Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 7-




Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 7

Obi-Wan se despertó sobre una camilla en una habitación cálida y bien iluminada. Su vista era borrosa y la cabeza le daba vueltas. Un robot médico estaba inclinado sobre él, aplicando un ungüento fresco a sus heridas y comprobando si tenía algún hueso roto.
Una joven humana, pelirroja y de ojos verdes, estaba de pie al otro lado de la habitación, mirándole.
¿No te ha dicho nadie que no te metas en líos con un hutt? —preguntó.
Obi-Wan intentó mover la cabeza, pero incluso el más ligero de los movimientos le producía un gran dolor. Respiró profundamente y se acordó de su entrenamiento Jedi para conseguir aceptar el dolor como una señal que su cuerpo le enviaba. Tenía que aceptar el dolor, respetarlo, no luchar contra él. Sólo entonces podría pedirle al cuerpo que empezara a curarse.
Cuando hubo ordenado sus pensamientos, el dolor le pareció más llevadero.
Se volvió hacia la mujer.
—No parece que tuviera otra opción.
—Sé lo que quieres decir. La mujer esbozo una sonrisa.
—Bien —dijo —, has sobrevivido. Ya es algo. Se acercó hasta ponerse al lado de la cama.
—Tienes suerte de que te encontrara en ese momento. Tú no eres uno de los nuestros.
¿Nuestros? —preguntó Obi-Wan. La miró. Vestía un traje de trabajo naranja con un triángulo verde.
—Nosotros somos de la Corporación Minera Arcona —respondió la mujer—.
Si no trabajas con nosotros, ¿por qué te atacaron los de Offworld?
Obi-Wan trató de encogerse de hombros, pero el dolor se agudizó en uno de ellos. A veces era duro respetar las señales del cuerpo.
—Dímelo tú. Yo solamente estaba buscando mi habitación.
—Eres un chico duro —dijo la mujer alegremente—. No todo el mundo puede resistir los golpes de un hutt. ¿Viniste a bordo buscando trabajo? Podríamos contratarte en la Corporación Minera Arcona. Me llamo Clat'Ha, soy la jefa de operaciones.
Parecía joven para estar al frente de operaciones de minas; tendría alrededor de unos veinticinco años.
—Ya tengo trabajo —dijo Obi-Wan, tratando de recorrer su boca con la lengua. Se sintió aliviado al comprobar que conservaba todos los dientes—. Yo me llamo Obi-Wan Kenobi. Pertenezco a los Cuerpos Agrícolas.
Clat'Ha abrió la boca.
¿Tú eres el joven Jedi? La tripulación de la nave ha estado buscándote por todas partes.
 
Obi-Wan intentó sentarse, pero Clat'Ha le hizo tumbarse otra vez con un movimiento enérgico.
—Continúa así. Todavía no estás bien para levantarte.
Obi-Wan se tumbó de espaldas y Clat'Ha comenzó a retirarse.
—Buena suerte, Obi-Wan Kenobi —dijo—. Cuídate. Te has metido en mitad de una guerra. Tienes suerte de estar vivo. Puede que no tengas la misma suerte la próxima vez.
Se volvió para marcharse, pero Obi-Wan le cogió una mano.
—Espera —dijo—. No entiendo. ¿Qué guerra? ¿Quién lucha?
—La guerra de Offworld —le respondió Clat'Ha—. Has tenido que oír algo sobre ella.
Obi-Wan negó con la cabeza. ¿Cómo podía explicarle que había pasado toda su vida en el Templo Jedi? Sabía más de todo lo relacionado con la Fuerza que de lo que pasaba en la galaxia.
—Offworld es una de las compañías mineras más antiguas y ricas de la galaxia —le contó Clat'Ha —. Y no han llegado hasta ahí dejando que otros compitan con ella. Los mineros que se interponen en su camino terminan muriendo.
¿Quién es su líder? —preguntó Obi-Wan.
—Nadie sabe quién es el propietario de Offworld —dijo Clat'Ha—. Alguien que ha vivido durante siglos, probablemente. Ni siquiera estoy segura de que se pueda probar que él o ella son los responsables de los asesinatos; pero, en la nave, el líder, que se dirige a Bandomeer, es un hutt particularmente despiadado llamado Jemba.
Obi-Wan repitió el nombre en su cabeza. Jemba. Debía haber sido Jemba quien le había golpeado.
¿Despiadado? ¿En qué sentido?
Clat'Ha miró por encima de su hombro, preocupada porque alguien pudiese oírles.
—Offworld usa la mano de obra más barata. En lugares como Bandomeer, la mitad de los trabajadores de Jemba son esclavos whiphids. Pero esto no es lo peor —dijo Clat'Ha. La joven dudaba.
¿Qué es lo peor? —preguntó Obi-Wan. Los ojos oscuros de Clat'Ha brillaron.
—Hace unos cinco años, Jemba era el jefe de Offworld en el planeta Varristad, donde otra compañía minera comenzaba también a trabajar. Varristad es un planeta pequeño y sin aire, así que todos los obreros vivían en una enorme cúpula subterránea. Alguien o algo agujereó la cúpula, destruyendo inmediatamente su atmósfera artificial. Doscientas cincuenta mil personas fueron asesinadas. Nadie pudo probar nunca que Jemba lo había provocado, pero la otra compañía quebró y Jemba compró los derechos de explotación del mineral de Varristad por muy poco dinero. Consiguió un gran
 
