Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 1. El Resurgir de la Fuerza -CAPÍTULO 9-

  



Obi-Wan Kenobi quiere desesperadamente ser un Caballero Jedi. Después de pasar años en el Templo Jedi, conoce el poder del sable láser y de la Fuerza. Pero no sabe cómo controlar su miedo y su ira, y el Maestro Jedi Qui-Gon Jinn le rechaza para ser su padawan.


CAPÍTULO 9

El sentido de la responsabilidad de Obi-Wan le hizo sentirse fuerte otra vez. Si Treemba y él decidieron buscar en la parte arcona de la Monument. Tenía sentido eliminar primero la parte fácil de la tarea.
Obi-Wan y Si Treemba buscaron sin resultar sospechosos en las cocinas, los almacenes, las habitaciones de entrenamiento y los comedores. Si Treemba llevó a Obi-Wan incluso hasta los vertederos. No hallaron ninguna pista sobre los termostatos robados.
—Tenemos que buscar por las habitaciones, Si Treemba —dijo Obi-Wan quitándose un resto de basura que llevaba en el pelo.
Suspiró. Había más de cuatrocientos mineros arconas en sus habitaciones.
Iba a ser difícil que les dejaran mirar en sus estancias.
—No habrá problema —replicó Si Treemba.
Obi-Wan había olvidado cómo pensaban los arconas. No utilizaban las palabras "yo" o "mío". Así que Si Treemba anduvo habitación por habitación, mirando en cada litera y en cada armario. Una docena de veces los arconas preguntaron:
¿Qué estamos haciendo?
Si Treemba siempre contestaba:
—Estamos buscando algo que se ha perdido. A lo que los arconas preguntaban:
¿Podemos ayudarte a encontrarlo? Y Si Treemba contestaba:
—No necesitamos ayuda.
Y, entonces, Si Treemba y Obi-Wan registraban la habitación y después se marchaban.
Pero no todos los trabajadores de la Corporación Minera Arcona eran arconas. Algunos eran meerianos, pequeños y con el pelo plateado, que volvían a Bandomeer y otros eran humanos. Obi-Wan tenía que tratar con ellos con cuidado. Más de una vez tuvo que usar la Fuerza para convencer a algún fornido minero de que le dejara registrar su habitación.
Era un trabajo muy cansador para alguien que todavía se estaba recuperando, pero Obi-Wan ignoró su dolor y su debilidad. Un Jedi no se deja dominar por esos sentimientos.
Después de un día intenso, Obi-Wan y Si Treemba fueron a las cocinas a tomar una comida tardía. Obi-Wan engulló un ave asada con pétalos de Alderaan, y Si hongos cubiertos de dáctilos, una especie de amoníaco cristalizado amarillo. La comida del arcona olía..., bueno, lo de los hongos no estaba mal, pero el dáctilo olía como si fuese veneno.
Obi-Wan arrugó la nariz.
¿Cómo puede alguien comerse eso?
 
