Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 16-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 16

Pasaron la noche en el escondite de Cilia, una casa de refugio en las afueras de la ciudad. Cilia desapareció en un cuarto interior, dejando abandonados a Obi-Wan y Qui-Gon para compartir el espacio en un pequeño cuarto desnudo, pintado de un sorprendente color rosado. Ellos desenrollaron3 - sus bolsas de dormir y se acomo+-*/daron sobre el duro piso.
¿Maestro —murmuró Obi-Wan —deberíamos contactar al Consejo?
¿Para qué? —preguntó Qui-Gon.
—Pues bien, estamos a punto de entrar por la fuerza al edificio del gobierno de otro planeta y robar los secretos de un estado federal —dijo Obi- Wan —El Maestro Windu puede ponerse susceptible acerca de cosas como esa.
—Precisamente por eso no deberíamos molestarlos. Le hablaré al Consejo después de que la misión termine. No te preocupes, Obi-Wan. El Consejo no tiene que saber cada maniobra que nosotros hacemos, ni quiere. Te preocupas demasiado.
—Usted no sabe lo que pienso todo el tiempo —expresó con un gruñido Obi-Wan.
—No todo el tiempo —dijo Qui-Gon —pero en este momento lo hago.
¿En qué estoy pensando, entonces?
—Estás pensando acerca de esa empanada en la cantina, que desearías haber tenido tiempo para acabártela.
Obi-Wan gimió y volvió su rostro hacia su bolsa de dormir—. Estoy demasiado hambriento para discutir. Me voy a dormir.
Qui-Gon sonrió en la oscuridad. La respiración de Obi-Wan se volvió constante, y pronto se quedó dormido.
Qui-Gon se enrolló en su manta y miró fijamente al techo. Hojuelas de pintura peladas en la superficie, revelaban una primera mano de pintura oscura entre marrón y verde. Había forjado su propio camino, separado de Dooku, pero guardaba algunas de las lecciones que él le ha había dado. Cierta independencia del Consejo facilitaba las cosas en una misión. Después sería otra historia. Obi- Wan tenía razón. El Consejo no aprobaría que se hubieran unido a la incursión planeada por Cilia.
Qui-Gon estaba impresionado por la organización de la resistencia. Cilia habían organizado el transporte para el equipo y aun más, había obtenido tarjetas de identificación de trabajador del Ministerio de Ofensiva y Defensiva de Delaluna.
—Debiste haber planeado esto durante mucho tiempo —dijo Qui-Gon.
Cilia asintió con la cabeza cuando subía al transporte—. Lo planee mientras estaba en la prisión. Estaba cansada de la protesta tranquila. Necesitamos dar un solo golpe… y ganar.
¿Cómo te comunicaste con tu grupo? —preguntó Qui-Gon—. Tu marido dijo que no tenías visitas en la prisión.
 
—La resistencia tiene muchos amigos —dijo Cilia, introduciendo las coordenadas—. Había un oficial de Los Guardianes en la prisión que pasaba de contrabando los mensajes. Se había unido a Los Guardianes y luego se desilusionó. Dijo que había otros como él. Es por eso que tengo esperanzas.
El transporte despegó y se movió a gran velocidad hacia Delaluna. El viaje no era largo, y pronto habían salido del vehículo en una plataforma de aterrizaje fuera de la ciudad capital de Levan.
Cilia habían mantenido reducido al grupo. Además de los Jedi, había un experto en seguridad llamado Stephin, y un especialista en armas llamado Aeran.
Sus pases funcionaron, lo que eliminó una de las preocupaciones de Qui- Gon. El ministerio era un lugar de trabajo donde todos se movían apresuradamente, y no llamaron la atención cuando cruzaron los salones.
Cilia había aprendido de memoria el camino. Los llevó directamente a un turboascensor y bajaron a un largo pasillo en un ala separada del edificio.
—Conseguí el diseño de un amigo —dijo a Qui-Gon. —también hay sobre Delaluna algunos a quienes no les gusta esta situación—. Pasó los planos a Stephin.
Pronto alcanzaron el ala de Desarrollo de Armas. Cilia se detuvo. Pasó su tarjeta de identificación, pero las puertas no se abrieron.
¿Stephin?
—Se supone que es sólo para la tarjeta de acceso —dijo Stephin, dando un paso adelante.
Qui-Gon se había dado cuenta de la situación en una mirada—. Es ahora un código de retina y diario.
¿Código diario? —Stephin negó con la cabeza—. Estamos perdidos. Puedo descifrarlo, pero eso me tomaría horas. Además, no tengo una unidad central conmigo.
Qui-Gon admiraba la frescura de Cilia. Ella no demostró su exasperación. Su piel pareció apretarse sobre los pómulos afilados—. Estamos aquí —dijo—. No me marcharé sin esos planos. Tenemos que encontrar algún otro camino
—No tenemos que entrar en el ala segura nosotros mismos,—dijo Qui- Gon—. no si podemos llegar a través de un ordenador.
Cilia le miró interesada—. ¿Cómo?
—Necesitamos llegar a la única persona que tiene acceso a todos los archivos y documentos en el sistema —contestó Qui-Gon.
—El Director —agregó Cilia—. Por supuesto. Sin embargo, no sé que clase de seguridad tiene él.
—Averigüémoslo—. Qui-Gon indicó a Cilia que enseñara el camino.
Regresaron al ala principal del Ministerio. La oficina de dirección estaba detrás de un frío panel. Un asistente se sentaba detrás de un escritorio. Más allá de él se encontraba otra puerta.
 


