Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 5-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 5

— ¿Por qué exponernos para tomar la fruta al principio? —Les preguntó Dooku—. ¿Por qué no dejar que el Equipo Dorado intente tomar la fruta, y liquidarlos uno por uno? Podríamos perder a algunos miembros del equipo, pero no tantos como ellos perderían. Cuando estás totalmente concentrado en obtener algo, tienes más probabilidades de lograrlo. Luego, cuando no quede
 
ningún miembro del Equipo Dorado, simplemente podemos dar un paseo por el mercado, tomar una fruta, y retomar el camino de regreso al Templo. Simple.
—Seguramente, si podemos eliminarlos a todos de una sola vez —dijo Galinda—. ¿Qué ocurrirá si uno de ellos llega y logra regresar al Templo?
—Ese no es un resultado aceptable —dijo Dooku. Su frescura hizo a los demás intercambiar miradas. Dooku había aprendido tempranamente que para inspirar confianza, no debería permitir duda alguna.
Galinda estaba escéptica aún—. ¿Pero dónde podremos establecer la vigilancia? No hay mucho con qué cubrirse en el mercado. Necesitamos buenas líneas de visión.
—Tengo un plan para eso también —dijo Dooku.
Dooku estaba de pie mientras el transporte aterrizaba. Alcanzó a ver que el Maestro Doliq le observaba con curiosidad. Guardó el datapad en su cinturón
—. Síganme —les dijo a los demás.
Bajó de la rampa con un salto y enseñó el camino por las calles serpenteantes que llevaban al complejo del Senado. Caminó tan resueltamente que nadie le preguntó a donde se dirigían.
Cuando llegaron al complejo, condujo a los demás en un turboascensor y descendieron a las oficinas inferiores. Tenía una estrategia infalible, que solamente dependía de sus poderes de persuasión y de cuánto un amigo suyo estaba dispuesto a incumplir las reglas. Había aprendido que a veces era mejor llegar a las cosas indirectamente, especialmente cuando sus adversarios tenían asumido que él vendría a ellos frontalmente. La persuasión y el engaño podían surtir mejor efecto que las batallas.
Cuando Dooku alcanzó una puerta, se volvió hacia los demás—. Esperen aquí. Sólo tomará un minuto.
Atravesó la puerta y entró. Una criatura alta, larga y delgada, con antenas agitadoras y ojos amarillos brillantes estaba sentada en una pantalla de datos. Miró hacia arriba, vio a Dooku y comenzó a temblar.
— ¡Dooku! ¡Ah, no! ¿Has venido para hacerme subir otra vez?
—De ningún modo, Eero. Dooku sonrió. Su primera reunión con el joven ayudante senatorial Eero Iridian había fortalecido su amistad de un modo no habitual. Dooku había estado asistiendo a un cursillo práctico orientado a una especialidad en la historia política del sistema Corelliano. Eero había leído un trabajo que había escrito sobre el tema, y Dooku había levantado la mano para corregir un número de puntos que consideraba que eran inexactos. Eero se había molestado con el recién llegado, pero una búsqueda rápida en los archivos había revelado que Dooku tenía razón.
Eero esperaba impresionar tanto a su padre, un senador, como a su jefe. En cambio, había sido públicamente avergonzado. Aún después de finalizado el seminario en el que había participado con Dooku, averiguó si el estudiante estaría interesado en asociarse a su grupo de estudio. Estaba molesto con Dooku, pero quería aprender de él también. Dooku se había unido al grupo por un tiempo, y él y Eero se habían hecho amigos. El padre de Eero era poderoso y Eero aspiraba a seguir sus pasos. Dooku admiraba cuánto estudiaba y el hecho
 
