Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 10-

   



Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 10

Obi-Wan y Si Treemba gatearon por los conductos del aire hasta una rejilla que daba a una habitación oscura. Un whiphid enorme estaba tumbado durmiendo en una litera, como si fuera una bola de piel maloliente. El olor a cerveza dresselliana barata llenaba la habitación.
La estancia, como el resto de las que Obi-Wan había visto ese día, parecía un monumento a la suciedad. Las ropas del whiphid, pieles de mala calidad de Toóla, su mundo de origen, estaban sucias. Había montones de calaveras de animales coloreadas y apiladas en cada esquina, como trofeos de caza. Pero lo peor que pudo ver Obi-Wan fue lo que los hutts habían ido amontonando en el suelo de la habitación: partes peludas de animales a medio comer. El joven aprendiz estudió la tenebrosa escena durante más de un minuto. El whiphid estaba probablemente borracho. Si no. habría estado fuera jugando con sus amigos al sabac o a cualquier otro juego de cartas.
Pero algo iba mal. Tal vez el whiphid fingía dormir. Podría ser una trampa.
Obi-Wan intentó mirar más a fondo la habitación y, aunque no podía ver bien las esquinas de la estancia, a excepción del whiphid, parecía vacía.
Su incomodidad crecía. Podía sentir las ondas negativas que le llegaban desde la Fuerza, pero, ¿qué significaban? La maldad se extendía por ese lado de la nave como aire envenenado. Habían buscado ya en algunas habitaciones y habían encontrado armas ilegales, pistolas antidisturbios y granadas biológicas. Incluso habían hallado un pequeño cofre con chips de crédito que debían haber sido robados en algún botín. Pero ni rastro de los termostatos.
Volvió a fijarse en el whiphid. Estaba tumbado en su compartimento. Debajo de su cabeza, Obi-Wan pudo ver un arma medio oculta. Entre criaturas de ese tipo, dormir con un arma era lo normal.
Obi-Wan prestó atención a la respiración del whiphid. Respiraba poco profundamente y de una manera un poco incómoda para estar descansando. Si estaba dormido, su sueño no era muy profundo.
En el pasado, y demasiado frecuentemente, la impaciencia de Obi-Wan le había metido en problemas. Esta vez decidió confiar en sus instintos.
Con cuidado y en silencio. Obi-Wan cruzó por encima de la habitación y miró hacia atrás por el estrecho conducto de aire. Si Treemba seguía agachado. El pobre arcona apenas podía mover su enorme cabeza triangular a través del hueco.
En ese momento. Si Treemba golpeó con su cabeza el conducto metálico, produciendo un ligero ruido. Obi-Wan se encogió.
Como el pueblo de Si Treemba había sido criado en los túneles de Cona, sus maravillosos ojos proyectaban una ligera luz bio-luminiscente. Obviamente, los arconas no eran cazadores de animales. Obi-Wan sólo deseaba que, cuando Si cruzara sobre la habitación, el whiphid no mirase hacia arriba y lo descubriese.
Obi-Wan contuvo la respiración y se movió hacia delante, avanzando paso a paso hacia la siguiente estancia.
 
El olor que venía de la habitación era horrible, una mezcla de carne podrida y pelo grasiento. Obi-Wan pudo escuchar voces, las estruendosas risas de los hutts y los gruñidos animales de los whiphids.
Retiró un poco de suciedad y miró a través de la siguiente rejilla de ventilación. La habitación estaba llena de hutts y de whiphids, agachados alrededor del suelo y jugando a los dados.
Si Treemba no podía pasar sin ser visto por ellos. Tendrían que retroceder, como habían hecho tantas veces hoy. Obi-Wan tuvo miedo de que estuvieran completamente perdidos.
El joven aprendiz miró hacia atrás por el conducto de aire y vio a Si Treemba que retrocedía poco a poco y con cuidado hacia el conducto anterior. Obi-Wan hizo un gesto con la mano, intentando atraer la atención del arcona, cuando, de repente, un chorro de luz cegador irrumpió a través del conducto y sonó una explosión ensordecedora.
¡Alguien había lanzado un disparo a través de una rejilla! El humo llenaba el aire.
¡Estaban atrapados! Frenéticamente y mediante señas. Obi-Wan indicó a Si Treemba que corriera hacia él. Pero, a pesar de ello, una enorme garra peluda atravesó el tubo metálico y agarró al arcona por la garganta.
Si Treemba, aterrorizado, abrió sus brillantes ojos y dejó escapar un sonido ahogado que podría ser una llamada de socorro. Luego fue arrastrado hacia abajo. Obi-Wan oyó el golpe de su cuerpo al caer al suelo.
A través de la rejilla que tenía detrás. Obi-Wan oyó a un hutt riéndose cruelmente.
¡Y tú decías que había ratas en los conductos del aire! ¡Te dije que había olido a arcona!
El corazón de Obi-Wan palpitaba aceleradamente. Sabía que, en un instante, alguien podía sacar su cabeza a través de la rejilla, arma en mano, en busca de otros como Si Treemba.
Moviéndose tan rápidamente como podía, el joven se arrastró en silencio hacia una esquina que estaba veinte metros más adelante. Dio la vuelta al recodo, con el sudor resbalándole por la cara. Desde detrás le llegaba el débil sonido de los gritos de Si Treemba. Un whiphid rugía encolerizado. Obi-Wan se mordió los labios. Le hubiese gustado no escuchar a Si Treemba gritar, pero se lo merecía. El había metido al arcona en todo este lío.
A través del conducto del aire, oyó a alguien gruñir:
—Yo no veo a nadie más aquí arriba.
No se atrevía a volver a por Si Treemba. En vez de eso, Obi-Wan gateo a ciegas, doblando varias esquinas y moviéndose deprisa a través de los conductos. ¡Tenía que conseguir ayuda!
Al fin se detuvo con la respiración agitada. No había ayuda en este lado de la nave.
 
Qui-Gon le había advertido que no entrara en territorio de Offworld. Ahora, Obi-Wan se daba cuenta de que tenía que volver atrás. Los hutts y los whiphids pensarían que Si Treemba era un espía. Puede que le torturaran para conseguir que confesara. Podrían incluso matarle. Y no iban a tardar mucho.
¡Había sido tan loco! Tenía que haberse dado cuenta de lo difícil que iba a resultar introducirse en ese lado de la nave. Había llevado a Si Treemba directamente hacia el peligro. Se había aprovechado de su lealtad hacia él.
Al fin y al cabo, quizá las dudas de Qui-Gon estaban justificadas. Quizá no se merecía ser un Jedi.
Obi-Wan se secó el sudor de los ojos con el dobladillo de la túnica y se aseguró de que su sable láser estaba sujeto a su funda.
Entonces, volvió a ayudar a su amigo.




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