inocente profesor Silvestre Tornasol, decía algo totalmente diferente a lo que se hablaba en torno suyo gracias a su sordera.

Fue el joven Tintín quien comenzó a reírse con ganas por aquella ocurrencia oportuna de su amigo científico, luego, los demás también estallaron en carcajadas, sintiéndose libres por el tenso momento que habían tenido antes.

-¡Rábanos y centollas! ¡Rayos y centellas! –se quejaba Haddock haciendo una comparación de las palabras-, ¡este mequetrefe está más sordo que una cuba!

-¡Capitán! –volvió a llamarle la atención del joven reportero por su mala educación, pero éste no le hizo caso alguno.

Al ver que todos se reían, el profesor Tornasol se molestó y dijo mientras volvía a recostarse y se tapaba con la frazada hasta las orejas:

-No le veo nada de gracioso el que no me gusten los rábanos…

Mientras todos se calmaban por el hilarante momento, Jackie Chan notó que su sobrina aún no se acostaba y ni siquiera estaba en la habitación. Luego de preguntarle a los demás si sabían en dónde estaba Jade, y al recibir sus negativas, Jackie decidió levantarse y salir a buscarla.

A todo esto, Jade se encontraba a solas en el viejo pasillo con Seikah, quien pretendía regalarle algo a la niña.

-Mira, Jade, esto es para ti –dijo el joven guía mientras sacaba un pequeño objeto del raído bolsillo de su saco. Era una fina cadenita plateada con una extraña pero hermosa piedra de cristal -. Como las cosas pueden ponerse peligrosas, esto te traerá buena suerte.

-¿De verdad es para mí? –se sorprendió la niña mientras lo tomaba-. ¿Y dices que me traerá suerte? Yo tengo bastante buena suerte en mis viajes con mi tío Jackie, más bien deberías dárselo a él.

-No deberías hacerlo –le advirtió Seikah-, lo hice especialmente para ti. Más bien es una especie de repelente contra esos monstruos.

-Ya viste que sé defenderme muy bien contra esas cosas con ayuda de los talismanes, no hacía falta que hicieras esto para mí, yo sé cuidarme sola muy bien.

-¿Entonces no lo quieres? –preguntó el muchacho algo entristecido, luego extendió su mano y dijo desconsoladamente:

-Muy bien, si esa es tu decisión…

Entonces, al verlo reaccionar de esa manera, Jade se sintió algo culpable con sus palabras, después de todo, él se lo había hecho con toda la buena voluntad y ahora ella se lo tiraba a la cara como si fuera un pedazo de basura. Entonces, la niña retiró la mano y se hizo como que pensara un poco antes de decirle con tono dubitativo:

-Bueno, lo acepto sólo porque tú lo hiciste, ¿sí?, después de todo somos muy buenos amigos, ¿no es verdad, Seikah?

-¡Claro! –exclamó sonriente el muchacho.

Y mientras los dos comenzaban a reírse, Jackie Chan los encontró.

-¿Así que aquí estaban, no? –el joven arqueólogo estaba molesto-. ¿Cuántas veces te he dicho que tienes que acostarte temprano, Jade? Es por tu bien.

Jade revoleó los ojos antes de contestarle un tanto fastidiada:

-Me lo dijiste como 30 veces, tío… Ya pareces disco rayado…

-Jadeee….

-¡Uf…! –volvió a quejarse la rebelde niña y se fue directo hacia el salón-dormitorio mientras murmuraba:

-… Cómo me gustaría ser grande de una vez para hacer lo que yo quiera…

-Ser grande no es solamente hacer lo que uno quiera, Jade, también es ser responsable –le replicó su tío que la había escuchado.

Entonces, Jade se paró y lo miró molesta:

-Olvidaste decir que también hay que ser tan aburrido como tú.

-Yo no soy aburrido –replicó el arqueólogo un tanto incrédulo.

-Lo eres. Pregúntale a Toru y al tío y te lo dirán… Hasta mañana, tío Jackie.

Y mientras la niña entraba al dormitorio, Jackie Chan, de brazos cruzados, dijo:

-Yo no soy aburrido… -luego miró hacia Seikah y le preguntó:

-Yo no soy aburrido, ¿verdad?

El chico lo miró de reojo algo nervioso y respondió apresuradamente:

-Tengo que ir a dormir, mañana será un largo día. ¡Hasta mañana, Sr. Chan!