de que tomase el trabajo de asistente senatorial tan seriamente.
Por supuesto, ese no era el motivo de su visita de hoy.
—Necesito un favor —dijo Dooku.
—Cualquier cosa que tenga es tuya —declaró Eero.
—Necesito tu tarjeta de acceso para el corredor del transporte del nivel C
—dijo Dooku.
—Pero… —dijo Eero.
Dooku no dijo nada. Solamente esperó.
Eero se tocó sus antenas flexibles—. ¿Bien, para qué?
—Un ejercicio para padawans —dijo Dooku—. Necesitamos del elemento sorpresa, y ese corredor pasa por sobre el Mercado de los Planetas. Hay también una salida con un turboascensor directamente al nivel inferior del mercado. Podemos usarlo como una base.
—Pero es restringido para el personal del Senado.
—Por eso es que necesito tu tarjeta de acceso —dijo Dooku pacientemente. El defecto de Eero como estudiante, recordó, era que tenía problemas reuniendo diferentes hechos para alcanzar una conclusión. Notó la renuencia sobre la cara de Eero. Tal vez debería ofrecerle un favor a cambio. Esto era el Senado, después de todo.
—Te ayudaré con ese resumen Tolfranian que te da tantos problemas — ofreció Dooku.
Eero se vio anímicamente destrozado—. Podría aceptar tu ayuda. Pero podría meterme en líos con seguridad del Senado si te doy la tarjeta de acceso. Esto podría afectar mi currículo. Por otra parte, este resumen es realmente importante para mi jefe.... Eero comenzó a tocar frenéticamente ambas antenas con sus manos, girándolas en espiral alrededor de sus dedos hasta que ellas saltaron sueltas—. Está bien —dijo finalmente con un suspiro y le lanzó la tarjeta de acceso a Dooku.
—La tendrás de vuelta esta tarde —dijo Dooku.
Ahora te tengo, Lorian. No me vencerás, pensó Dooku.
El plan funcionó perfectamente, por un momento. Dooku y el equipo tuvieron una vista perfecta del puesto de venta de fruta muja desde una ventana en el área de almacenaje. Claramente podían ver el mercado que se alborotaba y las áreas de vigilancia que Lorian y los miembros del Equipo Dorado habían montado. Ellos esperaban que Dooku atacara primero. Dooku sabía que Lorian creía que el Equipo Azul haría el movimiento agresivo. Generalmente, era la forma en que Dooku comenzaba una batalla de sables de luz. Pero un movimiento de marca registrada podría traicionarle. Era mejor mezclar bien la táctica. Lorian no tenía idea que él también tenía un movimiento de marca registrada. Cuando comenzaba a perder una batalla, hacía un paso deliberadamente ancho a la izquierda, luego giraba, haciendo que su oponente debiera girar también hacia atrás. Esto le daba segundos preciosos para recobrar el aliento y ordenar su mente.
 
