Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 16-

         



Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 16

El encuentro terminó en tablas. No quedaba nada por hacer salvo marcharse. Obi-Wan permaneció con Qui-Gon. Aunque el Jedi se mantuvo erguido durante la confrontación, el sudor llenaba su frente, y Obi-Wan pudo imaginar el esfuerzo que le había supuesto mantenerse centrado en lo que estaba haciendo.
—Te acompañaré a tu habitación —le dijo Obi-Wan.
Sabía que Qui-Gon debía sentirse muy débil porque ni siquiera intentó discutir.
Cuando el Maestro Jedi llegó al pasillo en el que estaba situada su habitación, su paso era inestable y su visión se nublaba. Agradeció contar con la presencia de Obi-Wan a su lado. Cuando giraban la última esquina, Qui-Gon se tambaleó. Obi-Wan le agarró del brazo y le ayudó a mantenerse en pie.
¿Te encuentras bien? —preguntó Obi-Wan, preocupado.
—Lo estaré —dijo Qui-Gon débilmente —. Yo... lo único que necesito... es centrarme.
Obi-Wan le ayudó a entrar en su habitación y esperó hasta que se sentara. Había esbozado en su mente un plan durante el enfrentamiento. Esta vez no iba a cometer el error de no contárselo todo a Qui-Gon.
—Maestro Jinn —comenzó Obi-Wan —. Tengo una idea. Voy a volver por los conductos de aire al territorio de Offworld. Ahora conozco el camino. Esperaré hasta que Jemba esté solo y le cogeré por sorpresa.
Qui-Gon cerró los ojos durante un momento, como si la sugerencia de Obi- Wan le doliese tanto como su herida.
—No —negó terminantemente —. No lo harás.
Hacía unos momentos, el Maestro Jedi se había quedado impresionado por la manera en que Obi-Wan había manejado la situación de los arconas, y por cómo había roto los planes de Jemba con dignidad. Pero ahora volvía a elaborar planes imprudentes, dejando que su impaciencia se impusiera al buen juicio.
Por supuesto, Qui-Gon admitía que los planes no eran más imprudentes que los que él mismo había pensado en su juventud. Todavía sentía una decepción tan grande que le sorprendía. ¿Iban a cogerle sus sentimientos siempre desprevenido cuando se trataba de algo relacionado con este chico?
Cansado, Qui-Gon se levantó de la silla. Su hombro ardía justo donde el pirata le había alcanzado. En la enfermería, el dolor había sido soportable, pero ahora le superaba.
—Mira, estás herido —dijo Obi-Wan —. Sé que ahora no puedes luchar. Pero ¡yo podría luchar por ti! Puedo controlar mi cólera y hacer lo que sea necesario. Si Jemba estuviese muerto...
—Nada cambiaría —dijo Qui-Gon débilmente—. Obi-Wan, ¿es que no lo ves? Matar a Jemba no es la solución. No es más que un hutt. Siempre habrá
 
más, tan malvados y ambiciosos como él. Si le matas, eso no parará sus planes de expansión. Otro como él, o quizá peor, ocupará su lugar. Lo que debemos hacer es enseñar a la gente que...
—Pero él es malvado, ¿no? —preguntó Obi-Wan.
—Lo que está intentando hacer Jemba está mal —contestó Qui-Gon midiendo sus palabras.
¡No he visto nunca a nadie tan maligno como él! —estalló Obi-Wan. Qui-Gon esbozó una sonrisa triste.
—Y tú has estado en muchos sitios ¿no?, joven Obi-Wan.
Obi-Wan calló. Tenía mucho que aprender. Su corazón le gritaba que Jemba era malvado y que su maldad le había llevado a esclavizar a víctimas inocentes. Si alguien se merecía tener un destino amargo, ése era el hutt. Pero tenía que escuchar a Qui-Gon.
—Los he visto mucho peores —continuó Qui-Gon —. Si estás pensando en matar movido por tu cólera, debes saber que esos sentimientos vienen del Lado Oscuro.
—Entonces, ¿cómo haremos para conseguir que nos devuelva los dáctilos?
—preguntó Obi-Wan.
—No puedes hacer hada. No puedes forzar a la gente para que sea justa y decente. Esas cualidades deben ser innatas y no se pueden forzar. Por ahora, tendremos que esperar. Puede que Jemba cambie de opinión. O puede que le espere algún destino oscuro. En cualquier caso, matar no es la solución.
—Pero... tú has matado alguna vez —añadió Obi-Wan con tono de duda.
—Lo he hecho cuando no había otra alternativa —admitió Qui-Gon—, pero cuando mato, sólo gano una batalla. Es una victoria pequeña, muy pequeña. Hay grandes batallas que ganar, las batallas del corazón. A veces, con paciencia y razonamientos y dando un buen ejemplo, he ganado más que una batalla. He convertido a mi adversario en un amigo.
Obi-Wan valoró todo esto. A pesar del dolor y la debilidad, Qui-Gon se estaba tomando la molestia de explicarle sus ideas a Obi-Wan. Hasta ayer, lo más probable hubiera sido que el Jedi le hubiese dado una orden severa y luego le hubiera mandado marcharse. Algo había cambiado entre ellos.
—Me estás probando, ¿verdad? —adivinó Obi-Wan —. Has cambiado de idea. Estás considerando elegirme como tu padawan.
Trató de evitar que se le notara la impaciencia en su voz. Qui-Gon negó con la cabeza.
—No —dijo firmemente —. Yo no te estoy probando. ¡La vida te prueba! Todos los días te ofrece nuevas oportunidades para triunfar o para fallar. Y si lo consigues, eso no te convertirá en un Jedi. Te hará humano.
Obi-Wan dio un paso hacia atrás, como si Qui-Gon le hubiese abofeteado. Con un arrebato de emoción, miró hacia su propio corazón. Se había estado engañando a sí mismo, diciéndose que aceptaba las decisiones de Qui-Gon, cuando todo lo que quería era ganarse su respeto. Pero algo en su interior le
 
daba esperanza y le decía que, si actuaba con valentía y era capaz de resolver bien su misión. Qui-Gon cambiaría de opinión.
Ahora veía la realidad.
Qui-Gon advirtió el cambio en los ojos de Obi-Wan. El chico entendió que su decisión era definitiva. Debería haberse dado cuenta. La cólera había desaparecido en el muchacho, pero algo más se había ido también. Las esperanzas de Obi-Wan en el futuro también habían desaparecido.
Qui-Gon vio cómo Obi-Wan se daba la vuelta y se secaba la cara con la manga. ¿Estaría el chico llorando? ¿Tanto daño le había hecho?
Cuando Obi-Wan se volvió, lo único había desaparecido de su cara era el sudor. No había señales húmedas de lágrimas. La única señal que vio Qui-Gon fue la de la peor de las derrotas.
Y eso le dolió. Después de su noble discurso sobre ganarse el corazón de los enemigos, Qui-Gon se dio cuenta de que había roto el corazón de un chico que lo único que quería era llegar a ser su aliado.
 



También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.