Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 11-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 11

El planeta Pirin, en el sector Locris, donde se encontraban las oficinas centrales de Kontag y las fábricas, no estaba demasiado lejos; aún así las pocas horas que les tomó llegar fueron demasiadas para Dooku. Había aprendido hace mucho como ocultar su impaciencia, pero no como deshacerse de ella.
Dooku tuvo tiempo de reflexionar camino a la fábrica y concluyó que resultaría negativo exigir cualquier cosa. En su experiencia, una pequeña argucia funcionaba siempre mejor que la confrontación directa.
¿Tenemos un plan, Maestro? —preguntó Qui-Gon, quebrando el largo silencio.
—Sigue mis indicaciones —dijo Dooku—. Fingiremos ser futuros clientes. Lo más importante que necesitamos hacer es echar un vistazo en las instalaciones de la fábrica. Si hay sabotaje, quizá podamos obtener algo.
Dooku caminó a grandes pasos en las oficinas de la compañía. Una barra de grabación emitió la imagen de un trabajador holográfico, una mujer bastante joven—. Bienvenidos a Kontag —dijo con voz musical—. Por favor identifique su empresa y póngase cómodo en nuestros asientos mejorados, diseñados a medida para cualquier aerocoche.
Dooku se presentó e hizo lo mismo con Qui-Gon, y dijo que los Jedi estaban interesados en un proyecto a gran escala para actualizar sus dispositivos de seguridad en naves espaciales. Casi en un instante, una vendedora se materializó desde una oficina interior.
—Soy Sasana —dijo—. Nos complace tanto que los Jedi hayan pensado en Kontag para sus necesidades. Pero creíamos que su orden prefería manejar la seguridad internamente.
—Evaluamos otras opciones —dijo Dooku.
Sasana inclinó la cabeza—. Siempre sabios. Déjenme mostrarles el tipo de seguridad de primera clase que Kontag es capaz de proporcionar. Le entregó a Dooku un artículo idéntico al que Eero les había mostrado.
Dooku fingió leerlo y se lo pasó a Qui-Gon.
—Interesante. ¿Puede mostrarnos la fábrica?
Sasana deslizó una sonrisa—. Esa es una... petición inusual.
La sonrisa de Dooku tomó el lugar de la suya—. Me temo que una que podría romper un trato. Los Jedi son muy exigentes.
Podía notar las ilusiones de un gran contrato bailando delante de los ojos de Sasana—. Por supuesto —dijo ella finalmente—. Este es el camino.
Sasana intentó controlar el ir de un lado a otro y la minuciosidad de la visita, pero Dooku sabía que una vez que estuviera dentro de la fábrica, podrían ver cualquier cosa que desearan. Bajaron por los pasillos mientras los droides volaban o caminaban por ahí. Examinaban los paneles, revisaban si los sensores de las habitaciones funcionaban, y el zumbido de las máquinas dificultaba la conversación. La visita acabó en un prototipo de deslizador de avanzada tecnología.
Dooku había visto bastante. Le dijo a Sasana que se mantendrían en contacto y salieron.
 
