Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 4-




Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 4

El sable de luz roja de Bruck crepitaba y siseaba mientras Obi-Wan trataba desesperadamente de parar con el suyo los golpes que le atestaba. Era la cuarta vez en menos de un día en la que los dos chicos se enfrentaban en un combate, gruñendo y peleando.
A Obi-Wan le dolían todos los músculos. El sudor empapaba sus gruesas vestiduras. La resistencia de Bruck le sorprendía. El chico luchaba desesperadamente, como si su vida dependiese de ello. Se dio cuenta de que Bruck tenía tanto miedo como él de no ser elegido para convertirse en un aprendiz de Jedi.
Pero Obi-Wan tenía que utilizar la resistencia de Bruck en su propio provecho, y entonces atacó incluso con más ahínco. Era su última oportunidad.
La espada de Bruck zumbó al dirigirse hacia la garganta de Obi-Wan. Un toque en ese punto indicaría un golpe mortal y Obi-Wan perdería el asalto.
Un grito surgió de entre la multitud que estaba sentada entre las sombras que rodeaban la arena. Los Maestros y los estudiantes se habían reunido para ver la pelea. Obi-Wan no podía verlos, sólo podía oír sus gritos y sus ánimos. Sobre sus cabezas. AJTD6 daba vueltas y grababa el enfrentamiento actuando de árbitro.
—Estás loco —Bruck gruñó lo suficientemente bajo para que los demás, debido al griterío, no pudiesen oírlo —. Nunca deberías haber aceptado luchar contra mí. No puedes ganarme.
Bruck llevaba su espantoso pelo blanco atado en una coleta, y tenía gotas de sudor en la frente. Vestía una pesada y maciza armadura negra. En el aire se percibía un olor intenso a carne quemada y a pelo chamuscado. Ambos guerreros se las habían apañado para golpear al otro, pero las heridas no habían sido lo suficientemente importantes como para ser golpes definitivos.
Alrededor de la arena, muchos de los estudiantes más jóvenes lanzaban vítores que iban dirigidos a Bruck o a Obi-Wan. La noche anterior, todos se habían enterado de que iba a haber un enfrentamiento. Obi-Wan oyó a Bant gritarle:
¡Ánimo, Obi-Wan! ¡Lo estás haciendo bien! Garen Muln silbó a través de sus dientes.
¡Querrás decir que tú no puedes ganarme! —dijo Obi-Wan despectivamente mientras sus sables láser de entrenamiento entrechocaban y crepitaban —. Tu derrota de hoy les demostrará a todos que no solamente eres un perdedor, sino también un mentiroso.
Los Maestros habían decidido que la lucha se desarrollase sin vendas en los ojos. Obi-Wan tenía la cara de Bruck cerca y sus ojos le miraban con odio. El momento, que exigía el máximo esfuerzo, se prolongaba. En los ojos de Bruck, Obi-Wan vio su futuro proyectado, un futuro en el cual la ira le dominaría y en el que comenzaría a odiar todo lo que fuera en contra suya.
 
