Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 15-

        



Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 15

No quedarás impune por esto —advirtió Qui-Gon al hutt Jemba.
Hablaba tranquilamente. Detrás de Qui-Gon había docenas de arconas que estaban de pie en silencio. Obi-Wan se encontraba entre ellos, mirando la espalda del Jedi. Qui-Gon sufría el dolor provocado por las heridas y parecía estar al borde del colapso.
Jemba se movió divertido, como un gusano gris gigante.
¿Y qué vas a hacer, débil Jedi? —su voz resonaba con gran regocijo—.
¡Nadie puede detener al Gran Jemba! Tus arconas tenían demasiado miedo para enfrentarse a los piratas y se escondieron mientras mis hombres luchaban y morían. ¡Muy pronto estos cobardes serán mis esclavos!
Jemba y sus hombres habían tomado posesión del comedor arcona. Una muralla de mineros de Offworld, hutts, whiphids, humanos y androides se situaban detrás de Jemba. Los mineros de Offworld estaban preparados para la batalla.
Qui-Gon, Obi-Wan y los arconas vieron los cañones de al menos treinta pistolas láser. Algunos de los matones de Offworld tenían, además, escudos y armaduras. Los hombres de Jemba, obviamente, tenían algo más que los dáctilos. La mayoría de las armas de la nave estaban en su poder.
Obi-Wan estaba inquieto. A su lado, Clat'Ha estaba lívida. Tenía las manos caídas al lado del cuerpo, dispuesta a desenfundar su arma: pero ella y los arconas hubiesen sido derrotados de forma abrumadora.
—No es justicia lo que buscas, Jemba —intentó razonar Qui-Gon—. Lo único que quieres es satisfacer tu ambición. Así no se resolverá nada. Baja las armas.
Qui-Gon invocó a la Fuerza para convencer al hutt de que parara esta locura. Pero el Maestro Jedi, ignorando su propio dolor, había estado concentrado en su herida durante horas para acelerar su curación, y estaba demasiado débil para persuadir al hutt.
Jemba movió una mano, como intentando tocar algo en el aire.
—Oh, ¿es esto que estoy sintiendo tu poderosa Fuerza? ¡Ha! —espetó—. Tus trucos de Jedi son tan inocentes que me hacen reír. No puedes hacer nada contra el Gran Jemba. Y mírate, Jedi. Ni siquiera sabes evitar los golpes de un hacha vibratoria. Cualquiera puede ver que estás demasiado débil para luchar. No hay nada que puedas hacer para detenerme.
Obi-Wan, lleno de ira ante la burla del hutt, se adelantó a Qui-Gon y se enfrentó a Jemba.
¡Yo puedo detenerte! —gritó, levantando su sable láser.
Los enormes ojos de Jemba se empequeñecieron por el enfado. Los matones que le rodeaban permanecieron en su sitio. No tenían miedo de un niño.
 
¿Qué pasa, Jedi? —dijo Jemba despectivamente a Qui-Gon—. ¿Envías a un niño para que luche contra mí? ¿Es alguna clase de insulto?
Jemba miró a izquierda y derecha y levantó una enorme garra. Obi-Wan sabía que, si la bajaba, era la señal que esperaban sus hombres para abrir fuego. Además, el muchacho sabía que sólo podría rechazar unos cuantos disparos.
Qui-Gon se acercó y tocó a Obi-Wan en el codo.
—Apaga tu espada —dijo tranquilamente —. No se puede ganar así. Si comienzan a disparar, la gente morirá innecesariamente. Un Jedi debe conocer a sus verdaderos enemigos.
Obi-Wan estaba temblando. De repente se sentía confundido.
¿Qué quieres decir? —preguntó. El sudor le resbalaba por la cara—.
¿Cuál de ellos es nuestro enemigo?
—La cólera es nuestro enemigo —dijo Qui-Gon razonablemente. Después, lanzó una mirada a través de la habitación dirigida a Jemba —. La ambición y el miedo son también nuestros enemigos. Los arconas pueden vivir sin dáctilos durante algún tiempo. No necesitas luchar ahora. El odio es otro enemigo.
Obi-Wan, que había comprendido la sabiduría de las palabras de Qui-Gon, apagó su espada, hizo una reverencia a Jemba como si de un oponente respetable se tratara y dio un paso hacia atrás.
—Una postura inteligente, pequeño —dijo Jemba.
Luego, el hutt estalló en una sonora carcajada y gritó a los arconas que estaban en la habitación:
—Necesito obreros, y estoy dispuesto a pagaros bien.
La voz del hutt creó un pequeño eco. Detrás de Qui-Gon los arconas empezaron a murmurar con inquietud, casi creando un zumbido.
Clat'Ha gritó:
¡Offworld no paga bien a sus obreros! Jemba se golpeó el pecho.
¡Pagaré en comida y en dáctilos! —dijo—. ¡Por un día de trabajo, daré a mis obreros un día de vida!
¿Te ofreces a pagar a esta gente con los dáctilos que tú les has robado anteriormente? —preguntó Obi-Wan.
No podía creer lo que estaba oyendo. Hacía todo lo que podía para contenerse y no ir corriendo a través de la habitación para cortar en rodajas a Jemba.
Jemba sonrió cruelmente.
—De hecho, aquellos que trabajen para mí vivirán. Los que no lo hagan morirán. ¿Qué mejor paga puedo ofrecer?
Los arconas habían estado hablando en voz baja. Ante la sorpresa de Obi- Wan, algunos de ellos cruzaron inmediatamente la habitación hacia Jemba. Otros más los siguieron. Si Treemba dudó, pero al final se unió a ellos.
¡Esperad! —ordenó Clat'Ha a los arconas —. ¿Qué estáis haciendo?
 