Y el chico se fue lo más rápido que pudo hacia la dirección del dormitorio, en dónde desapareció por la puerta de entrada, dejando bastante perplejo al pobre Jackie.

Era muy temprano por la mañana cuando todos se despertaron gracias a las campanadas que daban los jóvenes monjes en las torres del templo budista, preparándose para un día más de búsqueda espiritual.

-¡¡Rayos y centellas!! ¡¡Trogloditas en faldas!! ¡¡Canallas!! ¡¡Rastreros!! ¡¡Despertadores de pacotilla!! ¡¿Estas son horas de despertar a la gente decente?! –comenzó a protestar el capitán Haddock blandiendo amenazadoramente su puño, muy molesto por aquel repentino "despertador".

-¡¡Aaiiiiyyaaaa!! –exclamó muy enojado el tío de Jackie mientras le daba un buen coscorrón en la cabeza al amigo de Tintín, callándolo-. ¡¡Tú eles el que no deja dolmil a la gente con tus glitos desafolados!!

-Ggrrrrr… -gruñía molesto el ex marino mercante, sobándose el golpe mientras miraba con fastidio al anciano chino sin animarse a replicarle con sus conocidos improperios. .

-Capitán… -le dijo Tintín mientras se levantaba de su cama-. Usted ya sabe que esta gente se levanta muy temprano junto con el sol. ¿Recuerda a aquellos monjes budistas que nos ayudaron cuando viajamos a las montañas del Tíbet para rescatar a Chang? Ellos también se levantaban temprano.

-¡Claro que me acuerdo, rayos y centellas! ¡¿Acaso me crees senil?!

-Creo que ya es hora de pedirle al lama que nos indique cómo llegar hasta la "Ciudad de las Sombras" –propuso Jackie Chan para acallar al capitán Haddock-. Me preocupa el capitán Black.

-Y a mí los hermanos Hernández y Fernández –apoyó ansioso el joven
reportero.

Luego de media hora ya todos estaban listos para partir, sólo les hacía falta la ubicación de la dichosa ciudad oculta y eso sólo lo sabía el maestro principal de aquel templo, así que solamente Jackie, Jade,
Tintín y Seikah, guiados por Ten Aptur, fueron a visitar al gran maestro para pedirle consejo, no quiso ir todo el grupo para no molestarlo, ya que el monje era muy viejo.

Ya en el salón principal y después de los respectivos saludos, el joven arqueólogo fue quien hizo la tan ansiada pregunta, por lo que el lama, luego de unos momentos de meditación, le contestó con gran tranquilidad:

-La ciudad que ustedes buscan es muy difícil de encontrar, siempre sumida en las profundidades de la oscuridad y llena de peligros ocultos. Se dice que allí existe una raza, una civilización maligna llena de
maldad, cuya más importante predicción vaticina que dentro de unos días ocurrirá una alineación planetaria que los beneficiará abriendo las puertas de una dimensión tan oscura como sus ambiciones. Esta gente que vive en la "Ciudad de las Sombras" es descendiente de los habitantes de aquella extraña dimensión, que por siglos esperaron la apertura de su reino para volver a gobernar la Tierra. Ahora que la fecha clave se acerca, ellos se volverán más peligrosos de lo que son, y nosotros, los representantes de la fe en este planeta, esperamos el advenimiento de un gran héroe que logre derrotarlos y así evitar que se abra del portal de la oscuridad como sucedió hace dos mil años atrás.

-¿Qué ocurrirá si se abren las puertas? –preguntó Jackie con preocupación.

El lama lo observó con detenimiento por unos momentos, y luego respondió con un leve tono de alarma en su tranquila voz:

-La oscuridad gobernará cada rincón de este planeta, dando paso a una era de esclavitud a mano de lo civilización maldita que nos invadirá. Sería el fin de nuestro modo de vida como lo conocemos.

-¿De verdad cree que algo así pueda pasar? –preguntó el siempre lógico Tintín, quien no creía en esas cosas tan fácilmente.

El viejo monje volvió a permanecer en silencio antes de responder a aquella pregunta.

-Si ustedes encuentran la "Ciudad de las Sombras", esa sería la señal indiscutible de la veracidad de mis palabras.