Obi-Wan intentó alcanzar la Fuerza. Sentía que fluía alrededor de él, pero no conseguía llenarse de ella. Frente a él tenía al chico que le separaba de su sueño, burlándose y poniéndole trampas. Empujó a Bruck y vio sorpresa en los ojos del muchacho cuando cayó hacia atrás.
Obi-Wan aprovechó la ventaja que le ofrecía la incertidumbre de Bruck y se animó a lanzar una estocada hacia su cara. Bruck se agachó y lanzó su ataque contra los pies de Obi-Wan, que dio un gran salto en el aire.
Cuando era más pequeño. Obi-Wan había luchado contra estudiantes mayores que él y había aprendido a evitar ataques que desperdiciaran energía. En vez de realizar estos ataques, había sido entrenado para luchar a la defensiva, y para detener y esquivar envestidas con un movimiento simple.
Cuando Obi-Wan paraba los movimientos de Bruck, sentía los ojos de Qui- Gon Jinn fijos en él. El Jedi era un rebelde y un ser solitario, y Obi-Wan quería que le considerase un rebelde a él también.
En lugar de esperar para desbaratar la estrategia de ataque de Bruck. Obi- Wan atacó furiosa y repentinamente. Bruck trató de rechazar los ataques, pero el sable láser de Obi-Wan encontró poca resistencia. Bruck casi tiró su arma.
Obi-Wan blandió su sable láser con ambas manos, balanceándose brutalmente. Bruck trató de defenderse por segunda vez y cayó hacia atrás, tumbado boca arriba. Su sable se apagó y rodó por el suelo accidentado.
Obi-Wan apuntó hacia abajo; un golpe decisivo que le hubiese hecho ganar la pelea. Pero Bruck se las apañó para rodar por el suelo y atrapar su sable láser. Apenas tuvo tiempo para encenderlo antes de que el arma de Obi-Wan le azotara otra vez.
Esta vez no pudo bloquear el golpe. El impacto empujó la espada de luz de Bruck contra él mismo. Obi-Wan le alcanzó limpiamente entre los ojos, quemando su pelo y chamuscando su piel.
Bruck gritó de dolor cuando ambos sables le quemaron. Yoda anunció: —
¡Suficiente es!
Alrededor de la arena, los estudiantes gritaban y lanzaban vítores. Los ojos de Bant brillaban y la cara arrugada de Reeft tenía aún más grietas debido a su amplia sonrisa.
Obi-Wan retrocedió jadeando. El sudor le corría por los brazos y por la cara, y los músculos le dolían debido al esfuerzo. La cabeza le daba vueltas por el vértigo.
Sin embargo, nunca había paladeado un triunfo tan dulce. Miró hacia las sombras que rodeaban el escenario de la lucha y vio que Qui-Gon Jinn le observaba. El Maestro Jedi le hizo un leve saludo con la cabeza y después comenzó a hablar con Yoda.
He ganado, se dio cuenta Obi-Wan, sintiendo que un estremecimiento iba creciendo dentro de él. He derrotado a Bruck completamente. Qui-Gon está impresionado.
Trató de mantener su creciente emoción controlada. Hizo una reverencia a Yoda y al resto de los Maestros. Después, no pudo evitar levantar su sable láser en el aire hacia sus animadores y amigos. Obi-Wan sonreía abiertamente
 
y movía su arma ante unos orgullosos Bant, Reeft y Garen Muln. Quizás había ganado algo más que una batalla importante. Quizá se había ganado el derecho a ser un padawan.
Los vítores todavía resonaban en sus oídos cuando se dirigí ó al vestuario. Se duchó y se puso una túnica limpia. Mientras echaba la sucia al contenedor de lavandería, Qui-Gon Jinn entró en la habitación. Era un hombre grande y poderoso, pero sus pasos eran silenciosos.
¿Quién te enseñó a luchar así? —preguntó Qui-Gon.
El Jedi tenía los rasgos duros, pero su cara era sensible y pensativa.
¿Qué quiere decir?
—Los estudiantes del Templo no atacan tan violentamente. Aprenden a defenderse, no se desgastan. Conservan su fuerza. Sin embargo, tú luchaste....
como un hombre peligroso. Atacabas una y otra vez y dejabas que el otro chico adoptara una postura defensiva.
—Quería acabar rápidamente —dijo Obi-Wan —. La Fuerza me lo permitió. Qui-Gon estudió a Obi-Wan durante un rato.
—No estoy tan seguro. No puedes confiar siempre en que el enemigo sólo vaya a defenderse. Tu estilo de lucha es peligroso, demasiado arriesgado.
—Podría enseñarme a hacerlo mejor —dijo Obi-Wan abiertamente.
Esas palabras eran una invitación para que el Jedi pidiera a Obi-Wan que fuera su padawan.
Pero Qui-Gon simplemente movió la cabeza pensativo.
—Quizá podría —dijo lentamente.
Esas palabras hicieron que la esperanza creciera en Obi-Wan. Pero, sólo un instante después, sus ilusiones se desvanecieron.
—O quizá no —continuó Qui-Gon —. Estabas enfadado con el otro chico.
Ambos lo estabais.
—No quería ganar por eso.
Obi-Wan sostuvo la mirada de Qui-Gon para hacerle saber que había luchado para impresionarle, para demostrar lo bien que podía servirle.
Qui-Gon observó a Obi-Wan intencionadamente durante un buen rato, mirándole fijamente.... casi atravesándole con la mirada. La esperanza volvió a surgir en Obi-Wan. Lo pedirá, pensó Obi-Wan. Me pedirá que sea su padawan.
Pero lo único que dijo Qui-Gon fue:
—En peleas futuras, controla tu cólera. Un Caballero Jedi, nunca se queda exhausto tras haber luchado contra un enemigo más fuerte que él. Y nunca esperes que un enemigo pierda la oportunidad de hacerte daño.
Qui-Gon se volvió y se dirigió la puerta.
Obi-Wan se quedó de pie, confundido. Qui-Gon no le había elegido para ser su aprendiz. Simplemente le había dado un consejo, como hacían los Maestros.
 