Dooku envió a su grupo en parejas. Se conectaban a través de comunicadores. Desde su posición en las alturas, eran capaces de rastrear los métodos evasivos empleados por el otro equipo. Era fácil dirigir a los miembros de su equipo debajo. Con un leve toque de sable de luz, los miembros del Equipo Dorado eran eliminados uno tras otro. Cada golpe era registrado en el datapad de todos.
Estaban ganando. El equipo de Lorian había logrado eliminar a sólo un miembro Equipo Azul, mientras que ellos habían puesto fuera de juego a cinco integrantes de Equipo Dorado.
Entonces, Lorian comprendió lo que ellos hacían.
De pronto Dooku vio a dos miembros del Equipo Dorado correr hacia el turboascensor. Imposibilitados de poder abordarlo, comenzaron a usar sus lanzadores de cable para escalar el tubo de cristal. Tratarían de encontrar un camino para entrar. Eso dejaba reducido al Equipo Dorado a tres miembros. Si Dooku fuera Lorian, intentaría emboscarlos en una salida.
O Lorian iría hacia la fruta muja mientras escapaba de él.
No, pensó Dooku. Lorian conoce bien el Senado. Pensará que puede atraparme aquí.
Por si acaso, Dooku gritó por su comunicador a sus dos compañeros de equipo en el mercado—. Vigilen ese vendedor de frutas. Tenemos que abandonar el puesto de vigilancia—. Se dirigió a los seis miembros restantes de su equipo—. Salgamos de aquí.
Los miembros del equipo abandonaron rápidamente la unidad de almacenaje. Había solamente otra forma de bajar, a través del turboascensor que conectaba directamente con los salones principales del Senado. Dooku pensaba rápidamente mientras el turboascensor descendía. Lorian también había asistido a seminarios en el Senado. Conocía el edificio aún mejor que Dooku. Lorian adoraba husmear en lugares donde no debería.
Si Dooku no conociera de antemano que este turboascensor conducía a sólo dos salidas, sin duda Lorian habría hecho su negocio. Habría sido fácil tener acceso a un mapa del Senado y averiguar.
Dooku extendió la mano y presionó el botón para detener el turboascensor
—. No salimos —le dijo a los demás—. Subimos.
Dio un salto y se balanceó en las barandillas. Alcanzó la escotilla de emergencia que estaba en lo alto y subió. Sobre su cabeza había una puerta que conducía a un nivel del Senado. Un sable de luz de entrenamiento no tenía el poder de uno verdadero, pero probablemente podría atravesar la puerta de metal sobre su cabeza.
Su sable de luz trabajaba a lo largo de la batiente de la puerta—. Galinda, Hran, necesito ayuda —gritó desde arriba mientras hacía esto.
Los dos padawan se escurrieron a través de la abertura en el techo y sacaron sus sables de luz para ayudarle. En unos minutos habían pelado el metal, pero sólo lo justo para pasar.
Avanzaron lentamente a través de la abertura. Dooku vio una oficina de orientación y rápidamente tomó un mapa del Senado, y encontró la ruta más
 
rápida para una salida.
—Tenemos de tres a cinco minutos aproximadamente antes de que Lorian se de cuenta de que no salimos del turboascensor y que no estamos en el corredor del nivel C —dijo Dooku—. El tiempo suficiente para tomar una fruta muja, pienso.
Manchado y sucio al salir del túnel del turboascensor, el resto del equipo sonrió abiertamente y guardaron sus sables de luz en sus cinturones. Estaban tan cerca de ganar, que ya podían disfrutarlo.
Bajaron corriendo por el pasillo hacia la salida. Irrumpieron al aire libre y corrieron rumbo al mercado. El sol se elevaba en lo alto ahora, pero las nubes comenzaban a reunirse. Las sombras los mancharon mientras esquivaban compradores y carritos y se abrían camino hacia los vendedores de fruta.
De pronto, Dooku deseó que hubieran trazado un plan antes de arremeter contra el mercado. Estaban corriendo a toda velocidad, todos ellos esperando ser los primero en tomar una fruta muja y llevarla de regreso en forma segura al Templo. Había perdido su concentración porque el final se encontraba demasiado cerca.
Su datapad brilló intermitentemente. Los otros dos miembros del Equipo Azul, los únicos en el mercado, habían sido eliminados. Lorian no había establecido una emboscada en el Senado después de todo.
— ¡Están en el mercado! —gritó Dooku—. ¡Sepárense!
Un color rojo borroso, luego verde, vino a los ojos de Dooku desde una esquina.
Se detuvo tan rápidamente que casi cayó de espaldas contra una muestra de juguetes de niños. Los miembros del Equipo Dorado arremetían contra su equipo, sus sables de luz sujetados discretamente a los lados, pero listos para atacar. Vio como Hran era alcanzado por un ligero toque y se marchaba dando media vuelta, con una mueca de asco en su cara. Galinda sostenía una fruta muja en sus manos, cuando Lorian apareció repentinamente desde atrás de un toldo. Su sable de luz giró elegantemente y cayó con un leve contacto en la parte de atrás de su hombro. Galinda hizo una mueca de dolor. Lorian sonrío, tomó la fruta muja de su mano, y la guardó en el interior de su túnica.
Ahora a cada equipo le quedaban cinco miembros. Era un empate. Dooku había perdido la ventaja.
Lorian lanzó una mirada a Dooku a través de la muchedumbre. Dooku vio un desafío juguetón en la mirada fija de su amigo. Se sentía   furioso. No se sentía juguetón.
Esto no es un juego, pensó. No para mí.
Dooku saltó sobre la muestra de juguetes. Se arrastró alrededor de una pareja con un bebé en un transporte repulsoascensor. Se zambulló bajo una mesa, rodó, y se acercó por detrás a un miembro del Equipo Dorado. Lo golpeó ligeramente entre los omóplatos. No notó su reacción, pero siguió adelante, golpeando a otro adversario desde atrás; luego se movió para enfrentarse con el otro. Esquivó el giro vertiginoso del sable de luz y pateó una jarra de jarabe en exhibición. Esta se rompió en el suelo, el estudiante Jedi resbaló, y Dooku asestó
 