-¿Nadie antes trató de encontrar esa ciudad? –esta vez fue Jade quien preguntó, muy interesada por lo que escuchaba.

El anciano le sonrió amablemente a la niña antes de responderle.

-No, a menos que los habitantes de la "Ciudad de las Sombras" lo hubieran querido así. Solamente nosotros y algunos pocos sobre este mundo sabemos sobre su existencia.

-¿Y por qué dice usted "si ellos hubieran querido"? –Inquirió nuevamente el joven reportero-, ¿acaso hay un motivo para ello?

El viejo lama asintió con la cabeza.

-La leyenda de aquella civilización oscura, cuenta que una persona nacida en este mundo sería la "llave" que abriría el portal de la dimensión oscura.

-¿La llave? –preguntó Jackie Chan con extrañeza-. ¿Cómo sería eso?

-No lo sabemos con exactitud –el monje negó lentamente con su cabeza-, pero creemos que es persona tendrá el poder espiritual suficiente como para poder abrir una dimensión.

-Eso es algo…, muy difícil de creer –comentó sinceramente Tintín mientras enmarcaba las cejas, escéptico ante lo que acababa de escuchar.

-¡Uf! ¡No tienes idea de las cosas asombrosas que hemos visto mi tío y yo durante este año! –le dijo Jade muy emocionada-, si tú las verías, ya no serías tan incrédulo…

-Jadeee… -Jackie le llamó la atención a su sobrina por su atrevimiento.

-Eso no lo dudo, Jade –le replicó el reportero un tanto pensativo-, pero lo que me llama más la atención es que, como dice aquí el gran maestro, sólo se les revela la existencia de la "Ciudad de las Sombras" a
quienes, de alguna manera, tienen que conocerla. En nuestro caso, sospecho que alguno de nosotros es la llave para abrir ese supuesto portal, si es que existe de verdad…

Todos los presentes se le quedaron mirando, completamente mudos.

-¿De verdad…, crees eso? –inquirió el joven oriental bastante preocupado-. Pero si es así, ¿por qué no se llevaron a la persona que representa esa llave? ¿Por qué tomarse la molestia de secuestrar al capitán Black y a sus dos amigos?

-Tenga en cuenta que no sabemos con certeza el paradero de ellos tres –replicó Tintín-, sólo sabemos que desaparecieron mientras investigaban por los alrededores de esta montaña. No hay nada que indique con seguridad que fueron secuestrados…

Luego, el joven reportero se quedó un momento en silencio, pensativo al recordar su aventura en el Tíbet cuando fue a rescatar a su adolescente amigo Cheng cuando éste había sufrido un accidente aéreo. Si no hubiera sido por la afortunada a ayuda del "Hombre de las Nieves", jamás lo hubiera encontrado con vida. Pero esta vez… ¿podría encontrar a los hermanos gemelos con la misma buena estrella? No lo sabía con seguridad.

-Necesitan hacer sacrificios humanos… -dijo de pronto el viejo Lama sacando a Tintín de sus pensamientos-. Además de la llave, tienen que ofrecer la sangre de un héroe para abrir el portal.

Nadie dijo nada ante esto, pues sentían que sin quererlo, estaban metiéndose en algo bastante peligroso. Ya no era un asunto de rescate, sino, de supervivencia.

Pero fue la pequeña Jade quien, como siempre, fue la que tomó la iniciativa del asunto.

-¡Perfecto! –exclamó mientras se ponía en pie-. ¿Así que nos están invitando a su ciudad? ¡Pues bien! ¡Iremos hasta allá, rescataremos a los chicos de esos tipos malos y patearemos sus traseros para salvar a nuestro planeta Tierra de la oscuridad!

-Jade… -murmuró su tío. Aunque hacía más de un año que su sobrina se encontraba viviendo con él y su viejo tío, nunca dejaba de sorprenderlo… ni preocuparlo-. Jade, esto no es ningún juego, esto es algo muy serio.

-Ya lo séee… -protestó la niña fastidiada de tener que escuchar lo mismo cada vez que tenían problemas, pero siempre sabía cómo ganarle a su tío.

-Mira, tío. Si realmente tú te tomaras las cosas en serio como dices, te pondrías más firme conmigo y nunca me permitirías acompañarte en tus, siempre, peligrosas aventuras.

Jackie no supo qué decirle, ya que la niña tenía toda la razón.

