Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CAPÍTULO 14-




El Templo Jedi es un lugar de secretos y de confianza. Dentro de sus paredes, un legado se transmite de generación en generación de la paz, la justicia y la fuerza. Pero ese legado se puede romper. A veces los mayores enemigos pueden elevarse desde dentro...

Lorian Nod es un aprendiz de Jedi prometedor. Un padawan llamado Dooku es su mejor amigo. Bajo la atenta mirada de Yoda, se están preparando para convertirse en Caballeros Jedi. Dooku sabe que su destino está entrelazado ... sin embargo, no está preparado para un giro de los acontecimientos que revelan el lado oscuro para él, por primera vez.

Años más tarde, Dooku es un Maestro Jedi y Lorian Nod es un paria de la piratería. Con un deseo de venganza imprevisto, Dooku trabaja para frustrar a su antiguo amigo, incluso si esto significa cruzarse con su propio aprendiz de Qui-Gon Jinn ... Cuando el propio Qui-Gon se convierte en un Maestro Jedi, el espectro de Lorian Nod todavía acecha. Como Qui-Gon y Obi-Wan Kenobi luchan por encontrar su lugar como Maestro y Padawan, deben trabajar juntos para prevenir una amenaza interplanetaria, y para burlar a un enemigo muy familiar ...

Durante las Guerras Clon, Lorian Nod quiere jugar un papel fundamental en la lucha de la República para mantener el control de un planeta estratégico. Por un lado, Obi-Wan y su aprendiz, Anakin Skywalker, deben decidir si pueden confiar en una figura tan infame. Por otro lado, el ahora comprometido Conde Dooku tiene una cuenta pendiente contra de su antiguo némesis ...


CAPÍTULO 14

Treinta y dos Años Más Tarde Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi

Qui-Gon era el Maestro ahora, y todavía recordaba la lección. Era lo único que Dooku le había dejado, y a lo que no había prestado demasiada atención. Qui-Gon había comprendido que los seres eran más complicados que una simple fórmula. Y había entendido que para vivir sin amistad o sin confianza había que habitar una galaxia en la que él no quer vivir.
Sin embargo, los eventos de su propia vida, ¿no habían   probado que su maestro tenía razón?
Qui-Gon sintió la dureza del banco debajo suyo. Él y Obi-Wan Kenobi estaban en un crucero espacial atestado de criaturas. Sus ojos estaban cerrados. Obi-Wan estaba a su lado, sin duda pensando que Qui-Gon dormía. Detrás de sus párpados cerrados, Qui-Gon imaginó poder sentir la velocidad de la nave saltando a través de las estrellas. Cada kilómetro que pasaba en un instante le llevaba hacia un futuro incierto.
La traición nunca debería tomarle por sorpresa. Pero lo había hecho. Siempre.
Su primer aprendiz, a quién había formado, lo había traicionado. Xánatos se había vuelto al Lado Oscuro, había invadido el Templo mismo, había intentado matar a Yoda. Ahora Xánatos estaba muerto. Había elegido la muerte antes que rendirse, saltando desde tierra firme a un estanque tóxico en su mundo natal de Telos. Qui-Gon se había lanzado para evitarlo, incluso cuando su corazón sabía que era demasiado tarde. Había visto al Xánatos hombre caer, con sus ojos azules consumiéndose por el odio, pero al mismo tiempo, había visto al Xánatos niño que una vez conoció, con sus ojos azules llenos de entusiasmo, de esperanzas. Le había herido, le había apenado. Habían pasado meses desde el incidente, y Qui-Gon lo sentía tan fresco en la memoria como si hubiera ocurrido ayer. ¿Su anterior aprendiz había fallado en su entrenamiento?
¿O había sido Qui-Gon el que había fallado?
Su segundo padawan, a quién también apreciaba, también le había traicionado. Obi-Wan estaba ahora sentado a su lado, pero Qui-Gon no sentía la antigua armonía entre ellos. Obi-Wan había abandonado la Orden Jedi para involucrarse en una causa en un planeta que habían intentado salvar. Qui-Gon recordaba aún estar de pie sobre el suelo rocoso de Melida/Daan, viendo en los ojos de su aprendiz algo que nunca antes había visto: el desafío. Obi-Wan no hizo caso de la orden de Qui-Gon para partir. Se había quedado.
Obi-Wan había llegado a comprender que se equivocó. Había hecho todo lo posible para reconstruir lo que habían tenido entre ellos. Había empezado a transitar un largo camino. La confianza era la meta.
El gesto adusto de desaprobación de Tahl se levantó en su mente.
 