otro golpe. No se detuvo, y fue a toda velocidad sobre otro miembro del Equipo Dorado que corría hacia el vendedor de frutas. Dooku hizo uso de La Fuerza y saltó. Generalmente su control no era el mejor para esta maniobra —todavía tenía mucho que aprender —pero se sorprendió por su ejecución perfecta. Consiguió caer delante del estudiante y simplemente lo golpeó ligeramente sobre su hombro.
Respirando con fuerza, Dooku echó un vistazo a su datapad. El ataque de Lorian había sido exitoso. Cada uno de los miembros de su equipo había sido eliminado. Pero él había logrado sacar al resto del equipo de Lorian. Eso los empataba. Excepto por el hecho de que Lorian tenía una fruta muja.
No había tiempo de conseguir una fruta. Si encontraba a Lorian, conseguiría la muja. La llevaría directamente al Templo y la depositaría directamente en las manos del Maestro Yoda.
Los padawan volvían caminando con dificultad, algunos en pareja y otros en grupos, abriéndose paso de regreso al Templo. No estaba permitido ayudar a sus capitanes. Lorian se había esfumado en la multitud.
Piensa, Dooku. No actúes hasta que pienses. Dooku invocó la Fuerza en su ayuda. Al principio vio sólo personas y cosas en el mercado. Se concentró, esperando hasta que su cerebro registrara algo que le resultara familiar. Una cierta inclinación de la cabeza. Un paso. Un ángulo de la barbilla. Algún movimiento tan diminuto que sus sentidos lo recogerían en un mar de información que él no podía tratar. Pero que la Fuerza podría.
La Fuerza surgió. Todo se desvaneció, y vio a Lorian. Ingeniosamente había invertido su capa para que el lado interior más oscuro quedase hacia afuera. Dooku lo siguió. No cometería el mismo error otra vez. Esperaría el momento oportuno.
Se quedó bien detrás de Lorian. No pensaba que Lorian supiera que estaba sobre su rastro. Lorian se dirigió fuera del mercado y se desvió por un callejón con el que Dooku no estaba familiarizado. Lorian era capaz de encontrar todos los caminos alternativos en Coruscant. Dooku desapareció de regreso, cuidadoso por mantenerse apartado de su vista. Era tarde ya, y el sol había caído detrás de una pesada cortina nubes. Era casi tan oscuro como la tarde, y las luces brillaban tímidamente.
El callejón se enroscaba hacia atrás del mercado y hacía un giro brusco a la izquierda, serpenteando ahora a lo largo de las entradas traseras de una variedad de tiendas y restaurantes. El olor de la basura era insoportable. Dooku puso la capa sobre su nariz. Tenía una naturaleza quisquillosa. Le gustaban la limpieza y el orden.
Para sorpresa de Dooku, el Templo surgió repentinamente delante de ellos. Estaban mucho más cerca de lo que había pensado. Su corazón latía velozmente. ¡Lorian estaba a punto de ganar! No podía dejar que eso ocurriera. Debía atacar ahora.
Recurriendo a la Fuerza, Dooku saltó. Aterrizó en un suave montón de basura que la primavera había dejado en abundancia. La basura es buena para algo, después de todo, pensó mientras el impulso lo enviaba hacia el cielo. Pasó sobre la cabeza de Lorian y aterrizó delante de él, y su sable de luz se activó. No
 