Obi-Wan no podía dejarle marchar. No podía dejar que sus sueños se desvanecieran.
¡Espere! —gritó Obi-Wan.
Cuando Qui-Gon se giró, Obi-Wan puso una rodilla en el suelo en signo de humildad.
—Si me he equivocado, eso significa que necesito un profesor mejor. ¿Me cogerá como alumno?
Qui-Gon Jinn se volvió lentamente y miró al chico. Frunció el ceño en actitud pensativa, y por último murmuró:
—No.
—Qui-Gon Jinn, tendré trece años dentro de cuatro semanas —dijo Obi- Wan. Decir la verdad era una jugada desesperada, pero tenía que hacerlo —. Eres mi última oportunidad para convertirme en un Caballero Jedi.
Qui-Gon movió la cabeza tristemente.
—Es mejor no entrenar a un chico para ser Caballero si tiene tanta cólera en su interior. Existe el riesgo de que se vuelva hacia el Lado Oscuro de la Fuerza.
Después de decir esto, el enorme Jedi se dio la vuelta y, con la capa ondeando a su alrededor, se fue dando zancadas hacia la puerta.
Obi-Wan se arrojó a sus pies.
—No caeré en el Lado Oscuro —le aseguró.
Pero Qui-Gon ni disminuyó su marcha ni se volvió. El momento se había ido, tan rápida y silenciosamente como había llegado.
Durante un buen rato, Obi-Wan, conmocionado, sólo pudo mirar fijamente la habitación vacía. Al principio no podía entenderlo. Todo había acabado. Su última oportunidad se había esfumado. No quedaba nada que hacer.
Su equipaje estaba preparado encima de una banqueta. Solamente tenía que cogerlo y llevarlo al transporte que le conduciría al planeta Bandomeer.
Levantó la cara. Aunque nunca llegara a ser un Caballero Jedi, por lo menos dejaría el Templo como si lo fuese. No iba a suplicar. Cogió sus bolsas y se encaminó hacia el largo pasillo que lo llevaría desde la arena hacia la plataforma de despegue.
Atravesó la Cueva de Meditación, el comedor y las aulas. Lugares donde había aprendido, luchado y triunfado.
Había sido su hogar. Y ahora tenía que abandonarlo y afrontar un futuro que no había pedido y que no le gustaba.
Obi-Wan cruzó la puerta del Templo por última vez. Intentó dejar atrás su profunda pena y mirar hacia el futuro como le habían enseñado.
Pero no pudo.
 



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