Entonces, el joven Tintín comenzó a reírse con una risita apenas sofocada con su mano.

-Tu sobrina tiene toda la razón, Jackie –apenas pudo decir el reportero de acción ocasionando que Jade se sintiera triunfante, pero este sentimiento no le duró mucho, ya que Tintín agregó luego con seriedad:

-Pero también tienes razón el no querer permitirle a la niña participar en este viaje. Sugiero que la dejemos aquí en el templo budista, donde será más seguro para ella. Claro, si es que tú y el gran Lama lo quieran así.

-Por mí, está bien –asintió Jackie Chan para la desgracia de su sobrina.

-A nosotros no nos molestaría tenerla como huésped –aceptó el monje sin más preámbulos.

-¡¿Qué?! ¡Oooh…! –se quejó la niña al escuchar su sentencia, pera ya nada podía hacer, todo estaba listo y empacado.

-¿Puede también quedarse mi amigo, el profesor Silvestre Tornasol? –Preguntó luego el muchacho al gran monje-. No creo que sea conveniente para él acompañarnos en esta aventura si es tan peligrosa.

Con su siempre apacible semblante, el anciano le respondió de igual forma:

-Tanto la niña como el hombre serán bienvenidos a nuestro humilde hogar.

Entonces, Tintín se puso en pié para luego juntar sus manos e inclinarse ante él saludándolo en la forma budista:

-Muchísimas gracias por su bondad, que el camino de Buda siempre esté abierto para usted-. Y acto seguido, se marchó de allí para darles las noticias a sus amigos, mientras tanto, el Lama había sacado un viejo pergamino amarillento de un igual ajado cofrecillo y se lo entregó a Jackie diciendo:

-Éste mapa los guiará hacia la Ciudad de las Tinieblas. Ten Aptur irá con ustedes para ayudarlo en lo que necesiten. Tengan mucho cuidado y que el camino de Buda los ilumine en su empresa.

Jackie tomó el mapa y se lo agradeció, luego se puso en pie junto con Jade y Seikah (quien no había pronunciado ni una sola palabra durante toda la sesión), y se inclinaron ante él como modo de despedida para luego salir de aquella vieja y gran habitación llena de velas, adornada con alfombras orientales y un gran Buda tallado en piedra. Mientras caminaban por el largo y estrecho pasillo iluminado gracias a la luz del sol que entraba por grandes y viejas ventanas, la pequeña Jade se quedó plantada de repente y replicó:

-¡No es justo, tío! ¡Yo quiero ir con ustedes!

Jackie se dio media vuelta y observó seriamente a su sobrina.

-No puedes, Jade, ya lo decidimos. Ninguno de nosotros te permitirá que nos acompañes.

-¡Ufa! –protestó aún más la niña y se cruzó de brazos mientras miraba hacia una de las ventanas y bufaba muy molesta.

Al verla en ese plan, y sabiendo que quizás aquella aventura sería muy peligrosa ya que se habían enfrentado a unos seres muy peligroso suponía que más adelante se pondría peor, así que decidió que esta vez tenía que ser firme con su sobrina.

Jackie puso los brazos en jarra y dijo:

-No vas a convencerme con tus pucheros, Tintín también es uno de los responsables del grupo y ha decidido, como yo, de que no nos acompañarás, ¿de acuerdo? Ahora quiero que te quedes acá y ni siquiera intentes seguirnos, ¿bien?

-… Está bien…, tío… -respondió de mala gana la niña.

Y mientras el arqueólogo aficionado, Jackie Chan, se marchaba para reunirse con los demás, el joven guía Seikah se acercó a Jade con una mirada un tanto extraña en su rostro y le dijo:

-Yo pensé que eras más independiente, Jade. Ver cómo te manejan la vida me llena de lástima. –Y después de decirle esto, el joven se marchó dejando a una Jade Chan muy ofendida y un tanto molesta.

-… ¿Con que te doy lástima, eh…? –Murmuró enojada-. Ya verás de lo que soy capaz, Seikah…

Mientras la niña tomaba con su pequeña mano el regalo de Seikah que lo tenía colgado del cuello y lo miraba detenidamente, éste bajaba por las escaleras del Templo para reunirse con los demás. Nadie notó la maligna sonrisa que esbozaba el muchacho.
 



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