esperó a amortiguar la sacudida de la caída pero usó la energía en su provecho.
Lorian tuvo menos de un segundo para acomodarse, pero sus reflejos eran excelentes, un motivo de envidia entre los demás estudiantes. Saltó hacia atrás, tratando de alcanzar su sable de luz e inclinando su movimiento a fin de que la primera estocada de Dooku silbara a través del aire.
—De modo que me encontraste —dijo Lorian. Parecía encantado, no sorprendido. Su amistad se había forjado en la competencia. Siempre había sido divertida. Pero la reacción de Lorian sólo enfureció a Dooku. No le gustaba la facilidad de Lorian, su presunción de que siempre serían amigos, sin importar lo que sucediera. Eso era lo que hacía que Lorian forzara el límite de su amistad. Él empujaba demasiado fuerte y entonces esperaba que Dooku lo tomara.
Hubo un destello de sorpresa en la cara de Lorian cuando notó la frialdad en la mirada fija de Dooku. Trastabilló cuando Dooku se abalanzó furiosamente sobre él, y su sable de luz dejó una mancha de color tras el movimiento.
Lorian se recuperó casi instantáneamente. Contraatacó con una serie de agresivas maniobras, mientras Dooku se veía forzado a la defensiva.
Los dos amigos conocían muy bien los movimientos del otro hasta ahora. Una y otra vez Dooku trataba de sorprender a Lorian, pero era bloqueado todo el tiempo. La frustración iba creciendo en él, nublando su mente. Sabía que debía encontrar su punto de equilibrio para ganar, pero no podía. Su mente estaba absorta en la lucha.
Bajaron luchando por todo el callejón, usando los tarros de basura como cubierta y ocasionalmente como armas, empujando cada uno los tarros hacia el otro para ganar un par de preciosos segundos para tomar aire.
El tiempo se detuvo. Dooku estaba absorto en la lucha, perdido en su propio sudor y en su propia necesidad de ganar. Ambos estaban cansados. La cara de Lorian estaba rojo brillante por el esfuerzo, y su pelo estaba mojado. Muy a menudo tuvieron que detenerse, exhaustos, y se inclinaban cada tanto para tomar aliento. Entonces uno de ellos se recuperaba más rápidamente y se lanzaba sobre el otro. Sus gruñidos y gritos resonaban callejón abajo.
El tiempo pudo haberse detenido, pero el sol todavía se movía. Largas sombras serpenteaban bajo el piso del callejón. El tiempo establecido para que regresaran al Templo había expirado ya. Según las reglas, ambos habían perdido.
—Vamos, Dooku —dijo Lorian—. Se acabó.
Dooku respiró con dificultad varias veces. Unas manchas se habían formado delante de sus ojos, un signo de que estaba seriamente exhausto. Se sintió mareado. Trató de alcanzar la Fuerza, pero ésta era escurridiza. En lugar de fluir a través de él, apenas podía sentirle como goteras. Pero era suficiente como para enviar un pequeño chorro de fuerza por sus miembros.
—Todavía no —dijo, atacando a Lorian.
Lorian estaba en el final del callejón ahora. Había sólo unos pasos antes de que su espalda diera contra la pared. Dooku sabía que podría terminarle allí.
Pero Lorian repentinamente cambió de dirección, dejó su retaguardia expuesta por una fracción de segundo, y se lanzó contra la pared. Usó un
 