—Sin duda el asistente tiene un botón de alarma por si intentamos entrar a la fuerza —dijo Stephin—. Y no tenemos forma de saber si el director está en su oficina o no.
Siguieron caminando, intentando evitar llamar la atención. Al final del pasillo, Cilia frunció el ceño—. Tenemos que conseguir que ambos salgan de la oficina. Necesitamos una distracción.
—Creo que podemos ayudarte con eso —dijo Qui-Gon, haciendo señas a Obi-Wan.
Se apartaron de los demás. Delante, debajo de un corredor lateral, Qui- Gon ya había visto lo que estaba buscando: La Oficina de Seguridad Interna.
¿Qué hacemos? —murmuró Obi-Wan.
—Tú eres un empleado nuevo —le dijo Qui-Gon—. solamente debes estar tan confundido como te sea posible y me dejas el resto a mí.
Qui-Gon había descubierto que todos los oficiales de seguridad, tanto en las corporaciones como en las oficinas de gobierno, eran básicamente iguales en un aspecto: temían ser despedidos.
Caminó a grandes pasos hacia adentro y exploró la habitación. Las pantallas de seguridad delineaban a dos paredes, y el panel del equipo de tecnología era tan grande como el cuarto. Tal como había esperado, había sólo un técnico allí. Un hombre corpulento se levantó desde donde ociosamente jugaba un solitario de sabaac.
—Pensé que iba a indicarle el camino —dijo Qui-Gon, indicando a Obi- Wan—. Su nuevo empleado. Despacho desde arriba.
¡Soo!, no te apresures, astuto —dijo el hombre corpulento—.
Exactamente, ¿quién crees que eres?
—El asesor de seguridad de Industrias Constant —dijo Qui-Gon—.
Supongo que el director no le comunicó que fui contratado.
El corpulento hombre parecía un poco indeciso—. ¿Credenciales?
Qui-Gon mostró su tarjeta de identificación—. Busca en la computadora. O llama a la oficina del director.
—Soy experto en vigilancia de seguridad sobre armas —explicó Obi-Wan
—. ¿Entrenado en el Instituto de Tecnología? Se supone que me ocuparé del monitoreo de los sistemas internos y coordinaré el equipo de respuesta armada.
—Espera un segundo. Soy el jefe de sistemas internos —dijo el hombre corpulento.
Obi-Wan se encogió de hombros y miró a Qui-Gon.
—Ya no, supongo —dijo Qui-Gon—. Echémosle un vistazo a lo que usted tiene aquí.
—Ahora, espere un momento —dijo el hombre—. Usted no puede entrar aquí y...—
—Correcto, correcto, tiene absoluta razón. El ejercicio de seguridad se
 