Eres siempre tan dramático, Qui-Gon. Obi-Wan es un muchacho que cometió un error. No le hagas responsable de tu fracaso con Xánatos.
¿Eso era lo que él estaba haciendo?
Tiempo, tú necesitas, le había aconsejado Yoda. Eso era todo.
Qui-Gon aceptó eso. ¿Pero cuánto tiempo era apropiado? ¿Cuándo lo sabría? ¿E intuiría Obi-Wan su lucha y llegaría a resentirse con él por su terco corazón?
Tu defecto es tu necesidad de conexión con la Fuerza viva.
Qui-Gon comprendió la verdad de esto. No había reparado completamente en lo que Dooku quiso decir. En su vida diaria había intentado conservar aquella conexión en equilibrio con su camino de Jedi. Sin afectos. No veía esto como un conflicto. Lo veía como una gran verdad, que pudiese amar, pero sin tener ningún deseo de poseer. Que pudiese confiar, pero sin resentirse con los que lo defraudaron.
Últimamente, esto había sido lo único difícil.
—Nos detenemos por combustible —dijo Obi-Wan, interrumpiendo sus pensamientos. Estaban regresando de una misión de entrenamiento rutinaria, y no tenían prisa—. Siento mucho interrumpirle, Maestro, pero ¿desea que desembarquemos? Estaremos aquí por varias horas.
Qui-Gon abrió sus ojos—. ¿Dónde estamos?
—En un planeta llamado Junction-5. ¿Lo conoce usted?
Qui-Gon sacudió su cabeza—. Vamos a desembarcar —se decidió—. Nos hará bien estirar las piernas. Y apuesto a que podrás disfrutar de alguna comida decente.
—Estoy bien —dijo Obi-Wan inclinándose hacia su equipaje.
Qui-Gon frunció el ceño. Allí estaba. ¿Alguna vez Obi-Wan había estado de acuerdo, le habría sonreído abiertamente y había dicho —¿Cómo adivinó usted?
Ahora Obi-Wan estaba totalmente concentrado en ser un padawan perfecto. No permitiría que los días grises de comida insípida y pastillas de proteína lo desanimaran.
Tal vez no era un caso de perdón en absoluto, pensó Qui-Gon mientras se ubicaban en la línea de desembarco. Tal vez se trataba de extrañar lo que antes había tenido. Tenía al padawan correcto detrás suyo. Ahora extrañaba al muchacho imperfecto.
El planeta Junction-5 parecía ser un mundo agradable. Rion, su capital, estaba construida alrededor de un amplio río azul. Obi-Wan y Qui-Gon bajaron de la plataforma de aterrizaje en un turboascensor al ancho boulevard que era una de las principales vías públicas de Rion.
—Cada visitante debe registrarse con la fuerza de seguridad local —dijo Obi-Wan, leyendo un pase que les habían dado—. Esto es inusual.
—Algunas sociedades están fuertemente controladas —dijo Qui-Gon—. Como la galaxia está más dividida, los seres tienen más temor de los forasteros.
 