ejercicio básico de padawan, pero le sorprendió a Dooku que tuviera aún la fortaleza necesaria para hacerlo. Subió en carrera la pared, y luego voló por encima de Dooku. Tan pronto como aterrizó, saltó nuevamente, esta vez sobre un montón de basura. Desde allí ganó la azotea en lo alto.
Dooku encontró la fuerza que buscaba. Siguió el camino de Lorian, lanzándose sobre la basura y luego sobre la azotea, tan rápido y con tanta gracia que pareció un movimiento largo, continuo.
La brisa se hizo fina y ligera, y les dio nueva ímpetu. Dooku voló hacia Lorian, poniendo más energía en sus movimientos, en su manejo seguro de los pies, a pesar del material desigual de la azotea.
— ¿Me odias? —gruñó Lorian, esquivando un empujón—. Solamente porque al final te pedí algo.
Algo que no era justo que pidieras.
—Así es la amistad.
—No, según mi definición.
—Sí, tu definición es que alguien da y tú tomas. Alguien te admira y tú aceptas esa admiración—. Lorian respiraba con fuerza ahora—. Alguien que tú puedas usar.
—Tú siempre has tenido resentimientos hacia mí —dijo Dooku—. Ahora sé cuántos.
Se adelantó. Las palabras de Lorian le llenaron de enojo. Sabía que con sólo tocar a Lorian lo habría vencido, pero esa incapacidad para alcanzarlo, aún para rozar su piel, había aumentado su frustración hasta un punto de ebullición. Sentía que su cuerpo hervía.
Lorian dio media vuelta hacia la izquierda y se balanceó en un amplio
arco.
Le tengo ahora. Sabe que está perdido. Era la maniobra marca registrada
de Lorian.
Dooku sabía que Lorian saltaría hacia atrás. Si Lorian no hubiera estado tan agotado, no lo habría intentado. En lugar de moverse a la izquierda, Dooku retrocedió dos pasos. Cuando Lorian se abalanzó sobre él, ya estaba preparado. Descargó su sable de luz sobre el hombro derecho de Lorian, donde su túnica se había desgarrado a lo largo de la costura.
Lorian gritó y trastabilló. Miró a Dooku con incredulidad.
Había sido un golpe verdadero, asestado con la intención de provocar
 
dolor.
 

—Gusano de grava —le dijo. Saltó hacia Dooku.
Ahora pelearon sin respeto por las reglas de confrontación. Pelearon con
 
fiereza, usando cada truco. Usaron sus pies y sus puños, así como también sus sables de luz. Se patearon y golpearon ciegamente mientras se movían. Dooku nunca había peleado de esa forma. En un rincón de su mente, sabía que este estilo de pelea no le convenía, que era descuidado y poco claro y que les convertiría a ambos en perdedores, pero no podía detenerse.
 
—Suficiente.
La palabra fue pronunciada quedamente pero atravesó el sonido del combate. Se detuvieron. Yoda había aparecido sobre el techo. No le habían notado. Tampoco habían notado que su lucha les había traído a la vista de las ventanas del Templo.
Yoda caminó hacia Lorian. Dooku vio que el golpe del sable de luz había dejado una magulladura profunda en el brazo desnudo de Lorian. Aquello lucía terrible, un rojo profundo en el centro con una contusión negro azulada que lo rodeaba. Lorian tenía un corte en su mejilla y una mano le sangraba.
—A la clínica médica ir debes, Lorian —dijo Yoda—. Dooku, a su cuarto.
Enviar por ambos vamos a.
La mirada fija de Lorian apuntaba al suelo. Levantó su cabeza. Sus ojos encontraron los de Dooku. En ese momento todo se transformó en un nudo ciego de certeza en el corazón de Dooku. Eran enemigos a partir de ahora.


Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CUATRO GENERACIONES-
Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 1-
Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 2-
Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 3-
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