Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 17-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 17

Los droides en Delaluna eran pequeños, aerotransportados y rápidos, acondicionados con lanzadardos paralizantes y blásters. Qui-Gon no reconoció el modelo, pero en unos segundos había calculado la velocidad, dirección y alcances de los blásters.
Necesitaba proteger al grupo. Cilia y Aeran eran diestros y rápidos, pero Stephin obviamente no estaba familiarizado con las armas. Todavía, Qui-Gon tenía que asegurarse también de que obtuvieran pruebas de que el Annihilator no existía.
Obi-Wan debió haber tenido el mismo pensamiento. Desvió el fuego de blásters de los droides y saltó delante de Qui-Gon cuando tres droides se dirigieron hacia él. Qui-Gon alcanzó a teclear “copiar archivo” en la consola de la computadora. ARCHIVO COPIADO destelló intermitentemente en la pantalla. Extendió la mano para tomar el disco, cuando dos droides se dirigieron hacia él, flanqueándole de ambos lados.
Obi-Wan se movió antes de que Qui-Gon pudiese reaccionar. Saltó en medio del fuerte ataque, y su sable de luz, en un constante arco de movimientos, desviaba el aluvión de disparos de bláster. Qui-Gon tomó el disco y lo metió en su cinturón de utilidad, y entonces dio un barrido con el revés de su sable de luz que cortó un droide en dos y lo envió a estrellarse en un estropeado montón de circuitos metálicos retorcidos y fundidos.
Stephin se había refugiado detrás de un escritorio y se asomó para abrir fuego con su bláster en un patrón aleatorio que sólo ocasionalmente le daba a un droide aerotransportado. Cilia y Aeran lucharon espalda contra espalda, cubriéndose mutuamente mientras se movían hacia la puerta, confiando en que los Jedi se harían cargo del resto de los droides.
Obi-Wan se lanzó sobre un escritorio, arremetiendo con una patada cuidadosamente aplicada contra un droide, enviándolo a chocar contra la pared y partiéndolo en pedazos. Al mismo tiempo le dio un golpe a uno a través de otro. Qui-Gon eliminó a dos droides con un veloz golpe y se movió para traer a Stephin, mientras Cilia y Aeran ponían fuera de combate a otros dos droides que zumbaban a través del portal.
¡Allí están! —gritó el oficial de seguridad, señalando a Qui-Gon y a Obi-
Wan.
—Hora de irnos, padawan —dijo Qui-Gon. Empujó a Stephin delante de él,
girando para rechazar una nueva ráfaga de fuego de bláster que venía desde atrás.
Obi-Wan se movió y con un corte de su sable de luz eliminó a un droide, que aterrizó contra la puerta. El oficial de seguridad dio un paso atrás, sin poder intervenir. Esperó que los droides combatieran por él.
Con un empujón de Fuerza, Qui-Gon hizo a volar al oficial. El hombre se desplomó sobre el piso, aturdido y sin poder levantarse.
—Hay una salida de emergencia —dijo Cilia, sacudiendo con fuerza su barbilla hacia un corredor lateral—. Debería estar abierta, ya que estamos en medio de un ejercicio.
Los trabajadores comenzaban a regresar al edificio. Aprovecharon la confusión separándose y perdiéndose en medio de la multitud. Qui-Gon y Obi- Wan siguieron a Cilia cuando su delgada figura zigzagueó a través de la muchedumbre, encaminándose resueltamente hacia la salida.
Salieron. El cielo se había oscurecido y amenazaba una fuerte lluvia.
Algunas gotas repiqueteaban contra del edificio.
Delante, en la oscuridad del cielo, Qui-Gon vio una luz. Se movía rápidamente, volando mucho más bajo que las nubes.
—El vehículo de seguridad —dijo suavemente—. Sería mejor que llegáramos a nuestra nave.
Por la lluvia, muchos peatones se habían trasladado a los pasillos protegidos que abrazaban los edificios y las tiendas. Un gran pabellón en lo alto clos ubría del aguacero cuando éste comenzó. Qui-Gon y los demás apuraron el paso a lo largo de este camino.
El alerolos protegió de la nave de seguridad. La multitud sirvió como camuflaje adicional. Su nave no estaba lejos. Subieron y Cilia puso en marcha los motores. Salieron disparados en el oscuro cielo, pasando como un rayo hacia Junction 5.
Cilia dejó escapar un grito de alegría por el éxito—. Lo hicimos. ¡Lo hicimos!
Stephin negaba con la cabeza—. Todavía no puedo creer que no exista el Annihilator.
—Esto es todo lo que necesitamos para acabar con este régimen de terror
—dijo Cilia—. Podemos ir directamente al Ministro Ciran Ern y decirle que el Annihilator es un engaño. Disolverá a los Guardianes.
—Podemos liberar a nuestros ciudadanos del miedo y el terror —dijo Aeran—. Es casi demasiado como para creer.
—Sugiero que antes de que hagan cualquier cosa, se hagan una pregunta más importante —dijo Qui-Gon—. Los rumores no surgen del aire. ¿Si el Annihilator es un engaño, quién es el responsable?
Los demás hicieron una pausa.
¿Tiene importancia quién lo hizo? —preguntó Aeran.
—Temo que tiene muchísima importancia —dijo Qui-Gon suavemente—.
Déjame hacerte otra pregunta. ¿Cuándo subió al poder Lorian Nod?
—Ocho años atrás —contestó Cilia.
—Y los rumores se remontan a…
La cara de Cilia cambió. El rubor de felicidad se fue agotando, y se fue poniendo pálida.
—Nueve años —dijo ella.
—Y ¿quién se benefició más del Annihilator?
 
La cara de Cilia se endureció. —Los Guardianes. Se apoderaron del control—. Lo miró astutamente. —Así que usted piensa que Lorian Nod echó a rodar el rumor.
Qui-Gon asintió con la cabeza—. Sí. Es una forma incruenta de tomar el poder. Crean algo a lo que la población teme bastante y ellos entregarán el control a quienquiera que aparezca con una solución.
—Sí, al principio Lorian pareció ser nuestro protector —dijo Aeran.
—Se dice que Ciran Ern es un títere de Lorian Nod —dijo Cilia.
¿Qué les hace pensar que él dejaría conocer la verdad? —preguntó Qui-Gon—. Tiene mucho miedo de Lorian, y Lorian ciertamente se enterará. Les garantizo que estarán denunciados como locos o espías, y serán enviados a prisión otra vez.
¿Y entonces que hacemos? —preguntó Stephin.
—Deben pasar por encima de los gobernantes y le deben decir a los ciudadanos —dijo Qui-Gon.
—Imposible —dijo Aeran—. Los Guardianes controlan todas las comunicaciones.
—Eso es lo que lo hace posible —contestó Qui-Gon después de una pausa de un momento—. Debemos tomar el control de ese sistema. Debemos descubrir cómo funciona y donde está.
—Yo sé cómo trabaja —dijo Stephin—. Fui parte del equipo original de diseño. El control central está dentro del Edificio de los Guardianes. Es imposible entrar por la fuerza.
Cilia asintió con la cabeza—. El Complejo de los Guardianes está fuera de nuestro alcance. La seguridad es perfecta.
—Ninguna seguridad es perfecta —dijo Qui-Gon—. Puedo garantizar una forma para entrar.
Los demás le miraron. Obi-Wan sonrió. Ya sabía la respuesta.
—Debemos quedar arrestados —dijo Qui-Gon.

 
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