Dieron un paseo boulevard abajo, felices por sentir el sol en sus caras. Pero Qui-Gon no había dado más que algunos pasos, cuando sintió que algo estaba fuera de lugar.
—Hay miedo aquí —había dicho Obi-Wan.
—Sí —dijo Qui-Gon—. Tenemos una hora más o menos. Vamos a averiguar por qué. Trató de alcanzar su comunicador. Desde que Tahl fuera cegada en una batalla en Melida/Daan, había hecho base en el Templo y estaba disponible para cualquier investigación. Raras veces tenía que acceder a los archivos Jedi: su conocimiento de política galáctica era inmenso.
¿Estás ocupada? —preguntó Qui-Gon.
La voz seca de Tahl vino claramente a través del comunicador—. Claro que no, Qui-Gon. Estoy sentada aquí esperando que tú contactes conmigo para tener algo que hacer.
La risa estaba en su voz cuando le contestó —Tenemos una parada temporal en el planeta Junction-5. La Fuerza está perturbada aquí. ¿Puedes darnos una idea de por qué?
—Hemos estado monitoreando la situación —dijo Tahl—. El planeta no ha pedido ayuda del Senado o de los Jedi, pero nos preparamos para ello. Hace tiempo que Junction-5 mantiene rivalidad con su luna, Delaluna. Varios años atrás Junction-5 descubrió que Delaluna desarrollaba un arma destructiva a gran escala, capaz de arrasar ciudades de un solo disparo. Los ciudadanos de Junction-5 la llaman el Annihilator. Viven en un estado de constante miedo, temen que algún día esta arma será utilizada.
¿Han intentado negociar un tratado? —preguntó Qui-Gon.
—El problema es que Delaluna niega la existencia del arma —dijo Tahl—. Las conversaciones entre los dos gobiernos están estancadas. Debido al gran miedo que se ha apoderado de la población, hay rumores de agentes dobles y espías que tratan de debilitar al gobierno y prepararan una invasión a Delaluna.
¿Tienen pensada una invasión?
—No lo dicen. Pero no lo sabemos. Mientras tanto, por la amenaza inminente, el gobierno de Junction-5 ha instituido medidas extremas. Con la ayuda de una fuerza de seguridad llamada Los Guardianes, se han infiltrado en cada aspecto de las vidas de los ciudadanos. Nada de los que ellos hacen queda sin ser registrado por el gobierno. Todo uso de computadoras, todo uso de comunicadores, está monitoreado.
Al principio, los ciudadanos prescindieron voluntariamente de su privacidad para hacer frente a la gran amenaza. Pero me temo que con el paso de los años, los Guardianes han abusado de su poder. Ahora realmente dirigen el gobierno. Los ciudadanos son arrestados y retenidos por la fuerza sin pruebas, sólo por expresarse públicamente en contra del gobierno. Las prisiones están llenas. Los ciudadanos viven en el miedo. Su economía languidece, y hay más descontento aún. Como consecuencia...
—Los Guardianes han tomado medidas enérgicamente más duras —dijo Qui-Gon cansadamente. Era un panorama familiar.
 