acerca. Se supone que monitoreamos atentamente eso.
—No tenemos programado un ejercicio de seguridad.
—Es mejor que verifique eso —dijo Obi-Wan.
—Había un sistema experimental anulado y uno de tecnología cruzada con una interferencia de monitor que quemó el subsistema. Déjeme mostrarle—. dijo, inclinándose sobre los paneles.
¡No puede tocar eso!
—Espere un segundo. ¿Usted no preparó el ejercicio de seguridad? Qui- Gon sacó su comunicador—. Será mejor notificar al director.
¡Espere, espere!
—Puedo encargarme de eso —dijo Obi-Wan.
¡Lo haré! —dijo el hombre apartando a Obi-Wan de un leve empujón.
Dio varios teclazos, y una alarma sonó.
—Atención, Ejercicio de Seguridad —anunciaba una voz—. Por favor, diríjanse a sus estaciones.
—Vamos —ordenó Qui-Gon a Obi-Wan—. Más vale que supervisemos el procedimiento. Debe ser un desastre.
—Pero, ¡esperen! —dijo el hombre corpulento llamándolos—.   ¿Cuáles son sus nombres?
Multitudes de seres se habían volcado fuera, a los pasillos. Obviamente, acostumbrados a los ejercicios de seguridad, continuaron charlando cuando se trasladaron despacio a las salidas de los salones. Obi-Wan y Qui-Gon se abrieron paso entre la multitud.
Cilia los esperaba ansiosamente—. Apuesto a que ustedes hicieron eso — dijo ella.
—Sí. Más vale que avancemos o pareceremos sospechosos. ¿Alguien ha salido de la oficina del director? —Todavía no.
—Allí están —dijo Obi-Wan silenciosamente.
La puerta de la oficina del director se abrió, y algunas personas salieron en fila y fueron hacia la salida.
—Vamos, hagámoslo —dijo Qui-Gon.
Dejaron la oleada de gente y rápida y silenciosamente entraron al cuarto.
—Supongo que tienes aproximadamente tres minutos o menos —le dijo Qui-Gon a Stephin.
Stephin no se tomó el tiempo para contestar, pero inmediatamente entró en la oficina del director y accedió a su computadora. Oprimía las teclas rápidamente.
¿Puedes descifrarlo? —preguntó Cilia.
—Espérate..—. Los dedos de Stephin volaban. Qui-Gon era bastante ducho en descifrar los métodos de seguridad de las computadoras, pero incluso él no podía seguir el código que ingresaba Stephin.
 


—Estoy en sus archivos personales —dijo Stephin.
—Nada fuera de lo normal... ¡soo! Mantén esa conexión. Encontré el archivo del Annihilator.—Presionó algunas teclas.
—Esto es extraño. Pensaría que habría varios archivos, pero hay uno solamente—. Un holoarchivo apareció—. Está subtitulado como Información Errónea —dijo él—.  ¿Raro, no?
Cilia y Qui-Gon se inclinaron sobre Stephin para leer el archivo mientras Aeran miraba con atención por sobre ellos. Mientras tanto, Obi-Wan vigilaba.
Los ojos de Qui-Gon y Cilia se encontraron—. ¿Piensa que esto es en serio? —susurró ella.
—Creo que sí —dijo Qui-Gon—. Es increíble, pero tiene sentido.
—No creo eso —dijo Aeran lentamente.
¿Qué? —preguntó Stephin impaciente. Sus cabezas le impedían ver el holoarchivo.
¿Sabes que esa imponente arma capaz de arrasar a nuestra civilización entera no existe? —preguntó Cilia—. No hay ningún Annihilator.
¿Qué? ¿Cómo puede ser eso? —exclamó Stephin.
—Éste es un registro de la correspondencia entre el Director y el Gobernador de Delaluna —explicó Cilia mientras exploraba el archivo—. El Director del Ministerio se ha puesto al tanto de un rumor de que Delaluna ha desarrollado un arma temible. Admite que esto es falso, pero sugiere que saquen provecho del rumor.
¿Por qué desaprovecharlo? dijo Qui-Gon—. Esto los ayudará con su seguridad si los planetas piensan que son demasiado fuertes para atacar.
—Saben que alguna vez Junction-5 puso sus ojos en ellos y llegaron a pensar en colonizarlos —completó Aeran—. Así que, ¿por qué deberían dejarle saber a su enemigo de sus debilidades?
Cilia se torció irguiéndose, sus ojos oscuros ardían—. ¿Se dan cuenta de lo que esto significa? ¡Si no hay arma, no hay necesidad de que Los Guardianes existan! ¡No tendremos que oponernos a ellos, simplemente se desbandarán!
Qui-Gon estaba a punto de hablar, pero Obi-Wan le hizo señas.
—Droides de la Guardia se acercan —dijo—. Alguien debe saber que estamos aquí.
—Debemos escapar —dijo Qui-Gon a los demás—. Si somos capturados aquí, las noticias nunca podrán salir.
Cilia intentó alcanzar su bláster—. Estamos listos.

 
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