Si Treemba sonrió. Sus ojos brillaban.
—Algunas criaturas se preguntan cómo los humanos pueden beber agua, y, sin embargo, a ti te encanta. El amoníaco es tan necesario para nosotros como el agua lo es para vosotros.
Dicho esto, Si cogió un par de crujientes piedras amarillas y se las metió en la boca como si fuesen un dulce.
Cuando Obi-Wan estiró el brazo para coger la sal. Si Treemba retiró su plato horrorizado.
—La sal aumenta nuestra necesidad de dáctilos —explicó Si Treemba—. Es una sustancia muy peligrosa para los arconas.
Obi-Wan echó sal en su comida.
—Supongo que cada uno tenemos nuestros propios venenos —dijo alegremente, dando un bocado.
Si Treemba sonrió abiertamente y comió su dáctilo. Era casi como estar de vuelta en el Templo, comiendo con Bant o Reeft, pensó Obi-Wan. Echaba de menos a sus amigos, pero, cuanto más tiempo pasaba con Si, más a gusto se encontraba con él. El arcona tenía una valentía y una determinación que le habían impresionado. Obi-Wan era consciente de que para un arcona requería un gran valor el salirse del grupo y ayudar a un extraño.
¿Sabes? —preguntó Obi-Wan —; hay una cosa que no entiendo. Jemba montó un buen numerito, pero tengo la sensación de que tiene miedo de Clat’Ha y los arconas.
Si Treemba tragó lo que tenía en la boca, que estaba llena de dáctilo y de hongos.
—Creemos que tienes razón, Obi-Wan. Nos tiene miedo. Aunque no lo hagamos a propósito, sabe que nosotros le destruiremos.
¿A qué te refieres? —preguntó Obi-Wan.
—En las Minas Offworld, los jefes y encargados se hacen ricos, pero los obreros comunes no ganan nada. Algunos de ellos son esclavos. Pero en la Corporación Minera Arcona no tenemos jefes ni supervisores. Cada obrero participa en los beneficios. Esto no preocupaba a Offworld hasta que Clat'Ha fue nombrada jefa de operaciones. Ella quiere expandir nuestra actividad. Así que contacta con los mejores obreros de Offworld. Si son esclavos, se ofrece a comprarlos y a hacerles libres si trabajan para nosotros. Si han firmado contratos de trabajo, les ofrece otro.
—Parece justo —dijo Obi-Wan.
—Es justo —coincidió Si Treemba—. Es por eso exactamente por lo que Jemba nos tiene miedo. Muchos de sus buenos trabajadores quieren venirse con nosotros. Si esto ocurre, sólo los malos trabajadores se quedarán en Offworld.
—Ya veo —dijo Obi-Wan —. Así que, en unos pocos años, Jemba sólo tendrá jefes, sin nadie a quien mandar. Y eso no le gustaría nada.
Si Treemba sonrío y después se puso serio.
 
—Pero Jemba está parándonos los pies. Ha subido el precio de los contratados y de los esclavos. No podremos contratar durante mucho tiempo a trabajadores de Offworld.
Obi-Wan empezaba a comprobar que la galaxia era un lugar mucho más complicado de lo que pensaba. El Templo le había preparado para muchas cosas, pero no para esto. Aunque siempre había sabido que en la mayoría de los mundos de la galaxia había esclavos ilegales, había asumido que era una circunstancia poco habitual, pero aquí había cientos de trabajadores atrapados en una práctica ilegal.
Obi-Wan estaba horrorizado ante la idea de la esclavitud. Offworld había pagado mucho dinero por comprar y entrenar a los esclavos, y la compañía no estaba dispuesta a venderlos baratos o a dejarles marchar sin oponer resistencia. Clat'Ha tenía razón cuando le había dicho a Obi-Wan que se había metido en una guerra. Esta batalla se podría extender por las explotaciones mineras de cientos de mundos.
Deseaba poder correr al otro lado de la nave, sable láser en mano, y arreglarlo todo; pero sabía que ésa no era la mejor manera de actuar. Tenía que encontrar los termostatos. Mostrarlos era la única manera de combatir a Jemba.
Retiró su plato.
—Hemos buscado por todas partes en esta mitad de la nave, Si —dijo. Los termostatos tienen que estar en territorio de Offworld.
El joven arcona inspiró profundamente y luego soltó el aire poco a poco.
—Bien. Estamos encantados.
¿Encantados? —preguntó Obi-Wan —. Pero si tenemos que invadir el territorio de Offworld. Pensé que le tenías pánico a los hutts.
—Sí que lo tenemos —contestó Si Treemba—, pero, aun así, estamos encantados de que los termostatos no estén aquí porque eso significa que somos inocentes. Alguien de la Compañía Minera de Offworld está tratando de asesinarnos.
—Sí, ya entiendo por qué es reconfortante —bromeó Obi-Wan, que había comprendido lo que quería decir Si Treemba.
Los arconas se incubaban en huevos colocados en un enorme nido, con cientos de hermanos y hermanas con los que crecían al mismo tiempo. Desde su juventud, se les enseñaba a pensar como un grupo. La sospecha de que uno de los arconas, un hermano o hermana de Si, pudiera hacer algo que dañara o avergonzara al grupo había aterrorizado al joven arcona.
¿Así que estás dispuesto a buscar en territorio hutt? —preguntó Obi-Wan
—. Tenemos que buscar una manera de husmear por allí.
Si Treemba retiró su plato de hongos y dáctilos.
—Como dijimos antes, Obi-Wan, te seguiremos. Obi-Wan sonrió.
—Puede que te arrepientas de haber dicho eso.




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