Tan pronto como estuvieron afuera, miró a su Padawan—. ¿Impresiones?
—Algo no está bien —dijo Qui-Gon.
¿Por qué lo crees? —preguntó Dooku.
—Hay pruebas, tanto de prosperidad como de declive —dijo Qui-Gon. — las oficinas son lujosas, pero hay zonas de trabajo vacías, como si el personal hubiera sido despedido. La lista de clientes incluye los trabajos en progreso. Por el nivel de actividad que vi, la cantidad de droides y materiales posiblemente no alcanzará para satisfacer esa demanda. Y hay indicios en algunas áreas de los talleres de que las máquinas estuvieron ahí alguna vez y fueron retiradas.
—Excelente —dijo Dooku—. ¿Conclusión?
Qui-Gon dudó—. Encubren algo, de eso no hay duda. Pero no sé que es.
—Si la lista de clientes es correcta, el trabajo está siendo hecho en alguna otra parte. Sólo que no en esta fábrica —dijo Dooku—. Lo que veo es una compañía que una vez fue rica y que decayó en los tiempos difíciles y ha recurrido a una fábrica más barata para hacer el trabajo que una vez hicieron. La fábrica aquí es una falsa apariencia. No es aquí donde se hace el trabajo real.
¿Cómo podemos descubrir la verdadera fábrica? —preguntó Qui-Gon.
Dooku extrajo un sensor de habitaciones del interior de su túnica—. Creo que esto nos podría decir algo. Los sensores de habitaciones siempre tienen una marca de la fábrica, oculta en su software. Me tomé la libertad de retirarlo del prototipo. Extrajo su datapad e insertó el sensor, luego rastreó la información que salía a través de la pantalla. Presionó algunos botones. Después de un momento, sonrió—. El planeta de la fábrica es Von-Alai —dijo.
Von-Alai había sido una vez un planeta frío cubierto de nieve y hielo. Sus habitantes eran expertos en extraer formas de vida de los desechos congelados. Con la introducción de fábricas y desechos tóxicos, el clima se había calentado, y las inundaciones periódicas devastaron el campo. En lugar de detenerse el crecimiento, cada vez más y más fábricas se construyeron, y las viviendas de los trabajadores fueron construidas en plataformas elevadas. Los dueños de las fábricas tenían poder político, así que se tomó esta decisión para adaptarse al clima cambiante en lugar de limitar el flujo de sustancias contaminantes. Como consecuencia, las plantas originarias se secaron, las inundaciones fueron comunes, y un planeta una vez hermoso y plateado, era ahora un yermo empapado. El aire era denso y tenía sabor metálico. La nieve prístina ya no caía, sólo una lluvia fría contaminada por toxinas.
Qui-Gon estaba parado sobre la plataforma de aterrizaje, respirando el aire amarillo, absorbiendo silenciosamente el planeta desperdiciado—. Qué destino tan terrible —dijo—. Los Alains han perdido su planeta.
—Los seres escogen su propio destino —dijo Dooku—. Pudieron haber luchado por su planeta, pero su indiferencia y avaricia les hicieron pasivos. No hubo guerra aquí, mi joven aprendiz. Simplemente seres que decidieron no luchar contra el poder que los gobernaba.
—Quizás lo intentaron, y fallaron —dijo Qui-Gon silenciosamente—.
—Entonces son débiles también, lo cual es peor —dijo Dooku con desdén
—. Vamos.
 
Esta vez Dooku pensó que sería mejor no anunciar su aproximación.
Simplemente cruzó las entradas de la fábrica. No había seguridad.
Entraron en una instalación de producción clamorosa. La grasa manchaba el piso y se acumulaba en charcos. El techo era bajo y el aire denso y caliente. Filas y filas de puestos de trabajo se ubicaban en el amplio espacio. Droides maltrechos operaban servodispositivos y bombas de aire. Los trabajadores se veían débiles y enfermizos, y Dooku notó que la mayoría eran bastante jóvenes.
¡Están usando niños! —dijo Qui-Gon, exaltado—. ¡En estas condiciones! Esto viola leyes galácticas.
—Desafortunadamente, hay muchos lugares como éste —dijo Dooku.
¡Debemos hacer algo! —dijo Qui-Gon, con su mirada cada vez más angustiada mientras observaba la fábrica—. Miran como si estuvieran enfermos y hambrientos.
—Debes mantener tu concentración en la misión, mi joven aprendiz —dijo Dooku bruscamente—. No podemos salvar a todos en la galaxia.
—Pero Maestro…
—Qui-Gon—. Dooku sólo tuvo que decir el nombre de su padawan como una advertencia. Qui-Gon se mordió los labios.
Un macho rechoncho, decididamente humano, de pelo escaso y enredado con el sudor y la grasa, vino corriendo hacia ellos—. ¿Perdón, quiénes son ustedes? De todos modos no importa, ustedes están entrando sin autorización, así que váyanse.
Dooku no se movió.
—Perdón, pero si no se van llamaré a Seguridad —dijo el hombre frunciendo el entrecejo. ¿Quieren eso?
—Por favor hágalo —dijo Dooku—. Quizás podamos discutir el número de leyes galácticas que usted está violando.
El hombre dio un paso atrás—. ¿Ustedes no son inspectores del Senado,
 
o sí?
 