Los arconas se detuvieron y se volvieron.
—Somos mineros —dijo Si Treemba —. No nos importa si vivimos gracias a Jemba o a cualquier otro.
—Pero, Si Treemba, ¿qué hay de tu libertad? —preguntó Obi-Wan—. ¡No puedes abandonar!
Si Treemba le miro tristemente.
—Tú eres nuestro amigo. Obi-Wan, pero no nos entiendes. Los humanos sabéis valorar la libertad tanto como la vida, pero nosotros no.
Los arconas se volvieron en grupo y se dirigieron hacia Jemba.
Obi-Wan hizo un esfuerzo para entender las palabras de su amigo. Los arconas se criaban en nidos donde lo compartían todo. En Cona, cavaban en el suelo para conseguir raíces profundas que tenían agua y alimento. Dependían los unos de los otros completamente. Una vez en Bandomeer, trabajarían en las minas para Jemba. Mientras su comunidad sobreviviera, mientras el "nosotros" permaneciese, la libertad no importaba.
—Si os vais con él —advirtió Clat'Ha—se aprovechará todo lo que pueda de vosotros y no os dará nada a cambio, excepto lo que ya es vuestro por derecho. Jemba se enriquecerá, mientras que los arconas empobrecerán.
¿Queréis eso?
—No —admitió Si Treemba—, pero nosotros no queremos morir.
—Entonces debéis luchar —urgió Clat'Ha—. Cuando os enfrentáis a un peligro construís paredes y os escondéis detrás de ellas. Esa es la manera de actuar de los arconas. Pero cuando alguien echa abajo vuestras paredes, vosotros lucháis. Jemba no es más peligroso que cualquier otro de vuestros enemigos. Intenta destruiros, pero podemos vencerle.
Clat'Ha levantó su pistola láser y los mineros de Offworld hicieron lo mismo, preparados para luchar. Obi-Wan estudió a la valiente mujer. Su fiereza llenaba la habitación. Le faltaba una chispa para explotar.
Era una batalla que estaban condenados a perder. Qui-Gon tenía razón. No era ni el momento ni el lugar para luchar. Tenían que detener a Jemba, pero no podían hacerlo ahora.
—Si Treemba —llamó Obi-Wan —. Amigo, sólo te pido una cosa. Espera.
Qui-Gon le lanzó una mirada de respeto. Obi-Wan no tuvo tiempo para sentirse halagado. Concentró toda su atención en Si Treemba. A veces la amistad podía llegar a sitios que la Fuerza no alcanzaba.
Si Treemba le miró a la cara, llorando. Obi-Wan sabía que le supondría un acto de gran valentía dejar a sus compañeros arconas. El joven aprendiz esperó, era consciente de que hablar de nuevo hubiera sido un insulto para Si Treemba.
Lentamente, el arcona afirmó con la cabeza. Luego se movió hacia el otro extremo de la habitación, donde estaban Clat'Ha y Obi-Wan.
Un ansioso y elevado silbido llenó la habitación. Uno por uno, los arconas siguieron a Si Treemba.
 



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