beneficio para Offworld. Ahora, nosotros tendremos que tratar con él en Bandomeer.
Obi-Wan dijo:
¿Estás segura de que fue provocado? Puede que fuera un accidente. Clat'Ha le miró poco convencida.
—Puede —dijo—, pero los accidentes persiguen a Jemba igual que el mal olor a los whiphids. Accidentes como el que te ha ocurrido a ti. Así que ten cuidado.
Había algo que ella no le había dicho. Obi-Wan podía percibirlo: era un dolor y un miedo antiguos, un deseo de venganza.
¿A quién conocías en Varristad? —preguntó. Clat'Ha abrió la boca sorprendida y negó con la cabeza testarudamente.
—A nadie —mintió.
Obi-Wan cerró los ojos a la vez que ella.
—Clat'Ha, no podemos permitir que esto continúe. ¡La Monument no es una nave propiedad de Offworld! Ellos no pueden ir por ahí golpeando a la gente.
Clat'Ha suspiró.
—Puede que no sea su nave, pero la proporción de mineros de Offworld frente a la tripulación es de treinta a uno. El capitán no podrá hacer mucho para protegerte. Así que, si yo fuese tú, me mantendría alejado de todos ellos. Serás bien recibido en nuestra parte de la nave siempre que quieras. —Se encaminó hacia la puerta y, entonces, se dio la vuelta y esbozó una sonrisa que hacía que su cara seria pareciese de repente joven y traviesa—. Si puedes encontrarla.
Obi-Wan sonrió, pero aún estaba luchando contra el consentimiento que Clat'Ha mostraba ante la injusticia. No lo comprendía. El había crecido en un mundo donde los conflictos eran discutidos y resueltos. No se permitía la existencia de una injusticia tan obvia.
—Clat'Ha, eso no está bien —dijo tristemente —. ¿Por qué tenemos que estar lejos de su lado de la nave? ¿Por qué tienes que aceptar eso?
La cara de Clat'Ha enrojeció.
¡Porque no los quiero en mi lado de la nave! Obi-Wan, escúchame —dijo rápidamente—, ocurren accidentes alrededor de Jemba. Las torres de perforación estallan, los túneles se colapsan y la gente muere. No quiero a sus espías y saboteadores en mi lado de la Monument, al igual que ellos no quieren a los míos en el suyo. Así que acepta las cosas tal y como son. Es mejor para todos.
Cuando salió de la habitación, la puerta se cerró tras ella. El quicio de la puerta parecía vibrar de manera extraña. Obi-Wan se dio cuenta de que el calor que sentía no se debía solamente a que estaba furioso por la injusticia. Su cuerpo estaba ardiendo. Trató de aceptar el fuego y el dolor, pero se sintió mareado. Se echó de espaldas en la cama, con la cabeza embotada, mientras la habitación le daba vueltas.
 



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