Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 9-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 9

Dooku y Qui-Gon bajaron corriendo a toda velocidad por los pasillos de la nave. Cuando arribaron a la bahía de embarque, la nave pirata ya había aterrizado. Los droides de combate bajaban rodando por la rampa. Tomó menos de un segundo para que los droides apuntaran con precisión a sus blancos. El tenaz fuego de los blásters despedazó el suelo delante de ellos y escucharon el sonido metálico de las paredes de la bahía de embarque.
Dooku admiraba como Qui-Gon no se sobresaltaba ni vacilaba, pero se mantenía en movimiento de una manera fluida, llena de gracia. Qui-Gon tenía tan poco de la torpeza de la adolescencia. Se movía rápida y fácilmente, su brazo se balanceaba con el movimiento de su sable de luz cuando esquivaba el fuego de los blásters.
—Si podemos impedirles a los piratas desembarcar, les detendremos — dijo Dooku cuando se movieron—. Podrán juzgar si el premio no vale el esfuerzo.
De repente, los droides lanzaron granadas de humo a sus flancos. Las gruesas y oscuras nubes rodaban hacia ellos envolviéndolos, picando sus ojos. Continuaron avanzando, mientras sus ojos derramaban lágrimas.
Luego, una voz repetida hizo eco a través del grueso humo—. Por favor...
Era la voz de la niña otra vez—. Deténganse, por favor no disparen. Estoy aquí. Estoy parada sobre la rampa. Ellos me obligaron. ¡Por favor! —Su voz mendicante estaba llena de lágrimas y terror. Qui-Gon se detuvo.
¡Continúa luchando! —gritó bruscamente Dooku— ¡No la escuches!
Pero Qui-Gon avanzó velozmente y fue tragado de golpe por el humo. El tonto iba a intentar salvar a la chica.
Invadido por la ira, Dooku salió a la carrera en su busca, directamente a lo más denso de la nube. Sentía que la voz era una trampa. Lo había sido desde el principio. Pero el respeto de Qui-Gon hacia la Fuerza viva no permitiría la duda. Si creyera que un niño estaba en problemas, no vacilaría. Dooku pensó en maldecir a él y a su compasión, mientras tosía en el humo.
Eliminó a los droides mientras se movía, escuchándolos antes de que los viera. El humo se redujo. Podía ver ahora que los droides ensuciaban el piso. Caminó sobre ellos. Qui-Gon estaba parado sobre la rampa, solo. Dooku se apresuró a subir para unírsele y juntos atacaron la nave.
Estaba vacía. Dooku caminó a grandes pasos hacia la cabina de mandos de la nave. Una barra de la grabación descansaba en la silla del piloto. La activó.
—Ayúdeme, por favor. Dooku la cerró.
—Lo siento, Maestro—. Qui-Gon se veía aturdido, como si no pudiera entender que alguien utilizara a un niño en peligro para sacar ventaja.
—Vamos.
 
Dooku saltó sobre el asiento del piloto y corrió rampa abajo, oyendo que Qui-Gon lo seguía.
Algo acerca de la situación fastidiaba a Dooku. En medio de una misión, nunca había perdido su concentración, o su fe en que se impondría. ¿Por qué de repente sintió que el fracaso respiraba en su cuello tan estrecha y persistentemente como el ruido de pasos del Qui-Gon detrás suyo?
Dooku sintió como si su corazón se desplomara cuando vio que la puerta del Cuarto de Seguridad estaba abierta. El pirata había trabajado extraordinariamente rápido. El resplandeciente revestimiento de duracero, brillaba todavía con el rojo encendido de la explosión que lo había abierto.
En el interior, Eero yacía inconsciente. Su piel estaba renegrida. Qui-Gon se agachó y comenzó a buscar sus signos vitales.
—No ahora —dijo Dooku.
Dobló y regresó de prisa, bajando por otro corredor que llevaba a la sección de embarque. Qui-Gon lo alcanzó con largas zancadas. La nave dio tumbos, y las sirenas de emergencia gemían ahora constantemente. Los sistemas estaban fallando.
Corrieron a toda velocidad de regreso a la bahía de cargas. Entraron justo a tiempo para alcanzar a ver cuando el Senador Blix Annon, con sus manos atadas con esposas láser, era empujado dentro de la nave. El pirata era delgado y alto, vestía una armadura de cuerpo entero y un casco de plastoide que cubría su cara. Él se dio vuelta, aunque ellos no habían hecho ningún ruido.
Usando la Fuerza, Dooku saltó. Aterrizó en la rampa, sable de luz en mano. Sintió como Qui-Gon aterrizaba detrás suyo. El fuego de los blásters ya había salpicado el aire, silbando detrás de sus orejas, cerca y rápido. El pirata tenía una excelente puntería. Dooku tuvo que mantener el sable de luz moviéndose para desviar los disparos, avanzando todo el tiempo. No tenía duda de que ganaría esta batalla. Los ojos del pirata brillaron, el verde de su iris era tan intenso que Dooku podía leerlo desde atrás del tinte gris de su visera.
Un disparo verdeoscuro, con destellos de luz del color de las llamas. La mente de Dooku se sacudió.
El pirata hizo una media vuelta hacia la izquierda y se balanceó hacia afuera en un amplio arco.
Dooku se movió, en un instinto tan viejo que era automático. Se alejó un paso para evitar un golpe que no vino.
Lorian.
¿Oyó una risa ahogada debajo del casco? Dooku no estaba seguro. Pero Lorian aprovechó esa fracción de segundo de vacilación, como había sido capaz de hacerlo siempre, y saltó hacia atrás en la nave. La rampa se cerró rápidamente, desparramando a Dooku sobre el piso. Cayó al lado de Qui-Gon y juntos observaron como la nave rugía al atravesar las puertas de la bahía de embarque.


Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CUATRO GENERACIONES-
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