—Necesitamos información —dijo Dooku.
—Pues bien, han venido al lugar equivocado —contestó el hombre. Dooku miró amablemente a su alrededor—. Está ocupado, ya veo. El hombre asintió con la cabeza cautelosamente.
—Muy probablemente no complacería a sus superiores si la fábrica fuera
 
cerrada justo bajo su turno.
¿Tiene autoridad para hacer eso?
Dooku se encogió de hombros—. Trabajo infantil. Condiciones peligrosas. Charcos de grasa en el suelo, compuestos tóxicos abandonados al aire libre... Hay una docena de violaciones que puedo ver sin siquiera girar mi cabeza.
¿Qué quieren ustedes? ¿Dinero? Pagamos nuestros sobornos, pero tengo una reserva de emergencia.
 
—Como dije, solamente información. ¿Quién es el dueño de la fábrica? — preguntó Dooku.
—Solamente envío informes. No sé nada...
¿A quién envía los informes? —Dooku perdió la paciencia. Fijó su mirada en el encargado.
—Una compañía... se los envío a una compañía.... Su nombre es Caravan.
Caravan. El nombre del crucero estelar holográfico que Lorian había diseñado. Solía irse a dormir soñando con los lugares a los que viajaría en él.
Eso era todo lo que Dooku necesitaba saber. Reflexionó sobre qué elegante y simple era el plan. Detrás de la pantalla de una compañía, Lorian economizaba al máximo en la seguridad, luego aprovechaba sus conocimientos sobre las vulnerabilidades de una nave para atacarla.
Oyó un susurro detrás suyo, y volteó para ver a Eero, acercarse con extremo cuidado por entre las máquinas.
—Que bien. Otro inspector —masculló el gerente.
—Tuve que venir —dijo Eero—. Les seguí hasta aquí en el transporte y ahora hasta esta instalación. No puedo soportar escuchar que la firma que contraté para proteger al Senador Annon termine siendo el medio por el cual fue secuestrado. Tengo que ayudarles a capturar al pirata y liberar al senador. Es la única forma.
Eero estaba sudoroso y pálido. —Te ves como si fueras a caerte —dijo Dooku. Evidentemente, su viejo amigo había hecho todo lo posible para seguirles. Dooku admiraba su tenacidad —y estaba receloso de ella también.
Eero negó con la cabeza—. He encontrado un trabajador de la fábrica que está dispuesto a hablar —dijo—. Dice que el pirata hace visitas regulares aquí. Podría saber dónde está su escondite.
El encargado se había marchado de regreso, ansioso por desaparecer.
—Hablemos con el trabajador —dijo Dooku.
Qui-Gon y él siguieron a Eero a través de los pasillos. Nadie los miró mientras caminaban. Sin duda los trabajadores habían sido castigados por estar retrasados, porque trabajaban como esclavos, sin levantar sus cabezas.
Eero se detuvo de repente y miró alrededor—. ¿A dónde fue? Estaba justo aquí—. Estirando el cuello, le tomó algunos pasos para desaparecer alrededor de un gran banco de máquinas.
Dooku sintió el aumento brusco de la Fuerza como advertencia. Trató de alcanzar su sable de luz. Qui-Gon lo hizo una fracción de segundo después.
Droides Colicoid Eradicator rodaron por una esquina y se dirigieron hacia ellos con sus blásters listos para disparar. Dooku sostuvo su sable de luz en alto.
—Maestro—. La voz de Qui-Gon denotaba urgencia—. No podemos luchar contra ellos. Mire alrededor.
Dooku examinó el área a su alrededor. Trabajadores infantiles estaban por
 
todas partes, sin duda porque sus dedos pequeños eran muy útiles para el trabajo en sensores. Si los Jedi atrajeran a los Eradicators a la batalla, el fuego de los blásters vaporizaría a los trabajadores. No tendrían ningún lugar donde ponerse a salvo.
Todavía Dooku no bajaba su sable de luz. No tenía duda que Lorian había planificado esto. Sabía que los Jedi no pelearían si eso significara poner en peligro vidas inocentes, especialmente la vida de niños. Obligaría a Dooku a rendirse. ¡Pero él nunca se rendiría ante Lorian!
—Maestro—. Había firmeza en la voz de Qui-Gon. Su sable de luz estaba ya desactivado y a su lado.
Dooku desactivó su sable de luz. Sintió rabia por cómo los droides se encargaron de ellos, desarmándolos y llevándolos prisioneros. En su corazón, juró solemnemente venganza.


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