Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 14-

       



Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 14

Docenas de mineros habían sido heridos o asesinados durante el ataque, así que la enfermería estaba llena. Sin embargo, pocos de los heridos eran arconas. Según predijo Clat'Ha, todos los arconas a excepción de Si Treemba se habían encerrado en sus habitaciones al menor signo de peligro. La mayoría pertenecían a la tripulación de la nave o eran mineros de Jemba.
Las heridas de Qui-Gon hubieran sido de consideración para un hombre normal, pero el Jedi esperó hasta que los demás fueron atendidos para solicitar que el robot médico le vendara en su habitación. Clat'Ha se negó a moverse de su lado, sin importarle las sugerencias del Maestro Jedi para que descansara.
—No me iré hasta que estés bien —dijo tranquilamente.
Obi-Wan había aterrizado la nave sólo a unos metros de una playa rocosa. La noche cayó como una niebla sobre la isla. Cuando estuvieron seguros de que la atmósfera era estable, una docena de lanzaderas salieron para reparar los daños del casco, y otras para inspeccionar los alrededores. Los dragones plateados estaban por todas partes, volando en el cielo nocturno, aparentemente dormidos sobre sus alas. Muchos de ellos llenaban los acantilados de la isla. No era seguro permanecer mucho tiempo en el exterior, así que el capitán dijo que no se permitiría a nadie salir con la luz del día, mientras las bestias estuviesen despiertas. El ingeniero de la nave les comunicó que se tardarían dos noches en arreglar la nave por completo.
Obi-Wan llegó a la habitación de Qui-Gon justo cuando el robot médico terminaba de aplicarle una venda desinfectante en su herida, que presentaba mal aspecto. Luego, empezó a cicatrizarla. El hacha vibratoria del capitán pirata había alcanzado la parte trasera de los hombros de Qui-Gon, hasta llegar a las costillas. Obi-Wan se sintió mareado simplemente con mirar la herida, pero Qui-Gon permanecía sentado sin moverse, dejando que el androide hiciera su trabajo.
—Tienes suerte de estar vivo —le dijo el robot médico a Qui-Gon—. Tus heridas se curarán con el tiempo. ¿Estás seguro de que no quieres nada para mitigar el dolor?
—No, no me hace falta —contestó Qui-Gon con voz templada. Volvió la mirada hacia Clat'Ha—. ¿Ahora te irás a descansar?
Ella afirmó cansinamente con la cabeza.
—Volveré a verte más tarde.
Clat'Ha le dejó con el robot médico. La puerta siseó al cerrarse tras ella.
Qui-Gon se acomodó en una silla. Obi-Wan esperó a que le hablase o notara su presencia.
El Maestro Jedi miró detenidamente con sus ojos azules a Obi-Wan durante unos instantes.
—Obi-Wan, cuando aceleraste la nave, ¿en qué estabas pensando?
 
¿En qué? —contestó Obi-Wan dubitativo—. Realmente no estaba pensando en nada. Tenía miedo de los piratas y sabía que tenía que huir de ellos rápidamente.
Estaba demasiado cansado como para preocuparse de si estaba dando una respuesta adecuada. Lo mejor era simplemente decir la verdad. Le daba igual que Qui-Gon aprobara sus decisiones. Estaba cansado de intentar complacerle.
¿Así que no pensaste que al desprender sus naves del muelle ibas a matar a cientos de piratas en el proceso? —preguntó Qui-Gon en un tono neutral.
—No tenía tiempo de pensar en lo que estaba haciendo —replicó Obi-Wan
—, La Fuerza me guiaba.
¿Tenías miedo? ¿Estabas enfadado?
—Las dos cosas —admitió Obi-Wan —, Yo... disparé contra los piratas.
Maté, pero no lo hice con odio. Lo hice para salvar vidas.
Qui-Gon movió levemente la cabeza con gesto afirmativo.
—Ya veo.
Le había dado la respuesta que Qui-Gon quería oír. Demostraba que Obi- Wan estaba creciendo en el aprendizaje de la Fuerza.
Sin embargo. Qui-Gon se sentía extrañamente insatisfecho y buscó en el interior de su corazón. ¿Quería realmente que el chico hubiese fallado la prueba? Hubiera sido un grave defecto para un Jedi.
No podía evitarlo. La verdad era que Obi-Wan no le había decepcionado. Había aceptado con valentía la tarea de pilotar la nave. Había tenido cientos de vidas en sus manos y no había dudado. Se había ganado el honor de ser su aprendiz.
Entonces, ¿por qué le resultaba todavía tan difícil a Qui-Gon confiar en él?
Porque me fié de otro. Deposité toda mi confianza en Xánatos y resultó desastroso.
El sentimiento de pérdida era tan grande que, incluso ahora, Qui-Gon lo sufría como una herida abierta. Habría preferido tener una docena de heridas abiertas por el hacha vibratoria del capitán pirata antes que volver a sufrir esa pérdida y ese dolor.
Obi-Wan, confundido, permanecía de pie delante de Qui-Gon. Estaba tan cansado que casi se balanceaba sobre sus pies. ¿Habría contestado bien o mal? No lo sabía. Todo lo que percibía era una lucha interior en Qui-Gon que no entendía. Habían luchado juntos para salvar la nave, y eso bastaba para crear un vínculo entre ellos; pero Obi-Wan sentía que estaban más alejados que nunca.
¿Debía hablar? Quizá si le preguntaba a Qui-Gon lo que estaba pensando, le respondería. Pero antes de que Obi-Wan hiciera nada, unos golpes violentos sonaron en la puerta. El joven aprendiz corrió a abrirla.
Si Treemba entró. El arcona jadeaba y estaba casi sin respiración.
 
¿Qué ocurre? —preguntó Qui-Gon.
El Maestro Jedi se puso de pie y poco a poco, extendió el brazo para comprobar cómo había actuado el ungüento.
—Por favor, venid deprisa —dijo Si Treemba jadeando —. ¡El hutt Jemba ha robado nuestros dáctilos!




También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.