—Así que debes tener cuidado —avisó Tahl—. No les gustan los forasteros. Serás observado también. Si es una parada temporal, tómala solo como eso.
—Planeo hacerlo —dijo Qui-Gon.
¿Qui-Gon? Nuestra conexión debe estar cortándose. Creí oír que estabas de acuerdo conmigo —dijo Tahl.
—No te acostumbres —contestó Qui-Gon, cortando la comunicación. No sabía que haría sin Tahl. Esa era una conexión en la que confiaba absolutamente. No importaba lo que Dooku le había dicho.
¿Deberíamos ir y registrarnos ahora? —preguntó Obi-Wan—
—Vamos a comer primero —propuso Qui-Gon. Mientras estaban allí, también podrían obtener información en caso de que la presencia de los Jedi fuera necesaria en el futuro. Sería más fácil si por ahora los Guardianes no supieran que estaban allí.
Además, nunca le gustó que le dijeran qué hacer.
Puso al tanto a Obi-Wan de su conversación con Tahl cuando caminaron hacia la cantina más cercana. No había mucho para elegir, pero Qui-Gon podría comprar algunas empanadas de verdura para ellos, al mismo tiempo que una bebida hecha de una hierba originaria. Mientras comían, escucharon las conversaciones alrededor de ellos. Los ciudadanos hablaban en tonos bajos, como si estuvieran temerosos de ser escuchados por casualidad y ser denunciados.
Qui-Gon y Obi-Wan estaban capacitados para descartar los ruidos de fondo con la ayuda de la Fuerza, concentrándose en la conversación en una mesa detrás de ellos.
—El rumor comenzó ayer —dijo una voz suave—. Podría ser cierto, o podrían estar cubriendo su muerte. Jaren está desesperado.
—Debe tener cuidado.
—Ha superado eso. Tengo miedo por ellos.
—Ella ha arriesgado todo.
—Estuvo siempre dispuesta a hacer eso.
Las voces bajaron aún más, como si sospecharan que alguien estaba tratando de oír algo por casualidad.
¿No podemos hacer algo para ayudar aquí? —preguntó Obi-Wan, tan silencioso como todos los demás.
—Nuestro transporte está programado para irse en menos de dos horas
—dijo Qui-Gon—. Nadie ha pedido nuestra ayuda. No podemos solucionar los problemas de cada mundo en la galaxia.
Aun al hablar y al comer, la mirada de Qui-Gon recorría continuamente la cantina. No se mostró particularmente sorprendido cuando un oficial de seguridad, en su uniforme gris, entró y caminó directamente hacia ellos.
—Pases, por favor.
 
—Temo que no tenemos ninguno —dijo Qui-Gon.
—Todas los visitantess están obligados a registrarse en la Oficina de Registro.
—Pensamos que podríamos comer primero. Por supuesto que nos dirigiremos allí una vez que terminemos.
—Imposible. Por favor síganme.
El oficial esperó cortésmente. Qui-Gon pensó en resistirse, pero luego lo reconsideró. No estaba en este mundo para crear problemas, simplemente estaba para observar. Se puso de pie e hizo una seña a Obi-Wan para que hiciera lo mismo.
Siguieron al oficial de regreso por el boulevard y bajaron por una calle lateral. Un edificio grande y gris se asentaba detrás de un muro de energía. Estaba construido de bloques de piedra y se parecía a una prisión.
El oficial los guió detrás del muro de energía hacia el vestíbulo del edificio. Había una pequeña oficina con una inscripción que decía REGISTRO UNICO. El oficial los condujo dentro, con la clara intención de asegurarse de que entraran.
—Visitantes para registrarse —dijo el oficial.
Qui-Gon caminó adelante y le dio sus nombres a un oficinista. Los dedos del empleado temblaron cuando él le dio como su mundo natal el Templo Jedi, Coruscant.
—Un momento —dijo el oficinista, con sus ojos abatidos.
Tomó más que un momento, casi diez minutos, Pero el empleado finalmente deslizó dos tarjetas a través del mostrador—. Lleven éstos con ustedes en todo momento. Están programados para partir en una hora y cincuenta y tres minutos.
Los guiaron de vuelta por el pasillo, y sus pasos hacían fuerte ruido en la piedra pulida. Una voz los detuvo.
—Es siempre un placer dar la bienvenida a los Jedi a nuestro mundo. Qui- Gon lo sintió antes de que voltease siquiera, tenía la seguridad de haber escuchado esa voz antes.
La persona que les daba la bienvenida era alta, con cabello rubio rapado, ahora con hebras grises. Su cuerpo musculoso, se veía fuerte todavía. Qui-Gon no necesitó más que un segundo para recordarle.
Era Lorian Nod.

 
Mundo Star Wars: Guerras Clon. EL LEGADO DE LOS JEDI -CUATRO GENERACIONES-
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